2. "Un amigo del pasado"

2. Un amigo del pasado

JOSH

Vuelvo al salón y veo que Jay recoge la camiseta de Alice del suelo y se la lanza. Vicky y Jenna siguen besándose sin tregua, están enfermas.

—Venga, cojones, os he dicho que tenéis que marcharos ya. —Rick gruñe mientras mete la marihuana en un cajón.

Me dirijo hacía ellas y tiro de... ¿Jenna? No tengo ni puta idea, soy incapaz de distinguirlas. Ella se gira para mirarme y se levanta sonriendo coquetamente. Rodeo su cintura y le como la boca una vez más. Hago lo mismo con la otra.

—Venga, largaos. —Les doy un pequeño azote para que caminen.

Una de ellas se acerca a Rick y le besa, mientras él aprieta su culo y se despide de ella. Jay choca mi mano y sale con Alice por detrás. Nos despedimos todos y yo me acerco para cerrar la puerta. Cuando me doy la vuelta, veo que Rick sigue recogiendo las cosas, pero a mí comienza a entrarme el sueño.

—Hermano, deja toda esta mierda. Llama a Margot, joder, para algo la pagamos.

—Tardaría demasiado. Quiero recoger todo antes de que salga Wendy.

—Tú mismo —bostezo—. Hasta mañana.

—Oye, no te olvides que mañana tengo que ir antes así que vete en tu coche.

—Vale.

Entro en mi habitación y me tumbo en la cama sin abrirla, tan solo me quito los pantalones. Los párpados empiezan a pesarme y la imagen de la mocosa en la bañera aparece en mi mente antes de caer rendido por el sueño.

WENDY

Salgo de la bañera y me pongo unos pantalones cortos de pijama y mi camiseta de los San Francisco 49ers. Todavía no me creo que ésta vaya a ser mi habitación.

Voy hacía el salón y veo a Rick recogiendo todo. Está él solo, al parecer ya ha mandado para su casa a toda la jauría.

—Deja que te ayude —digo cogiendo un par de botellas de la mesa.

—No, déjalo Wen, ya lo hago yo.

—¿Esto es algo común? —pregunto enseñándole la tarjeta de crédito con restos de cocaína.

—Oye... —Se incorpora y me mira.

—¿Lo es?

—Solo de fiesta —elevo las cejas con incredulidad— y no siempre.

—Ya sé cómo me dices. —Vuelvo a tirarla sobre la mesa.

—Oye, mañana tengo que irme pronto. ¿Tú que vas a hacer? —Decide cambiar de tema.

—¿Dónde vas?

—A trabajar. ¿Recuerdas aquel concesionario del que te hablé?

—Sí. Lo compraste, ¿no?

—Sí, hace un año más o menos. Va de puta madre, me da bastante pasta y estoy contento.

—¿Josh trabaja contigo? —pregunto con indiferencia mientras sacudo los cojines del sofá.

—Para mí. Trabaja para mí —matiza. Interesante. Así que es un subordinado.

—¿En serio? ¿Y qué hace? Espera no me lo digas, ¡limpia los coches!

—No —responde mirándome mal—. Hizo un grado de mecánica. Es muy bueno así que le di trabajo en el taller del concesionario y ahora es el jefe.

—Vaya, me sorprende que sea bueno en algo aparte de drogarse y follarse a tías.

—Wendy, no empieces. Dale una oportunidad.

—Ya... lo que tú digas. —Pongo los ojos en blanco.

Le doy un beso en la mejilla y camino en dirección al pasillo para volver a mi dormitorio, pero entones le escucho a mi espalda.

—Oye, no me has dicho qué vas a hacer mañana.

—Iré a la Universidad a echar la matrícula. He mirado por internet y hay bastantes plazas así que no será difícil entrar. —Me encojo de hombros.

—Vale. Si puedes, me gustaría que quedáramos a las doce en el juzgado central.

—¿En el juzgado para qué?

—Bueno, Wendy, ya tienes dieciocho años así que ya puedes cobrar tu parte de la herencia. He quedado mañana con el abogado.

—¿Y de cuánto dinero estamos hablando?

—Mañana lo verás. —Me guiña un ojo y sonríe.

—De acuerdo, buenas noches.

—Buenas noches.

Regreso a mi habitación y abro la cama. A pesar de ser ya las dos de la madrugada, me siento demasiado emocionada por volver junto a mi hermano y soy incapaz de dormir, así que me acerco al ventanal y observo la ciudad de noche. Siempre me he sentido pequeña entre tanta gente, fuera de lugar. Pero ahora, al menos, me siento un poco mejor. He vuelto a casa.

El despertador de alguien me saca de mi sueño. Lleva cinco minutos sonando y no lo apagan, así que salgo de mi cuarto con los ojos pegados y un humor de perros, puesto que me dormí casi a las tres de la madrugada. Me detengo en la puerta de enfrente de la mía, al final del pasillo, y toco dos veces, pero nadie responde. Solo vivimos tres personas en esta casa, así que o es el dormitorio de mi hermano o es el de Josh. Rezo para que sea la primera opción.

Ese atronador ruido sigue en el interior y me está tocando las narices. Vuelvo a aporrear la puerta, sin resultado, por lo que opto por abrir con cuidado. Asomo la cabeza, viendo una inmensa habitación medio a oscuras. Solo entra un poco de luz por las rendijas de las persianas, pero alcanzo a ver un perfecto culo dentro de un bóxer azul, descansando boca abajo con la cabeza enterrada bajo la almohada. Me acerco a la mesilla de noche tratando de no hacer ruido y cojo el móvil para apagar la alarma. Cuando giro para marcharme, una mano tira de mi muñeca haciéndome caer sobre la cama con Josh encima de mí.

