Miré a ambos lados de la calle antes de cruzar, pese a saber que a esa hora de la noche no pasaba nadie por allí.

Seis meses en aquella universidad al fin darían sus frutos: esa noche mataría al director, cumpliría con mi misión y volvería a las oficinas de Valquiria para empezar mi venganza contra esos repugnantes hijos de perra que habían modificado mi genética a su gusto.

Me oculté tras una pared, saqué la pistola que me había sido asignada y esperé. Me habían dicho que hoy, en esa misma zona donde yo me encontraba, se realizaría un intercambio importante de información con uno de los colaboradores del asesino. Debían deshacerse de unos cuantos que sabían la verdadera identidad del director de la institución y nada mejor para un asesino que haciéndolo en una gran masacre.

Lástima que habían enviado a otra asesina a joder sus planes.

El auto de lujo de Charles Naviers no tardó en aparecer y apunté la pistola a las puertas traseras cuando estas se abrieron para dejar salir a dos personas.

Quedé helada y el pulso me tembló.

Él también lo notó. Sabía que yo estaba cerca y sus ojos no tardaron en buscarme. Me oculté detrás de la pared antes de que diera conmigo.

Traté de calmar mi respiración agitada, aunque sabía que sería en vano. Él sabía que yo estaba allí.

Respiré hondo. Cuando reuní el suficiente valor, volví a alzar la pistola a la altura de mi cara y salí de mi escondite, con las sombras de la noche ofreciéndome un escondite seguro. Sus ojos negros cual ébano se clavaron automáticamente en los míos y un escalofrío me recorrió entera. Maldecí el poder que tenía sobre mí, un poder que yo le había dado sin darme cuenta y de manera prohibida para nosotros.

Cubrió con su cuerpo el de Charles mientras este hablaba con el chofer, sin darse cuenta de lo que sucedía, y lo maldije en un susurro, aunque eso no impidió que me escuchara y sonriera. Tenía la oportunidad perfecta para deshacerme de dos pájaros de un tiro y volver como una heroína a mis oficinas...

Pero... no podía matarlo sin matar una parte de mí. No era lo suficientemente fuerte para hacerlo.

En cambio, dirigí la mira a la parte trasera y disparé, causando que Charles Naviers se ocultara tras su guardaespaldas nuevo y este mirara hacia donde yo estaba con una sonrisa idiota en el rostro. ¿Me quería ver débil? Jamás. Fui disparando de manera veloz a lo largo de todo el vehículo ―haciéndolo trizas con cada bala que disparaba― hasta que la última bala dio justo al lado suyo, a milímetros de su cabeza. Le enseñé mi dedo medio antes de desaparecer en las sombras y correr a la seguridad de mi hermandad mientras los gritos del director rompían el silencio de la noche.

Apresuré mi caminata al notar que llegaba tarde a una de mis clases.

La vida universitaria era dura, pero era mucho más simple que ser una soldado modificada genéticamente para matar. A mis veinte años me hubiera encantado tener la vida que cualquier chica de mi edad tiene. Era una vida tan simple ―ellas se esmeraban por hacerla complicada con sus dramas― que deseaba con todo mi ser.

Los de Valquiria me habían rescatado de la calle cuando cumplí dieciocho años y fui expulsada del orfanato donde vivía, junto con otro chico, prometiéndome una vida mejor y un futuro brillante. Luego me llevaron a sus oficinas y experimentaron conmigo al igual que lo hacían con otros adolescentes de mi misma edad y situación. Fui la número cero uno uno en sobrevivir a las modificaciones para hacernos más resistentes y agudizar nuestros sentidos, a los duros entrenamientos y las horribles torturas que empleaban para hacernos súper soldados.

Y hablando del otro chico...

Demian Colton no podía dejar de meterse en mis asuntos. A dónde sea que yo fuera, él estaba también y así había sido desde que teníamos quince años y él entró al mismo orfanato donde yo había estado recluida desde hace más de ocho años. No tardamos mucho en formar una relación estrecha ―muy estrecha quizá― y desde entonces, a donde sea que fuéramos, íbamos juntos. Cosa que terminó con ambos dentro del Proyecto Valquiria. Los del Proyecto, al ver que nos movíamos para todos lados sin despegarnos, decidieron hacer de nosotros una pareja de soldados que se complementara en cualquier batalla. Literalmente teníamos una especie de lazo invisible que unía cada una de nuestras células al otro, haciéndonos sentir gran parte de lo que la otra persona sentía cuando estábamos juntos. Por eso mismo me maldecía desde aquella noche por no haberlo sentido antes.

―¡Danáe!

Salí de mi ensimismamiento al oír el grito de Felicity perforar mis tímpanos a pesar de que ella se encontraba a dos cuadras. Me volteé y la vi agitar con entusiasmo su mano mientras corría hacia mí. Percibí su respiración agitada una cuadra antes de que llegara a mi lado.

―Uf, caminas súper rápido ―dijo, apoyando brevemente sus manos en sus rodillas para recuperar el aliento. Una vez recuperada, acomodó su cabello castaño detrás de sus hombros y sus ojos de un verde muy clarito se enfocaron en mí―. Tenemos la misma clase. Vamos juntas.

Comenzamos a avanzar por el campus, sorteando todo tipo de estudiantes para llegar a la universidad de Economía a la vez que charlábamos de trivialidades.

Una masa de gente reunida a las entradas de la universidad llamó mi atención, y con fastidio vi como Demian salía de en medio de esa multitud y todos lo seguían como perritos falderos. Se detuvo en seco al sentir el familiar cosquilleo que anunciaba nuestra cercanía, volteó a verme por un segundo y retomó su paso altanero. Mis ojos inevitablemente se pusieron en blanco un momento.

―Es el nuevo líder de Kappa Gamma Beta ―dijo Felicity al ver el rumbo de mi mirada―. Ingresó hace un día y ya lo ascendieron a líder; como pasó contigo ―frunció el ceño―. ¿Lo conoces acaso?

Negué.

―No, ¿quién es? ―indagué demasiado rápido, provocando que Felicity frunciera aún más su ceño.

―Demian Colton ―respondió―. Me parece algo sospechoso. Anda para todos lados con el director Naviers.

Y entonces no tuve ninguna duda. Demian había asumido el papel de guardaespaldas de Charles, volviéndose mi objetivo número uno a partir de ese momento.