8 - Aburrido
El día siguiente fue el día en que menos caminaron en lo que parecía... una eternidad.
Acostumbrada a andar y andar sin rumbo fijo, Alice casi suspiró de alivio cuando, a las cuatro horas de haberse despertado y haber empezado la marcha con los demás, vio que a lo lejos, por encima de los árboles, aparecían por fin las montañas que se suponía que cercaban gran parte de Ciudad Este —o Colmillo Gris, dependiendo de a quién se lo preguntaras—.
—¿Es eso? —preguntó Jake, esperanzado—. ¿Ya hemos llegado?
—Más o menos —murmuró Rhett, y no parecía ni la mitad de animado que él.
Tardaron veinte minutos en ver por fin los muros grises de piedra de la ciudad. Eran de la misma altura que los de Ciudad Central, aunque esos tenían alambres al final, por lo que estaba claro que muy pacíficos no eran.
Alice se encontró a sí misma buscando la forma de escalarlos instintivamente mientras rodeaban la ciudad en dirección a una de las dos puertas que tenía, siguiendo la línea del muro.
Quizá, los ejercicios en el circuito de Deane habían servido para algo, porque no tardó en ver pequeños huecos casi imperceptibles en los que podría impulsarse con un pie, luego agarrarse a la superficie del muro, conseguir sostenerse sobre la punta de los pies y saltar el alambre con la esperanza de que, al otro lado, no hubiera mucha distancia de caída.
Era un plan, pero no muy realista teniendo en cuenta que apenas podía mover el brazo. Se había pasado el día abriendo y cerrando los dedos. Era como si, a cada hora que pasaba, se le entumecieran más y más. Ahora, apenas podía sentirlos.
Rhett se tensó visiblemente cuando, al cabo de una hora, por fin consiguieron llegar a las enormes puertas de hierro de la ciudad. Estaba claro que estaban pensadas para coches, y en la parte superior había una plataforma desde la cual dos guardias vestidos de verde oscuro los miraban.
Estaba claro que los esperaban, por lo que Alice supuso que otros guardias los habrían visto y los habrían avisado.
Uno de los guardias los miró de arriba a abajo, especialmente a Kilian, que se mantenía detrás de Jake y Trisha, y soltó un bufido despectivo.
—¿Eso es un salvaje? ¿Lo habéis adoptado?
—Necesitamos entrar —les dijo Rhett, ignorándolos.
—Y yo necesito un día libre —el guardia empezó a reírse con su compañero—. Perdeos, vagabundos. ¿Qué sois? ¿De las caravanas? No tenemos drogas.
—Queremos entrar —repitió Rhett, sonando algo irritado.
—No aceptamos desconocidos. Y menos con esas pintas.
Pareció que iban a reírse, pero se contuvieron cuando Rhett dio un paso al frente, claramente enfadado.
—Quiero hablar con Bren ahora mismo —espetó—. Y lo voy a hacer de una forma u otra.
Puede que esos dos estuvieran en lo alto de las puertas y armados, y que Rhett estuviera prácticamente solo porque se había adelantado a los demás, pero había algo en él... Alice no sabía si era el tono de voz, la expresión o la mirada... que hacía que no quisieras irritarlo. En absoluto.
—¿Con Ben? —repitió uno de los guardias, sin poder evitar mostrar su estupefacción—. ¿De qué conoces tú a Ben? ¿Cómo te llamas?
—Mira, iniciado... —empezó Rhett, perdiendo la paciencia.
El chico se puso rojo.
—¡No soy un...!
—Sé cómo funciona esta ciudad, sé que ese uniforme se lo dan a todos los guardias y sé que vas ganando insignias con el paso del tiempo y con los logros que vas adquiriendo. Tú no llevas ni una. Ni siquiera llevas el traje sucio. Está claro que eres un maldito iniciado, así que así te voy a llamar Ahora, haz el favor de agarrar el comunicador, llamar a Ben y decirle que su hijo quiere hablar con él ahora mismo, o yo mismo me encargaré de ensuciarte ese atuendo tan nuevo y limpio que llevas. ¿Me has entendido ahora, iniciado?
Hubo un momento de silencio en que ambos chicos, antes tan valientes, miraron a Rhett con los ojos muy abiertos.
—¿Tengo que volver a repetirlo? —soltó él, bruscamente.
