♱ Epilogo ♱
—Mi amor —Jimin dio un paso adelante, acariciando las mejillas del menor y acercándose hasta su pecho, donde podía escuchar su rítmico latido. Se veía tan hermoso como siempre, con sus lunares, su piel clara, el cabello rebelde y sus ojos canela—. Te extrañé tanto —lo abrazó con manos temblorosas, sentía que en cualquier momento se iba a romper bajo su toque—. Ahora podemos seguir juntos, esta vez te protegeré mejor, no dejaré que nada te pasé —escondió un mechón de su cabello detrás de la oreja, sin quitar la vista de su cara—. Te amo.
—Tienes que dejarme ir, Jimin.
Y las lágrimas nacieron, dándose cuenta de que ya no había vuelta atrás. Bajó la cabeza, abatido por los recuerdos, sintiendo las rodillas débiles que poco a poco terminaron en el suelo. Sus manos estrujaban la tela de su pantalón, rogando por seguir sintiéndola y que no desapareciera.
—Lo siento tanto —lloriqueó, acongojado por la culpa y el desprecio hacia sí mismo—. Por favor, no me dejes.
Sintió las manos del contrario tomar sus hombros y apoyarlo en su pecho—. Nunca podría.
—Te he hecho algo terrible —sollozó.
—No es verdad, sigo contigo, eso es todo lo que importa.
Su cuerpo se deshizo frente a él, como suave polvo llevado por el viento, dejándole encogido y pesadumbroso.
Entonces despertó, abriendo los ojos con desconcierto, viendo como las costinas beish tapaban la mayoría de la luz, pero seguía percibiendo bastante bien la habitación. Tanteó las sábanas inconscientemente. Estaba solo.
Con las lágrimas amenazando en llenar sus ojos se levantó de la cama, corriendo por la amplia habitación y el corto pasillo hasta la sala, donde le vio.
Jungkook estaba acurrucado en el sofá, con la cabeza apoyada en el respaldo afelpado y las manos agarrando sus piernas. Por las blancas cortinas se abría una pequeña grieta de luz que daba a solo centímetros de sus pies y él la miraba con admiración, Jimin sabía perfectamente lo que pensaba. Extrañaba el sol, la luz, salir de día... ser una persona normal.
El menor nunca pensó realmente en cómo se sentiría Jimin siendo inmortal, lo veía tan feliz y cómodo. Creyó que realmente no habría mucha diferente entre ellos, pero ahora que se había convertido en uno, lo veía de manera muy diferente.
Lentamente su pie se acercó al pequeño rayo de sol, su dedo tocándolo un poco, pero después de unos segundos tuvo que alejarlo, viendo como la zona se colocaba roja y luego volvía a su color normal. Jimin había olvidado las veces en las que había pescado a Jungkook haciendo aquello, pero por más que sonriese después, seguía sabiendo lo incomodo que se sentía estando en su nueva forma.
Se sentía culpable, miserablemente culpable de haberle convertido en algo de lo que se veía atormentado. Se tapó la boca para que no le escuchara sollozar, pero fue en vano.
Jungkook notó su presencia, levantándose demasiado veloz y acercándose, terminando con llegar frente a él un poco mareado por aun no saber dominar sus nuevas "características".
—Ey ¿Por qué lloras, mi príncipe? —preguntó, tomándole el rostro entre sus manos.
—No es nada —respondió, limpiándose las lágrimas.
—¿Las pensadillas de nuevo? —él negó y el menor supo que estaba mintiendo—. Ven aquí —susurró, acariciando su cabeza y apoyándole en su hombro—. Te deje solo, lo siento.
—No tienes que pedir perdón, solo estoy siendo un dramático, lo lamento.
El nuevo inmortal no sabía que atosigaba a su pareja en sueños, pero no debía ser nada bueno para haberle visto despertar exaltado tantas veces, incluso cuando habían llegado a Paris hacia 7 meses, seguía teniéndolas; pesadillas.
Desde aquella noche en el almacén, las cosas se habían vuelto diferente, o más bien extrañas para ambos. Jungkook dejando de ser completamente humano y Jimin siendo una bola de nervios dependiente emocionalmente del menor. Incluso Seokjin les advirtió de que su relación se volvería pesada de ahí en adelante.
