♱ Ultima gota ♱


—Jungkook, oh mi querido Jungkook.

La voz, dulce y melodiosa entró por sus oídos como una suave sinfonía que le daba nostalgia. Era la voz de su madre.

—Jungkook, mi pequeño niño —susurraba ¿Estaba ahí? ¿Su madre había regresado de entre los muertos? No podía ser cierto.

—Es un sueño... —su voz se escuchó extraña, distorsionada por el viento y el agua invisible dentro de su ensoñación. No se había dado cuenta, de que ni siquiera tenía los ojos abiertos.

—Ven aquí, muéstrame que has dibujado —siguió hablando ella.

—Es un conejo, como en el cuento —se sorprendió al escuchar su propia voz, pero no era la "suya", exactamente.

—Es hermoso, cariño —era un recuerdo. Solo eso. Recordaba estar en la sala junto a ella, viéndola coser un viejo vestido mientras él dibujaba un cuento que solía escuchar antes de dormir. Una niña perdida en un mundo mágico lleno de criaturas hermosas, donde un conejo le ayudaba a regresar a su hogar.

Sintió que temblaba.

—¿Sabes, mama? Si me pierdo, me ayudaras a regresar a casa ¿Verdad?

—Claro que sí —su voz esta vez sonaba distinta, más cercana, más directa—. Te amo, mi niño precioso.

—Yo también —de repente se pudo escuchar a si mismo responder, no con la voz de un niño, sino como el adulto que ahora era—. Te extraño...

Ella entonces levanto la cabeza y sonrió con dulzura—. Jungkook.

Realmente la extrañaba, no tuvo la mejor vida, pero solo la necesitó a ella. No importaba cuanto se burlarán de él por tener una madre prostituta, tampoco si al final del día tenía que comer solo una bola de arroz, si ella estaba a su lado, cada momento de amargura se disolvía en el olvido.

—Jungkook.

—Mamá.

—¡Jungkook!

Se despertó aturdido y mojado sobre la silla de metal, con los brazos y las piernas amarradas al espaldar. Su cabeza daba vueltas y no podía pensar con claridad.

—¡Jungkook! —esa voz no era la de su madre. Era Jimin—. ¡Jungkook!

Sacudió su cabeza, abriendo los ojos y poco a poco logrando enfocar la vista entre toda la luz del lugar. Solo tuvo que dar una rápida mirada al suelo para saber dónde se encontraba. Dentro del ring; en aquel enorme almacén que usaban para las peleas clandestinas. Literalmente estaban donde todo comenzó.

Un disparo le hizo aclarar por completo su mente y concentrarse en Jimin frente a él, a 10 metros, encadenado a la rejilla del ring, con la ropa empapada en sangre oscura y el Jersey hecho tirones. Entendió que a él era a quien le estaban disparando. Pero por más sangre que salía de sus heridas, estas volvían a cerrarse, dejando solo chapoteos de sangre oscura pintados en su piel y delatándolo cruelmente. Lo veía agitado, temblando seguramente por el dolor o tal vez por lo frio que se sentía el ambiente. Nunca antes le había visto tan vulnerable.

—Jimin... —llamó aun desorientado, intentando liberarse de las gruesas sogas que lo pegaban a la silla. Otro disparo vuela en el aire, atraviesa el pecho del inmortal, lo ve levantar la cabeza por el impacto y volverla a bajar. Se mantiene quiero unos segundos, pero continúa respirando, sigue con vida. Después de todo, es inmortal del cuello para abajo.

Miró a todos lados, dentro y fuera del ring, había demasiados hombres, todos sirviendo a su padre, no tenía oportunidad.

—Fascinante ¿Verdad? —la voz de su padre le llega tan profundo cuando se para a su lado, aun con el revolver humeante en su mano, siempre gustando de las armas viejas—. He gastado 30 balas, pero no he conseguido matarle, quería tenerte la sorpresa para cuando despertaras—le sonrió sin quitar el su frio gesto.

—Te voy a matar —murmuró de la rabia.

—No lo harás, Jungkook.

—¿Qué te hace cre-?

—Ya lo habrías intentado, sin embargo, solo creaste un estúpido plan para delatarme —el chirrido de una silla se escuchó, uno de sus matones la arrastró hasta ponerla delante suyo, donde su padre tomo asiento—. Siempre tan débil como para enfrentarte a tus problemas ¿Y qué pasó? Uno de tus amigos está muerto y el otro... pronto también lo estará.

Sus lastimeros ojos se pasearon entre el cuerpo colgado de su pareja y la cara de su padre.

—¿Por qué? —su cabeza cayó desganado. Se había dado cuenta de que fue un iluso, creyendo que podría contra un hombre que siempre tuvo todo bajo control—. ¿Por qué haces esto?

—No creí que mi hijo fuese tan estúpido, saliste igual a tu madre; tonta, necia y torpe.