Por fin, el guardia que no había hablado se apresuró a agarrar un comunicador que llevaba al cinturón y a decir unas cuantas palabras. Esperó una respuesta, claramente nervioso porque la mirada de Rhett seguía sobre él, y entonces se apartó de la muralla con su compañero.
Apenas unos segundos más tarde, escucharon un mecanismo moviéndose y las puertas se abrieron lentamente para ellos. Rhett suspiró y se giró para mirarlos.
—Es nuestra última oportunidad de huir —bromeó. Bueno, Alice no estaba muy segura de que bromeara.
—Vamos, cuanto antes entremos mejor —le dijo Tina con una decisión que en el fondo no tenía.
Rhett asintió sin mirar a nadie en particular y entró en la ciudad con todo el grupo acompañándolo.
—¿Alguna vez has visto al padre de Rhett? —preguntó Alice a Jake en voz baja.
—No. Pero si da la mitad de miedo que él, casi prefiero no conocerlo.
Como los demás parecían completamente seguros, Alice y Jake se dieron las manos para infundirse confianza —que no tenían— el uno al otro.
Era una ciudad un poco más pequeña que Ciudad Central, pero mucho mejor conservada. Los edificios no eran nuevos, pero parecían mucho mejor cuidados que cualquiera que hubiera visto en otro sitio. La gente no usaba ropa ancha y vieja, sino que todos llevaban monos de diferentes tonos de verde. Alice no tardó en darse cuenta de que los colores más claros eran para los novatos y los oscuros para los veteranos. Y todos iban perfectamente arreglados.
Bueno, estaba claro que le daban importancia a la apariencia.
Además, la ciudad en sí era bonita. Casi todos los edificios eran bajos y de tonos grises y verdes, cosa que combinaba perfectamente con los colores de las montañas que tenían al lado, cerniéndose sobre ellas. De hecho, una parte de la ciudad ni siquiera tenía murallas, solo montañas. Montañas gigantes. Alice las miró casi con fascinación.
—¿Están contigo? —preguntó el guardia, devolviéndola a la realidad.
Alice se dio cuenta de que se lo estaba preguntando a Rhett, y de que estaba mirando a su curioso grupo con desconfianza.
—Sí —le dijo él, frunciendo el ceño—. ¿Vas a hacernos esperar todo el día? ¿Dónde demonios está mi padre?
—P-perdón señor. A-ahora m-mismo...
—Deja de hablar y guíanos de una vez.
El chico enrojeció y él y su compañero se apresuraron a ponerse en marcha, guiándolos a través de la ciudad. Alice se sostuvo el brazo dolorido inconscientemente mientras todas las personas con quienes se cruzaban les echaban miradas desconfiadas. Era normal; con su ropa vieja, hecha jirones, despeinados y sucios... bueno, parecían de un mundo completamente distinto.
Alice se fijó en el detalle de que... no había visto a ningún niño. Y tampoco a ningún anciano. Toda la gente que se cruzaba con ellos tenía entre dieciséis y sesenta años. O al menos eso parecía. Quizá vivían en la otra parte de la ciudad.
Los guardias no se detuvieron hasta llegar al único edificio de tres plantas de Colmillo Gris. Tenía una bandera colgando de la fachada, entre las dos ventanas de la segunda planta, aunque Alice no la reconoció y no le dio mucha importancia cuando uno de los guardias llamó a la puerta y otro abrió, sustituyendo al que había llamado para llevarlos escaleras arriba en un edificio hecho casi completamente de hormigón.
El interior era... austero. Parecía un edificio administrativo, y Alice ni siquiera estaba segura de qué era eso, pero lo asociaba con algo aburrido, soso, sin decoración... en fin, poco hogareño.
—El líder está reunido —les informó el guardia nuevo, cruzando el pasillo del primer piso e ignorando todas las puertas—. Es posible que os haga esperar.
—No nos hará esperar —le aseguró Rhett.
Y Alice supuso que tenía razón, después de todo, había estado esperando varios años para volver a ver a su hijo... si es que quería hacerlo.
Los dos guardias se detuvieron delante de la última puerta y uno de ellos llamó con los nudillos. Dentro, se oía el ruido de una conversación que se detuvo casi al instante en que pasos se acercaron a la puerta. Se la abrieron y los dos guardias se apartaron para dejarlos pasar.
