19
―No te moverás ni un centímetro, Danáe ―anunció Lion, sin mosquearse por tener una ametralladora apuntando a su nuca.
―¿Cómo estás tan seguro de que no lo haré?
No lo veía, pero podía saber con total certeza de que estaba sonriendo con una seguridad que no sentía. Lion era cobarde, siempre lo había sido y siempre lo sería. Pero, eso sí, tenía una inteligencia que lo hacía ser brillante en cualquier cosa relacionada con ciencia y con el Proyecto Valquiria, principalmente.
Él había querido ser mi compañero. Ni bien me vio llegar a las instalaciones se ofreció, pero su padre adoptivo sabía que mi vínculo con él no era tan fuerte como el que tenía con Demian. Mis sentimientos por este último eran mucho más resistentes y aumentaban las probabilidades de que saliéramos con vida del experimento. No le había gustado eso, tenía un resentimiento con Demian por «haberme apartado de su lado» y no estaba tan segura de que su cobardía también aplicara a Dem. Lo veía muy capaz de matarlo, pero sus sentimientos por mí ―los que estaba segura de que aún seguían― no lo dejarían hacerlo.
―Porque si le haces daño a él, me lo haces a mí ―respondí―. Y ambos sabemos que...
Quedé muda cuando se echó a reír como si hubiera recordado un chiste muy gracioso.
―¿En serio están tan conectados que hasta tienen las mismas excusas? Qué patético.
―Muy patético y todo, pero tú querías lo mismo que tenemos nosotros.
Lion gruñó por lo bajo.
―Ya no me interesa lo que sea que tengan. Lo que le dejaste en el útero a tu linda novia es mucho más importante que todo lo que ustedes puedan tener.
Sujeté con más firmeza la ametralladora y la pegué a su nuca. Los pelos de esa parte de su cuerpo se erizaron al sentir el frío del metal contra su piel. Él lo sabía, ¿cómo lo sabía? Pero eso no era importante, no ahora.
―No te daré absolutamente nada, Lion ―pronuncié con calma―. Sigue soñando con ello.
Él rio.
―¿Soñar? Ya deberías saber que todos mis sueños se hacen realidad, Danáe.
Miré a Demian. Estaba completamente inmóvil, esperando a que yo le indicara que movimiento hacer. Escaneé la habitación hasta dar con una pistola, la misma que debió utilizar para matar a la mujer que estaba a unos metros de nosotros, y la señalé con un gesto sutil. Él no desvió la mirada para que Lion no se diera cuenta; era mi trabajo distraerlo y darle a Dem la oportunidad de agarrarla.
Bajé el cañón hasta la parte baja de la espalda de Lion y pegué mis labios a su oído. Se sentía tremendamente mal usar técnicas de seducción para esto, pero no tenía otra forma de distraerlo. Lion era lo suficientemente rápido como para dispararle a Demian de muerte si yo llegaba a encajarle una bala primero.
―Nunca me tuviste a mí, y me soñaste muchas veces, ¿verdad?
Como era de esperar, bajó la guardia.
Sin separar nunca mi arma de su cuerpo, lo rodeé hasta quedar frente a él. Sus ojos conectaron con los míos, y, entonces, me di cuenta de que ya nada quedaba de aquel niño de mi misma edad que me había protegido los primeros días que estuve en aquel orfanato. Lion estaba dispuesto a abrirme viva con tal de quitarme a mi hijo y se reflejó en sus ojos.
Por el rabillo del ojo, Demian utilizó la súper velocidad para tomar la pistola y dirigirla hacia Lion.
―¿En serio lo harás? ―preguntó con voz monótona―. ¿Todos esos años de amistad no significaron nada?
Le presté toda mi atención y negué.
―Dejaron de tener significado cuando no aceptaste lo que yo quería.
De un movimiento, que Lion no vio venir por ninguna parte pese a ser tan bueno con los reflejos, golpeé su cabeza con la punta de la ametralladora. Demian le disparó en dirección a la cabeza, pero su caída al suelo lo salvó.
―¡Danáe! ―chilló como un niño cuando vio que Lion solo estaba inconsciente―. ¡Casi lo mato!
Ignoré su berrinche y lo abracé. Dem me devolvió el abrazo al instante y me dieron ganas de quedarme allí para siempre, allí donde me sentía segura y protegida. Las lágrimas se deslizaron por mi cara cuando entendí que eso pronto se acabaría.
―¿Recuerdas cuando solíamos pensar lo mismo? ―inquirió de la nada, sin soltarme.
Asentí.
―¿Estamos pensando lo mismo en este momento? ―volvió a preguntar, pero esta vez fue de manera retorica―. ¿Estamos pensando que no podremos salir de aquí? ¿Estamos pensando que aquí se acaba todo para nosotros? Ya no puedo ser positivo, Danáe, ya no tenemos salida.
Apreté más fuerte su cuerpo contra el mío.