—A lo mejor en ese internado del que vienes, era normal entrar en las habitaciones ajenas, pero aquí... mocosa... se llama primero.

—He llamado. Cómo siete veces, no es mi culpa que estés sordo —digo empujándole para levantarme.

—¡Estás muy guapa por la mañana! —le escucho gritar antes de salir de su habitación dando un portazo.

Vuelvo a mi cuarto y miro el móvil. Joder, las siete de la mañana, este chico es idiota. No abren la secretaría hasta las nueve así que aún faltan dos horas. Ya estoy desvelada por lo que me pongo unos vaqueros largos y una camiseta normal, con una chaqueta fina de botones por encima. Me recojo el pelo en un moño despeinado y me maquillo de forma sencilla. Voy a la cocina y abro los armarios buscando una taza y algo de desayunar, y después de prepararme unos cereales y un zumo de naranja, me siento en una banqueta y enciendo la televisión.

Escucho pasos en el pasillo y Josh entra sin decirme nada. Saca unas frutas de la nevera y las deja en un plato, sobre la encimera. Desde atrás, observo que las llamas que asomaban sobre sus hombros y brazos, también suben por su cuello.

—¿Quieres una foto? —pregunta sin girarse.

—No te estoy mirando, estúpido engreído.

—Ya. —Sé que está sonriendo por como lo dice—. Eres un poco mal hablada. ¿No te enseñaban modales en ese sitio donde has estado?

—Olvídame —suelto sin más.

Coge un bote del armario y pone unos polvos en una especie de botella, le echa agua y lo mezcla todo para después bebérselo.

—¿Qué es eso?

—¿No decías que no me estabas mirando?

—Que te jodan.

—Es una pequeña ayudita para mantener este cuerpo que tanto te gusta, mocosa.

—Eres un puto creído.

—Y tú tienes la boca muy sucia —insiste rodeando la pequeña isla de la cocina, quedando de pie a mi lado.

—Que te jodan —repito poniéndome a su altura.

Me mira fijamente y sonríe. Se acerca más y coloca un mechón suelto del moño tras mi oreja, para después acercarse a mi oído y dejarme sentir su respiración caliente.

—Normalmente, suelo ser yo el que jode a las tías. Si quieres que te lo haga también a ti, no tienes más que pedirlo, pequeña —susurra con calma.

—Ni en un millón de años dejaría que me trataras como a esas dos gemelas de anoche.

Le pego un empujón y salgo de la cocina. Ya me ha jodido el día, no sé por qué coño pensé que esto sería buena idea.

Sale detrás de mí y sube por las escaleras de caracol que hay en el pasillo. No sé lo que habrá arriba pero no voy a subir ahora para averiguarlo, a pesar de que me muera de curiosidad. Me encierro en mi habitación y comienzo a deshacer la maleta, sintiéndome abrumada por la cantidad de espacio que tengo para guardarlo todo. En este armario entraría la ropa de todas las chicas de mi grupo en el internado.

Cuarenta minutos después, cojo lo que necesito y voy hacia la puerta de la calle. Veo a Josh bajar las escaleras y dirigirse a la cocina, está sudado y la camiseta se le pega al cuerpo, marcando sus músculos. Madre mía, ¿por qué tiene que ser tan atractivo? Escucho la licuadora y me asomo a la cocina, está preparándose un zumo con las frutas que ha sacado antes de la nevera. Entro y cojo un vaso para beber agua y disimular. Cuando me ve sonríe pero no dice nada, ni me mira. Se quita la camiseta y cuando paso por detrás de él, veo su enorme tatuaje. Es un fénix. Le cubre toda la espalda y parte de su cuello. Es increíble.

—¿Te gusta? —pregunta dándose la vuelta con el vaso en la mano.

—No está mal —respondo fingiendo indiferencia.

—¿Dónde vas así vestida? —Me mira de arriba abajo— ¿Acaso tienes alguna reunión con un empresario cachondo?

—¿Qué tiene de malo mi ropa? Voy a echar la matrícula para la universidad.

—En ese caso, espero que el director sea hombre. Así te cogerá y no tendré que verte el careto todo el día.

Vaya, o yo me estoy volviendo loca o eso ha sido un cumplido. Ladea la sonrisa y da un sorbo sin dejar de mirarme fijamente, camino hasta detenerme muy cerca de su rostro, y susurro:

—Vete a tomar por el culo, Josh. —Le fulmino con la mirada y me doy la vuelta para salir de la cocina.

JOSH

Maldita niña. Está tremenda con esa ridícula falda y esa camisa que se ha puesto. Yo la aceptaría sin dudarlo si estuviera en el lugar del director, aunque solo fuera para alegrarme la vista todos los días.

Termino el zumo de proteínas y voy a darme una ducha. No sé cómo Rick me dejó quedarme con la mejor habitación, tiene hasta una pequeña piscina climatizada. Según dijo entonces: "¿Para qué coño quiero una piscina en la habitación?". Yo encantado, claro, no tengo ningún problema en que sea mi jefe, todo lo contrario. Me paga de puta madre y solo voy cuatro días a la semana, como él. Hoy es viernes así que solo trabajamos hasta las doce de la mañana, el resto del día... Tenemos otras cosas que hacer.

Después de vestirme y de abrir un poco todas las ventanas para que se ventile la casa, cojo las llaves de mi BMW serie 6 y bajo hasta el garaje. Amo a éste pequeño. Debo reconocer que no tengo problemas de pasta, mis... asuntos me dan dinero suficiente para todos mis caprichos. Que no son pocos. Pero el coche fue un regalo de mi colega por ayudarle a levantar el negocio, siempre recordaré esa época de nuestra vida.