Rhett entró el primero, respirando hondo, y los demás lo siguieron.
Parecía un despacho, pero solo había una mesa enorme en el centro iluminada por un gran ventanal que daba a toda la ciudad. En la mesa, había un mapa con algunos planos y notas escritas en él. Dos guardias que parecían estar distinguidos por llevar una medalla de plata en el pecho estaban apoyados en el borde de la mesa, escuchando a un hombre de unos cincuenta años, con el pelo corto y canoso, pero con porte duro y fuerte. Alice supo sin ninguna duda que, fuera lo que fuera esa ciudad, ése debía ser el líder.
Y, por tanto, el padre de Rhett.
Era el único que llevaba un mono verde tan oscuro que fácilmente podía confundirse con negro, y de un lado del pecho le colgaban más de diez medallas de diferentes tamaños, formas y colores.
Y, además, había algo en él... que era lo mismo que había en Rhett. Era de esas personas que habían nacido para dar órdenes, para estar al mando. Y sabían hacerlo.
Cuando el hombre levantó la cabeza para mirarlos, frunció el ceño profundamente. Alice pudo ver cierto parecido en algunos aspectos físicos con Rhett. Tenían, sin duda, los mismos ojos. Y las mismas facciones. Solo que las de Rhett eran más jóvenes, vivaces y expresivas, y las de él solo parecían expresar cierto... desprecio.
Alice vio que Rhett adoptaba una postura más defensiva cuando el hombre se separó de la mesa y se acercó a él a paso lento, juntando las manos en la parte baja de su espalda. Se movía como si estuviera a punto de inspeccionar una obra, y se detuvo delante de su hijo con la barbilla alta, mirándolo con una ceja enarcada. Incluso Alice pudo sentir la tensión.
Rhett era unos centímetros más alto, pero el otro hombre intimidaba más. Alice estaba segura de que, si hubiera sido ella la que estaba de pie justo delante de él, probablemente habría querido salir corriendo.
—Hijo—dijo Ben lentamente, mirándolo, y su tono de voz no era cálido. No era el tono de voz habitual en un padre que se reencuentra con su hijo después de varios años.
De hecho, casi parecía... contrariado.
Rhett no respondió, simplemente se quedó mirándolo.
—Hacía ya tiempo que no te veía, chico —replicó. Tenía la voz profunda—. Unos cuantos años. ¿Cuántos...?
—¿Realmente te importa o solo intentas sacar conversación? —Rhett enarcó una ceja.
Alice vio que su padre se quedaba mirándolo unos segundos. Los dos hombres distinguidos que habían estado con él intercambiaron una mirada de sorpresa, pero Ben no parecía sorprendido, en absoluto.
—Ah, se me había olvidado lo insubordinado que puedes llegar a ser —replicó lentamente, mirándolo—. Veo que Max no te ha inculcado ni un poco de disciplina.
—¿Por qué debería hacerlo? Perdería mi encanto natural.
Su padre le dirigió una breve mirada intimidante antes de girarse hacia el grupo que acompañaba a su hijo. Los revisó a todos lentamente, de arriba a abajo, como si los analizara. Especialmente a Kilian. Le puso una pequeña mueca casi imperceptible.
—Un salvaje —murmuró, casi asqueado.
—No es peligroso.
—¿Quiénes son los demás?
—Amigos —se limitó a responder Rhett—. Están conmigo.
—¿Estos son tus amigos?
—Sí. ¿Algún problema?
—Unos cuantos, pero no creo que sea muy cortés comentarlos delante de ellos.
Volvió a revisarlos y Alice hizo un verdadero esfuerzo por no moverse cuando esos ojos claros pero fríos se clavaron en ella, especialmente en la herida de su brazo, antes de volverse de nuevo hacia su hijo.
—¿Qué quieres?
—Ya presupones que quiero algo —dijo Rhett.
—Evidentemente. ¿Después de seis años sin saber nada de ti? —el hombre sonrió de una manera que hizo que sus ojos siguieran, de alguna forma, estando serios.
Rhett no dijo nada esta vez.
—¿Y bien? —insistió Ben—. No has venido solo de visita, ¿verdad?
—No.
—¿Y qué quieres?
—Necesito que la ayudes.
