26 - 'El androide'

—¡...se te ocurre hacerte esa cosa!

—¡A mí me gusta! —le gritó Alicia, furiosa.

—¿Crees que me importa que a ti te guste o no? ¡Tienes diecisiete años, por el amor de Dios! ¿Dónde te lo has hecho? ¡Es ilegal! ¿Ese novio loco te ha obligado?

—Mi novio no está loco, mamá.

—Pero... ¿tú has visto la barbaridad que tienes en la espalda, Alicia? ¡Un tatuaje! ¿En qué momento se te pasó por la cabeza?

—¡Es mi cuerpo!

—¡Eres una niña!

—¡No soy una niña, el año que viene seré mayor de edad y me iré de esta casa, así deja de tratarme como si lo fuera!

—¿En serio? ¿Y dónde te crees que irás? ¿Con tu novio? Si es que seguís juntos, claro...

—¡No sabes nada de mi vida! —Alicia estaba histérica. Tenía los puños tan apretados que le dolían las palmas de las manos.

—¡Me da igual! Mientras vivas en esta casa, MI casa, tendrás que seguir mis normas, ¿te ha quedado claro?

—¡Eres una vieja insoportable!

—¡Alicia! —su madre la miró, sorprendida, antes de cambiar a una expresión más severa, jamás le había dicho algo así—. ¿Crees que esa es manera de hablar a tu madre?

Alicia agachó la cabeza. Tenía razón. No entendía qué le pasaba. Se pasó una mano por la cara. De pronto, se sentía agotada.

—Lo siento, mamá —masculló.

Su madre le puso una mano en el hombro, mientras que tenía la otra en la barriga, cada vez más redonda por el embarazo. Quizá tendría que haberle dicho que su novio y ella habían pensado en hacerse un tatuaje juntos. Después de todo, era su madre.

—¿Qué pasa? ¿Te hace algo ese chico? ¿Te ha...? ¿Te ha hecho algo que no te gustara? ¿Te ha obligado a hacerte eso?

—Pero ¿de qué hablas? —se separó de ella bruscamente

—Creo que lo sabes muy bien.

Alicia miró a su madre y sintió ganas de golpear algo, lo que fuera.

—¿Qué pasa? ¿Que porque tú te casaras con un imbécil crees que yo seré igual de estúpida?

—¡Alicia!

—¡Estás insoportable desde que se fue! —Alicia no podía parar—. ¿Qué crees? ¿Que volverá? Pues olvídate. Lo último que supe de él fue que iba a por el coche. Ni siquiera se despidió.

—Para —advirtió su madre.

—¡Le importamos una mierda! ¡Asúmelo de una vez! ¡Encuentra un trabajo! ¡Haz algo!

—¿Crees que esto está siendo fácil para mí? —preguntó su madre, con lágrimas en los ojos.

—¿Qué hay de mí? ¡Siempre hablas de ti! ¡Siempre! Pues, ¿sabes qué? ¡Que nos dejó por tu culpa! ¡Por ser así! ¡Una zorra egoísta que...!

Sintió que su cabeza se movía hacia la derecha y su mejilla empezó a picarle. Ni siquiera había visto venir ese golpe. Cuando miró de nuevo a su madre, vio que estaba a punto de llorar.

—Retira eso ahora mismo —le dijo con voz temblorosa.

—Es la verdad —le dijo Alicia, también con la voz temblorosa—. Y lo sabes.

Se dio la vuelta y fue directamente a la puerta principal. Escuchó a su madre gritándole que volviera cuando abandonó la casa, pero no escuchó, solo siguió caminando hasta alejarse de ella.

•••

—¡Alice!

Ella abrió los ojos y vio la cara de Rhett delante de ella. Tardó un momento en darse cuenta de dónde estaba. Tenía el corazón acelerado, y le dolían las palmas de las manos, como si ella misma hubiera apretado los puños. Por no hablar de la mejilla... se llevó una mano a la zona afectada, pero no había nada, solo un ligero escozor.

—¿Estás bien? —preguntó Rhett, haciendo que volviera a centrarse en la realidad.

—¿Q-qué pasa? —preguntó.

