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El resto de sus compañeros se lo quedó mirando extrañado. Shiro, por su parte, salió desde en medio de la multitud a prisa, sabiendo que sus palabras era ciertas y que luego de tanto entusiasmo sería difícil convencerlo para que se calmase y le diera una vuelta. El mayor lo sostuvo por el brazo para alejarlo de los murmullos. Lance estaba exaltado, ansioso y tan decidido como quien acaba de tener una revelación profética. Shiro se pasó una mano por el cabello, pensando en qué decir para que o escuchase.
-Mira, Lance. Nadie más que yo quiere ver a Keith feliz, y créeme que apoyo totalmente el que quieras cambiar las cosas... ¡Pero no puedo dejar que te vayas en medio de una salida escolar!
-¡Tengo que hacerlo Shiro! Tal vez no tenga otra oportunidad...
-El autobús no llegará hasta las dos. –le recordó. Lance, chasqueó la lengua con fastidio mientras luchaba disimuladamente para soltarse del firme agarre del consejero.
-¡Llegaré a la academia aunque tenga que ir caminando! –dijo a voz en cuello. No había mucho que hacer. Shiro no recordaba haber sido tan impulsivo siendo más joven, y de verdad que adoraba una buena historia de amor, pero sería una total irresponsabilidad de su parte dejarlo partir. En eso el profesor Millan, encargado de la salida, se acercó al par con las manos repletas de folletos informativos y stickers promocionales en toda la camisa.
-¿Hay algún problema? –Shiro se volteó a mirarlo, aunque le costaba un poco tomarlo en serio con el aspecto de pared de anuncios que tenía.
-Todo en orden, profesor, solo estaba charlando con un alumno. –el profesor asintió con la cabeza antes de dar media vuelta y seguir con su recolección de boletines universitarios. Para cuando Shiro se volteó a terminar con lo que hacía, Lance había desaparecido en el mar de gente.
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-¡LANCE! –gritó Shiro en mitad de la calle mientras trotaba para alcanzar al menor. Lo había divisado hace solo unos segundo, bajando por la calle principal y, al parecer, haciendo auto stop sin mayor resultado. El moreno no se dio por aludido, no hasta que lo tuvieron atrapado por los hombros y lo voltearan en ciento ochenta grados. Alzó una ceja, como diciendo "¿No ves que estoy en algo importante?". El mayor recobró el aliento un segundo antes de comenzar a hablar de nuevo. -¡¿No me escuchas cuando hablo?! ¡Te dije que no puedes irte por tu cuenta!
Lance tragó saliva y tensó los músculos. Ya iba siendo tiempo de que entendiera que sus acciones repercutían en las personas a su alrededor, y realmente no quería causarle ningún problema a Shiro, ¿pero qué más le quedaba sino salir a buscar su última oportunidad con el azabache? Lo estaba estropeando todo de lo lindo; su relación con Keith, el empleo de Shiro, incluso su sanidad mental. Pero todo valdría la pena sin tan solo conseguía verlo una vez más antes de partir.
-Shiro, por favor... solo serán unos minutos. Necesito hablar con él.
-Lance, Keith volverá dentro de una semana como mucho, puedes hablar con él entonces.
-Keith se irá a Nueva York y no volverá... tienes idea de lo mal que me siento de solo pensar... que no podré acompañarlo. –como si sostuvieran un gran peso, sus hombros cayeron y comenzaron a temblar. Las palabras que siempre temió decir, salían a borbotones de su boca sin importar lo crudas que fueran ni el efecto que provocaban en el joven al escucharlas en voz alta. –se irá Shiro, el chico que amo se irá a cumplir su sueño y yo no estoy dentro de sus planes.
-Lance, no digas eso. –Shiro le frotó los hombros en gesto paternal. De pronto le pareció mucho más pequeño de lo que lo recordaba. –no estás seguro de que eso vaya a pasar.
-¡Lo estoy, yo mismo permití que pasara! –No solo se le quebró la voz, se desgarró también algo dentro, y en un sollozo muchos años de miedos y dudas fueron liberados. –he estado enamorados diez jodidos años... y tuve que esperar hasta ahora...