Curiosamente, no necesitó señalar a Alice para que supiera que hablaban de ella. Su padre ya había visto la herida. Y cómo las manchas azules de esta se asomaban por los bordes de la venda.
—¿Por qué debería hacerlo?
—Porque te lo estoy pidiendo.
—Si no recuerdo mal, yo te pedí que volvieras a mi ciudad hace seis años.
Rhett apretó los labios, mirándolo fijamente.
—Si no estás dispuesto a ayudarnos, puedes estar seguro de que me iré.
Ben lo observó por unos instantes, como si estuviera pensando en ello, hasta que finalmente suspiró.
—Llevadla a la enfermería y después enseñadles la zona de invitados. La grande. Tengo que tener una pequeña conversación privada con mi hijo.
Ni siquiera les dirigió una última mirada antes de que los dos soldados que los habían escoltado hasta la puerta les hicieran un gesto para que los siguieran.
Alice intercambió una mirada con Rhett, que asintió casi imperceptiblemente con la cabeza, aunque parecía querer estar en cualquier otra parte del mundo. Así que siguió a los demás a la salida del edificio principal.
En cuanto llegaron a lo que ellos llamaban enfermería pero era casi el doble de grande que el hospital de Ciudad Central, Tina apartó bruscamente a los médicos que intentaron acercarse a Alice y se apresuró a encargarse personalmente de la herida. Kilian, Jake y Trisha se mantuvieron al margen de la situación; no había mucho que pudieran hacer.
—Menos mal que no he dejado que se acercaran —murmuró Tina mientras rebuscaba entre las cosas que le habían dejado—. Habrían intentado sedarte y se habrían dado cuenta de que eres un androide.
Cierto, los androides no podían verse afectados por los sedantes humanos. Para incapacitarlos, era necesario un líquido especial. Era la única forma.
—¿Va todo bien? —preguntó Alice, dubitativa, no se atrevía a mirar.
—Sí. La herida no está tan mal como creí que estaría. Lo que te dio Kilian ha sido muy útil —Tina empezó a envolverle el brazo con una venda limpia—. Ya casi está.
En cuanto terminaron en el hospital, Alice seguía sintiendo punzadas de dolor en el brazo, pero las ignoró y siguió a los guardias hacia su hogar temporal.
La casa en cuestión era un pequeño edificio de dos plantas. Nada más entrar, vieron que había unas escaleras que llevaban al piso superior y unas que llevaban a una especie de sótano. El guardia se detuvo.
—Vuestra casa está en el primer piso. El sótano está prohibido —replicó.
—¿Por qué? —preguntó Jake, curioso.
—Solo el alcalde entra ahí —le dijo él, secamente—. Si te atreves, pregúntaselo a él.
—Creo que prefiero quedarme en la duda.
—Bien —el guardia subió las escaleras, abrió la puerta, y lanzó tres llaves iguales a los demás. Trisha las atrapó en el aire—. Entonces, bienvenidos.
Y los dejó solos.
—Qué simpáticos son todos aquí —murmuró Trisha.
La primera en acercarse y abrir la puerta del todo fue Tina, y los demás la siguieron.
—Wow —exclamó Jake nada más entrar.
La casa resultó ser... bastante más que modesta.
La decoración era sencilla, pero limpia y ordenada, con muchos cuadros y cortinas en todas las ventanas, cosa que para Alice era todo un lujo. Cruzaron la pequeña entrada y se encontraron con un enorme salón con sofás, sillones y una mesa de café, junto con una mesa redonda con seis sillas, perfecta para ellos. Tina se adelantó para asomarse al marco de la puerta de la cocina, que era también gigante, y tenía una despensa y una nevera llenas de comida en buen estado, cosa que hizo que Alice se acordara de lo hambrienta que estaba.
—¿Cómo elegimos las habitaciones? —preguntó Trisha, haciendo que todos dejaran de curiosear en la cocina al instante.
Como si lo hubieran programado, Jake, Trisha y Alice echaron a correr como locos por el salón, cruzando el pequeño pasillo. Fueron abriendo rápidamente todas las puertas, encontrándose con un pequeño cuarto de baño, una habitación individual, dos con camas de matrimonio, y una última con dos camas individuales. Todas con cuarto de baño privado.