WENDY

—Siguiente.

La secretaria con gafas de pasta de la universidad me indica que rellene unos papeles y después los deje en una pila que hay al fondo.

—Disculpe, ¿sabe si hay mucha gente inscrita? —le pregunto cuando pasa por delante de mí.

—¿Qué carrera?

—Periodismo.

—Tengo entendido que quedan bastantes plazas libres, si tienes buena nota media no será un problema. Espera un segundo. —Se aleja hasta el interior de una pequeña salita y regresa con una carpetita de cartulina roja—. Esos serían tus horarios, asignaturas, temario y demás información importante. Las clases empiezan la semana que viene.

—¿Y cuando sabré si me han cogido? —cuestiono.

—Dentro de dos días colgarán la lista de admitidos en la web de la universidad.

—De acuerdo, muchas gracias, muy amable.

—A ti, bonita. —Ambas nos dedicamos una sonrisa antes de marcharme.

Pido un taxi y espero impaciente a que llegue para que me lleve hasta el juzgado en el que he quedado con mi hermano. ¿Qué es lo que querrá decirme?

El vehículo me deja frente a la entrada, le pago una suma demasiado alta para el poco dinero que tengo, y me detengo en lo alto de las escaleras a expensas de que Rick llegue. Hemos quedado a las doce y ya llega cinco minutos tarde, definitivamente lo suyo no es la puntualidad.

Veo un increíble BMW gris aparcar en la puerta y, después de ver el ático, no me sorprende ver a mi hermano saliendo de él.

—Llegas tarde —digo apoyando las manos en las caderas.

—Lo siento, Josh me ha liado.

—No me hables de ese imbécil.

Pone los ojos en blanco y me señala la puerta giratoria para entrar al edificio. Todo el mundo está tecleando en sus ordenadores o hablando en voz baja, para no molestar a los demás. No me gustan los sitios tan serios.

El abogado aborda el tema de la muerte de mis padres con una frialdad estremecedora. Sé que han pasado muchos años, pero aún duele, supongo que siempre lo hará. Me explica que como mayor de edad que soy, me corresponde cobrar mi parte de la herencia al igual que Rick hizo hace tiempo. Mi patrimonio ha sido responsabilidad de él hasta ahora, y al parecer se encargó de abrir una cuenta a mi nombre para que todo estuviera ahí el día que cumpliera los dieciocho.

—Ya solo le queda firmar este documento, en el que afirma aceptar su parte de la herencia, y ya está todo.

—Vale. —Acepto el bolígrafo que me ofrece y hago un garabato dentro del cuadrado.

—Perfecto, esto es para usted.

Me entrega una cartilla, una tarjeta de crédito y un talón de cheques. Me quedo un poco alucinada porque, a ver, sé que mamá y papá tenían dinero pero, ¿tanto como para necesitar un talón? Los dos me miran esperando que abra la cartilla para ver la cantidad que he heredado. Sonrío con timidez y lo hago, sintiéndome ligeramente observada y presionada.

—¡Joder! —Se me escapa un pequeño grito cuando llego a la hoja principal de movimientos bancarios y veo la cantidad de ceros que tiene la cifra.

Miro a mi hermano, que ahora tiene una gigantesca sonrisa en su cara y vuelvo a mirar el papel.

—Esto... ¿todo esto es mío?

—Sí —es el abogado el que responde—. Todo es suyo, señorita Moore.

—Ricky, esto es mucho dinero.

—Dos millones cuatrocientos mil dólares. Sí, lo sé, recibí lo mismo.

A ver, nunca me faltó de nada cuando era niña y todos los años íbamos de vacaciones a hoteles lujosos, pero ver esta cantidad de dinero... me hace replantearme muchas cosas.

—Es alucinante, Ricky... No sé ni que decir.

—Sé exactamente cómo te sientes. Gracias a ese dinero pude comprar mi concesionario y los primeros coches para vender.

—¿Y yo que voy hacer con tanto?

—Lo que tú quieras, es tu dinero —sonríe dándome un beso en la frente.

Nos despedimos del abogado con un apretón de manos, y volvemos al exterior del edificio. No puedo dejar de abrir la cartilla una y otra vez, como si de repente fuera a desaparecer todo, pero no, continúa ahí y es todo mío. ¡Mío! Dios, qué locura.

—Quiero un coche —me apresuro a decir al ver su BMW frente al juzgado—. Odio los malditos taxis en San Francisco.

—Para eso no necesitas dinero, Wen.

—No voy a dejar que me des un coche así por las buenas, quiero pagarlo.

—Eres mi hermana. Si no le cobré el suyo a Josh, mucho menos a ti.

—Así que ese estúpido te saca la pasta por todos lados. —Me cruzo de brazos y alzo una ceja mirándole.

—No, Wendy, él... también gana suficiente dinero.

—¿De mecánico?

—De mecánico y de otras cosas.

—¿Qué cosas?

—Ya, deja de hacer preguntas.

Pongo los ojos en blanco y ambos entramos en el coche. Conduce tranquilamente por el centro de la ciudad, en dirección a Market Street que es donde ahora yo también vivo. Esta noche he dormido mejor que en toda mi vida, el colchón de mi cama parece hecho de auténticas nubes. ¿Y esa bañera? Madre mía.

Después de aparcar en su plaza de garaje y de subir en ascensor hasta el ático, nos encontramos con una de las gemelas sentada en el sofá, bebiéndose una cerveza y mirando una revista.

