Capítulo 30

—¿Cuándo se marchará?

Max también estaba mirando a través de la cafetería, donde el padre John ocupada una mesa solo, leyendo unos papeles. Alice vio que se ajustaba las gafas sobre el puente de la nariz varias veces, girando sus hojas.

—Cuando nos aseguremos de que estás bien —se limitó a decir Max.

—Estoy bien.

—No, Alice. Te sientes bien.

—¿Y qué diferencia hay?

—Muchas —él señaló el pasillo que les quedaba por delante—. Venga, andando.

Alice siguió con su camino, alejándose de la entrada de la cafetería pero sin despegar la mirada de ella. Suspiró pesadamente cuando Max le hizo un gesto para que se centrara.

—¿Y te fías de él? —preguntó Alice—. Es decir, ¿te fías de que vaya a decirte si estoy bien o no?

—No tengo otra opción.

—Tienes la opción de echarlo.

—Alice, sé que solo quieres que se vaya, pero no siempre podemos hacer lo que queremos.

—¿Y por qué no? Yo creo que podríamos.

Max se detuvo para mirarla.

—Desde que llegó hace unas semanas, no ha hecho más que cumplir con su palabra. Lo mínimo que podemos hacer nosotros es cumplir con la nuestra y dejar que se quede hasta que lo necesite.

—Para luego volver a casa y planear cómo invadirnos —murmuró ella de mala gana.

—Pues sí. Pero así funcionan estas cosas —Max enarcó una ceja—. ¿Ya has terminado de quejarte?

—¡No me estaba quejando! Solo decía lo que pensaba.

—Te estabas quejando.

—¿Ahora quejarse es decir la verdad?

Ella se cruzó de brazos y lo siguió por el pasillo hacia la salida. Vio, a lo lejos, las caravanas aparcadas y la gente bebiendo y comiendo a su alrededor. Seguía sin entender por qué no entraban al edificio principal. Según Max, tenían que respetar sus costumbres. Pero Alice opinaba que sus costumbres eran una tontería.

Pero decidió centrarse en el gimnasio, donde estaban yendo.

—¿Ya has decidido cómo se va a llamar el crío del hospital? —preguntó Max.

—Siempre tan fino...

—Me lo tomaré como un no.

—Es que... es mucha responsabilidad. ¿Qué nombre se supone que debería elegir?

—No hay ninguno que se supone que debas elegir —replicó Max—. Uno que te guste.

—¿Eso hiciste tú con Emma?

—No —negó con la cabeza—. Ella tenía el nombre de mi madre.

—Pues yo no voy a ponerle el nombre de mi padre —murmuró Alice de mala gana.

—Siempre puedes ponerle el nombre de alguien a quien admires —le dijo Max—. Kenneth, por ejemplo.

Alice seguía sin acostumbrarse al humor de Max. Sus bromas eran escasas y muy repentinas. A veces, tardaba unos segundos en sonreír.

—O Charlotte —puso una mueca.

Max sonrió y sacudió la cabeza, abriendo la puerta del gimnasio. Alice vio que los alumnos de Rhett seguían dando clases como de costumbre y algunas cabezas se giraron hacia ella. Jake y Kilian estaban con Trisha en el fondo del gimnasio, practicando. Alice los saludó con la mano. No pudo saludar a Rhett porque estaba ocupado aterrorizando a un pobre chico que acababa de equivocarse en un movimiento.

Max se detuvo ahí y miró a Alice, que volvió a suspirar, dejando claro su descontento.

—¿Tenías que hacerme de guardaespaldas hasta aquí?

—Sí.

—¿Y dónde demonios te creías que iba a escaparme?

—¿Con tal de no ir a clase otra vez? A cualquier rincón de la ciudad.

—¡Solo lo hice ayer, y ni siquiera te diste cuenta!

Se suponía que tenía que empezar las clases el día anterior y se había... ejem... escabullido un poquito. Solo un poquito. Había decidido quedarse en la biblioteca. Pero, claro, Rhett se había dado cuenta.

—Tu profesor me avisó —Max lo miró de reojo.

—Porque es un soplón... —masculló Alice.