Alice, gracias a que Trisha y Jake se empujaban entre ellos, había conseguido llegar la primera a la última habitación del pasillo, lanzándose sobre la cama de matrimonio. Era la mayor de la casa. Tenía que ser suya.
Nada más rebotar en el colchón, vio que Jake y Trisha la miraban con mala cara desde la puerta. Kilian estaba asomado detrás de ellos, sin entender nada, pero muy feliz.
—¡Eso es jugar sucio! —chilló Jake a Alice, irritado.
Ella se encogió de hombros, sonriente.
—Haber sido más rápidos.
—¡La lisiada se ha quedado con la cama grande! —protestó Trisha, enfadada—. No me lo puedo creer.
Entonces, los dos echaron a correr hacia la segunda más grande a la vez.
Más tarde, acordaron que Trisha se quedara la individual, Jake y Kilian la de dos camas, Alice la que había conseguido y Tina la otra de matrimonio.
Ya verían qué hacía Rhett cuando llegara... aunque Alice ya tenía algún que otro plan para él.
Poco después de que se acomodaran en la casa, se acercaron dos iniciados de la ciudad con bolsas llenas de ropa y zapatos para cada uno. Alice recogió la suya y la de Rhett y las llevó a su habitación, pero solo abrió la suya. Dentro había ropa común, pero también dos monos verdes de tono claro. Definitivamente, eso es lo que querían que llevaran por la ciudad.
También había algunos pantalones —largos y cortos—, camisetas, jerséis, blusas, tirantes, botas, zapatillas... incluso ropa interior. Y todo de su talla. Se miró a sí misma y se dio cuenta de que su ropa estaba hecha un desastre.
Desgraciadamente, la ropa interior era lisa y aburrida, así que seguiría prefiriendo la suya.
Mientras metía la ropa en el armario, se fijó mejor en la habitación que tenía. Era enorme. O eso le pareció. Tenía una cama enorme de dos plazas, dos armarios, una enorme alfombra suave en la que estaba sentada, un escritorio con una silla, un sillón en el fondo, un ventanal que daba a la ciudad... ¡y un cuarto de baño!
¡Alice nunca había tenido tantas cosas sin tenerlas que compartir con otras veinte personas! ¡Eso era tan... emocionante!
Cuando terminó de llenar un armario —una parte de ella seguía esperando que Rhett se instalara en su habitación—, lanzó su ropa usada al sillón y se probó una de las camisetas nuevas. Era grande, pero con tirantes y azul chillón. Le gustó.
Una hora y una ducha más tarde, estaba profundamente dormida en la cama.
Era como si no hubiera dormido bien en meses... y menos en una cama de verdad, una cama mullida con una almohada, dentro de una casa. Jamás habría pensado que consideraría eso un verdadero lujo.
No se despertó hasta que alguien llamó a su puerta con suavidad. Se frotó la cara con ambas manos, y miró a Tina, que ahora asomaba la cabeza en la habitación.
—¿Has dormido bien? —preguntó con una pequeña sonrisa—. ¿Te duele el brazo?
—No, está bien —le aseguró, sorprendida de lo cierto que era—. ¿Por qué no me habéis despertado?
—Creímos que necesitarías descansar un poco. Jake también ha dormido hasta ahora —abrió la puerta completamente—. ¿Por qué no vienes al salón? Trisha y yo hemos conseguido cocinar algo decente.
El estómago le rugió a modo de respuesta. Se puso de pie y siguió a Tina por el pasillo iluminado de la casa. Los demás estaban ya sentados en la mesa, como una gran familia, y ya devoraban sin esperar a nadie. Solo faltaba Rhett, que todavía estaba hablando con su padre. Se preguntó si le estaría yendo bien a él solo o necesitaría ayuda.
Bueno... claro que le estaría yendo bien. Era Rhett. Nunca necesitaba ayuda de nadie.
Alice comió, bebió y rio hasta que le dolió el estómago. Todo el mundo parecía haberse olvidado de la situación que vivían fuera de esa casa, cosa que era bastante agradable para relajarse un poco, aunque solo fuera por un tiempo limitado. Trisha y Jake metiéndose el uno con el otro parecieron lo más gracioso que ninguno había visto en su vida. Incluso Kilian reía de vez en cuando.