—¿Qué haces aquí, Jenna? —le pregunta mi hermano.

—Vicky —le corrige ella con cansancio.

Parece que está hasta los huevos de que la confundan con su gemela. ¿Pero qué quiere? Son un clon e igual de zorras, además de enfermas. Por el amor de Dios, ¿a quién se le ocurre besarse con su hermana? Es asqueroso.

—Perdona, Vicky. ¿Qué haces aquí?

—Me ha llamado Josh. Quería cositas para esta noche —explica coqueteando y guiñándole un ojo.

—¿Qué pasa esta noche? —pregunto dejando mi bolso sobre el sofá.

—¿Tú otra vez? —La tal Vicky me observa de reojo con la barbilla bien levantada, como si se sintiera superior o algo por el estilo.

—Ella es Wendy, mi hermana. Y vive aquí, así que acostúmbrate a verla.

—O también puedes dejar de venir. —Finjo una sonrisa inocente.

—Mira, niñata —se levanta y camina decidida hacia mí—, que tengas que...

—Vicky —la interrumpe Josh—. Toma tu pasta, ya puedes largarte.

—Pero Josh, pensé que...

—Pues pensaste mal. Fuera. —Insiste sin tan siquiera mirarla, ya que sus ojos no se apartan de mí.

La zorra me fulmina con la mirada cuando le sonrío de nuevo, y sale por la puerta. Josh se acerca a la mesa y termina la cerveza que ella ha dejado de un trago, mientras Rick deja las llaves de su coche sobre el recibidor y desaparece en su cuarto.

—¿Qué tal en la universidad? —pregunta el de la espalda tatuada dejándose caer en el sofá.

—Bien. Me han dicho que lo más seguro es que me cojan, empezaría la semana que viene.

—Qué bien, estarás contenta. Allí podrás conocer a más niñas como tú y jugar con ellas a las casitas. —Vuelve a levantarse y camina hacia mí.

—Hace tiempo que dejé eso. A mí me va más jugar a los médicos... si sabes a lo que me refiero. —Levanto la cabeza para poder mirarle a los ojos, puesto que me saca casi una cabeza, y le reto con la mirada, sin retroceder cuando se coloca cerca de mi cuerpo.

Lo lleva pero claro si cree que puede intimidarme. Si piensa que sigo siendo la misma estúpida de hace cuatro años... se llevará una sorpresa

—¿A sí que te gusta jugar a los médicos, eh? Está bien saberlo por si me pongo enfermo —susurra acercando su rostro al mío.

Mantengo su mirada sin inmutarme, así que sonríe negando con la cabeza y roza mi hombro al pasar. Gilipollas.

JOSH

Salgo de la ducha y me rocío de desodorante antes de ponerme unos vaqueros gastados y una camisa de tirantes, sin faltarme la cazadora vaquera por encima. Cojo mi gorra de LA y me la coloco con la visera hacía atrás mientras voy hacía el salón, y es entonces que escucho a Rick hablando con Wendy. Están sentados en el sofá.

—Pero yo también quiero ir —lloriquea ella.

—No puedes venir, Wendy, deja de insistir.

—Joder, Rick, me muero de aburrimiento, necesito un poco de diversión.

—No. —Él saca un cigarro y lo coloca entre sus labios.

—¿Dónde coño vais para no querer llevarme?

—Dios —camino hacia ellos—. Acabo de tener un deja vú.

—¿De tu estupidez? —pregunta ella levantándose.

—No, de la tuya, mocosa. Vamos, hermano —miro a Rick—, tenemos que estar a las once en punto, si no... —Me callo a tiempo antes de cagarla.

—¿Si no, qué? —cuestiona Wendy arqueando una ceja en mi dirección.

—Joder, mira que eres insistente, niña.

—Venga, Wen, cierra con llave y...

—Y no dejes entrar a nadie —le interrumpe mirándole—. ¿No? Tengo dieciocho años, Rick. No catorce. —Él le da un beso en la frente y sale. Yo le sigo sin mirar atrás.

Cogemos cada uno nuestro coche, esta vez el bueno, el potente. Yo, mi i8 y él su i7. Lo bueno que tiene trabajar en BMW y que el jefe sea tu mejor amigo, es que siempre conduces los mejores coches.

Tomamos la salida hacia las afueras, dónde se celebran las carreras más populares de la ciudad y unas de las más sonadas de California. Cuando estamos llegando, a lo lejos, vemos las luces y el movimiento de muchos coches. A medida que nos acercamos, la música se escucha más fuerte y la gente se hace más visible. Aparcamos donde siempre, entre Jay y Tom. Chocamos las manos cuando bajamos y Jenna y Vicky se acercan a nosotros. Llevan un diminuto short y un top por encima del ombligo, parece que les gusta que no las diferenciemos.

—¿Qué hay, tío? ¿Estás listo? —Jay choca mi mano.

—Más listo que nunca. ¿Dónde está Jackson? —pregunto dando un vistazo alrededor.

—Aún no ha llegado. —Pero entonces se escucha el motor de su estúpido deportivo y la mitad de la gente comienza a gritar.

—Ahí está —sentencia Tom mientras todos nos giramos para mirar.

Los cuatro nos acercamos a él mientras baja de su coche y sus amigos le saludan. Me busca con la mirada y sonríe al verme, relamiéndose los labios y levantando la cabeza con superioridad, mientras camina hacia mí con decisión.

—¿Preparado para devolverme los cinco mil? —Se detiene a unos metros, con su séquito tras él.

—¿Preparado tú, para darme cinco más? —Doy un par de pasos más hacia él.

