4 - Duerme bien, Alice
—¿Falta mucho?
Nadie respondió. Jake era el que iba más atrasado del grupo, caminando perezosamente y sudando muchísimo.
—¿Holaaaaaa? ¿Alguien me puede hacer caso? —protestó—. Estoy cansado.
—Todos lo estamos, Jake —le aseguró Alice, pasándose una mano por la frente sudorosa.
—Sí, todos estamos cansados de oírte —murmuró Rhett en voc baja.
—Pero hace mucho caloooorrrrr —Jake resopló sonoramente.
Estuvo casi un minuto entero sin decir nada. Hasta que volvió a suspirar dramáticamente.
—¿Falta mucho?
—Como no cierres el pico, a ti te faltara poco —le aseguró Trisha.
Jake no volvió a decir nada.
De hecho, incluso se adelantó y se puso el primero para demostrar a Trisha que iba a hacerle caso para que no se pusiera agresiva con él.
Bueno, no se podía decir que Trisha no fuera convincente.
Alice también se estaba mareado ya por el calor que hacía. Curiosamente, por la noche bajaba bruscamente la temperatura y necesitaban dormir con sus abrigos. Pero de día... el calor era insoportable. El sol hacía que le ardiera la piel y le diera vueltas la cabeza. Ya habían hecho varias pausas para recuperarse bajo la sombra de algún árbol.
Y el agua... nunca había necesitado tanta agua. Ni tampoco había sudado tanto jamás. Especialmente con la humedad del bosque, que hacía que el calor se transformara en una especie de cúpula por los árboles y se metiera bajo su piel. Era como estar dentro de una sala con la calefacción puesta en pleno verano.
Incluso el aire era caliente, así que por mucho que se abanicaran con las manos, no servía de nada. De hecho, casi era peor.
Alice aguantó tanto como pudo, pero cuando la herida del brazo que le habían hecho el día que invadieron la ciudad empezó a palpitarle, la herida de la espalda empezó a escocerle y la cabeza empezó a quedársele en blanco por el mareo... decidió que no podía más.
—Necesito descansar —murmuró, agotada.
Rhett fue el único que la escuchó porque era el único que se había rezagado para seguir con ella, que iba la última.
—¿Estás bien? —preguntó, acercándose.
Alice sacudió la cabeza y se apoyó en las rodillas, agotada. Escuchó a Rhett llamando a los demás y, apenas un segundo más tarde, Tina se acercó a ella y le puso una mano en la mejilla.
—Estás ardiendo —murmuró—. Es normal, los cuerpos de androides no están hechos para el calor.
Eso explicaba por qué Alice estaba tan mal mientras que los demás, incluso Jake, la miraban con curiosidad.
—¿Cómo que no? —preguntó Trisha, frunciendo el ceño.
—En su zona no hace demasiado calor —le dijo Tina, mirándola de reojo—. Están hechos para soportar temperaturas bajísimas, pero dudo que alguien pensara en la posibilidad de hacerlos compatible con temperaturas altísimas.
—Idiotas —Rhett puso los ojos en blanco.
—Bueno, ¿quién iba a pensar que el pequeño androide escaparía y se iría a vivir con humanos malvados? —bromeó Trisha, apoyando una mano en su cadera—. Oye, no vas a morirte ni nada, ¿no?
—Intentaré que no —le aseguró Alice, todavía jadeando.
—Bueno, parece un buen momento para un descanso —dijo Jake, y se apresuró a dejar la mochila en la sombra de un árbol antes de que pudieran negarse.
Alice se acercó al río, que estaban siguiendo para marcar su camino, se se arrodilló al lado para hundir las manos en el agua fría y echársela a la cara. Trisha apareció a su lado poco después cuando vio que bebía con las manos y le dio una cantimplora.
—Esto es mejor —le aseguró.
—Gracias —murmuró Alice, llenándola para poder beber de ella.
Trisha se sentó a su lado, apoyando los brazos en las rodillas. También estaba ligeramente roja, sudaba un poco y se le pegaba la camiseta sin mangas al cuerpo. Era mucho más esbelta que la mayoría de las chicas que Alice había conocido; no tenía muchas curvas, era más bien alta y ligeramente musculosa. Y el pelo, que se había rapado unos meses antes, ya le crecía. De hecho, ya le había cubierto la cabeza en forma de una suave capa de rubio oscuro.
—¿Por qué te rapas el pelo? —preguntó, curiosa.
Trisha se encogió de hombros.
—Cuando empecé en los avanzados de pelea, me di cuenta de que la mayoría de las chicas perdían porque usaban su pelo en su contra. Puedes tirar de él e inmovilizar a otra persona. Al principio, me lo ataba. Pero me cansé y terminé rapándome.
—Entonces, si veo peligro... ¿debería atarme el pelo para que no puedan tirarme de él?
—No es mala idea —Trisha le sonrió ligeramente—. Hay chicas que también llevan pendientes. Supongo que tú no eres mucho de llevarlos, pero... no olvides quitártelos antes de una pelea. No quieres que te rompan el lóbulo, créeme.