—¡Cállate! No hables de ella como si la conocieses —gruñó, estirándose todo lo que pudo hacia él, si tan solo pudiese tocarle, estrujarle el cuello, romper un hueso... borrar su sonrisa de victoria.

—Oh claro que sí. Estúpida, tonta, desubicada, no podía tener los pies en la tierra en ningún momento, solo una ilusa chica de 18 años que se ganaba la vida saltando de polla en polla —le temblaba el labio de la ira, no quería escucharle ensuciar el nombre de su madre, sin importar cuánta razón tuviese. De cualquiera menos de ella—. Demasiado desesperada de amor como para lanzarse a un hombre casado por una falsa promesa.

—¿Qué?

—Cualquier prostituta estaría feliz si uno de sus clientes le promete dejar a su esposa para estar juntos y criar a la criatura indeseada y accidentalmente concebida.

—Maldito.

Su padre dio una falsa carcajada, pero de repente se puso serio, Jungkook podría decir que incluso melancólico—. Ella era hermosa, con una inocencia vivaz, siempre buscando un final feliz en un mundo lleno de monstruos.

Jungkook se quedó rígido ante sus palabras—. La querías... tú la amabas, pero la destruiste.

—Encontrar el amor en una chica simple después de estar casado por obligación con una bruja narcisista y criar a dos sanguijuelas, es como un respiro de aire fresco... pero no podía tenerla conmigo, este mundo no es lugar para alguien tan...

—¿Única? —porque lo era, su madre, sin importar las carencias, las adversidades o incluso los insultos nunca abandonó su sonrisa cariñosa y lo dejó a la deriva, no hubo noche en la que Jungkook se fue a dormir con el estómago vacío o con el pensamiento de quedar en la calle cualquier día. Ella luchó por él, lo cuidó hasta el final.

—Sí... no podía ofrecerle un cuento de hadas. Entonces llegaste tú, arruinando todo, como siempre —la mirada que le dio era tan cortante con el cuchillo mejor afilado—. Lo que la hacía feliz, incluso más que yo, el regalo que siempre quiso. Cuando me negué a aceptarte, terminó todo, se marchó a Busan y no supe nada de ella hasta que tenías tal vez 6 años, pensé que estaría contenta de verme, pero solo me evadió como la peste. La cuidé a escondidas por mucho tiempo, viéndola de lejos, siempre tan estúpidamente feliz por su miseria. Hasta que murió.

—¿Por qué me llevaste contigo?

—Arruinaste mi vida, Jungkook, tenía que arruinar la tuya también —era sorprendente como un padre podía decir eso con tanta facilidad—. Fui a verla un día antes, creo que tenías 15 o 16, le dije que regresara conmigo, que estaba dispuesto a cuidarte a ti, aunque no quisiese. Pero para ese entonces ya no sentía ni una pisca de amor por mí, dijo que... no podía dejar que su hijo estuviese contigo, ya no me necesitaba.

Jungkook lo miró con lastimas—. Estaba enojado, un niño me había vencido, me había quitado lo que por tanto tiempo quise recuperar... estaba enojado, así que solo aceleré y no miré atrás.

Se le cortó el aire, su pecho se oprimió y le tembló el mundo. No había sido un accidente, sino su padre. Él la había matado. Las lágrimas tuvieron vía libre, nublándole la vista y haciéndole gemir de dolor.

—¡¿Por qué?! ¡Ella nunca te hizo nada! —chilló, todo este tiempo había servido para el hombre que le quito lo que más amó.

—Pero tú sí.

—¡Era un niño!

—Eso no me importa, Jungkook, ya nada importa —un sonido chapoteante llamó su atención, miro detrás de su padre como uno de sus gorilas vertía gasolina sobre Jimin—. No me interesa lo que sea, si las balas no lo pueden matar tal vez el fuego sí.

—N-no... ¡No! ¡Por favor no lo hagas! —rogó tambaleándose en su silla para liberarse—. Te lo ruego, no lo hagas —lloriqueó—. Por favor...

—Hazlo, ruega más.

Jungkook apretó los parpados con impotencia, bajó la cabeza y obedeció—. Por favor no le lastimes, te lo suplico, él no tiene la culpa. Mátame a mí, no a él.

Su padre puso la punta del arma en su mentón, levantando su cabeza para que le mirase—. Conozco esa mirada; perdidamente enamorado... —entonces se acercó a su oído—. Disfrutaré el doble de verle quemarse vivo.

—No... ¡No! ¡Eres un maldito! —le gritó, viéndolo tomar su silla y sentarse a su lado, siempre manteniendo la distancia segura.

—Adelante —dijo levantando una mano en señal de que podían proceder.

—¡No! ¡Jimin! ¡Jimin!

