Epílogo

Los ramos de flores del Inca eran los protagonistas en todas las florerías de la ciudad. Nueva York se iluminaba de pies a cabeza y el aroma a chocolate caliente y pasteles se respiraba por doquier. Pronto llegaría navidad, y la ciudad acusaba las fiestas de la manera en la que solo ella sabía hacerlo. Lance salía de una de las tantas tiendas de recuerdos. No solo acababa de comprar las flores que necesitaba, también le prometió a su madre un suvenir de Nueva York, como si no tuviera suficientes. Casi le da un infarto al ver la hora en su reloj, si no estaba en el teatro en cinco minutos su novio lo asesinaría, y era capaz de hacerlo, después de todo, salía con Keith Kogane.

Se subió el cuello de la gabardina y llamó a un taxi.

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-¡Lance, cariño! –dijo la madre de Keith cuando lo vio llegar. Los años parecían no pasar por ella, estaba igual que el primer día en que la vio, tal vez había ganado un poco de peso, pero además de eso era la misma mujer dulce que recordaba desde los ocho años. –qué bueno que llegas.

-Lamento la demora, había mucho tráfico. –

-No hay problema, aun no empieza la obra. –la madre de Keith, desde hacía un tiempo su suegra, lo tomó del brazo y ambos fueron a sentarse a los asientos en galería. La compañía de ballet de Nueva York representaba esa noche: El Cascanueces.

El primer acto transcurrió como un sueño. Las bailarinas se deslizaban por el escenario con tanta delicadeza como si estuviesen hechas de plumas y aire. Sin embargo, el verdadero espectáculo comenzó luego de que la orquesta anunciara la media noche, cuando el rey ratón invadió la sala de estar de la casa y el valiente cascanueces cobró vida para defender a la joven. Keith se veía espectacular con su traje de cascanueces, pero por sobre todo se veía muy feliz. Bailó como nunca antes, y al momento de de la coreografía final se había ganado al público que lo ovacionaba de pie. Estaba brillando con la luz de todas las estrellas del cielo.

Lance se había puesto de pie también, aplaudía emocionado mientras el elenco hacía la reverencia de cierre. Todos tomados de la mano en una ronda y sonriendo a más no poder. Una exclamación a sus espaldas lo hizo sobresaltar. Se giró solo un segundo para comprobar sus sospechas, tal y como había pensado, hubiera reconocido la voz profunda del padre de Keith en cualquier lugar. Hace al menos diez años que no lo veía y lucía muchísimo más cansado. No estaba seguro si Keith había sido quien lo había invitado, puede que ni siquiera se hubiera enterado de que había asistido a la obra. No supo tampoco si al verlo lo había reconocido, tal vez era mejor de ese modo. Sin embargo, lo que si tenía seguro era que a pesar de todo lo que había pasado y los muchos prejuicios que pudiera seguir guardando dentro de su corazón, se lo veía orgulloso.

Los bailarines salieron hacia las bambalinas y gran parte del público comenzó a salir del teatro también. Quienes se quedaron fueron directamente a la zona de camarines a felicitarlos, todo era emoción y dicha, quién mejor que Lance lo sabía.

Entonces en medio del mar de vestidos de ballet y escenografía sin guardar vio a Keith de espaldas, abrazando a sus compañeras de baile que estaban tanto o más temblorosas que él. Lance sonrió al sentir el calor naciendo en su estómago y subiendo por su pecho hasta sus mejillas, ese tipo de calor familiar que nos avisa que todo está bien, que después de haber recorrido un largo camino, al fin llegamos a casa.

-¡Hey, campanita! –le gritó para hacerse oír en medio del tumulto. Keith no se sorprendió pues ya lo esperaba, también él había prometido esperarlo por siempre. las lentejuelas de su traje brillaron cuando se volteaba para ver a su novio con un ramo de rosas rojas y los brazos extendidos. Después de tanto camino recorrido, ambos se encontraban justamente donde debían estar.

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No importa cuantos fanfics escriba, nunca voy a estar preparada para el momento de acabar una historia. Siento que les dejo una pequeña parte de mi, y con todo gusto, sé que queda en buenas manos.

Quiero dedicar esta historia a todos aquellos que en algún momento han sentido que son diferentes, diferentes de mala manera, por supuesto. No les daré el discurso de que son perfectos, nunca he sido muy fan de los clichés. Solo voy a decirles que a lo largo de la historia de la humanidad nunca ha existido alguien como ustedes, y después de que mueran nunca volverá a existir alguien como ustedes. Cada uno de ustedes es jodidamente único e irrepetible, por favor no intenten cambiar esa singularidad por los comentarios externos. Los quiero como no tienen idea.

No se avergüencen nunca de las cosas que les gustan, no importa lo que sea. Pero por sobre todo, no se avergüencen nunca de la persona a quien aman... Nos hemos dividido en países, en partidos políticos y religiones. El amor es uno solo, no lo separemos en categorías sin importancia.

Muchas gracias a quienes han seguido la historia desde su inicio y a los que la descubrieron la semana pasada, todos los que han votado, todos los que han comentado. La mitad de todo esto es gracias a ustedes, y no tengo palabras para expresarles lo mucho que los valoro por eso. Quisiera nombrarlos a todos, pero tengo una memoria horrible y no quiero dejar a nadie fuera >_< por eso, para todos los que han hecho esta historia crecer: Muchas gracias.

¡Nos vemos pronto! 

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