—Será lo que quieras, pero ahora tú te has ganado que tenga que acompañarte a todas partes para asegurarme de que cumples con tu deber. Como una niña pequeña.

Señaló el grupo con la cabeza.

—Venga. Ya te has perdido la mitad de tu clase.

—Uy, qué pena...

Alice se alejó de él de mal humor y se unió a los demás. Miró a Max por encima del hombro. Él ya se marchaba como si nada, abandonándola con todas las miradas curiosas de sus compañeros.

—¡Carne fresca!

Ella estuvo a punto de poner los ojos en blanco cuando Rhett se acercó con una sonrisa maliciosa. Le dio recuerdos bastante oscuros de ese tiempo lejano en que Trisha le daba palizas cada día.

—Creía que volvías ayer —Rhett se cruzó de brazos, mirándola.

Alice vio que todos sus compañeros la miraban fijamente y agachó la cabeza. Vale, se lo merecía. Lo entendía. Pero eso no quería decir que no fuera a golpear a Rhett en cuanto se dieran la vuelta, claro.

—Eso se suponía —masculló de mala gana.

—Pues tendremos que buscarte algo que hacer para compensar tu día libre, ¿no?

Alice lo miró con expresión agria. Él se lo estaba pasando demasiado bien.

—¿Como qué?

—No lo sé. Quizá deberíamos dejar que lo decidieran tus compañeros.

Alice los miró. Vio varias sonrisitas divertidas. Entre ellas, las de Trisha, Jake y Kilian. De hecho, fue Trisha quien levantó la mano.

—Creo que lo más justo sería que diera algunas vueltas corriendo al gimnasio, ¿no?

Será traidora.

Hubo asentimientos con la cabeza. Alice miró a Rhett suplicándole con la mirada que se negara, pero por su expresión dedujo que eso no iba a pasar.

—Parece que tus compañeros han decidido —él se encogió de hombros.

—Sí, eso parece.

Alice suspiró pesadamente y empezó a correr.

Y siguió corriendo, y corriendo, y corriendo, y nadie le decía que parara. De hecho, Rhett la miraba de reojo de vez en cuando y seguía con la clase. Estaban practicando disparar con escopeta en la zona de tiro del fondo. Alice deseó poder ir con ellos y los maldijo en voz baja varias veces mientras seguía corriendo.

Al final, no pudo más y se detuvo, sujetándose de las rodillas. Vio que Rhett no la veía y aprovechó para tomarse un pequeño descanso, respirando agitadamente y sudando. Vio que Kenneth estaba en el ring con uno de los chicos nuevos. La cosa estaba bastante igualada. Trisha los miraba fijamente y negaba con la cabeza inconscientemente cada vez que hacían algo que consideraba malo. Debía ser raro para ella no poder volver a luchar como antes.

Volvió a ponerse a correr mirando a sus compañeros. Miró de reojo a sus conocidos. Todos miraban el combate. Sin embargo, algo captó su mirada. Los humanos nuevos hablaban en voz baja, entre ellos. Parecían discutir algo con ganas. La única que no participaba era Charlotte, que captó la mirada de Alice y clavó un codazo al chico de su lado. Todos se callaron al instante y Alice apartó la mirada, frunciendo un poco el ceño.

Llevaba ya un rato corriendo cuando, finalmente, Rhett le hizo un gesto para que se acercara. Alice lo hizo, sujetándose las costillas. Odiaba correr con todas sus fuerzas. Y él lo sabía perfectamente. De hecho, Alice sospechaba que ese era el motivo exacto por el cual la había obligado a hacerlo.

De todos modos, él la ignoró y se centró en los dos chicos del ring. Negó con la cabeza y los detuvo con un gesto.

—¿Alguien puede decirme qué están haciendo mal?

Hubo un momento de silencio en el que varias personas parecieron querer decir algo, pero nadie se atrevió. A veces, Alice se olvidaba de lo mucho que intimidaba Rhett si no lo conocías bien.

—La defensa —dijo Trisha.

—¿Por qué?

—Están demasiado centrados en el ataque.

—¿Y tú qué sabrás, tullida? —le soltó Kenneth de malas formas. Seguía sin gustarle demasiado que lo corrigieran.