Alice puso una mueca al imaginarlo. El agua fría estaba haciendo que su temperatura corporal descendiera lentamente y sus mejillas rojas volvieran a su color pálido natural.
—Así que una androide, ¿eh? —murmuró Trisha de repente—. No te he preguntado sobre eso desde que volvimos a vernos.
Alice se removió, incómoda.
—Siento no habértelo contado antes.
—Te creías que te rehuiría como Shana y Tom, ¿no?
—...puede que sí.
Trisha la miró unos segundos, pensativa.
—La verdad es que nunca he entendido a qué viene tanto terror a androides —murmuró—. Supongo que tienen miedo a que terminéis siendo mejor que los propios humanos. Y... bueno, en cierto modo lo sois. Pero eso no justifica el odio que sienten.
De la última persona que esperaba oír eso, era de Trisha.
—Además —ella enarcó una ceja rubia—, yo odio a todos por igual. No me importa que sean salvajes, androides, humanos o perritos. Bueno... los perritos me gustan. Los gatos no. No son de fiar.
—Nunca he visto un perro. O un gato.
—Dudo que mucha gente pueda permitirse tenerlos de animales de compañía en la situación en la que vivimos —bromeó ella, poniéndose de pie—. Quédate la cantimplora. Ya me la devolverás.
Alice permaneció junto al río durante unos minutos más, mirando el agua con aire pensativo, hasta que notó que Tina se acercaba a ella. A lo lejos, Trisha se reía y Jake chillaba, dando vueltas a su alrededor para recuperar su gorrito, que ella le había quitado.
Rhett por su lado, les echó una ojeada, puso los ojos en blanco y se volvió a centrar en sus cosas.
—¿Cómo tienes la herida del brazo? —preguntó Tina.
Alice la miró con extrañeza.
—¿Por qué?
—Porque he visto cómo te la frotabas todo el día.
Vaya, Tina era observadora. Alice puso una mueca y se levantó la manga de la camiseta. Ella retiró las vendas improvisadas que le había ido cambiando esos pocos días y Alice puso una mueca cuando un ligero olor flotó entre ellas, proveniente de su brazo.
Pero lo peor fue la cara de Tina. Parecía asustada.
—¿Qué? —preguntó Alice, frunciendo el ceño.
Ella no dijo nada, pero levantó la cabeza cuando Rhett se acercó a ellas con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa? —preguntó, mirando a Tina.
Ella dudó un momento, mirando a Alice, antes de sacudir la cabeza y retirarle la venda por completo. Cuando el sol tocó la herida, ella puso una mueca de dolor. Apenas sentía esa parte del brazo, y había empezado a tener calambres en los dedos durante todo el día.
—Está infectada —dijo Tina en voz baja.
—¿Infectada? —repitió Rhett, moviéndose para poder verla.
Alice vio que él se detenía un momento antes de hacer un verdadero esfuerzo para mantener una expresión serena.
Eso sí que hizo que bajara la mirada. Si Rhett ponía cara de horror, era hora de salir corriendo.
Alice tragó saliva cuando bajó la mirada. La herida redonda de la bala seguía ahí, pero ya no estaba roja como los otros días, ahora estaba adquiriendo un tono entre azul, morado y... castaño oscuro. Estaba mezclado con la suciedad que había ido acumulando durante el día, el sudor y el calor corporal de Alice, que hacía que pareciera que dolía más.
—Pues haz... algo —murmuró Rhett, mirando a Tina—. ¿Qué te traigo?
—No puedo hacerlo. No aquí.
—¿Cómo que no? Claro que puedes.
—Rhett, con agua no es suficiente. Y no pude recoger nada del hospital que pueda...
—Tiene que ser suficiente —insistió él.
Por la forma de hablar, Alice estaba segura de que estaban discutiendo sobre algo más que la herida de su brazo, pero no entendía el qué.
Tina dirigió una dura mirada a Rhett antes de girarse hacia Alice y empezar a hacer todo lo que podía con lo que tenía. Terminó usando una venda nueva y Alice abrí y cerró la mano de ese brazo mientras ellos se alejaban un poco.
Pero no lo suficiente como para que no los oyera. Alice se acercó disimuladamente, fingiendo que rebuscaba entre las mochilas.
Rhett le daba la espalda, y Tina no le prestaba atención. Era perfecto para escuchar a escondidas.
—...remedio, Rhett —le estaba diciendo ella en voz baja.
—Tiene que haber otro.
—No lo hay.
—¿Y si... y si entramos en otra ciudad por el camino? Podría robar algo y...
—Necesito un hospital —dijo ella en voz baja, y parecía enfadada—. Se le está gangrenando la herida, Rhett. ¿Te crees que te estaría diciendo esto si no fuera serio?
Hubo un momento de silencio. Alice no sabía qué significaba ese término, así que no supo cómo reaccionar.
—No hay otra forma —insistió Tina en voz baja.
Rhett no dijo nada. Al menos, por unos segundos.