Odio a este capullo. A él y a su estúpido hermano, Connor. No podría decidirme por uno de los dos. Bueno, tal vez el primero pero solo porque me hace perder dinero y me deja en ridículo cada vez que me gana una carrera. El otro está a unos metros detrás de él, con una chica y apartados del resto. La tiene cogida por el culo y abrazada a su cadera. Yo he visto ese culo antes.

WENDY

Pues no me da la puta gana. Lo siento, hermanito, pero las cosas han cambiado, si te piensas que me vas a dejar encerrada como cuando era una niña, no me conoces.

Corro hacía mi cuarto y me quito el pijama en dos segundos. Me pongo unos vaqueros ajustados y una camiseta con cremallera. Cojo una cazadora y camino deprisa hacía el ascensor. Entro en el garaje y me subo deprisa en el BMW que mi hermano me ha regalado esta tarde en el concesionario. Escucho unos motores salir por la puerta metálica, son mi él y Josh, así que me pongo en marcha deprisa para poder seguirles.

¿Dónde coño van? Hace diez minutos que han salido de la ciudad y no parecen tener intención de detenerse. Voy lo suficientemente por detrás como para que no me vean y doy las gracias de que Rick vaya por delante, ya que Josh no ha visto aún mi coche.

Localizo unas luces a un par de kilómetros, y efectivamente cogen el desvió en esa dirección. ¿En serio? ¿carreras? Genial, hermano. Genial...

Aparco lejos, en un hueco que encuentro entre dos coches más o menos normales, comparados con lo que estoy viendo en este lugar. Me bajo y les sigo con la mirada, veo cómo saludan al otro chico que estaba anoche en casa y a los clones enfermos. Otro coche pasa por mi lado, retumbando el lugar con su motor y su música. Todos miran en mi dirección cuando lo escuchan, por lo que me agacho un poco tras un descapotable para que Josh y mi hermano no me vean. Cuando la gente se arremolina alrededor del último en llegar, avanzo hacia a muchedumbre para curiosear un poco, pero entonces escucho una voz a mi espalda.

—¿Wen? —No puede ser verdad, conozco esa voz, aunque es más ronca de lo que recordaba.

Me giro y abro mucho los ojos al verle. Connor Andrews.

—¡Connor! —grito abalanzándome sobre él. Salto en sus brazos y me sujeta por el trasero, levantándome tal y cómo solía hacer—¿Qué haces aquí? —le pregunto cuando me baja.

—¿Yo? Te recuerdo que vivo aquí —dibuja una sonrisa enorme—. Mejor pregunta qué haces tú aquí.

—Bueno, me rechazaron en la universidad de París así que he vuelto a casa. Vivo con mi hermano.

Veo cómo mira por encima de mi hombro y sonríe. Me giro y veo a Josh fulminándome con la mirada, bueno, primero a mí y luego a Connor. Comienza a andar hacia nosotros pero mi hermano, que no me ha visto aun, le sujeta por el brazo y le dice algo. Josh vuelve a mirarnos y se sube en su coche.

—Ven conmigo, preciosa —dice Connor cogiéndome de la mano.

Tira de mí hacía su coche y me abre la puerta del copiloto para que entre. Después de montar en su lado, abre la guantera para sacar una bolsita de marihuana, me sonríe y comienza a hacerse un porro. Le doy al Play en el CD que está metido y una canción pegadiza y sensual comienza a sonar.

—¿Quieres hacer los honores? —Me lo ofrece cuando termina de hacerlo.

—Claro —respondo cogiéndolo con una sonrisa.

Lo enciendo, y primero doy un par de caladas cortas para prenderlo y después una más profunda. Cierro los ojos para disfrutar de su sabor y retengo el humo dentro.

—Déjame volver a probar tu sabor. —Connor sujeta mi barbilla entre sus dedos y se acerca despacio.

Junta sus labios a los míos dándome un pequeño beso. Expulso todo el humo dentro de su boca, sonríe e introduce lengua con rapidez, de manera hambrienta. Acaricia mi mejilla mientras la mía la recibe con la misma ansiedad.

Nos besamos durante unos minutos más, su mano acaricia mi muslo, apretándolo de vez en cuando y consiguiendo despertar mis más bajos instintos.

—Sigues haciéndolo tan bien como siempre.

Voy a responderle cuando la puerta se abre y una mano tira con fuerza de mi brazo, sacándome del coche con brusquedad.

—¿Qué coño...? —Intento averiguar quién es— ¡Josh! ¡Suéltame!

JOSH

Yo he visto ese culo antes. No puede ser, Wendy abrazando a Connor. Dejo de escuchar a Jackson y comienzo a caminar hacia ellos. Voy a romperle la cara a ese cabrón. ¿Qué coño hace con Wendy? Mierda. Avanzo solo tres pasos pero una mano me sujeta. Me giro y veo a Rick, mirándome confuso.

—¿Dónde coño vas? Tienes que correr ya, hermano.

Vuelvo a mirar a Connor y veo que Wendy se ha dado cuenta. Él le dice algo y tira de su mano, me cago en la puta. Me giro y me meto en mi coche, arrancando y yendo hacia la línea de salida. Jenna es la encargada de indicarnos el momento exacto en el que tengo que pisar a fondo, rechinando las ruedas contra el asfalto.

—¿Preparados? ¿listos? —levanta las manos— ¡Ya! —grita a la vez que baja los brazos.