Trisha ni siquiera parpadeó.

—Es lo que veo.

—Y ves bien —dijo Rhett, señalando a Kenneth y al otro chico con la cabeza—. Ambos estáis obviando completamente la defensa.

—¡No lo estamos haciendo! —Kenneth se olvidó de su compañero y dio un paso hacia Rhett, irritado—. Es un combate, no se trata solo de defenderte la carita. También hay que atacar.

—Gracias por enseñarme qué es un combate —Rhett enarcó una ceja.

—Es que parece que se te ha olvidado.

Hubo un momento de silencio absoluto con varias miradas asustadas. Alice vio que Rhett esbozaba media sonrisa y negó con la cabeza. Kenneth era idiota. Rhett no necesitaba ninguna excusa para tratarlo mal, pero dándosela era todavía más sencillo.

—¿Y por qué no me enseñas tú, grandullón? —Rhett subió al ring mirándolo fijamente—. Quizá sabes más que yo y deberías ser tú el instructor en mi lugar.

Kenneth frunció el ceño, un poco confuso. El otro chico casi salió corriendo cuando Rhett le hizo un gesto con la cabeza sin mirarlo. Se quedaron él y Kenneth uno delante del otro. Pareció que, por un momento, el último también iba a salir del ring, pero se mantuvo en su lugar y adoptó una posición defensiva. Rhett no se había molestado en hacerlo.

—Venga, atácame —le dijo.

Kenneth volvió a poner una mueca confusa.

—Hace un momento no parecías pensarlo tanto, ¿no? Atácame y tírame al suelo, vamos.

Él finalmente hizo un gesto de acercarse. Rhett lo miró, pero no se movió. Alice sintió que se tensaba un poco más de lo necesario cuando Kenneth se lanzó hacia delante, intentando desequilibrarlo por las piernas. Por mal que le cayera, era obvio que Kenneth era bueno luchando... pero Rhett era mejor.

De hecho, en cuanto Kenneth se adelantó, él se movió hacia un lado y le atrapó el cuello con el brazo. Había sido ridículamente fácil. Incluso Kenneth se dio cuenta, porque Alice vio que su cara se volvía completamente roja mientras intentaba librarse del agarre, pero era demasiado complicado desde su posición.

—Perfecto —Rhett miró a los demás sin soltar a Kenneth, tan tranquilo—. ¿Alguien puede decirme las tres cosas que ha hecho mal?

Hubo un momento de silencio. Solo se oía a Kenneth resoplando para soltarse, enfadado.

Alice frunció un poco el ceño cuando vio que Charlotte se aclaraba la garganta.

—Los hombros no estaban alineados con los pies —dijo.

—Bien —Rhett asintió una vez con la cabeza—. ¿Algo más?

Ella no pareció saber qué decir. Jake levantó una mano un poco temblorosa, como siempre que hablaba en público.

—¿Que se ha adelantado demasiado rápido?

—Es posible, pero no me refería a eso.

—Las rodillas no estaban flexionadas —dijo Trisha.

—Eso es. ¿Y lo último?

Rhett repasó a todo el mundo con la mirada. Kenneth seguía retorciéndose para intentar librarse. Su cabeza estaba completamente roja y tenía los puños apretados. Alice pensó en no decir nada para alargar un poquito más ese momento tan bonito, pero al final optó por dar un paso hacia delante. Rhett la miró.

—La cabeza —dijo.

—¿Qué pasa con ella?

—Que tenía la barbilla levantada.

—¿Y qué pasa cuando tienes la barbilla levantada durante un combate?

—Mayor acceso a tu cara y a tu cuello.

—Muy bien —Rhett miró a Kenneth—. ¿Crees que lo harás mejor si te doy otra oportunidad, iniciado?

Kenneth asintió como pudo con la cabeza y Rhett lo soltó. Dio un paso atrás, acariciándose la nuca y el cuello. Parecía furioso, pero Rhett seguía tranquilo. Le hizo un gesto para que se acercara y Alice vio que, esa vez, se colocaba perfectamente. Se tensó un poco. No quería ver a Rhett recibiendo un puñetazo.