-Ven aquí. –Shiro lo abrazó con fuerza, aunque no tanta como la que Lance ponía en su abrazo. Las personas pasaban y se quedaban mirando, algunas preocupadas, otras solo por chismear, pero no había nada que pudiera importarles menos. Ese día después de mucho tiempo entendió lo que significaba el verdadero miedo. No podía compararse al temor de ser rechazado, era mucho peor, una sensación de vacío indescriptible que lo sacudía de solo pensar que sería del resto de su vida sin ver una sonrisa de keith. Sin verlo bailar de nuevo, y sin escucharlo decir que lo amaba.
-Tengo que hacerlo, Shiro. –dijo con la voz rasposa aun oculto en el hombro del mayor.
-Está bien. –Lance se enderezó algo incrédulo, se limpió las lágrimas que quedaban alrededor de sus ojos con la manga de su chaqueta y la sonrisa de Shiro se ensanchó. El mayor sacó de su bolsillo las llaves de un auto, por su forma y tamaño, debía ser un modelo de algún año anterior a Cristo, pero en esos momentos todo servía.
-¿E-es en serio?
-¿Sabes conducir, cierto? –Dijo Shiro con una voz un tanto más aguda que de costumbre, como si hasta entonces no hubiera pensado en la posibilidad desastrosa de prestarle su auto a un adolescente sin licencia. Pero bueno, todo sea en el nombre del amor. –me iré de vuelta en el autobús. Deja el auto en la escuela cuando termines.
-Gracias. –dijo Lance. Le hubiera gustado decir algo más, pero no había tiempo. Volvió hasta la feria y sacó del estacionamiento un Volksbagen beige que parecía a punto de destartalarse. Si iba deprisa, tal vez aun pudiera ver antes de partir.
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Una vez logró meter todas sus maletas en la parte trasera de la furgoneta, Pidge cerró la puerta de un golpe y descansó con las manos en la cintura, sonriendo satisfecha ante su trabajo. Keith la miró con una ceja alzada, solo se iban por tres días, realmente no necesitaba llevar tantas cosas, pero no sería él quien tratara de convencerla.
-Creo que ya estamos listos. –dijo sin dirigirse a nadie en particular. La mayoría de sus compañeras estaba dentro del vehículo algunas durmiendo, otras fuera despidiéndose de su familia. La instructora ocupaba el lugar del copiloto y miró el reloj en su muñeca. Ya eran las once, hora de partir.
-Tu novio no vendrá a decir adiós. –dijo Pidge girándose hacia el azabache. Keith se cubrió la cabeza con la capucha y desvió la mirada.
-No es mi novio, creí que había quedado claro.
-Pues no... hubiera jurado que lo eran. –no pudo responder, de pronto se le había secado la garganta y todo cuanto podía pensar era en subir al auto y partir para no tener que pensar en nada más que la carretera pasando frente a sus ojos.
-Arriba todos, se nos hace tarde. –dijo la maestra. Las bailarinas le dieron un último abrazo a sus padres. Todos estaban tan ansiosos que subieron sin rechistar. Aquella audición sería el primer paso que abriría las puertas de la fama a quienes tuvieran lo necesario para cruzarlas. Todos y cada uno de ellos se sentía como el elegido, el prodigio que dejaría impactados a los jueces. Aunque Keith estaba muy por debajo de sentirse así. Al buscar su celular en el bolsillo, tocó algo suave y resbaladizo. Sacó, sin entender cómo, la bolsa de seda que Lance le había obsequiado. Al parecer, a la vida le gustaba reírse en su cara.
-Ehh... ¿estamos esperando a alguien? –dijo Ángela desde su asiento en la tercera fila. Keith se giró a verla, la chica señalaba hacia fuera por la ventana trasera. A su espalda un destartalado Volkswagen se acercaba a toda velocidad
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Este fanfic terminará mañana en la tarde/noche, gracias a todos los que le han dado un lugar en su corazón C: Nos leemos, criaturitas.
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