—No he estado en esa ciudad desde hace años —le dijo en voz baja, y sonaba tenso—. Ni siquiera sé si nos querrán.
—Pero vale la pena intentarlo. No sé cuánto durará sin...
Y ahí dejó de poder escucharlos, porque Jake se había acercado muy feliz con el gorrito que había recuperado de Trisha y quiso enseñárselo a Alice, paseando delante de ella como si fuera un modelo.
Esa noche, Tina se aclaró la garganta junto a la hoguera, atrayendo las miradas de todos menos de Rhett, que la tenía clavada en el fuego.
—Ha habido un pequeño cambio de planes —les dijo en voz segura—. Antes de ir a la ciudad de mi amigo, debemos hacer una pequeña parada en otra más cercana.
—¿Qué otra? —preguntó Trisha con una mueca.
—Una de un... amigo... de Rhett.
Rhett no dijo nada. De hecho, ese día y el siguiente estuvo muy silencioso. Y no se despegaba de Alice. Cada vez que ella ponía una mueca de dolor, le preguntaba apresuradamente si estaba bien. Y no dejaba de decirle que él cargaría con el peso de la mochila, o que él iría a por los troncos para hoguera, o a por el agua de las cantimploras.
Alice empezó a hartarse de eso. ¡No era una niñita desvalida! Sí, el brazo le dolía de vez en cuando y los calambres en la mano cada vez eran más comunes, pero si estuviera tan mal como para no poder sujetar una mochila, se lo diría.
Al día siguiente, por la tarde, tuvieron que hacer otra pequeña parada para descansar. Alice estaba sentada con Rhett junto a las mochilas, viendo cómo Tina vigilaba a Trisha y Jake, que se mojaban el uno al otro con el agua del río.
—Ahora vuelvo —masculló Alice.
—¿Dónde vas? —Rhett la miró.
—Tengo que hacer pis desde hace una hora —enarcó una ceja—. Creo que podré arreglármelas sin tu ayuda. A no ser que quieras sujetarme las bragas, claro.
Rhett enrojeció un poco y volvió a girarse hacia delante.
Alice se alejó unos metros de ellos y se miró los pantalones. Como le iban grandes, había tenido que improvisar un cinturón con un trozo de cuerda. De hecho, todo le iba grande. Esos días había adelgazado, y ella ya era bastante más delgada que las demás chicas. No encontraba ninguna camiseta que no le estuviera gigante.
Sin poder evitarlo, pensó en 42. Ella era mucho más pequeña que Alice. Más delgadita. Esas camisetas y esos pantalones le iría como sacos. Intentó alejarla de sus pensamientos cuando empezó a desanimarse.
Se intentó deshacer el nudo de los pantalones con los dedos torpes, con el brazo palpitante, pero se detuvo en seco cuando escuchó un ruido no muy lejos de ella. Escuchó con atención, asustada, y el ruido se acercó. Estuvo a punto de gritar para que Rhett o Trisha fueran a ayudarla, ¡no sabía cómo enfrentarse a un animal salvaje! ¡Y menos desarmada y con ganas de hacer pis!
Pero... no era un animal. Era un coche.
Y se había detenido a apenas diez metros de ella.
Oh, no.
Se agachó junto a un arbusto por puro instinto cuando escuchó las puertas de un coche abriéndose y cerrándose, acompañadas del ruido de pasos de, al menos, tres personas. No se atrevía a levantarse y avisar a los demás. Quizá ni siquiera sabía se dirigirían hacia ellos, y si se levantaba probablemente la verían, haciendo que eso se volviera un desastre.
Aún así...
Se asomó a una velocidad tan lenta que hizo que le temblaran las manos y vio, entre las ramas del arbusto, un coche detenido en medio del camino. Había tres puertas abiertas. Pero no había rastro de na...
—¿No habías dicho que aquí había un río? —preguntó una voz que sonó como si estuviera encima de ella.
Alice se tapó la boca con una mano, conteniéndose para no gritar del susto. No se esperaba que estuvieran tan cerca. El hombre que había hablado, estaba literalmente al otro lado del arbusto, mirando a su alrededor con las manos en las caderas.
—Eso creía —dijo una voz extrañamente familiar.
Alice se asomó un poco más y vio, a unos metros, a Kenneth con su mono gris de la ciudad impecable. Parecía ser el guía. Le entraron ganas de escupirle en las botas.
—Pues creías mal —dijo el otro chico desconocido.
Eran tan jóvenes... debían tener la edad de Alice. O menos, incluso. No eran avanzados, eso seguro. Y Deane, la muy inconsciente, los enviaba solos a las exploraciones.
No quería ni imaginarse qué pasaría si se cruzaban con salvajes.
—Pero, ¿no tendríamos que seguir buscándolos?
—Deane no se enterará si hacemos un pequeño descanso —aseguró Kenneth—. Son un androide y unos cuantos inútiles, no son muy rápidos.
—Eso seguro —murmuró otro, divertido.
Kenneth se detuvo un momento, escuchando con atención.