El combate volvió a empezar. Esta vez, Kenneth intentó atacar las costillas de Rhett, pero este lo esquivó fácilmente y se movió a un lado. El proceso de esquivar y defender se repitió unas cuantas veces hasta que Kenneth perdió la paciencia y se lanzó literalmente sobre él. Rhett puso los ojos en blanco antes de atraparlo con facilidad, solo que esta vez lo sostuvo con un brazo en la espalda, doblándolo sobre sí mismo y obligándolo a mirar el suelo. Alice vio que sujetaba uno de los brazos de Kenneth sobre su espalda en un ángulo raro.

—Y ahí tenemos el fallo más común de todos; dejarte llevar y obviar la defensa —replicó Rhett.

Kenneth soltó un grito ahogado y Alice vio que la sangre abandonaba su cara cuando Rhett apretó los dedos en su muñeca. Seguía sujetándole el brazo por encima de la espalda.

—Este es uno de los trucos más usados por luchadores expertos —dijo Rhett con toda tranquilidad—. Es una llave sencilla pero efectiva. Lo único que necesitas para hacerla es que tu oponente se lo suficientemente torpe como para bajar los brazos.

Kenneth soltó un ruido de terror cuando Rhett movió un poco se brazo. Alice sintió que se le formaba un nudo en el estómago.

—Ahora mismo, yo tengo todo el poder —dijo Rhett lentamente—. Él no puede moverse. Si lo hace, yo  podría dar un ligero tirón de su brazo y rompérselo. Solo con un tirón.

De pronto, el silencio de la clase era mucho más tenso que el anterior. Incluso Alice estaba tensa. Vio que Kenneth contenía un gruñido cuando Rhett le retorció un poco más el brazo.

—¿Alguien puede decirme cómo puede librarse de esto ahora mismo? —preguntó Rhett—. ¿Cómo puede hacer que sea yo quien pierda desde esa posición?

Silencio. Alice miró a su alrededor. Todo el mundo parecía un poco desconcertado. Kenneth parecía aterrorizado.

—¿Trisha? —preguntó Rhett, mirándola.

Ella negó con la cabeza.

—¿Jake? ¿Anya? ¿Charlotte?

Nadie habló. Rhett miró a Alice, pero ella solo podía ver el brazo de Kenneth completamente tenso.

—Exacto —Rhett asintió con la cabeza—. No hay forma de librarse. Ya ha perdido.

Soltó a Kenneth tan de pronto que él estuvo a punto de caerse al suelo. Kenneth se alejó unos pasos, sujetándose el brazo. Tenía los labios pálidos y le temblaban los dedos. 

Rhett lo miró de reojo antes de centrarse en la clase y, obviando toda la tensión de la sala, sonrió ampliamente.

—Y eso es lo que os voy a enseñar a hacer hoy, queridos iniciados.

Hubo un momento más de silencio antes de que Alice viera que casi todo el mundo se iluminaba con una sonrisa por la emoción de aprender a hacer eso. Suspiró, relajándose por completo, y sacudió la cabeza.

Alice formó equipo con Anya, que era sorprendentemente eficiente, y se pasó el resto de la clase con ella. Estaba algo cansada cuando terminó, pero se las apañó para ir a la sala de las armas, donde Rhett colocaba unas cuantas cajas pequeñas de munición. No se giró al oírla llegar.

—¿Qué se siente al volver de las vacaciones? —murmuró, buscando el lugar de una caja pequeña.

Alice se cruzó de brazos.

—¿Por qué has hecho eso con Kenneth? —preguntó, entrecerrando los ojos.

—Necesitaba un voluntario. Él se ha ofrecido.

—No se ha ofrecido. Le has dicho que te atacara.

Rhett suspiró y dejó la caja que sostenía en la estantería antes de girarse y mirarla.

—¿Y qué? —enarcó una ceja.

—¡Estaba aterrorizado!

—Lo superará.

—No es... —Alice sacudió la cabeza—. No te ha dicho nada tan malo.

—Alice, no te ofendas, pero llevo bastante tiempo haciendo esto.

—¿Esto? ¿Aterrorizar alumnos porque sí?