Salgo disparado por delante de Jackson sin mucho esfuerzo. Escucho su motor así que acelero más, dejando que sea el de mi BMW el que enmudezca al suyo. Piso a fondo, quedando por delante de Jackson en todo momento y no permitiendo que piense en ningún momento que tiene la más mínima posibilidad. Llegamos al final de la improvisada pista y rodeamos el contenedor de basura. El cabrón intenta golpearme pero entonces le doy al nitrógeno y me convierto en un cohete, llegando a la meta en seguida. Detengo el motor y salgo del vehículo con una sonrisa de suficiencia al escuchar los aplausos de muchos y los abucheos de otros tantos.

—De puta madre, tío. —Rick se acerca y choca mi mano.

—Eres un mamón, Phoenix. Eso está prohibido —gruñe Jackson saliendo de su coche y acercándose a mí.

—¿Sí? Enséñame donde lo pone. Ah, no, que en esta mierda no hay reglas —río—. Vamos, suelta la pasta.

—Que te den por el culo. Esto no va a quedar así —dice tirándome el fajo de billetes.

—El alquiler, hermano. —Se lo lanzo a Rick.

—Esto es cinco veces más —me recuerda cogiéndolo en el aire.

—Úsalo para comida y alcohol. Se nos están acabando las reservas —contesto buscando a Wendy con la mirada—. Y no te olvides de la hierba y...

—Sí, no te preocupes —me interrumpe.

Vicky se acerca a mí, o Jenna, no se cual de las dos es, y me da un beso. Paso de ella, solo quiero encontrar a Connor y a Wendy, pero es tan insistente que terminaré antes si la correspondo que si la aparto. Así que la rodeo con las manos y le como la boca sin cuidado.

—Tengo que irme. —Ignoro su cara enfadada.

—Hermano, nos vemos en casa —me comunica Rick caminando hacia su coche—. No quiero dejar sola a Wendy, es capaz de escaparse.

Si tú supieras...

WENDY

—¿¡Qué mierdas te crees que haces, Phoenix!? —Connor abre su puerta con rapidez y rodea el vehículo para ponerse frente a Josh.

¿Le ha llamado Phoenix? Imagino que ese mote se debe al enorme tatuaje que cubre su musculosa espalda.

Josh me coloca tras de él para mantenerme lejos pero yo le empujo y voy tras Connor, poniendo las manos en sus hombros para demostrar que le apoyo y estoy de su lado.

—Wendy, ven aquí. —Retiene la respiración, tratando de hablar con calma.

—Vete a tomar por el culo, Matthews —le dice Connor.

—Por el culo te voy a dar como no te apartes —masculla con los dientes apretados.

—¿Tu, a mí? —ríe Connor.

—Sí. ¿Quieres verlo?

Se juntan tanto que sus frentes casi se tocan. Josh tiene la mandíbula y el puño derecho apretados, rabioso como un perro, pero Connor sigue con una sonrisa y esa actitud impasible.

—Josh, déjame en paz. No eres mi padre. —Salgo de detrás de su cuerpo y miro al que tengo delante, con el ceño fruncido.

—Wendy, sube a mi puto coche —insiste.

—Me marcho con Connor. Estábamos en mitad de algo cuando nos has interrumpido. —El susodicho me mira con una sonrisa y yo le guiño el ojo.

—¿Qué pasa, tío? —Jay aparece con otro que no conozco.

—Jay, coge a Wendy y métela en mi coche —le ordena Josh sin apartar la mirada.

—No se te ocurra ponerle una mano encima, hijo de puta. —Connor se adelanta un paso.

Veo que esto va a terminar muy mal así que decido ceder, solo por esta vez. Acabo de llegar y no quiero que nadie se pelee por mi culpa, aunque tendré una conversación con este imbécil en cuanto lleguemos a casa.

—Está bien, Connor, iré con él.

—¿Qué? —Se gira para mirarme, sorprendido y enfadado— ¿Es que acaso le conoces?

—Desgraciadamente —fulmino a Josh con la mirada, que no ha dejado de observarme—. Vivo con él.

—¿No vivías con tu hermano?

—Sí, pero también con este gilipollas.

—¿Tu hermano es Rick? —abre los ojos muy sorprendido.

—Sí.

—Claro... Moore —menciona pensativo—. Era mucha casualidad.

Camino hacía Josh, pensando en devolvérsela en cuanto tenga la oportunidad. Cuando se gira, convencido de que le sigo, corro hasta Connor y saco su teléfono del bolsillo. Me mira con confusión y cuando ve que estoy apuntando mi número, sonríe.

—Llámame —susurro en sus labios.

—¡Wendy!

—¡Que sí, joder! —grito volviendo hacia Josh.

Le sigo, con un enfado de los mil demonios, arrastrando los pies y tratando de caminar lo mas despacio posible para ponerle nervioso. Lamentablemente su coche no está lejos, así que en seguida estamos los dos sentados dentro.

—¿Dónde está mi hermano?

—¿De qué cojones conoces a ese cabrón? —pregunta encendiendo el motor.

—No te importa. ¿Dónde está mi hermano?

—Ha salido cinco minutos antes que yo. Dime de qué le conoces.

Suspiro enfadada y giro mi cabeza, mirando por la ventanilla y decidida a ignorarle.

—Cómo no me digas ya de qué conoces a Connor Andrews, le contaré todo a tu hermano.

Mierda. Como le cuente que les he seguido me va a encerrar tanto que será imposible liberarme.

—Le conocí en Paris. Vino unos meses con un equipo de futbol y quedamos algunas veces. ¿Contento?

—No. No estoy para nada contento, no vas a volver a acercarte a él.

—Claro, Josh... —río— claro.

—Lo digo completamente en serio.

—Que sí, que sí.