—Mirad por ahí. Seguro que el río está cerca. Puedo oírlo.
Por suerte, había señalado la dirección contraria, el muy idiota.
Alice aprovechó el primer segundo en que le dieron la espalda para salir corriendo lo más sigilosamente posible.
Seguía haciéndose pis, por cierto.
Cuando llegó con los demás, debieron verle la cara de horror, porque Tina se puso de pie enseguida.
—¿Te has hecho daño?
—¡Tenemos que irnos ahora mismo! —ella se apresuró a meter en las mochilas todo lo que habían sacado—. He visto a Kenneth y a otros dos alumnos de Deane.
—¿Qué? —Rhett también se puso de pie rápidamente—. ¿Dónde?
—Ahí, justo detrás de esos arbustos. Nos están buscando, pero querían encontrar el río y...
—¡Ahí está, idiota!
La voz sonó tan cercana que todos se quedaron petrificados un momento. Jake y Trisha estaban saliendo del agua en esos momentos, y fueron los primeros en empezar a correr, agarrando sus cosas. Como si estuvieran coordinados, Tina agarró una mochila, Alice otra y Rhett la última. Cada cual no tardó en encontrar un lugar donde esconderse. En el caso de Alice, fue detrás del árbol gigante. Cuando vio que Jake miraba aterrado a su alrededor, lo agarró del brazo y lo pegó a ella bruscamente. Él pareció querer preguntar algo, así que le tapó la boca con una mano.
—¿Lo veis? Os dije que estaría por aquí —dijo Kenneth, deteniéndose en el claro en el que habían estado ellos unos segundos antes.
—Pero si has señalado en dirección contraria.
—Cállate, inútil. He señalado esta dirección, pero no me habéis entendido.
—¿Por qué está esto empapado? —preguntó uno de los chicos, viendo la zona por la que Trisha y Jake habían salido.
Alice giró la cabeza y miró a Rhett, oculto tras una roca a unos metros de ellos dos. Intercambiaron una mirada antes de que él volviera a clavar los ojos en el grupo, colocando una mano en su pistola.
—No eres el único que tiene calor, lerdo. Los animales también vienen a beber. Alguno se habrá caído al agua.
—¿Lerdo? ¿De verdad me acabas de llamar eso?
—Pues sí. ¿Vas a ponerte a llorar?
—¿Qué tienes? ¿Cinco años?
—Tendré lo que quieras, pero tú eres un lerdo y yo no.
Y empezaron a pelearse entre ellos con empujones y puñetazos mientras Kenneth suspiraba y se dejaba caer sobre la hierba húmeda del río.
—No sé vosotros, pero yo no pienso seguir sudando como un cerdo porque a Deane no le apetezca buscar a esos por sí misma —aseguró.
Los demás no tardaron en dejar de pelearse y quitarse la ropa para lanzarse al agua entre risas y gritos. Los muy idiotas iban a atraer a alguien haciendo tanto ruido. Jake quitó la mano de Alice para asomarse un poco y ver qué pasaba.
—Tenía que ser el que me dio una paliza —masculló Jake.
—Si se acerca, Trisha le dará otra —aseguró Alice.
Pensó en salir corriendo aprovechando que estaban ahí ocupados, pero Kenneth seguía fuera del agua y echaba ojeadas continuas por todos lados. Era arriesgado. Y, aunque ellos fueran más... ellos estaban bien equipados. Y Deane debía saber dónde los había enviado. Si desaparecían, sabría dónde ponerse a buscarlos. Y no tardaría a encontrarlos a ellos.
No. Lo mejor era esperar y suplicar que no los vieran.
Pareció que pasaba una eternidad hasta que por fin los dos chicos salieron del agua y se pusieron la ropa seca. Alice suspiró, aliviada, pero todo su alivio se marchó cuando vio que, lejos de irse, se sentaban en el suelo con Kenneth y se abrían unas latas de cerveza que uno había ido a buscar al coche.
—Si se emborrachan y se duermen, me pido darle la primera patada a Kenneth —susurró Jake.
—Y yo la segunda.
—¿Crees que estarán vivos? —preguntó uno de los chicos a Kenneth.
—¿Los que se escaparon? No, no lo creo —aseguró él.
—¿Y por qué seguimos buscándolos como idiotas?
—Porque así podemos salir de esa maldita ciudad.
Se quedaron los tres en silencio un momento.
—¿Habéis oído eso de que la androide se escapó de la ciudad por la noche? —preguntó finalmente uno de los chicos.
Claro, Deane no les había contado que la había vendido a los de las caravanas. Sabía que la noticia no iba a ser del agrado de todos, aunque era la única opción que tenía si no quería exponerse a que le hicieran daño. Seguramente había preferido esperar a tener una buena recompensa para dar la noticia, y así aplacar el enfado de los de la ciudad.
Y, ahora que Alice había desaparecido y no tenía su preciada recompensa, necesitaba encontrarla cuanto antes. Y se había inventado que la habían ayudado a escapar para ganar tiempo antes de que la gente empezara a cuestionarse qué estaba pasando de verdad.
