22
Después de esa noche todo fue poniéndose más extraño para ellos. Keith estaba desconcertado, igual que Alicia cayendo en la madriguera del conejo, avanzaba por este nuevo y desconocido mundo de la amistad con beneficios que Lance le ofrecía. Siguieron viéndose en la academia de ballet, y después de sus clases, pero siempre con la mayor de las discreciones para no levantar sospechas. Sus encuentros en la escuela eran fugaces, apasionados y secretos, casi siempre en los baños del último piso (el tercero, que nadie usaba porque estaba descompuesto) donde solo había tiempo para algo rápido y desesperado cuando ya no soportaban la insistente mirada del otro durante las clases.
Ese día era miércoles y el cielo estaba sombrío. La calefacción del cuarto piso estaba fallando, de modo que los pasillo estaban desiertos, a excepción del par de muchachos que avanzaban con prisa hacia el rincón más oculto de las miradas de todos. Lance abrió la puerta de los baños, no sin cierta torpeza, y terminó dentro de un solo empujón de parte del azabache. Una vez dentro Keith le echó los brazos al cuello para besarlo como había querido hacer durante toda la mañana. Lance sonrió por las ansias del chico, Keith era el peor de los dos disimulando cuando estaba caliente. Tomándolo por la cintura, intentó guiarlo hasta el tercer cubículo, pero el más bajo no se lo iba a permitir.
Keith lo acercó aun más mientras daba un paso hacia atrás. Las manos de Lance chocaron contra los lavabos, un mesón de cerámica blanca desprovisto de todo adorno más que las mismas cañerías. Keith movía los labios y las caderas siguiendo un suave ritmo, ¿qué había sido lo que lo puso en ese estado? Quizás fuese el hecho de no haberse visto desde el fin de semana o toparse sin camisa en los camarines luego de educación física. Cualquiera de las dos opciones era razonable, y sin embargo, Lance hubiera asegurado que la calentura del azabache se debía simplemente al placer que significaba hacer ese tipo de cosas en la escuela.
Se separó de sus labios un segundo para quedar mirándolo a la cara. Keith tenía los labios rojos y entreabiertos con un hilo de saliva que lo unía a él. Estaba sonrojado y desprendía un calor sofocante, pero lo más impresionante de todo eran sus ojos dilatados y brillantes. Llenos de deseo y atentos a su próximo movimiento.
-Quiero hacerlo aquí, dentro del cubículo no hay espacio suficiente.
-Alguien puede entrar. –respondió el moreno, aunque sin dejar de jugar con el borde del cinturón del contrario.
-Todos están en clases, además nadie viene a este baño. –Lance no tuvo que pensarlo mucho, no en el estado que estaba. Alzó el cuerpo delgado del azabache hasta dejarlo sentado en el mesón. Sus manos bajaron por su camisa hasta la cintura del pantalón, y comenzó a jalarlo para quitarlo de su camino con cinturón y todo.
Keith le mordía el cuello y dejaba un trazo desprolijo de besos que iban desde la nuca hasta las clavículas. Podría haber dibujado su cuerpo sin mirarlo, lo conocía a la perfección, y había aprendido lo sensible que era la piel en el cuello de Lance incluso mucho antes de comenzar a interesarse en ese tipo de cosas. Fue una experiencia divertida en una de las clases de baile a los ocho años, cuando trató de acomodarle el dobladillo de la malla a la altura del hombro y el más alto entró en estado de shock. Temblaba, se sacudía y reía de la pura incomodidad, ese día aprendió que no debía tocarle el cuello a su amigo por ningún motivo. Pero ahora no eran cosquillas las que provocaba. Sus labios delgados se movían con suavidad sobre la piel, y Lance no podía evitar soltar gruñidos del puro placer. Los pantalones de Keith habían caído al suelo, y un dedo se movía descaradamente en su trasero por sobre la tela de sus calzoncillos.
-Como sigas mordiéndome voy a entrar sin haberte preparado. –las mejillas de keith se tiñeron de rojo intenso del solo pensarlo, algo así debía ser doloroso, aunque justo en ese momento no tenía ganas de averiguarlo. Lance debió de notar su miedo, porque de inmediato lo besó en la frente y le llevó el dedo índice a los labios. Keith lo acunó con la lengua y pronto estaba por completo dentro de su boca. Lo metió y sacó varias veces hasta dejarlo empapado, lo mismo hizo con el segundo. Lance se acercó a su oído y le dijo despacio.
-Podría correrme con solo verte haciendo eso. –el azabache se bajó de un salto de su lugar, y con tediosa lentitud bajó su ropa interior hasta las rodillas. Inclinado y recargado sobre el lavabo tomó aire antes de que los dedos del moreno se hicieran camino en su interior. Soltó un gemido suave aunque tuvo que apretar los puños y cerrar los ojos con fuerza. Sintió los dedos del más alto abriendo sus paredes, luego al propio Lance entrando con algo parecido a la delicadeza pero mucho más torpe ("¿Estás bien?", "Hombre, parece que duele", "¡Mierda, Keith, no quiero romperte el culo!")