Se gira un segundo para mirarme y vuelve a observar la carretera. Suelta una bocanada de aire y acelera, justo cuando siento la vibración de mi móvil en el bolsillo.

11.40pm 415787986
Sigues volviéndome igual de loco, preciosa. Avísame cuando puedas escaparte y paso a buscarte.

Decido no responderle ahora a riesgo de que el idiota que va conduciendo entre en cólera y me quite el teléfono de las manos para tirarlo por la ventana.

—¿Desde cuándo fumas marihuana? —me pregunta después de haber aparcado, una vez estamos dentro del ascensor.

—No es tu problema. Deja ya de hacerme tantas putas preguntas —resoplo.

—Wendy, no debes fumar, joder. Eres una cría... mierda —parece frustrado—. Deberías...

—O sea que no debo fumar marihuana pero tú puedes ponerte hasta el culo, no solo de eso, sino también de cocaína y de alcohol. Además de follar sin ton ni son y correr en carreras ilegales. ¿Eso es lo que dices?

—Yo tengo veintidós años y tu dieciocho. Además, yo no soy como tú. Tú debes estudiar, ir a la universidad y...

—¿Y tú qué? —Me cruzo de brazos— ¿tú no deberías ir a la universidad?

—Yo crecí en la calle. Esa fue mi universidad. —Sale del ascensor deprisa cuando la misma voz metálica que me recibió, anuncia que hemos llegado al ático.

—Olvídame, Josh. —Meto la llave en la puerta y entro.

—¿¡Dónde coño estabas?! —grita mi hermano nada más verme.

—¡Olvidadme los dos! —exclamo apresurándome por el pasillo para encerrarme en mi dormitorio y que Rick no venga a darme el coñazo.

Saco el móvil del bolsillo de la cazadora e ignorando los golpes y los gritos de mi hermano en la puerta, contesto a Connor.

12.09am Yo
En cuanto pueda te aviso. Tenemos que acabar lo que empezamos...
12.09am Connor
Bien. Estaré esperando tu mensaje, y claro que lo vamos a terminar.

JOSH

Wendy me desafía con la mirada dentro del ascensor.

—Yo crecí en la calle. Esa fue mi universidad —salgo del interior y ella pasa por delante para abrir la puerta del ático.

—Olvídame, Josh.

—¿¡Dónde coño estabas?!

—¡Olvidadme los dos! —grita como una histérica y camina hacia el pasillo.

Rick me mira y va detrás de ella hasta su habitación. Escucho cómo golpea su puerta y le grita para que le abra pero ella no responde. Se ha encerrado en la puta habitación, maldita niñata.

—¿Dónde la has encontrado? —me pregunta

volviendo al salón con un enfado de cojones.

—En el portal —miento.

No quiero decirle la verdad porque entonces se centrará en mantenerla encerrada y dejará de venir conmigo a las carreras y a las fiestas, y no estoy dispuesto a que una mocosa me joda.

—¿Y dónde coño ha estado? —inquiere caminando de un lado para otro, furioso.

—No tengo ni puta idea, tío —respondo sentándome en el sofá y encendiendo la televisión—. No ha querido contarme nada.

—Me cago en la puta, va a volverme loco.

—Ha cambiado, Rick. Ya no es la niña de hace cuatro años. —Me encojo de hombros con indiferencia.

—Sigue siendo una cría. No voy a permitir que haga lo que le de la puta gana.

—Estoy de acuerdo —proclamo.

Se sienta a mi lado y saca la marihuana de su bolsillo. Me pasa un poco, así que cojo un cigarro del paquete que hay sobre la mesa y nos hacemos un porro cada uno.

Después de un rato viendo programas basura, medio partido de futbol y dos porros más, empieza a reírse de repente.

—Vaya paliza le has dado a ese idiota, colega.

—Lo sé —río con él—, ni siquiera controla su propio coche.

—Es un pringado.

—Igual que su puto hermano —comento apretando la mandíbula por la rabia al recordar lo sucedido horas antes.

—Sí. No sé dónde se ha metido esta noche, no le he visto.

—Ni falta que hace —suelto de pronto.

—¿Eh?

—Nada, que no hace falta que venga. Por mí como si no vuelve a aparecer por allí.

—Totalmente.

Pasada una media hora más, Rick se despide y se va a la cama. Yo aún estoy muy despierto y frustrado, no me quito de la cabeza la imagen de Connor besando a Wendy dentro de su coche. Me dan ganas de romperle la boca, joder. No porque ella me guste, sino porque joder, es una niña y él un asqueroso pervertido. Pues igual que tú. Ya estamos, mi conciencia tocándome los huevos.

Saco el móvil de entre los dos cojines donde se ha caído y miro la hora: las dos de la mañana. Las gemelas seguirán de fiesta así que decido escribirlas para que vengan a desestresarme. No puedo dormirme así, necesito despejar mi mente, y joder, esas dos la chupan como los dioses. Me da igual cuál de las dos venga, aunque seguramente vengan las dos.

2.07am Yo
Os espero en mi casa. Necesito vuestra preciosa boquita, no toquéis el timbre.

Le doy a enviar y me hago otro porro mientras las espero. ¿Cuál es mi puto problema? Necesito parar esta repentina obsesión por la niñata, solo me traerá problemas.