Tantas discusiones, los gritos, el llanto, más de una vez habían ido a dormir separados y terminaban rogando el uno por el otro al día siguiente. Era algo en lo que ambos trabajaban, concentrándose solo en ellos y no en lo que pasara, después de todo, Jungkook no soportaría estar pasando por la transición solo y Jimin no imaginaba una vida sin tenerle al lado.
—Sé lo que piensas —fue el menor quien rompió el silencio—. Y la respuesta es no, no te odio, cariño, no sigas creyendo eso.
—Lo siento tanto.
Jungkook siseó, meciéndolo en su pecho y caminando hasta el amplio sillón—. Hoy hace un bonito día —comentó—. Tal vez podamos hacer algo divertido esta noche.
El mayor guardó silencio acurrucado junto a él, solo escuchándole.
—¿Qué tal un par de copas, una música suave y unos besos en el balcón?
—Eso suena lindo.
—¿Verdad que sí? Tal vez incluso dar un paseo, la última vez pude controlarme bastante bien —la sonrisa de Jimin flaqueó un poco, uno de los muchos miedos que había adquirido junto al Jungkook inmortal, era que perdiera el control de su hambre estando en público. Lo más duro para el menor no fue acostumbrarse a que la comida ya no sería la misma, tampoco a lo rico que sabía la sangre, sino que, estando recién iniciado, no podía mostrarse ante los humanos como si fuera uno de ellos, el estar a la vista de todos y sentir sus latidos, escuchar la sangre correr por sus venas, percibir los sonidos a larga distancia y cada palabra correctamente, lo hacía salir de sus casillas. Era otra razón por la que se disculpaba recurrentemente con Jungkook.
—Sí, lo hiciste bien —animó.
—No pareces muy feliz —comentó el menor en un susurro.
—No quería atarte a este destino.
—¿Ser un vampiro?
—No somos- —se detuvo, aunque en regla general, los inmortales eran muy diferentes a los vampiros ficticios, la etapa de inicio, en la que estaba Jungkook, sí que era lo más parecido a uno—. lo siento.
—Para ya, sabes que no me molesta.
—Estas mintiendo...
Jungkook frunció el ceño, no le molestaba, oh bueno, no todo el tiempo, pero si aguantar eso significaba seguir junto a Jimin, entonces valía cada segundo.
—Empiezo a pensar que me amabas más antes —le dijo, acomodándose para levantarse.
—¿Qué? —tomó su mano impidiéndole alejarse—. ¡No! Por supuesto que no.
—Entonces olvídalo todo y concéntrate en nosotros.
Jimin bajo la mirada acongojado—. Lo siento, es que... realm- —Jungkook le besó estrepitosamente para callarlo, acomodándolo bajo él en una postura que parecía incomoda, pero ninguno de los dos lo notaba. Sus manos se deslizaron por debajo del gran camisón estampado, buscando llegar hasta sus caderas y pegarlo más a él, logrando sacarle un gemido de sorpresa al mayor.
Con la boca liberada armo un camino de cortos besos por su mejilla, cuello y clavícula, quedándose un momento ahí para hacerle marcas que a ambos les gustaba ver. Jimin acarició su cabello, dejando que él dominara la situación, mordiéndose el labio cuando sintió una de sus manos meterse bajo la ropa interior y apretarle una nalga.
Jungkook levantó su camisón, ensañándose lamer y mordisquear sus pezones, sonriendo excitado al ver como su pareja se estremecía bajo él. Fue un poco más lejos, jugando con su entrada y bombeando su miembro.
—Espera- Jungkook —gimió, colocando una mano en su hombro para que se detuviera un poco o se vendría en ese preciso momento.
—¿Quieres parar?
—No, es solo... ¿Si quieres? —una de las primeras reglas de Jin fue "nada de sexo" porque había una probabilidad alta de que Jimin terminara con un hueso roto —que no era un gran problema— o con los colmillos del menor en el cuello —y eso sí que era un problema—, pero estaban mejor ahora, controlados, podían tener más que una simple sesión de caricias.
—Claro que sí.
Esta vez fue Jimin quien lo besó, usando sus manos hábilmente para quitarle la camisa y soltar el cordón del pantalón a cuadros mientras Jungkook instalaba un par de dedos en su interior, preparándole y llevándose consigo varios gemidos. El mayor tomó control de la situación, haciendo que el azabache se acomodase debajo para quitarse por fin el interior y frotar un poco contra su pelvis, excitándose el doble con sus graves gemidos.