El vaivén de cuerpos calientes chocando y amándose con locura y finalmente una sacudida, una descarga eléctrica que lo elevó tan alto como el cielo.
Un gemido desde lo más profundo de sus gargantas retumbó en las paredes de cerámica. Lance se derrumbó a su espalda se recargó aun más, haciéndolos quedar de rodillas en el frío suelo. Keith desnudo de la cintura para abajo, pegajoso, sudoroso y con el corazón latiéndole a mil por hora. La cabeza del moreno se recargó cansada en el hombro de Keith, que le acarició el cabello al tiempo que se apoyaba en su pecho para recobrar el aliento.
-Dios... -comenzó Lance, e iba a decir algo más, pero estaba demasiado exaltado aun como para hilar más que palabras al azar. –Nosotros... acabamos de...
-Tener sexo... en el baño de la escuela. –terminó el azabache volteándose el rostro un poco para verlo mejor.
-Que mala influencia eres, Keith... mira que arrastrar jóvenes castos a los baños para abusar de ellos. – Lance le robó un beso antes de salir del interior del azabache y ayudarlo a levantarse. Aunque le temblaban las rodillas, hizo lo mejor que pudo al ponerse los pantalones y arreglarse la camisa y el cabello. -¿Pasamos a comer algo en la azotea antes de la siguiente clase?, me muero de hambre.
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-¿Crees que puedas ir a cenar el sábado a mi casa? –dijo Keith mientras jugaba con la bombilla del jugo entre los dedos. Lance por poco se atraganta con sus galletas, tuvo que tomar un largo trago de agua para sobreponerse al nudo en la garganta se sentía, aunque algo le decía que no era un nudo que te viniera solo por comer galletas.
-A tu casa. –lo repitió como para convencerse de que había oído bien. -¿Por qué quieres que vaya a tu casa?
-Mamá me pidió que te invitara. Le conté que volvimos a vernos, se puso muy feliz.
-Sí, entiendo. ¿Pero no crees que es un poco apresurado? –no era cierto, por supuesto. No si consideraba que llevaban poco más de dos semanas juntándose a escondidas y haciendo como si el otro no existiese el resto del tiempo. Era de esperarse que Keith le pidiera algo así tarde o temprano, de hecho le extrañaba que no se lo hubiera pedido antes.
-No te estoy pidiendo que nos casemos, Lance. Solo quiero que vayas a visitarme.
-¿Pero y tu padre?
-Dejo de ir a casa hace mucho, creo que se rindió conmigo cuando cumplí 16 y vio que no me crecía barba. –Keith se encogió de hombros con desenfado.
-Pero...
-¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil? – el azabache rodó los ojos y se dejó caer en el suelo de la azotea, el cielo seguía tan denso como en la mañana, pero era mejor verlo que tener que sostenerle la mirada a Lance.
-Está bien, iré. –respondió él.
-¡No, ya no quiero que vayas! –dijo Keith. –Cenaré solo y me comeré tu postre.
-¿Estás enojado?
-¡Claro que estoy enojado! No tendría que rogarle una cita a mi... -pero se detuvo antes de terminar la frase. La verdad era que no tenía idea de cómo terminarla. ¿Mi novio? ¿Mi amigo? ¿Qué se suponía que eran? Keith apretó los labios y se giró hasta quedar de espaldas al más alto. Lance puso una mano en su cabeza y sus suaves cabellos negros se deslizaron sobre sus dedos. Como Keith no lo apartó de un manotazo supo que al menos no quería matarlo.
-Keith, ¿crees que pueda ir a cenar a tu casa el sábado? –dijo intentando salvar la situación. –Por favor.
-Vale... -le contestó sin mucho ánimo desde su costado de azotea.
-¿Y crees que pueda acompañarte hoy a tu clase de ballet? – esta vez consiguió que se volteara. Con la luz del pálido sol de invierno en el rostro y sus ojos violetas brillantes como el universo parecía mentira que alguien tan hermoso pudiera existir fuera de una obra de arte.
-vale.
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¿Capítulo de relleno? ¿Dónde? :D Además es un malísimo relleno, lo sé, pero no tengo práctica escribiendo este tipo de escenas porque no me gustan .____. no me gusta leerlas ni escribirlas, aunque era necesaria en este momento (además lo hice por ustedes, los quiero mucho)
Mil gracias por los comenterios con respecto al incendio :3 las cosas van mejorando, ya viene ayuda desde Rusia (un avión gigante piloteado por Viktor Nikiforov :D)
¿Qué más tenía que decirles...? ah, si. Queda muy poco para que termine el fic .____. 3 o 4 capítulos si mis cálculos son correctos. ESO! ^^ Gracias por haber leído este y estar siguiendo la historia <3
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