Cuando terminaron de cenar se quedaron un rato más juntos mientras ayudaban a Tina a amontonar los platos en el fregadero y limpiarlos. Pero nadie tuvo ganas de seguir hablando después de eso. Todos estaban demasiado cansados como para seguir haciéndolo, así que poco a poco se fueron yendo todos a dormir hasta que solo quedaron Jake, Kilian y Alice en el salón, los primeros sentados en el sofá y ella en el sillón, bostezando.
—Oye, Alice —dijo Jake después de que se rieran por alguna broma más.
—¿Mhm? —ella se estiró en el sillón, bostezando.
—¿Puedo preguntarte algo?
—Claro, ¿qué pasa?
Jake lo pensó un momento mientras Kilian inspeccionaba un peluche medio destrozado que habían encontrado en una cómoda de la casa.
Bueno, en realidad, cuando lo habían encontrado, el peluche estaba en perfecto estado. Lo de destrozarlo había sido idea de Kilian. Y ahora parecía gustarle más.
Jake seguía mirándola, algo incómodo.
—¿Tú y Rhett estáis... juntos?
—Bueno, no sé qué significa juntos, Jake.
—¿Sois pareja o algo así?
Alice lo consideró.
—La verdad es que no lo sé.
—Pues deberías aclararlo —Jake la señaló—. Mira, no te engañaré, durante este tiempo te he considerado una buena amiga mía, pero después de todo lo que hemos pasado juntos... eres como mi hermana pequeña.
—Pero si soy mayor que tú —Alice frunció el ceño.
—Pero yo soy experto en cosas de las que tú no tienes ni idea.
—¿Ah, sí? ¿Como qué?
—Como el sexo.
Alice no pudo evitar reírse.
—¿Qué? ¿Qué sabes tú de sexo?
—Más que tú —Jake la volvió a señalar, ofendido por su reacción—. Como decía, me considero como tu hermano mayor y me veo en la obligación de advertirte que si Rhett te hace algo inapropiado voy a darle una paliza.
Alice se imaginó la cara de Rhett si le decía eso, teniendo en cuenta el tamaño de Jake, y no pudo evitar sonreír, divertida.
—¿Y por qué todos pensáis que él quiere hacerme algo?
—¿Eh?
—Bueno, hasta ahora he sido yo quien ha querido hacer cosas malas, pero se pasa el día rechazándome.
Jake había fruncido el ceño, pero sonrió al oír la última parte.
—¿Ah, sí?
—A mí no me gusta tanto como parece gustarte a ti —replicó ella, con los ojos entrecerrados.
—Bueno, quería asegurarme de que... te cuidabas.
—Créeme, no me hará nada —ella suspiró.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque por mucho que yo insisto, no quiere.
—Eso no parece un gran seguro.
—Y porque te tiene miedo —aseguró Alice, poniéndose de pie—. Y, ahora, si me disculpais, estoy muy cansada y solo quiero meterme en la cama.
—¡Déjate los pantalones puestos para dormir! —le gritó Jake mientras cruzaba el pasillo.
Decidió darse otra ducha, solo por darse el capricho, y esta vez sí consiguió desenredarse por completo el pelo, que después de todo ese tiempo sin peinarlo, parecía un nido de pájaros. Uno mal hecho. Cuando terminó, se miró por primera vez en mucho tiempo al espejo, con solo la toalla puesta.
Era consciente de que era atractiva para los humanos, había sido diseñada para serlo, pero nunca había entendido muy bien por qué. Tenía rasgos bastante simples por muy simétricos que fueran. Nariz recta, ojos azules —eso le había gustado especialmente siempre—, pelo castaño y piel pálida que no podía broncearse por la manera en la que había sido creada. Y su cuerpo no era especialmente destacable por ningún lado.
Lo único destacable era la herida del brazo, o el hecho de que ahora sus músculos no eran blandos, sino duros. Había entrenado muchísimo.
Algunas androides de su zona tenían más trasero o más pecho que ella, igual que la mayoría de las humanas, pero Alice era completamente normal y corriente por todos lados. De hecho, todavía recordaba a la chica que se había burlado de ella por tener poco pecho. Puso una mueca al pensar en ello.
Entonces, si tan normal era, ¿qué criterios seguían los científicos para juzgar cómo sería el nuevo androide?