El inmortal levantó la cabeza con dificultad, se sentía terriblemente débil, había perdido mucha sangre y sentía un hambre voraz, pero no podía hacer nada, lo había acribillado con balas desde que lo encadenaron, impidiéndole recuperarse a tiempo para liberarse. No era lo suficientemente fuerte, no como Seokjin, le faltaban muchos años para ser igual de hábil que él. Si tan solo hubiese podido luchar más. Sí hubiese hecho las cosas mejor Taehyung estaría vivo y Jungkook no pasaría por esa situación. Su mirada lastimera le causaba dolor. Habría querido evitarle tanto sufrimiento.

Solo por un poco. Solo necesitaba más determinación, exceder sus límites, no podía fallarle, no en ese momento.

Expandió sus brazos, escuchando el traqueteo de las cadenas, intentando con las fuerzas que le quedaban romperlas. Pero no podía, no lo lograría.

—Jung... kook... —susurró.

—¡Jimin!

El sonido del encendedor hizo eco en el lugar. La llama siendo acercada al pantalón del rubio y el fuego, comenzando a avanzar por su ropa.

—¡No!

Pero un pesado sonido metálico los interrumpió, una sombra pasando velozmente entre los presentes, golpeando las paredes y rompiendo los difusores contra incendios. El agua se regó por el lugar como una milagrosa lluvia. Apagando el fuego que con suerte no llego ni al pecho del inmortal.

Un quejido se escuchó, un hombre volando, luego otro y otro más rompiéndose la cabeza contra una pared.

—¡¿Qué mierda está pasando?! —voceó Hansoo, todo ocurriendo demasiado rápido como para que lo entendiera.

Un par de disparos rozaron las cuerdas de Jungkook, logrando que las pudiera romper con un poco de esfuerzo. Al mismo tiempo las cadenas de Jimin estallaron, lanzando eslabones a todas partes, luego cayó al suelo y sus manos temblorosas buscaron ayudarle a levantarse. Jungkook corrió hacia él, esquivando una bala que fue disparada por uno de los matones, pero este mismo se vio de repente aplastado por una fuerza desconocida, su cabeza quedando abierta en el suelo de concreto. El menor se concentró en llegar hasta el rubio, el lugar era un desastre de gritos y disparos; había tenido suerte de que ninguno le diera, por lo menos más que roces y rasgaduras de ropa.

—¡Jimin! —pero un fuerte golpe en el estómago le impidió llegar hasta él. Cayó con las manos en el abdomen, intentando coger aire que pobremente lograba entrar. Era su padre, siempre en medio, colocando su zapato en el hombro del menor para que le prestase atención. Le apuntó con el arma, él hombre no sabía que estaba ocurriendo, pero quería acabar con el problema cuanto antes y este era Jungkook.

Antes incluso de quitar el seguro, alguien se lo llevó por delante, empujándolo hacia la rejilla y Jungkook reconocería esa persona, aunque llevara poco tiempo de conocerle.

—Nam- joon hyung —soltó con fuerza al verle volver hacia él.

Lo tomó de un brazo—. Jin está iracundo, destrozará este lugar, tenemos que irnos ¡Jimin! —ambos se giraron hacia el rubio, quien, un poco encogido, trotaba hacia ellos. estaba bien, prácticamente hecho un desastre; con el cabello revuelto, los pantalones chamuscados, lleno de sangre y la camina reducido a tiras manchadas en su cadera. Le regalo una sonrisa tranquilizadora, pero no duró mucho cuando uno de los gorilas se lanzó a por él, Namjoon iba a ayudarle si no fuera por el empujón que le dio Jungkook para que no le diera el disparo de su padre.

El menor ahogo un grito cuando sintió el ardor en su pierna, la caída le había abierto la herida del día anterior en la central eléctrica. Veía como la sangre se comenzaba a acumular en su pantalón.

—Maldición —murmuró.

Namjoon se había metido en una interesante pelea con dos matones al mismo tiempo y Jimin también estaba peleando con tres que no daban revancha.

—Incluso en el final sigues haciéndome la vida imposible —ahora su padre realmente había perdido las casillas, con el cabello corto hecho una maraña, su pulcro traje desordenado, respirado agitado y sin el arma. Le lanzó un puñetazo que a duras penas pudo esquivar estando en el suelo. Intento torpemente ponerse de pie, no pudiendo evitar que Hansoo le patease y regresase con la cara en el suelo—. Débil, como siempre ¡Deja de causarme problemas y muere ya!

Una patada le hizo rodar sobre sí mismo, veía el camino de sangre llegar hasta él, era de la herida en su pierna.

—Incluso si acabas conmigo seguirás siendo un maldito enfermo —contratacó tumbado a su padre con una patada en la ingle, haciéndole soltar un alarido.

Los dos eran una nube de puños y patadas, siendo su padre el que termino con la cara más marcada.

