1. Un reencuentro memorable

⚠️AVISO⚠️
La novela no está editada, sigue tal cual la escribí hace ya unos 7 años, así que habrá expresiones, palabras y actuaciones que ya no representan mi forma de pensar y que cambié en la nueva edición que hay en Amazon.
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1. Un reencuentro memorable

WENDY

— ¡Ricky!

¡Ey, Wen! ¿Cómo va todo? ¿Has tenido noticias de la Universidad?

— Sí... por eso te llamaba... no me han cogido...

Joder... ¿Y qué vas hacer ahora?

— Pues aún estoy a tiempo de mandar la solicitud allí... y había pensado que podría volver a casa. Te echo de menos y aquí ya no hago nada.

¿Hablas de venir a vivir conmigo?

— Bueno...sí. ¿Por qué? ¿Hay tres habitaciones no?

Sí, pero no es por eso... no vivo solo, Wen.

— ¿¡Tienes novia y no me lo habías dicho!?

No, idiota. Vivo con un colega...

— Bueno, mientras no sea el estúpido de Josh, no tengo problema —río a través del teléfono—. No soporto a ese gilipollas.

Ese es el caso.

— ¿En serio? ¿Josh, Ricky? Joder.

Sí, Wendy. Josh. Es mi mejor amigo desde... desde siempre. ¿Qué esperabas?

— Esperaba no tener que volver a verle, la verdad.

Pues no te va a quedar más remedio si te vienes a vivir conmigo. Aunque también podrías comprarte tu propio apartamento, Wen. Ya has cumplido los dieciocho así que ya puedes cobrar tu parte de la herencia.

— No, Ricky... no quiero vivir sola.

Está bien. Por mí no hay problema, pero no quiero jaleos con Josh. Tendrás que comportarte.

— Lo haré si él lo hace.

Aterrizo en San Francisco a las nueve de la noche. Una sensación familiar recorre mi cuerpo al ver los gigantescos edificios y las luces infinitas. Recojo mis dos maletas de la cinta y me dirijo afuera. Le envié un mensaje a Rick diciéndole la hora a la que llegaría, para que viniera a recogerme.

Después de más de veinte minutos esperando, le llamo pero no responde. Entro en uno de los bares del aeropuerto y cuando veo que nadie me mira, cojo uno de los paraguas mojados del paragüero. Fuera está diluviando y lo último que necesito es coger una pulmonía.

Camino por fuera del aeropuerto buscando un taxi libre pero, maldita sea, esto es San Francisco. Hace un viento horrible y apenas puedo moverme con las dos maletas y las tres mochilas que llevo, así que dejo el paragua en el suelo y decido que ya me secaré cuando llegue a casa. Si es que consigo un puñetero taxi.

Estoy completamente empapada de pies a cabeza cuando consigo dar con uno disponible. Le doy la dirección que me mandó mi hermano hace unos días y me relajo con el calor del interior. Disfruto del viaje, recordando cada esquina de esta maravillosa ciudad.

— Ya hemos llegado —el conductor me saca de mi ensimismamiento casi una hora después.

— Disculpe —digo mirando por la ventanilla—, creo que se ha equivocado.

— No, esta es la dirección que me ha dicho, Market Street, 785. Son cincuenta y tres dólares.

Me cago en su puta madre. ¿Un pulmón no quiere también?

Le pago de mala gana y me ayuda a bajar las maletas. Vuelvo a llamar a mi hermano pero sigue sin responder, voy a matarle. Miro de nuevo el enorme edificio que hay frente a mí. No alcanzo a contar las plantas que tiene debido a que si miro para arriba, toda la lluvia cae en mis ojos, pero al menos unas quince. También tiene una entrada que parece el hall de un hotel.

Me acerco al portero, el cual me saluda con amabilidad.

— Disculpe... —dejo caer las maletas en el suelo— ¿Sabe si vive aquí Rick Moore?

— Sí, Señorita. El señor Moore vive en el ático. Déjeme que la ayude con las maletas.

— No, no. No es necesario, gracias...

A pesar de insistir, el hombre lleva mis cosas hasta el ascensor y espera a mi lado hasta que subo al interior y le doy al botón del ático. Me giro para mirarme en el espejo. Joder, estoy totalmente mojada. Pensé que haría bueno así que llevo uno vestido casi blanco, que ahora mismo se me pega por completo al cuerpo.