A Alice le sorprendió lo fácil que era seguir la mente de Deane. Hubo una época en que la había creído una persona astuta, malvada y a la que tener miedo. Ahora... le parecía solo una mujer sola y asustada aferrándose a cualquier cosa para no desesperarse.
Casi sintió lástima por ella. Casi.
—Deane estaba furiosa —dijo el otro chico—. Dijo que recompensaría muy bien a quien encuentre al androide.
Alice se fijó en que Kenneth no decía nada y entrecerró los ojos.
—¿No la conocías? —le preguntó uno de los chicos.
—¿Al androide? —Kenneth se encogió de hombros—. No demasiado.
—¿No la acusaste tú de serlo?
—¿Quién te ha dicho eso?
—Lo dice todo el mundo —aseguró el chico, riendo—. Dicen que como no quiso nada contigo, empezaste a decirle a todos que era un androide, y dio la casualidad de que lo era de verdad.
—Yo no dije nada de eso a nadie. Fueron Shana y Tom —farfulló, como si le diera envidia que se le hubieran adelantado—. Se lo dijeron a Deane. Por eso ahora son sus favoritos.
Hubo un momento de pausa.
—Pues estaba bien hecha —comentó uno de los chicos—. Nunca habría dicho que era humana.
—Ese es el punto le dijo el otro.
—Me refiero a que estaba muy bien hecha —sonrió perversamente—. Ya me entiendes, ¿eh?
Y los dos se pusieron a reír bajo la mirada irritada de Kenneth.
Alice vio que Rhett negaba con la cabeza desde su escondite, con mala cara.
—A mí me preocupa más que convenciera a esos idiotas de que la ayudaran que el hecho de que esté buena —espetó Kenneth—. Y pensar que dos de ellos fueron guardianes durante años...
—Son unos traidores.
—Sí, ojalá Deane los cuelgue del muro cuando los devolvamos a la ciudad.
Alice miró a Tina, que mantenía su expresión serena, poco asustada.
Bueno... no es que esos tres inspiraran mucho terror, la verdad.
—Lástima que probablemente esté muerta —murmuró un chico—. Aunque es mejor así. El mundo está mejor sin esas cosas.
—Sí —asintió el otro.
Pero Kenneth sacudió la cabeza.
—No está muerta —les aseguró.
—¿Y tú qué sabes?
—Solo lo sé. Vi cómo luchaba.
Vaya, era la primera vez que decía algo verdaderamente bueno de Alice.
—Sí —uno de los chicos se echó a reír—. Te dio una paliz...
Se calló de golpe cuando Kenneth lo fulminó con la mirada.
—Hora de volver —ordenó—. Ahora.
Los otros dos intercambiaron una mirada aterrada antes de asentir y apresurarse a marcharse con él. Sin embargo, nadie de los que estaban escondidos se movió hasta que escucharon que el motor del coche se alejaba de ellos.
Alice soltó a Jake, aliviada.
—Eso ha estado cerca —aseguró él.
***
—Genial, hemos terminado la comida —protestó Jake, buscando en su mochila—. ¿Qué haremos ahora?
Era mediodía del día siguiente, el momento en que Jake empezaba a ponerse nervioso si no comía nada. Y se habían quedado sin frutos secos y verduras.
—¿Has traído la escopeta? —le preguntó Tina a Rhett.
Él asintió con la cabeza y se puso de pie. Alice frunció el ceño.
—Espera, ¿qué piensas hacer?
—Cazar algo —sugirió él, como si fuera evidente.
—¿Un animal? —Jake pareció horrorizado.
—Pues sí, Jake, un animal, de esos que se mueven y corretean por el bosque. Supongo que te sonará el concepto
—¡No puedes matar a una ardilla indefensa! —le dijo Jake, horrorizado.
—¿Indefensa? El otro día saliste corriendo y gritando porque una ardilla pasó corriendo por delante de ti.
—¡No puedes matarlo, Rhett!
—Oh, venga ya...
—¿Eres consciente de que el puré de la cafetería tenía carne? —preguntó Trisha, mirando hacia el bosque con aburrimiento—. Y la carne seca que comías el otro día también. Y mil otras cosas que has comido sin protestar.
—Pero... a esos animales no los veo sufrir —masculló él, frunciendo el ceño
—A este tampoco —aseguró Rhett.
—¡Vamos, podemos comer cualquier otra cosa!—sugirió Jake.
—Voy a cazar lo que sea, y te va a gustar, así que no te quejes —Rhett puso los ojos en blanco.
—No, no lo caces —suplicó Jake.
—Déjame en paz.
—Pero...
—Jake —Rhett lo cortó.
—Rhett —Alice intervino, algo nerviosa por pensar en el pobre animalito, y lo miró fijamente—. No lo hagas.
Hubo un momento de silencio, y al final Rhett sentó de nuevo, a regañadientes. Jake parecía aún más indignado que antes.
—¿Por qué a mí me ignoras cincuenta veces y a ella la escuchas a la primera?