—Enseñar a pelearse correctamente —Rhett también se cruzó de brazos—. ¿Te crees que Kenneth aprenderá a defenderse si le pido con educación que lo haga? No.

—No creo que ese método fuera...

—No puedes usar el mismo truco para cada alumno, Alice. Kenneth necesitaba que lo humillara. Ahora, hará todo lo posible para no volver a sentirse así, te lo aseguro. Y eso quiere decir que corregirá todo lo que ha hecho mal hasta ahora.

Él se quedó mirándola un momento antes de fruncir el ceño al ver que no decía nada.

—¿En serio te has enfadado por eso?

—No estoy enfadada.

—Sí, claro.

Ella apartó la mirada y se mordió el interior de la mejilla. Rhett ladeó la cabeza.

—¿Qué?

—Nada.

—No, ¿qué?

—Es que... —Alice miró por encima de su hombro—. Es... complicado.

—Creo que podré intentarlo. 

Ella volvió a mirarlo e intentó encontrar una forma de explicarlo.

—¿Alguna vez...?

Se detuvo a sí misma y negó con la cabeza.

—Alguna vez, ¿qué?

—¿Nunca has tenido el presentimiento de que... todo está demasiado tranquilo?

Rhett levantó las cejas, algo sorprendido. Lo pensó un momento.

—Bueno, tranquilo no es la palabra que usaría para definir nada de lo que nos pasa.

—No es eso, Rhett, es... tengo un mal presentimiento y no sé explicarlo.

—¿Mal presentimiento sobre quién?

—Sobre... los nuevos.

Él se detuvo, sorprendido.

—¿Los nuevos?

—Sí...

—¿Los androides?

—No —ella negó con la cabeza—. Los humanos nuevos.

—Los humanos nuevos —repitió Rhett, suspirando y poniéndole ambas manos en los hombros.

—¿Por qué lo dices así? —Alice le frunció un poco el ceño.

—Esto no tendrá nada que ver con esa chica, ¿no?

—¿Con esa chica?

—Con Charlotte, Alice.

Ella se detuvo en seco.

—No es por eso —dijo, enfadada.

—Alice...

—¿De verdad te crees que diría algo malo de todos ellos solo por Charlotte?

—Tenía que preguntarlo.

—Pues has sonado justo como suena Max cuando me habla como si fuera idiota.

Se separó y se dio la vuelta para irse, pero Rhett la detuvo del brazo.

—No te tomo por idiota, relájate.

Ella se detuvo, mirándolo con el ceño todavía fruncido.

—Está bien, tienes un mal presentimiento sobre ellos —repitió Rhett, calmado la situación—. ¿Tienes algo más en mente? ¿Sabes por qué?

—No. No sé cómo explicarlo. Pero... sé que algo está mal.

Por la cara de Rhett, ella supo perfectamente lo que pensaba.

—No me crees —dedujo.

—Sí te creo. Creo que tienes un mal presentimiento.

—Pero no crees que sea importante.

Él lo consideró un momento.

—Creo que has estado encerrada en el hospital y expuesta al científico loco ese durante mucho tiempo y ahora estás muy susceptible a todo lo demás. Pero no tiene por qué ser algo malo. Es una reacción normal.

Alice puso una mueca, pero lo aceptó.

—¿Tú crees?

—Sí.

—Pero...

—Alice, hace solo dos días que saliste de ahí abajo. Tómate una semana antes de ponerte conspiranoica. 

Ella sonrió un poco.

—¿Conspiranoica? ¿Eso es un insulto?

—Prefiero no explicarte lo que quiere decir.

—¿Por qué? —ella enarcó una ceja, divertida—. ¿Te doy miedo?

—¿Miedo?

—Yo no soy Kenneth.

—No, eres más pequeñita y menos musculosa.

—Pues te recuerdo que te tiré al suelo.

—Y yo te recuerdo que me distrajiste.

—¡No dijiste que eso fuera en contra de las reglas!

—¡Sigue siendo jugar sucio!

Y se pasaron todo el camino de vuelta a la cafetería discutiendo cuál de los dos había ganado esa pelea.

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