Lo despego de mí y lo sacudo intentando secarlo un poco con el movimiento, en vano. Sacudo también mi pelo, despegándolo de mi rostro. Me arreglo un poco el maquillaje, pasándome los dedos por debajo de los ojos para limpiar el rímel corrido.

El ascensor se detiene y escucho una voz mecánica que dice "Ático" justo antes de abrirse las puertas. Al salir, solo veo una puerta a la izquierda, grande y negra. Se escucha música dentro pero ninguna voz. Toco el timbre y oigo a alguien hablar dentro, pero no entiendo lo que dice. De pronto se abre y una chica rubia, vestida únicamente con unos diminutos shorts y un sujetador de encaje, me mira de arriba abajo.

— ¿Quién eres tú?

— Eh... hola... ¿Esta Rick?

— Rick, una niña pregunta por ti —dice apartándose.

Me asomo un poco al interior y veo a mi hermano acercarse mientras se sube la cremallera de los vaqueros.

— Wen... mierda. ¿Qué hora es? —mira su reloj.

Sin camiseta y con los ojos muy rojos, levanta la vista avergonzado. Cuando abre más para dejarme entrar, una oleada de humo y de olor a marihuana y alcohol azota mi rostro.

— Más bien pregúntame qué día es —le doy un beso en la mejilla y entro.

Abro la boca al ver el interior. La puerta de entrada da a un salón gigantesco. Pero literalmente gigantesco. Dios, justo enfrente de la puerta hay un ventanal que cubre toda la pared, desde el que se ve toda la ciudad, ahora anegada por la lluvia. Hay una terraza justo fuera de ese ventanal con tumbonas y una sombrilla, las cuales ahora están empapadas por la lluvia. No se han preocupado ni por recogerlas.

Centro mi atención en el resto del lugar. Hay dos sofás esquineros en el medio, uno en frente del otro, con una mesilla entre ellos. Veo un chico en uno de ellos, con la rubia que me ha abierto la puerta encima de él, comiéndoselo vivo. En el de en frente, hay otro sin camiseta, con una chica besándole el cuello desde la derecha mientras él le come la boca a otra, a su izquierda. Sobre la mesilla hay botellas vacías de ron y latas de cerveza por todas partes. Un cenicero a rebosar de cigarros y de lo que no son cigarros... y un par de tarjetas de crédito manchadas ligeramente de un polvo blanco. Estupendo.

— Muy bonito, Rick —le digo irónicamente, volviendo a sacudir las gotas de mí pelo.

— Lo siento, Wen, no sabía que llegabas hoy. O sea sí, pero... mierda, no sé ni qué hora es —se restriega la cara con la mano.

— ¿Wendy? —el que faltaba.

Josh aparta a las dos chicas, que inmediatamente comienzan a besarse entre ellas, y se levanta hacía nosotros. Eh... este no es el Josh que yo dejé aquí cuando me fui. Sus abdominales definidos y esos oblicuos bien marcados, se mantienen intactos según camina hacia mí. Tiene pelo está alborotado por las manos de las dos putas y sus ojos están igual de rojos que los de mi hermano. Es realmente atractivo. Lleva barba de un par de días y un tatuaje en forma de llamas sube por sus musculosos hombros y brazos. Me doy cuenta de que él está escaneándome al igual que yo. Recorre mi cuerpo con su mirada y un brillo preocupante aparece en sus ojos.

— Vaya, vaya —se relame—. La mocosa perdida vuelve a casa.

— Josh, no empieces. Dijiste que te comportarías —le dice mi hermano, adelantándose y colocando una mano en su pecho.

— Perdona, tío, es que hace cuatro años que no la veo. Dame un respiro.

— Voy a prepararte un baño, Wen. Estarás helada —mi hermano desaparece por el pasillo.

Josh me rodea y se detiene a mi espalda. Las dos chicas, que parecen un clon la una de la otra, siguen besándose sin descanso, al igual que la otra pareja.

— Has cambiado mucho, niña —dice susurrando en mi oído.

— No soy ninguna niña —aprieto los dientes tratando de no perder la paciencia.

— Eso ya lo veo —me dedica una sonrisa torcida.

— Josh, hazme un favor y vuelve con tus dos amigas, anda. Se están enfriando —digo dirigiéndome hacía donde ha ido mi hermano.