—Porque ella tiene mejores tetas que tú —sugirió Trisha, sonriendo un poco.
—¡Yo no tengo tetas! —chilló Jake, tapándose el pecho con los brazos.
—Yo sí —sonrió Alice.
Rhett la detuvo de un manotazo cuando hizo un ademán de levantarse la camiseta.
—Un momento —Jake miró a Rhett con los ojos abiertos de par en par—. ¿Le has estado tocando...?
—¡Jake! —Alice notó que el calor empezaba a acumularse en sus mejillas.
—¡Pórtate bien con ella! —Jake lo señaló—. Si me entero de que has estado haciendo según qué cosas malas...
Dejó la frase al aire y, por algún motivo, debió ver algo de culpabilidad en sus caras, porque ahogó un grito dramático.
—¡Te ha tocado las tetas! —chilló Jake, mirando a Alice como si fuera la culpable del mayor de los pecados.
—Qué más quisiera yo... —masculló ella, de mal humor.
Trisha empezó a reírse a carcajadas cuando Rhett se puso completamente rojo.
—Entonces, eso es un no —dedujo Jake.
—Claro que lo ha hecho —dijo Trisha, divertida—. Mírales las caras, Jake.
—¡Tú no te metas! —le gritó Alice.
—Yo que tú, ahora dormiría entre ellos dos, Jake —ella sonrió, aún más divertida—. Por la noche veo mucho movimiento por su zona.
El único movimiento que había en su zona era el de Alice cuando tenía pesadillas, desgraciadamente.
Jake volvió a mirar a Rhett, que a su vez clavó una mirada significativa en Trisha.
—Cállate —y se apresuró a retomar el tema anterior—. Ahora, ¿alguien va a ayudarme a encontrar comida?
—Yo iré —se ofreció Alice.
—Se van solos... —le susurró Trisha a Jake—. Al bosque, solos...
—No —Jake se puso de pie rápidamente—. Iré yo. Tú... quédate aquí, Alice.
Al final, fueron Jake y él quienes se marcharon, y las tres chicas se quedaron, organizando sus cosas y lavándose por última vez. Ese día volverían a emprender la marcha hacia a algún lugar que Alice probablemente no conocía. Por lo visto, tenían que tomar toda la comida que pudieran, porque pronto llegarían a las ciudades abandonadas, y ahí no había nada a lo que sacar provecho. Además, tenían que cruzarlas rápido si no querían cruzarse con los salvajes.
Rhett y Jake volvieron un rato más tarde. Al final, Rhett sí había cazado algo, pero en su lugar comieron un puñado de frutos secos y plantas junto con una de las latas de comida... cuyo resultado fue sorprendentemente satisfactorio.
—¿Dónde vamos, exactamente? —preguntó Alice al final de la comida, ya que la pregunta había rondado su cabeza bastante tiempo.
—A otra ciudad —le dijo Jake, con la boca llena de comida.
—¿Tú sabes dónde vamos?
—No.
—¿Y por qué respondes? —Trisha lo miró con mala cara.
—¡Bueno, supongo que vamos a una ciudad!
Alice suspiró y se giró hacia Rhett.
—¿A qué ciudad?
—A una ciudad militar.
Ese término era nuevo. Lo meditó unos instantes, dubitativa.
—¿Por qué? —preguntó Alice.
—Porque conozco al líder de la ciudad —le dijo Rhett.
Por el tono, dedujo que había algo más que añadir.
—¿Al líder de la ciudad? ¿Yo también lo conozco?
—Has oído hablar de él —aseguró él.
—¿Quién es?
Rhett hizo una pausa, apartando la mirada.
—Mi padre.
Ella se quedó mirándolo fijamente, pero no tardaron en cambiar de tema. No pudo seguir preguntando.
Esa misma tarde recogieron todo y lograron salir del bosque. Tal como recordaba Alice, el exterior era solo un vado sin hierba ni vegetación, con ciudades abandonadas y edificios medio destruidos por el fuego.
Ciudades enteras reducidas a cenizas... era un espectáculo muy triste.
Ya casi era de noche cuando llegaron a la primera ciudad. Rhett iba liderando el grupo, pero fue Trisha la que señaló una casa mínimamente estable al otro lado de la calle. Era de las pocas que tenía puerta y cortinas, y lo más importante era que tenía chimenea, así que podrían hacer fuego por la noche, cosa que se agradecía. Rhett les había prohibido hacer fuegos en el exterior porque podían atraer visitas desagradables, pero el humo solo era mucho más difícil de detectar, y más en una noche con apenas estrellas y luna por las nubles de contaminación.
Ese día, cada vez que entraban en una casa, Rhett lo hacía el primero con una pistola, revisándola de arriba a abajo. Alice le había preguntado varias veces si podía hacerlo ella, pero las respuestas no habían sido muy satisfactorias.
Así que, cuando Rhett suspiró y se giró hacia ella, no pudo evitar una sonrisa entusiasta.