Cuando estuvieron lo suficiente listos, Jimin se dejó caer sobre la erección, ahogando sus quejidos en los labios del contrario, sintiendo las grandes manos agarrar su cintura para controlar el ritmo y presionarlo hacia abajo, hasta llegar tan profundo como pudiese.
La melodía de sonidos húmedos llenó la estancia, chasqueos de labios y pieles disfrutando de un merecido momento de lujuria. Y Jimin podía jurar, que sí que había un cambio sutil en Jungkook, más salvaje, más rápido.
Las uñas del menor se clavaron en sus caderas cuando dio una última estocada, gruñendo en su hombro y enterrando la frente en su cuello.
Agitados se recostaron juntos.
—Eso fue-
—Genial —completó Jimin. Bueno, una ventaja más de ser inmortal; el buen sexo.
—Sí —suspiró el menor—. Parece que tengo un nuevo pasatiempo favorito.
Jimin soltó una suave risa—. Que no se te suba a la cabeza —le regaló un beso en la frente y se levantó, avergonzándose de tener que caminar con las piernas húmedas. Como Jungkook no le seguía se detuvo y le miró—. ¿Vendrás a ducharte conmigo? —dijo, recibiendo una gran sonrisa de regreso.
El joven inmortal se miró al espejo. Nada había cambiado en su figura, tal vez el cabello, un poco más largo que antes y recogido en un corto moño, pero seguía teniendo los mismos ojos, estatura, piel, etc.
¿Realmente algo había cambiado?
Era más fuerte, más veloz, incluso podía ver y escuchar mejor, pero algo se sentía diferente a lo esperado.
Suspiró apartándose del espejo y caminó hasta el salón. El apartamento en Paris si era tan acogedora como había expresado Jimin meses atrás; con sus muebles en tonos claros, las grandes vistas y la escases de tecnología. Perfecto para una escapada romántica, pero él lo sintió como una prisión por mucho tiempo, teniendo que estar encerrado de todo contacto exterior, tanto humano como de luz. Solo su pareja había evitado que aquello se convirtiera en el verdadero infierno ¿La solución? Un armario entero lleno de juegos de mesa, un tocadiscos viejo y muchas caricias.
Empezó a descorrer las cortinas, después de todo ya era de noche, literalmente, el momento en el que podía asomar su cabeza por el balcón.
Vio al rubio entrar por la puerta con un par de bolsas en una mano —seguro, llenas de vinos— y otra sorpresa, una la caja casi plana que cargaba bajo la axila.
—¿Te fue bien? —preguntó ayudándolo a cargar todo a la cocina.
—Algo, en verano Paris se vuelve una trampa de turistas y cuesta no toparte con alguna chica que te pida una foto solo porque te pareces a un famoso.
Jungkook sonrió—. Las entiendo, vestido así, yo no preguntaría antes de lanzarme hacia ti —comentó galán, y tenía un punto. El inmortal, con su boina, aretes, gafas de diseñador y conjunto seguramente costoso, sí que parecía una celebridad.
—Oh calla, también se te lanzaran a ti cuando salgas —respondió, acercándose para besarlo—. ¿Tendré que ponerte un collar? Tal vez incluso una cadena.
—No serias tan posesivo.
—Tienes razón, es poco, mejor un tatuaje; mi nombre en tu frente seguro que ahuyentará a todos —dijo robando un par de carcajadas del menor.
—Basta, soy solo tuyo —respondió atrapándolo por la cintura y besándole—. Lo gritaré a todos si eso te hace sentir seguro.
—Oh, mira, te he traído algo que te encantará —mencionó de repente, apartándose para coger la caja plana y agarrándole para volver al salón.
—¿Es algún tablero nuevo de dominó?
—No
—¿La mona lisa?
—Si quieres una copia la puedo conseguir, pero no.
—Soy malo adivinando.
—Oh venga, cierra los ojos ya y espera a que te diga—pidió, soltándole y guiando sus manos para que se cubriera la cara.
Escuchó como su pareja habría la caja y esta caía al suelo, además de un fuerte golpe en la pared, después de eso realmente sintió curiosidad.
—¿Ya puedo ver?
—No.
—¿Y ahora?
—Si sigues preguntando te meteré una botella de vino por el culo —gruñó. Otro golpe más se escuchó y al final, silencio—. Ahora sí, no, no, aun no los abras. Me costó mucho conseguirlo, le había pedido el favor a Namjoon hace meses, antes de que se fuera a Machu Pichu con Jin hyung, recuérdame llamarles más tarde, seguro habrán tenido una interesante pelea.