A los veinte minutos me llega un mensaje de Jenna diciendo que abra la puerta, poco ha tardado. Cuando lo hago, ahí están las dos, tal y cómo me imaginaba. Sonríen y una de ellas me quita el porro de la mano mientras la otra comienza a besarme. Me empujan hacia el sofá y caigo sobre él sin oponerme lo más mínimo. La que está besándome creo que es Vicky ya que Jenna no es tanto de morder los labios. Deja mi boca para arrodillarse entre mis piernas, mientras Jenna recorre mi cuello. Le quito el porro y le doy una calada profunda, cierro los ojos y me dejo hacer. La boca de Vicky es la primera que siento sobre mi polla, justo cuando dejo escapar el aire del porro, a la vez que un pequeño gruñido de placer. La agarro del pelo y empujo su cabeza para que se la meta más adentro, no me apetece jugar. Jenna abandona mi cuello y se arrodilla junto a su hermana. Las dos me miran con esa cara traviesa que tanto me pone, y comienzan a chupármela con deseo. Sujeto la cabeza de una de ellas y enredo su pelo entre mis dedos, mientras con la otra mano sigo fumando. Apoyo mi cabeza contra el respaldo del sofá y cierro los ojos disfrutando de la sensación de sus lenguas contra el extremo de mi polla. Siguen durante un rato más, hasta que escucho una voz familiar.

—¡Oh, por Dios! ¡Maldito asqueroso!

Wendy grita desde la puerta de la cocina. Quiero mirarla pero estoy a punto de correrme así que decido ignorarla, que le den por el culo, ya me ha jodido bastante esta noche. Las gemelas no paran, al contrario, aumentan la velocidad y la presión.

—Más rápido —les digo con voz entrecortada.

Ellas obedecen y hacen que me corra en sus bocas, sin dejar que una sola gota caiga en la alfombra, lo recogen todo con la lengua mientras me miran con lujuria. Es lo que me gusta de ellas, no le hacen asco a nada. Lo lamen todo hasta que termino de correrme, se levantan sin dejar de sonreír y van a la cocina. Escucho el grifo y vuelven a los pocos segundos con la intención de sentarse a mi lado. Normalmente ahora les daría su merecido, pero hoy no me apetece una mierda. Solo quiero dormir.

—Largaos, tengo sueño. —Me subo los bóxers y los vaqueros y camino hacia el pasillo para irme a la cama.

—Eres un cabrón. —Creo que es Jenna la que habla.

—Cerrad la puerta al salir —digo entrando en mi habitación.

Escucho un portazo en el salón cuando me dejo caer sobre el colchón.

WENDY

Guardo el móvil después del último mensaje con Connor, y saco la marihuana que me ha dado antes en el coche. Maldigo cuando me doy cuenta de que no tengo tabaco. Abro la puerta después de que mi hermano deje de gritar, cuando les escucho hablando en el salón con más tranquilidad. De mí, seguramente. Vuelvo a meterme en la habitación y decido esperar hasta que se vayan a la cama para ir a por un cigarro.

Pongo la televisión y durante un rato veo una serie que están echando, aunque sin prestar mucha atención. Connor. Connor Andrews. No puedo evitar sonreír al recordar sus besos y la sensación de su mano sobre mi muslo.

Cuando escucho cerrarse una puerta, me imagino que Josh y mi hermano ya se habrán ido a la cama así que salgo para ir al salón y conseguir el bendito cigarro. Me acerco a la cocina y no puedo evitar gritar cuando veo a esas dos putas haciéndole una mamada doble al guarro de Josh.

—¡Oh, por Dios! ¡Maldito asqueroso!

Me doy la vuelta deprisa y vuelvo a mi habitación, me pongo los auriculares y trato de borrar esa imagen de mi cabeza con música, aunque no me resulta fácil...

Hoy es sábado así que no tengo nada que hacer. Voy a quedar con Connor cómo sea, me da exactamente igual cómo se pongan Josh y Rick. Me muero de ganas de volver a besarle, sabe exactamente lo que me gusta. Recuerdo el día que le conocí... Imposible olvidarlo.

Flashback

Una amiga del internado y yo hemos decidido escaparnos esta noche, dando esquinazo a las monjas, como tantas veces antes. Vamos a una fiesta en una fraternidad de esas, bebemos, conocemos gente, hablamos y bailamos. Mientras estoy saltando y moviéndome al son de una canción que nos encanta, alguien rodea mi cintura. Me susurra al oído que tengo un culo precioso y muerde el lóbulo de mi oreja. Giro mi cuerpo con la intención de cruzarle la cara, pero cuando veo lo atractivo que es, no puedo evitar clavar mis ojos en los suyos, sintiendo un deseo poco experimentado hasta ese momento. Él desliza el dedo pulgar por mis labios, sin dejar de mirarlos. Se acerca con decisión y yo no le rechazo cuando me besa. Me levanta sin ningún esfuerzo para que le abrace con mi piernas, mientras camina conmigo hasta una habitación. Me deja en el suelo y me mira con una sonrisa peligrosa.

—¿Cómo te llamas?

—Wendy. ¿Y tú?

—Connor. —Se acerca a mí mientras yo retrocedo—. ¿Cuántos años tienes, Wendy? —Qué voz...

—Dieciséis.

—Perfecto —dice acabando con el espacio que nos separa.

Sujeta mi cadera con fuerza y empieza a besarme de manera salvaje. Dios, en ese momento me vuelvo loca. No soy virgen, la verdad es que creo que el hecho de estar en un internado de monjas, rodeada de chicas todo el tiempo, me ha hecho desear aún más a los hombres.

Follamos sin tregua y me regala un orgasmo detrás de otro. Desde ese día hasta que tiene que regresar a San Francisco, quedamos regularmente y hasta llego a pensar que podría enamorarme de él, pero entonces desaparece. Hasta hoy.

Fin del flashback

•••

En multimedia un plano de cómo me imagino el ático. Muchas gracias por leer😊

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