—Todo este tiempo —un puñetazo—. Aunque fueses un monstruo —otro más— solo te tenía a ti —y otro más—. ¡Pensé que después de mama aún me quedaba alguien! —para ese momento el menor ya tenía los nudillos raspados y la cara de su padre una pintura sanguinolenta que respiraba con brusquedad. Lo observo un momento, pensando que después de todo lo que había pasado, solo era un miserable hombre que ni siquiera podía igualarle en una pelea, vivía refugiado de su gente para no recibir ninguna reprimenda o siquiera mancharse las manos.

—¡Jungkook! —se volvió a Jimin, quien a unos metros lo esperaba, con los cuerpos de sus enemigos a sus pies, podía verlos respirar. Esta vez sí había cumplido su promesa.

"No eres igual que ellos"

—No soy igual que tú. No te voy a matar, te pudrirás en un hoyo el resto de tu vida y te atormentaré en tus pesadillas —le susurró, con todo el asco que podía transmitir, su padre le miró unos segundos y luego cerró los ojos. Había perdido.

Jungkook le soltó, levantando y cojeando hasta Jimin. Nadie quedaba de pie, solo ellos, Namjoon, con un moretón en la mejilla que se curaría en unos días y Jin, con la ropa y las largas uñas manchadas de sangre, pero con el cabello siempre impecable y el rostro hermoso del que presumía. todo había acabado.

Él, por fin, se sintió liberado de unas ataduras invisible que lo habían atormentado por años.

—¿Estas bien? —le preguntó Jimin estando a pocos metros.

Sonrió y abrió la boca para responderle con una de las seductoras palabas que guardaba solo para él, pero junto con el disparo su gesto se torció en uno de sorpresa y dolor, ralentizando el tiempo en ese momento.

—¡No! —le escuchó gritar, viendo cómo se acercaba con velocidad para recibirlo en sus brazos. Sentía como su pecho se comprimía y su garganta se llenaba de sangre, pero no dejó de ver a Jimin en ningún momento.

—¡Maldito hijo de puta! —el estruendoso grito de Seokjin arrasó con el lugar, llegando tan rápidamente hasta Hansoo que este no supo que pasaba hasta que su cabeza colgó de las garras del inmortal.

—No, no, no, no, Jungkook —las palabras de enredaban en la lengua de Jimin al ver a su pareja desfallecer en sus brazos—. No puedes dejarme, no, no ahora, Jungkook.

Nunca antes él se había sentido tan pesado aun siendo cargado por los brazos del rubio—. Te amo...

—No, no lo hagas bebe, por favor, te prometí que nos iríamos juntos.

—Pude conocer al amor de mi vida... —sus parpados luchaban por mantenerse abiertos—. Eso valió- uhg cada- segundo...

—No te voy a dejar morir —sollozó—. Te curaré, solo aguanta, por favor.

—Olvídalo... —sujetó su mano con fuerza, la poca que quedaba—. Esto tenía que pasar...

Que desafortunado final. Vivir una vida terrible para no poder ser feliz incluso al final, pero lo fue. Jungkook revivió la felicidad que había olvidado, con Jimin. Aunque cortos y fugaces, los momentos a su lado fueron inefables, algo que lo hacía vibrar de felicidad.

Él baile, las heridas, las lágrimas, la música; todo estaba regresando de golpe a su cabeza.

—Jimin —susurró con esfuerzo—. Tú fuiste... mi bella dama alta y- ¡uh! Morena... lo siento por decirlo tan tarde...

—Jungkook, yo... no puedo dejarte ir, no ahora, me niego —de sus labios tembloroso se asomaron sus colmillos, puntiagudos y amenazantes, pero a esa altura, no le temía a nada.

—No tienes que hacerlo...

—Calla, espero que cuando despiertes me digas que me amas porque si no- —un par de gotas cayeron en sus pálidas mejillas. No quería hacerlo, no quería condenar a Jungkook a algo que no le haría bien, ser inmortal no era algo de lo que enorgullecerse, dejar de ser humano, aun con los errores, no se lo deseaba a nadie. Pero no estaba dispuesto a dejarle ir cuando más lo amaba.

—Si te amo...

—Entonces te esperaré, mi amor.

Jungkook sonrió y no pudo ni sentir como la carne de su cuello se abría para recibir los colmillos del inmortal, pero si el calor que lo abrasó en ese momento, tan incandescente e insoportable ¿Así se sentía quemarse vivo?

—Jimin —le llamó Seokjin—. Jimin, para, le mataras si no los sacas ahora.

Obedeció, sacando los colmillos y mordiéndose la boca, luego le beso, dejando que su negruzca esencia bajara por su gastada garganta y comenzara a hacer efecto.

Se le fue el aire en ese momento, agotado y conmocionado, dejándose caer de espalda con Jungkook apoyado en su pecho.



—Perdóname... 



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