Avanzo por el pasillo y mi sorpresa no deja de crecer. Detrás de uno de los sofás hay una mesa de comedor con ocho sillas y a la izquierda del pasillo, está la cocina. Un poco más simple comparada con el salón, pero todo un lujo si la comparas con una cocina normal. Es negra y blanca, muebles negros también y con encimeras y sillas blancas. Tiene una isla redonda con taburetes por fuera, un horno de esos súper modernos y un televisor en un rincón. Sigo avanzando y veo una puerta cerrada... dos puertas cerradas... tres. Al final del pasillo hay una entreabierta. Me asomo y cuando voy a llamar a mi hermano me tapo la mano por la sorpresa del interior: una cama del tamaño me habitación en el internado es lo primero que llama mi atención. Con una colcha blanca y una manta a los pies de color plateado, a juego con dos cojines. En frente de la cama hay un televisor, sobre una cómoda y al fondo, otro ventanal haciendo de pared. Avanzo más adentro de la habitación y veo un sofá blanco junto a una pequeña mesilla con una lámpara y un escritorio al fondo, junto al ventanal. A la izquierda, tras el sofá, hay una puerta abierta.

— ¿Ricky?

— Estoy aquí —responde saliendo por esa puerta—. ¿Te gusta tu habitación?

— Mi... ¿mi habitación? ¿en serio?

— Claro —me da un abrazo—. Siento mucho que hayas tenido que ver todo eso, Wendy... yo no...—se rasca la cabeza incómodo.

— Vale, Rick. No tienes que darme explicaciones.

— Pues tu sí que vas a tener que dármelas a mí, eh —dice dándome un toque en el brazo riéndose.

— Bueno, ya veremos —rio también.

— Entra, el agua ya está caliente. Me desharé de ellos para cuando salgas —señala hacia fuera con la cabeza y yo entro al baño.

La hostia puta, es más increíble incluso que la habitación. Aunque a lo mejor es por haber tenido que compartir retrete y ducha con otras cuatro chicas durante los últimos cuatro años. Tiene una bañera enorme con hidromasaje y una ducha más grande aún, transparente. Eso no me gusta mucho pero bueno, es mi baño, no tiene por qué entrar nadie.

Me quito el vestido empapado y me meto en el agua caliente. Mi cuerpo va adquiriendo temperatura a medida que voy sentándome.

— Oh, sí... esto es increíble —cierro los ojos y hundo la cabeza en la acolchada almohadilla que hay.

— Y que lo digas.

— ¡Josh! —me incorporo deprisa, tapándome con los brazos— ¡Lárgate de aquí, maldita sea! —no responde, solo me mira divertido, apoyado contra la puerta y con los brazos cruzados— ¿Estas sordo? Eres un jodido pervertido.

— Relájate, niña, no tienes nada que no haya visto antes. Solo venía a traerte unas toallas —ríe y agacha la cabeza negando—. No, la verdad es que he venido para ver si te pillaba desnuda y ver qué tanto has cambiado.

— ¡Lárgate! —grito tirándole una esponja. El ríe y se marcha sin cerrar la puerta.

JOSH

Joder con la mocosa. ¿Qué dan de comer en Francia? Cuando escucho su voz y la veo, necesito acercarme más a ella para examinarla mejor. Aparto a Jenna y a Vicky y me levanto, sin ninguna preocupación porque vayan a ofenderse. A medida que me acerco, aprecio mejor sus curvas bajo ese vestido blanco, pegado a su piel por la lluvia. Está más alta aunque apenas me llegará por la barbilla. Le ha crecido el pelo y por los bultos bajo su vestido, veo que otras partes de su cuerpo han aumentado considerablemente. Recuerdo que odiaba que le llamara mocosa y niña, así que esos serás sus motes hasta que le encuentre otro mejor.

— Josh, hazme un favor y vuelve con tus dos zorras, anda. Se están enfriando —dice con una fingida actitud indiferente.

Se da la vuelta y se marcha por el pasillo, regalándome una vista estupenda de su hermoso culo.

Cuando Rick vuelve y le dice a Jay que se marche ya, empezando a recoger un poco el salón, veo mi oportunidad para comprobar cuanto ha cambiado esta niña de verdad. Entro en su baño y la escucho hablar sola. Me mira y empieza a gritar para que me largue. Lástima que no haya podido verla desnuda. De repente ya no me parece tan mala idea que esta mocosa se venga a vivir con nosotros. Esto será divertido.

Uuuuh, ese reencuentro ha sido cuanto menos tenso, ¿no? No sé vosotras, pero yo le habría hecho un hueco en la bañera 😂 Madre mía, siento una nostalgia al saber todo lo que les va a pasar, ¡ojalá no conocer la historia para leerla por primera vez!

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