―Estamos pensándolo mismo ―dije, sumamente bajito―. Pero no quiero que nuestra vida acabe por decisión de ellos. Quiero que sea por nuestra propia decisión ―me separé y lo miré directo a esos ojos negros que tanto amaba―. Solo te pido una última chance. Tratemos de salir de aquí. Si nos rodean, me matas.
Su mirada horrorizada me indicó que no estaba dispuesto a hacer eso.
―Yo no te mataré. No los mataré.
Tomé ambos lados de su cara.
―No sé si ambos moriremos si uno lo hace o si el lazo se rompe, pero yo tengo lo que ellos quieren y no permitiré que lo obtengan. Si tú puedes continuar vivo el tiempo suficiente como para asesinarlos a todos, hazlo y huye ―dije―. Comienza una vida nueva, lejos de todo esto.
―Me matarán apenas te dispare. Y tampoco tendría chance de vivir, Danáe, no sin ti.
Apoyó su frente en la mía y cerró los ojos. Yo también lo hice, permitiéndome disfrutar ese pequeño momento y el contacto.
―Yo no puedo apuntarte con un arma Dan, pero tú si puedes apuntarme a mí ―rio al recordar la primera vez que nos vimos luego de meses separados, aquella vez en la que disparé al lado de su cabeza―. No soy lo suficientemente fuerte ni como para hacerlo, así que mátame tú a mí. Eres mucho más rápida y...
Se le quebró la voz.
―Puedo suicidarme antes de que se percaten de que te disparé a ti. No se lo verán venir.
Asintió. Nos quedamos unos segundos en silencio antes de que sus labios se estamparan contra los míos con tal vehemencia que no pude pensar en otra cosa que no fuese su tacto. Rodeó mi nuca con sus manos y profundizó el beso hasta que ambos nos deshicimos en él. Nos devoramos como nunca antes lo habíamos hecho. Un montón de emociones, sentimientos y deseos envueltos en ese beso, en el que una cosa predominaba: amor. Nos amábamos con una locura que debería ser ilegal y jamás dejaríamos de hacerlo. Habíamos nacido para estar juntos y nadie podría cambiar eso.
Nos separamos y nos miramos una vez más antes de agarrar todo lo que necesitábamos. Ni siquiera nos fijamos si había alguien en el pasillo, salimos de la habitación como si el mundo entero fuese nuestro y tuviésemos completo control sobre él.
―Vamos a los jardines delanteros ―dije, señalando la puerta principal―. No hay nadie allí.
Tendría que haber supuesto que era demasiado sospechoso que dejaran una parte de las instalaciones sin custodia, y más si me estaban buscando a mí. Podría fácilmente escaparme por aquí y listo. Pero no le dije nada a Demian cuando cruzamos las puertas de cristal, corriendo a toda velocidad hacia la cerca.
―¡Alto ahí!
Decenas de luces y reflectores nos enfocaron de lleno, cegándonos. Tapé con mi mano la luz que me daba más de frente y distinguí la figura de Dutscher en medio de todo aquello, con... ¿eran Phillip y Flypper quiénes estaban al lado de él?
―¿Escapando tan pronto? ¿Ni siquiera van a saludarme?
―¿Por qué deberíamos? ―gritó Demian.
―¡Yo los hice tan magníficos! ¡Deberían estar a mis pies, agradeciendo que los salvé de esa vida tan inmunda que tenían!
―¡Vida inmunda la que nos diste! ―grité yo.
No lo pensé mucho antes de girarme y levantar la pistola, apuntándola a la frente de Demian, quien ya se había volteado para mirarme de frente, pero me negué a observarlo a los ojos. En seguida, oí como todos los que estaban allí presentes ―media Valquiria― levantaban sus armas a su vez, preparados para hacerme agujeritos.
―¡No le disparen a ella! ―ordenó Dutscher―. Pueden relajarse. No le disparará a su pareja.
Titubeé cuando, por fin, pude ver a Demian a las pupilas. ¿Era lo suficientemente fuerte como para hacer esto?
―Hazlo ―me dijo él, en un suave susurro―. Te amo, Danáe. Siempre.
―Te amo, Demian. Siempre.
Y disparé. Disparé mientras me atacan imágenes de todo lo que fuimos y lo que podríamos haber llegado a ser si se nos daba la oportunidad. Disparé mientras los soldados quedaban mudos al verme hacer tal acción. Disparé mientras pensaba que esto era lo mejor.
Y acabé con la vida de la persona que le daba razón a la mía.
Quise negarme a ver el cuerpo sin vida de Demian caer, pero el dolor en el mío me asoló completamente. Era profundo, agonizante, no se parecía en nada al que sentíamos cuando el otro se dañaba. No. Este me llevaría con él.
―¡Estúpida!
Escuché el grito de Dutscher a la lejanía, antes de que todo se pusiera blanco y Demian me susurrara en el oído que lo habíamos logrado.
Que al menos en la otra vida estaríamos juntos y en paz.
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