—No te emociones —advirtió él—. Entra conmigo, pero puede ser pelig... ¡Alice!
Pero ella ya estaba revisando la casa ella solita muy concienzudamente, con la pistola en la mano.
No había nadie dentro. De hecho, apenas había nada. La mayor parte de los muebles se habían roto o estaban quemados, y el resto habían sido robados por los miembros de ciudades que seguían con vida. Volverían a dormir en el suelo, al menos la mayoría, pero al menos tendrían un techo.
—¿Dormimos cada uno en una habitación o todos juntos? —preguntó Alice, subiendo unas pequeñas escaleras y viendo que había tres habitaciones con camas.
—¿Hay sábanas? —Rhett se asomó por encima de su cabeza.
Cuando estaba con Rhett, siempre se sentía baja. Y eso que ella no era especialmente baja. De hecho, le sacaba unos pocos centímetros a la mayoría de chicas de su antigua habitación. Y a algunos chicos.
—Están sucias —murmuró ella, escondiendo la pistola—, pero sí.
—Entonces, cada cual que se pida una habitación.
—Alguien podría compartirla —sugirió Alice, sonriendo como un angelito.
Y, pese a que el pobre no había dicho absolutamente nada, Jake pasó por su lado y lo miró con el ceño fruncido.
—Te estaré vigilando, vaquero.
Todo el mundo empezó a correr, y Alice hizo lo que pudo y más por quedarse atrasada. Al final, los únicos que no tenían habitación eran Rhett y ella. Tuvo que fingir con todas sus fuerzas para que no se notara lo satisfecha que estaba con la decisión.
—Supongo que tendremos que dormir en el salón —dijo ella, suspirando.
Rhett le entrecerró los ojos.
—¿Por qué estás contenta con esto? ¿No quieres dormir sobre una cama?
—Prefiero dormir sobre ti.
Rhett abrió mucho los ojos y sus orejas se volvieron de un rojo tan vivo que Alice empezó a reírse a carcajadas.
—Tranquilo, mantendré la distancia —le aseguró, dándole una palmadita en el pecho—. No quiero asustarte, vaquero.
—No podrías asustarme ni aunque quisieras.
—Claro, claro...
Sin embargo, no habían llegado a bajar al salón de nuevo cuando Jake se plantó entre ellos, claramente indignado.
—Te cedo mi habitación —le ofreció a Alice.
—¿Qué? Jake, no es...
—¡He dicho que te la cedo! —empezó a empujarla hacia la puerta, hasta que a ella no le quedó más remedio que quedarse encerrada en ella, con mala cara.
Esa noche, había intentado dormirse por un buen rato, y aunque estaba agotada, no conseguía hacerlo. Simplemente daba vueltas en la cama vieja, haciendo que la madera crujiera cada vez más, hasta que se rindió y se puso de pie, acercándose a la puerta de puntillas.
Asomó la cabeza por el pasillo y vio que el fuego de la chimenea iluminaba la parte de éste más cercana al salón. Lo demás estaba completamente a oscuras.
Sin hacer un solo ruido, consiguió deslizarse hasta el salón, donde se detuvo en seco al ver a Jake, pero se calmó al ver que estaba durmiendo en el sofá con la boca abierta y roncando. Rhett estaba agachado junto al fuego.
Debió oírla, porque se giró de golpe con el ceño fruncido, pero se calmó enseguida al ver que era ella.
—Maldita sea, Alice —soltó en voz baja—. Me has asustado.
—¿No has dicho que no podría asustarte ni aunque quisiera?
—Está claro que he cambiado de opinión.
Ella sonrió ligeramente, acercándose.
—No podía hacer ruido.
—Sí —Rhett clavó la mirada en Jake—. Tenemos a tu guardaespaldas vigilando.
—Precisamente por eso... —ella sonrió angelicalmente— he pensado que quizá te apetecía venir conmigo.
—¿Dónde? —él frunció el ceño.
—A la habitación —dijo ella, poniendo los ojos en blanco—. ¿Dónde crees? ¿Al bosque?
—Contigo no me sorprendería —aseguró él.
—Bueno, ¿vienes?
Rhett lo consideró un momento, mirando a Jake.
—Ahí no podremos despertarlo —aseguró ella.
—¿Haciendo qué, exactamente?
—Ya veremos —impaciente, lo agarró del brazo y lo arrastró a la habitación, cerrando la puerta a su espalda. Con otra persona ahí dentro, ese cuarto parecía ridículamente pequeño.
Alice no esperó un momento más, después de todo, llevaba el día entero haciéndolo. Le rodeó el cuello con los brazos y lo besó en los labios. Pilló a Rhett tan desprevenido que dio un paso atrás, apoyándose en la pared. Ella se puso de puntillas tan alta como pudo para seguir, pero se quedó colgada cuando él apartó la cara.
Se quedó mirándolo, sorprendida.
—¿Qué...?
—No... no estoy realmente para esto hoy, Alice —dijo él.