Pensó en 42 un momento. Ella sí era guapa. Rubia, pequeña, con rasgos afilados y siempre dulce y complaciente con el mundo. ¿Qué habría sido de ella?
Se vistió antes de seguir pensando en eso. Y, por mucho que Jake le hubiera dicho algo, no se puso los pantalones, sino unas bragas lilas con un dibujo de una tortuga sonriente y una camiseta de tirantes ajustada y con un gracioso dibujo de un sol.
Se había decidido a esperar a Rhett por algún motivo y lo había estado haciendo durante casi dos horas.
De hecho, estaba a punto de rendirse cuando por fin la puerta se abrió y él entró, mirándola con curiosidad.
—¿Que haces despierta?
—He dormido un poco al llegar, no tengo sueño —Alice entrecerró los ojos—. ¿Vas a dormir aquí?
—¿Quieres que vaya a dormir con Tina? —pareció divertido.
—Bueeeeno... la cama es grande. Yo creo que cabríamos los dos perfectamente.
Él sacudió la cabeza, divertido, pero Alice tenía una última pregunta.
—¿Cómo has sabido que esta era mi habitación?
—Trisha estaba bebiendo agua en la cocina —Rhett se quitó la chaqueta y la tiró al sillón, que ya tenía la ropa sucia y la camiseta azul de Alice—. Me ha dado un palmadita y me ha dicho a por ella, tigre.
Alice no lo entendió, pero sonrió por cortesía.
—¿Por qué has tardado tanto? —preguntó mientras Rhett entraba en el cuarto de baño.
—Tenía que poner a mi padre al día después de varios años, no podía hacerlo en cinco minutos. En fin, voy a ducharme.
—¿Voy contigo? —se ofreció Alice, sonriente.
Rhett se detuvo antes de cerrar la puerta y la miró con los ojos entrecerrados.
—No te ofrezcas a esas cosas o terminaré diciendo que sí —y cerró la puerta.
—Lo pregunto precisamente por eso —masculló Alice, antes de cruzarse de brazos.
Estaba más cómoda que nunca, después de haber dormido durante varias semanas en un colchón viejo o directamente en el suelo, estar en una cama gigante era todo un lujo. Estaba tan cómoda que no quería dormirse para disfrutar del momento. Mientras escuchaba el ruido de la ducha, se estiró tanto como pudo en la cama, disfrutando como una idiota, y terminó por deshacer completamente las sábanas. Cuando Rhett salió de la ducha, ella era una bola de sábanas y almohadas.
—¿Sabes que yo también tengo que dormir ahí, no? —preguntó, al verla.
Ella le dejó sitio a regañadientes, devolviéndole su almohada y colocándose en su lugar.
—¿No me han traído ropa? —preguntó, mirándole la camiseta.
—Sí. Te la he metido en el armario —dijo ella, mirando fijamente como una acosadora cómo él se cambiaba de camiseta al otro lado de la habitación—. Me gustan más tus camisetas que las mías. Te las robaré.
—Probablemente termine usando mi ropa vieja. Todas tuyas —él se encogió de hombros.
—Y ahora sé de qué color es tu ropa interior, por cierto.
—Es decir, que has rebuscado entre mis cosas —él esbozó una sonrisa de lado.
—Tú rebuscaste entre las mías para cogerme ropa —replicó ella, a la defensiva.
—No es lo mismo —se defendió Rhett—. Al menos, dime que te han dado bragas normales.
—No finjas que no te gustan mis bragas —le dijo ella, viendo cómo se metía en la cama.
Era tan ancha que ni siquiera estaba cerca de él. Eso no le gustó tanto, así que se arrastró disimuladamente hacia su lado.
—Tus bragas me dan igual.
—¿Y por qué te fijas tanto en ellas?
Rhett se dio la vuelta y le dio la espalda, apagando la luz.
—Buenas noches.
—Qué curioso que dejes la conversación justo ahora, ¿eh?
—Alice...
—Vale —accedió ella, arrastrándose en la cama como un gusano para acercarse a él—. Pero, ¿ya te vas a dormir?
—Es tarde.
—No es taaan tarde.
—Tengo sueño.
—No tienes taaanto sueño.
—Alice... —repitió.
—No seas aburrido.
—Yo no soy un aburrido —Rhett rodó para mirarla, irritado.
—Es que quiero hablar de algo.
