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Ese sábado el sol despuntaba en lo alto más brillante que nunca. A pesar de estar en medio de los meses de otoño, el día había amanecido soleado y cálido, ideal para el almuerzo en el patio trasero de la familia Kogane.

Cuando Lance llegó a la casa de su amigo, una larga mesa de largo mantel blanco lo estaba esperando con los platos y servicios puestos, aunque sin los demás invitados. Keith le había pedido que llegara un poco antes, de modo que a las once y media de la mañana tenían el patio para ellos solos.

- Feliz cumpleaños, Campanita. – le dice Lance al entregarle el regalo que había estado guardando, y aunque su madre preparó una mesa especial para juntar el resto de los obsequios, Keith no pudo esperar para abrirlo. Rasga el papel con cuidado de que su madre no lo oiga, y por poco pega un grito de emoción al ver que dentro hay un par nuevo de zapatillas de ballet. - ¿Te gustan?

- Me encantan. -le asegura con una sonrisa, y de un momento a otro está sentado en el suelo quitándose los zapatos para calzarse las zapatillas rosa pastel. - Tengo que ablandarlas, será mejor que me quede con ellas puestas. – dice al tiempo que entrelaza las cintas en sus tobillos. A Keith siempre le ha gustado llevarlas zapatillas de ballet puestas, aunque no esté practicando, y a pesar de que el moreno nunca le ha preguntado la razón, está feliz de ver a su amigo tan emocionado.

Su tiempo a solas se les pasó como agua entre los dedos. pronto llegaron el resto de los invitados, que, si bien no eran tantos como los que solían haber en los cumpleaños de la familia de Lance, eran suficientes para agobiar ligeramente al cumpleañero. Keith quería una fiesta pequeña y discreta, ni siquiera había invitado a sus amigos de la escuela además de a Lance. Pero cuando le dijo a su madre que estaba dispuesto a quedarse a celebrar y no salir corriendo en medio del almuerzo, ella enloqueció e invito a toda la familia.

- Esto es absurdo, aquí hay personas que no veo desde hace siglos... ¿Por qué vienen a la fiesta? -dijo Keith sentado en la cabecera y hablándole a su amigo por lo bajo. – apuesto a que ni siquiera saben cómo me llamo.

- No seas un viejo amargado, estás de cumpleaños, disfruta y déjate querer. -para Lance era muy fácil hablar, ya que a él no llegaban las tías a abrazarlo y llenarle el rostro de besos hasta el punto de asfixiarlo. Keith soportó estoico mucho tiempo, incluso después de la comida, y se quedó jugando y charlando con su invitado en el patio con las demás visitas hasta bien entrada la tarde. Hubiera dicho que los cumpleaños no eran tan malos y que todo había salido bastante bien hasta la hora del pastel, cuando las luces se apagaron y su madre llegó desde la cocina con un hermoso pastel de chocolate.

Todo el mundo estaba expectante y listo para cantar cuando el sonido del timbre los sacó del ambiente e hizo que se dieran vuelta a mirar hacia la puerta. Una de las primas mayores del azabache abrió y dio la bienvenida al nuevo invitado. Era el padre de Keith, que llegaba tarde, pero sereno e impecablemente vestido, de la misma forma que Lance siempre lo había visto.

- Lamento la demora, me fue imposible llegar antes. -dijo al entrar y dejar su regalo en la mesa con los otros. La señora Kogane buscó el hombro de su hijo para posar su mano en él, como si buscara apoyo. Keith se la acarició, aunque no estaba ni por asomo tranquilo. Nadie hizo ni el más mínimo comentario sobre su llegada, solo la madre de Keith le dijo por lo bajo.

- Acércate a saludar. -Keith lo hizo, aunque no muy convencido. Un silencio de ultratumba reinaba el lugar mientras el azabache avanzaba hasta su padre, que lo hacía lucir pequeño y frágil. Keith extendió la mano esperando el saludo que nunca llegó, su padre lo miró de pies a cabeza y se detuvo con el ceño fruncido justamente en sus pies.

-¿Qué llevas puesto? -le preguntó casi con asco, el menor había olvidado que seguía usando las zapatillas de ballet que Lance le había regalado.