Ella se separó, sintiéndose ridícula de pronto, y miró a cualquier parte que no fuera él. Decidió sentarse en la cama, más que nada para tener algo que hacer.
—Ah, bueno... —dijo, confusa.
Nunca la había rechazado de esa manera.
—No es por ti —aseguró enseguida, viéndole la cara—. Es solo... que estoy un poco... nervioso, supongo.
—¿Por qué?
Rhett se mordisqueó el interior de la mejilla, pensando. Quizá no quería decírselo.
—La idea de ver a mi padre no me... entusiasma, precisamente —dijo, finalmente.
Alice pensó en su padre. Habría dado lo que fuera por volver a verlo, aunque fuera solo una vez. Y Rhett no quería ver al suyo.
Aunque era comprensible, todavía recordaba lo que le había dicho de él. No recordaba que hubiera mencionado nada agradable.
—¿Por qué no vamos a la ciudad que dijo Tina? —preguntó.
—Porque tu herida se pone peor cada día —murmuró él, sentándose a su lado—. Y prefiero volver a ver a mi padre a dejar que pierdas un brazo.
Alice no pudo evitar sentir una oleada de culpabilidad. Si no fuera por su herida, el plan no habría cambiado. Si no fuera porque era una androide, no estarían en esa situación.
Pero le daba la sensación de que Rhett se merecía ese momento para desahogarse mucho más que ella, así que se limitó a ponerle una mano en el hombro.
—¿No echas ni un poquito de menos a tu padre? —preguntó, mirándolo.
—No —dijo enseguida.
—Quizá... él si te echa de menos a ti.
—No lo creo, Alice. No es que no nos soportáramos, pero nuestra relación nunca ha sido la mejor entre un padre y un hijo.
—¿Por qué no?
—Él siempre ha sido un idiota, y yo heredé parte de eso —él sonrió, mirándola—. Como ya habrás comprobado.
—Yo no creo que seas un idiota —hizo una pausa, dubitativa—. Bueno... a ver...
—¿Bueno, qué? —él frunció el ceño, ofendido.
—A veces, lo eres un poco.
—Oh, vaya, gracias.
—¡Pero eso no quiere decir que no me guste!
—Pues a mi padre no le gustaba. Era demasiado estricto, y yo hacía lo posible por no obedecerle nunca, así que nos llevábamos mal, como podrás imaginarte.
—¿Qué significa ser estricto?
—Significa que era un viejo amargado que no dejaba de dar órdenes y esperaba que todo el mundo las cumpliera —dijo Rhett—. Hace casi siete años que no lo veo, pero estoy seguro de que no ha cambiado.
Ella abrió mucho los ojos.
—¡¿Siete años?!
—Vive en otra ciudad —se justificó.
—¿Y qué? Es tu padre —ella frunció el ceño—. Se supone que... debería quererte. Y cuidarte... ¿no?
—Te aseguro que a lo único que ha querido alguna vez es a sí mismo.
—¿Y... a tu madre?
—Mi madre no lo quería, solo lo aguantaba porque no quería que fuera hijo de unos padres divorciados.
—¿Qué es divor...?
—Cuando dos personas casadas se separan.
Ella se quedó en silencio un momento, reflexionando.
—¿Por qué nunca me dijiste nada de todo esto?
—Te hablé de mis padres —él frunció el ceño.
—No hablo de eso, sino de que él seguía vivo.
—Ya te lo he dicho, hace siete años que no lo veo. Tenía la esperanza de no tener que acudir a él para que nos ayudara.
—Ya veo —murmuró ella—. Bueno... después de tantos años... quizá los dos hayáis cambiado a mejor y podáis intentar tener una buena relación, ¿no?
—Alice, tú no lo conoces tan bien como yo —él se puso de pie—. Ahora, debería irme antes de que alguien note mi ausencia.
Alice no respondió, pero no pudo evitar poner mala cara cuando vio que él se dirigía a la puerta.
Rhett, como había hecho en más de una ocasión, se detuvo en mitad del camino y retrocedió, agachándose para besarla. Alice notó que el colchón se hundía cuando clavaba una mano en él, al lado de su cadera, y con la otra la sujetaba de la nuca. Ella no se movió, esperando un beso corto, pero para su sorpresa, cayó de espaldas sobre la cama cuando él la tumbó, clavando una rodilla en el colchón para quedarse suspendido sobre Alice.
Ella se quedó tan sorprendida que no fue capaz de moverse, solo notó que su beso era mucho más intenso que cualquier otra vez que la hubiera besado. Solo fue capaz de seguirlo unos segundos después, pero cuando él la agarró con una mano de la cadera se volvió a quedar paralizada, y no precisamente porque lo sintiera desagradable. Contuvo la respiración cuando notó que la mano en su cadera la agarraba con un poco más de fuerza, arrugando la camiseta. Su corazón latía a toda velocidad.
Y, cuando por fin fue capaz de levantar las manos para tocarlo, él se separó tan rápido como había vuelto, sonriendo.
—Duerme bien, Alice —y se marchó, dejándola sola y con la cara completamente roja y acalorada.
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