—¿Por qué Namjoon hyung es más naturalista que Seokjin hyung?
—Exacto, seguro que algunas interesantes aventuras debieron de tener —completó, dando un pequeño salto cuando la "sorpresa" por fin estaba en su lugar—. Listo —corrió a tomarle del brazo—. Puedes abrirlos.
Jungkook se esperó de todo, menos lo que guardaba el cristal sujeto al marco plateado. Era la bandana de Taehyung, reconocería aquella tela roja y gastada donde fuera. Justo en medio, dentro de un pequeño forro de plástico había un inconfundible mechón de cabello azul.
Jimin le sonrió con dulzura cuando le vio llorar en silencio. Perder a su mejor amigo, el único que de verdad se había preocupado por él y estuvo incluso en el peor momento, le atormentó durante mucho tiempo. Despertar y recordar que no pudo protegerle, le lastimaba más que cualquier corte o golpe que se diera. No midió las consecuencias de sus acciones y perdió algo que ni siquiera era suyo, pero lo sentía tan profundo como una familia.
Taehyung era y seguiría siendo su familia.
—No llores, mi intención no era ponerte triste, oh Jungkook, lo s- —se detuvo cuando el menor lo abrazó, apretándolo contra él e intentando parar las lágrimas.
—Es hermoso, gracias.
—Quería que tuvieras algo de él... que tuviéramos... —después de todo, Taehyung, en el corto tiempo en que le conoció, se había vuelto su complemento y se recriminó una y otra vez el no haber podido hacer nada.
Se quedaron juntos mucho rato, solo sintiéndose, tenían todo el tiempo del mundo, que importaba gastar unos minutos en ello.
La noche se volvió más cálida cuando la luna estuvo en lo alto y después de un par de vinos y un disco de baladas francesas, terminaron la velada con un baile, recordando el primero y prometiendo muchos más.
—¿Entonces Ciudad de Mexico? —preguntó Jungkook en la sala, dando una vuelta con Jimin en sus brazos. Otra cosa en la que había gastado su tiempo, era en aprender a bailar junto al rubio, cosa que seguía dándosele mal, pero al menos era decente.
—Sí, el otoño en Europa es muy frio, además, hay bares muy buenos en Latinoamérica y algunos museos de Argentina abren de noche.
—Genial, no me achicharraré vivo al querer saber cómo se fundó la casa histórica de "nunca jamás" —bromeó, realmente sabia poco de historia.
—Tonto —río, atrayéndolo en un beso, notando que la canción había terminado.
—Iré por un par de bolsas, hemos tomado bastante y no quiero despertar hambriento.
—Sí, no sería bueno que te comieras al perro del vecino.
—Oh vamos, ese chupa cabras en miniatura es horrible, le estaría haciendo un bien al mundo.
—Sera mejor que los chihuahuas de Mexico no se metan en tu camino —bromeó viéndole entrar en la cocina por el mirados de la sala.
El timbre sonó, truncando sus planes de poner otro disco ¿Quién llamaría a su puerta a la media noche? Tal vez había subido el volumen de más y el señor Moreau del 405 venía a dar otra de sus "interesantes" charlas sobre porque Auric era mejor que Rougier y por lo tanto tenía que ponerlo o bajar 4 niveles a la música.
—Voy —voceó caminando a la puerta.
Se quedó congelado en su lugar cuando la puerta se abrió, ni siquiera alcanzó articular palabra cuando la mano del "visitante" tomó su cuello y con velocidad extrema lo estrelló contra la pared del fondo.
—Cuantos siglos sin vernos, querido Jiminnie —habló el contrario con su voz gruesa, haciéndole temblar.
Era él. La persona que lo convirtió, la persona que le hizo pasar infiernos, quien lo usó y desechó cual basura.
—Yoongi —susurró tembloroso.
Jungkook, habiendo escuchando el golpe, corrió hacia ellos intentando detener lo que sea que estaba pasando, pero un simple apretón por parte del visitante lo hizo caer sin fuerzas al suelo.
—Un juguete interesante —comentó al verle, aun sujetando al rubio del cuello—. Parece que tú y yo, Jiminnie, tenemos una apasionante charla por delante.
Continuará...
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