- No es nada...

- No puedo creer que sigas con esa mariconada del ballet, Keith. ¿no puedes darnos un descanso ni siquiera en tu cumpleaños?

- ¡No es una mariconada! Requiere fuerza, disciplina... -

- No quiero escuchar ni una palabra más sobre eso. -Keith le sostuvo la mirada con los labios y puños apretados. Estaba temblando de pura rabia porque sabía que no había nada que pudiera hacer para cambiar la opinión de su padre, si no lo había logrado en años, mucho menos lo haría ahora. - Maldita sea, ¿Por qué no puedes ser normal?

- Suficiente. -dijo la señora Kogane saliendo desde en medio de la masa de invitados, que, por cierto, se movían incomodos y sin saber que decir o dónde mirar. - Lance, llévate a Keith a su habitación, yo arreglaré esto. – el moreno espabiló de repente, y con algo de temor por el arrebato de enojo que estaba a punto de tener el azabache, se acercó con paso vacilante para tomarlo del brazo.

- ¿El de la culpa soy yo? Lo siento por querer que mi único hijo se comporte como un hombre. -dijo bruscamente el señor Kogane, y para ese punto Lance no sabía cuál de los dos estaba más molesto, si Keith o su madre.

- Lance, apresúrate y saca a Keith de aquí. -ya no tuvo tiempo de ser amable, ni valor como para hacer esperar a la señora Kogane. Lance guioa Keith por las escaleras y ambos dejaron atrás el campo de batalla con todos los demás invitados confundidos en plena guerra de padres.

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- Por eso no me gusta celebrar mi cumpleaños. -dijo Keith sentándose el en borde de la cama con las sombras del crepúsculo llenándole el rostro. - Sabía que algo así pasaría.

- Lo lamento. -dijo Lance cabizbajo y sentado a un lado de su amigo.

- No fue tu culpa.

- No, pero no debí insistir en celebrar tu cumpleaños... además, todo esto ocurrió por haberte regalado esas zapatillas de ballet.

- No seas tonto, Lance. Si no hubieran sido las zapatillas, mi padre hubiera encontrado alguna otra razón para enojarse conmigo. -le respondió el azabache mientras buscaba a tientas la mano de Lance. Aunque su padre le había gritado, y su cumpleaños hubiera terminado de forma catastrófica, Keith parecía tranquilo.

- ¿Tú estás bien?

-Claro, desde hace mucho tiempo que ya no me importa lo que mi padre diga de mí, además ya sabía que esto iba a pasar... solo pensé que al menos esperaría a que los invitados se fueran para gritarme en la cara.

- Es el peor regalo de la historia... debí comprarte un par de audífonos o una sudadera. – solo bromeaba. Aunque sabía que las zapatillas de ballet le habían causado problemas, Lance no le hubiera dado nada diferente, sabía que de nada en el mundo podía compararse a la felicidad que le entraba a su amigo cuando veía algo relacionado con el baile, y hubiera aguantado incluso que el señor Kogane le gritara a él mismo con tal de haber visto el rostro de Keith al abrir el paquete.

- De hecho, si hay algo que me gustaría que me regales... más que un par de zapatillas. -Lance lo miro perplejo. Había estado ahorrando mucho tiempo para comprar las zapatillas como para que Keith viniera y le dijera algo así, pero después de mirarlo de frente se percató del intenso sonrojo que adornaba las mejillas del azabache. Lo que Keith quería no se podía comprar.

- ¿Qué cosa?

- Verás... nunca nadie me ha besado.

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Holiiiiiiiiiiiiiis ¡queda muy muuuuuy poco para navidad, amores mios! AHHHH! me encanta la navidad ^-^ Pero bueno, ¿a qué iba yo? 

Ahh... si, el fanfic. Espero que les haya gustado y que tengan muchas ganas de leer el siguiente >:3 tantas como yo tengo de escribirlo. creo que podré subir el siguiente a la noche o___o pero si no mañana en la mañana. Hasta entonces les dejo un besito en la nariz.

Muchas gracias por sus comentarios, los quiero muchísimo C:

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