CAPITULO 3
La esposa del aldeano era de estatura pequeña, de largos cabellos castaños, en sus ojos se reflejaba un marcado cansancio, una niña de aproximadamente seis años jugaba cerca de la chimenea con una muñeca de trapo.
-Agradecemos su hospitalidad.
-No es seguro que estén allá fuera en esas condiciones. -Contestó el aldeano acercándose al fuego.
Los relámpagos no cesaban viniendo acompañados de estruendosos truenos que eran seguidos por rayos que se estrellaban a los lejos sobre la tierra. Un trueno hizo retumbar las paredes de la casa, la niña se levantó asustada refugiándose entre las piernas de su padre.
-No temas Ela, no te pueden hacer daño. -La niña tapaba sus oídos, mientras su padre le daba palmaditas por la espalda.
Octavio escuchaba con atención los truenos, señalaba con su pequeña mano hacia el techo, estaba maravillado en lugar de asustado.
-Sí amor, vienen del cielo, escuchas.
Otro trueno estalla pero esta vez el rayo cae cerca de la casa. Ela grita y se aferra con más fuerza a su padre, éste la lleva con su madre mientras se asoma.
-Ha sido muy cerca pero no llegaran a la casa. -Mientras habla mira a su hija cuyos ojos encierran temor.
-¿Sabes quién produce los truenos y rayos Ela?
La niña dirige su atención a Claudia y con la cabeza dice que no.
-Es Zeus, el Dios del cielo luminoso. Es poderoso y magnifico, sus vestiduras centellean como si miles de estrellas colgaran de ellas, es alto, fuerte y muy hermoso.
-¿Y por qué hace tanto ruido? ¿No puede llover en silencio?
-Bueno Zeus también es muy arrogante, y quiere dar a conocer a los hombres su poderío, por eso hace los rayos y truenos, para que la gente le tema y respete, pero nunca te haría daño, tú eres parte de su creación.
-¿Lo prometes?
-Lo prometo. -Al decir esto Claudia le sonríe con serenidad, hace que la niña se aleje de su madre y se dirija a ella.
-¿Por qué él no tiene miedo?
-Está aún muy pequeño, no comprende.
Claudia puede notar lo pálida y delgada que está Ela, señal de desnutrición. Adastros rompe el hielo presentándose: -Yo soy Adastros, ella es mi esposa Azeneth y mi hija Apolonia. Yo soy griego, mi esposa egipcia, y mi hija nació aquí en Roma, huimos de la plaga.
–Yo soy Helio, también soy griego y ella es mi esposa Publia, es romana, y ya conocen a mi hija Ela. No he ido a la ciudad en mucho tiempo, estamos sobreviviendo de lo que siembro y cazo pero a veces no es suficiente. Deben tener mucho cuidado con los germanos, están merodeando nuestras fronteras, es mejor ser precavidos.
-Gracias Helio, tomaremos tu advertencia en consideración. -Contesta Adastros ocultando su preocupación por el comentario.
Publia sirve unos panes y algunas verduras sobre la mesa.
-Por favor, sírvanse. Les ofrece Helio señalando los alimentos.
Adastros vuelve a ver a Claudia y ella le devuelve una mirada de aprobación, no rechazarían la hospitalidad.
-Los compensaremos. _Le indica Claudia dirigiéndose a Helio.
Cenan en silencio, al anochecer Helio les prepara donde dormir en el granero, la lluvia ya había cesado. Claudia se acomoda con Octavio a su lado entre la paja, está cansada pero no logra conciliar el sueño. Adastros a unos cuantos metros de ella se debate en un sueño inquieto y Azeneth era la única que roncaba, totalmente relajada.
A la mañana siguiente el sol aparece radiante, Adastros y compañía se preparan para partir, Claudia se acerca a Helio y le da varias monedas de oro.
-Oh no, no puedo aceptarlas.
-Por favor Helio, nos sentiremos ofendidos si no las recibes.
Publia se queda mirando a su esposo confirmando con su mirada que recibiera las monedas, las necesitaban y él lo sabía.
-Cuídense mucho y que los Dioses guíen su camino.
La carreta se pone en movimiento y en pocos minutos están de nuevo en el camino que debido a la lluvia del día anterior, estaba embarrialado. Después de recorrer un kilómetro aproximadamente la carreta queda atascada en un charco de lodo que ni aún con la ayuda de los caballos logran sacarla avante.
-Debo bajar a empujar se ha atorado.
-Te ayudaré. -Claudia baja con él.
-No mi señora, necesito que alguien guíe a los caballos
-Azeneth lo hará
-Pero ¿Y Octavio?
-Ven acá amor. -Claudia extiende los brazos y el niño salta a ellos con una sonrisa dibujaba en su rostro.
-Escucha Octavio, te vas a quedar aquí sentado, no te muevas.
El niño se sienta sobre una piedra, coloca las manos sobre sus rodillas.
-Buen niño, mamá te está observando.
-Mi señora yo puedo hacerlo solo.
-No discutas Adastros, además ya tengo el barro hasta los tobillos.
Ambos se posicionan atrás en la carreta, mientras Azeneth arrea los caballos, ellos empujan, después de varios intentos al fin lo logran y la carreta avanza unos pasos. Claudia quedó con su vestido salpicado y sus manos y pies sucios.
-Miré como quedo, porque nunca me escucha.
-Porque soy yo Adastros, ya deja de regañarme lo logramos o no.
Octavio seguía sentado en la piedra y parecía muy entretenido viendo a su madre y a Adastros tratando de mover la carreta. Claudia lo sujeta con cuidado de no ensuciarlo y se lo da a Azeneth. Una brisa los envolvió trayendo con ella un desagradable olor.
-¿Qué es ese hedor? -Claudia tapa su nariz.
-Parece venir de aquellos arbustos. -Señala Adastros.
Ambos se dirigen al lugar encontrando una fila de cadáveres que por su condición llevaban varios días muertos. Claudia al verlos no puede evitar sentir náuseas y voltea su cara hacia otro lado.
-¿Quién pudo hacer algo así?
-Helio nos advirtió de los germanos señora.
-No imagino que ellos cometieran este horror, hay mujeres y niños ahí.
Adastros se acerca tapando su nariz con el brazo, revisa los cuerpos, su rostro palidece.
-¿Qué sucede Adastros? -Claudia intenta acercarse.
-No de ni un paso más mi señora, están infectados.
-¿Qué has dicho? ¿Tienen la enfermedad?
-Sí puedo ver las erupciones en su piel, quizás huían de Roma y alguien los encontró, previendo su propagación decidieron matarlos.
-Que horrible forma de morir.
-Ya estaban sentenciados a muerte mi señora. Es mejor irnos no es seguro estar aquí.
¿Qué encontraron? -Pregunta Azeneth.
-Un animal muerto. -Responde Adastros volviendo a ver a Claudia.
-Oh,. -Dice Azeneth no muy convencida, pero prefiere no indagar más.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top