—Si es del tema que creo, Alice, me iré a dormir al sofá —advirtió él.
—Tranquilo, no es de sexo —Alice puso los ojos en blanco—. ¿Por qué a todos os molesta tanto ese tema?
—¿Como que a todos? —Rhett pareció más interesado en la conversación.
—Jake me ha dicho que si intentas algo inapropiado conmigo, te daría una paliza.
—Genial, otro más —murmuró Rhett, poniendo los ojos en blanco.
—¿Otro más?
—Max me dijo que si hacía algo contigo me mandaría a las cocinas a hacer el puñetero puré ese que sabe a cartón sucio, Jake no deja de mirarme como si fuera a saltar sobre ti en cualquier momento y arrancarte la ropa, Tina lleva todo el viaje diciéndome que si ve algo raro entre nosotros me llevaría de la oreja con Deane, en serio, ¿qué clase de pervertido se creen que soy?
Alice luchó con todas sus fuerzas por no reírse.
—A mí no me importaría que lo fueras.
Rhett clavó una mirada severa en ella.
—Por cosas como esta se creen que lo soy.
—¿Y qué? ¿No te gusta que esté contigo?
—Sí, Alice, es solo que... —él se pasó una mano por la cara, frustrado—. Estoy... intentando portarme lo mejor que puedo en esto, de verdad, y no es fácil, y tú no estás colaborando mucho, precisamente.
—Creía que los humanos se entregaban más a sus instintos —murmuró Alice.
—Y suelen hacerlo, pero... —la miró—. ¿Puedes dejar de referirte a los humanos como si no formaras parte de ellos?
—No formo parte de ellos.
—Pero deberías disimularlo un poco, ¿no?
—Lo siento —masculló Alice—. Es que... no entiendo por qué tú no...
Le dedicó una mirada significativa.
—Alice, no haré eso contigo, así que puedes olvidarte de ello.
Eso le sentó como una patada en el estómago, y no pudo evitar fruncir el ceño, ofendida.
—¿Por qué no?
—¡Porque no!
—Aburrido...
—¡Deja de llamarme eso! ¿Sabes cuántas broncas me caerían encima si te pongo una mano encima? Además, te repito que me siento como si estuviera intentando pervertir a una niña pequeña.
—¡Que no soy tan pequeña!
—Eres más pequeña que yo —replicó él.
—No tanto.
—Tengo veinticinco años, Alice.
—¡No sabemos qué edad tengo yo! ¡A lo mejor tengo cuarenta!
—Mira, no es solo por la edad. Es... ¡hace unos meses ni siquiera dejabas que te tocara una mano por no sé qué reglas de tu zona!
—Porque creía que eso me gustaba —sonrió ampliamente—. Ahora he descubierto que sí me gusta.
—Sí, eso ya lo veo.
—Entonces, ¿por qué...?
—Alice, para, lo digo en serio.
—¡Estás haciendo que te suplique! —protestó—. ¿Qué clase de caballero hace eso?
—Me gustabas más cuando no sabías lo que era un caballero —replicó él.
Alice pensó en lo que había dicho unos segundos, confusa. ¿Estaba insinuando...?
—¿Ya no te gusto? —ella se echó hacia atrás, dolida.
—¿Qué? ¡No! —Rhett negó con la cabeza, pero dejó de hacerlo al verle la expresión—. Es decir, ¡sí! Claro que... ¡deja de tomarte las cosas tan enserio!
—Entonces, ¿te gusto?
—Sí, Alice —repitió, cansado.
—Pero no quieres...
—Para.
—A-bu-rri...
—¡Para!
—...do.
Rhett clavó una mirada enfadada en ella antes de apagar la luz.
—Se acabó. A dormir.
—Pero...
—A dormir, Alice.
Ella se quedó mirándolo un momento, en la oscuridad.
—¿Ni siquiera me vas a dar un beso de buenas noches?
—No.
Alice resopló cuando se tumbó de espaldas a ella y, al final, decidió intentar dormirse también.
Pero quería tener la última palabra, claro.
—Que sepas que esta vez has sacado tú el tema del sexo, yo quería hablar de otra cosa.
—Sí, claro.
—¡Es verdad!
—Alice, duérmete ya.
Ella puso mala cara, acomodándose sobre su almohada.
—Aburrido.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top