—Estabas teniendo una pesadilla —le dijo él con cierta suavidad.

Alice miró a su alrededor. Seguía en su habitación, y se había hecho de día. Le dolía el cuerpo entero, como si lo hubiera tenido tenso por mucho tiempo seguido.

—¿Ah, sí? —preguntó, fingiendo no saber de qué hablaba sin saber muy bien por qué.

—Sí —Rhett la miró con una ceja enarcada.

—Yo... no recuerdo sobre qué era.

—Claro —murmuró él, pero no parecía muy convencido.

Alice se incorporó y vio que él había puesto su iPod en su mesilla otra vez. Debió quitárselo mientras dormía. Se puso lentamente de pie y miró a Rhett, que se estaba poniendo unas botas. Por el pelo húmedo, dedujo que se acababa de duchar. Se estiró, intentando olvidarse del estúpido sueño.

—En media hora habrá una reunión en la sala grande con todos los que seguimos en la ciudad —le dijo—. Tenemos que avisar a todo el mundo. Y si quieres ducharte o algo así...

—Um... sí, claro.

Rhett se puso de pie y ella se mordisqueó el labio inferior.

—¿Qué crees que pasará ahora?

Él la miró con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres?

—Con Deane. Prácticamente se está coronando como sustituta de Max.

Rhett volvió junto a ella y se sentó en la cama. Se quedó pensativo durante unos segundos.

—No será tan estúpida.

—¿Se te olvida que hablamos de Deane? —Alice enarcó una ceja.

Él volvió a quedarse callado unos segundos.

—Creo que ni Deane es tan estúpida —la miró de nuevo—. Aunque... es la última persona en la que confiaría en este mundo.

—¿Y qué vamos a hacer?

—No te preocupes por ella. Sigo siendo guardián. Si quiere hacer algo, tiene que consultarlo primero conmigo.

—Pero...

—Alice, no dejaré que se acerque a ti.

—No estoy preocupada por mí —replicó ella, soltando por fin lo que había estado pensando—. ¿No te parece un poco sospechoso que ella sobreviviera, al igual que sus alumnos...?

—Alice... —empezó a advertir.

—¡Es verdad! Pareció que sabían exactamente cuándo tenían que aparecer para ser los héroes de la noche y...

—Alice, fueron los de Ciudad Capital. Sé que Deane no te gusta, pero eso no quiere decir que...

—¡Sus alumnos son los únicos que no han sufrido bajas! ¿Es que no te parece raro?

Esta vez, él se quedó callado, mirándola con expresión pensativa.

—No lo había pensado hasta ahora —murmuró finalmente.

—Yo... sé que lo que digo es grave, pero... Deane parecía estar esperando que Max despareciera para controlar la ciudad.

Pero él seguía sin parecer del todo convencido.

—Tiene sentido, sí, pero...

—Espera, déjame terminar —ella respiró hondo—. Si eso es así, las siguientes figuras de autoridad que pueden pararla... sois vosotros.

Rhett sonrió, burlón.

—¿Crees que va a intentar matarme o algo así?

—Rhett, lo digo enserio.

—Deane está loca pero no tanto, Alice.

—¿Estás seguro? —cuando intentó levantarse, lo retuvo por el brazo—. ¿Estás completa y absolutamente seguro de que sería incapaz de tener nada que ver con lo que pasó ayer?

—Bueno, no exactamente, pero...

—Rhett —ella lo interrumpió—, estoy hablando muy en serio. Ten cuidado.

—Oye, no necesitas preocuparte por mí, sé cuidar perfectamente de mí mismo —aseguró—. Pero, si te sientes más segura... tendré un plan B. De hecho, hace un tiempo que pienso en ello.

—¿Cuál?

—¿No te has cansado de vivir aquí? —Rhett se inclinó hacia ella—. Conozco una ciudad no muy lejos que...

Se escuchó un silbido proveniente del exterior de la habitación. Ambos se asomaron la ventana y se asomaron, viendo que los alumnos de Deane estaban dando el aviso de que en media hora habría una reunión.

—Tengo que irme —Rhett se puso de pie—. Supongo que querrán que hablemos entre nosotros antes de empezar.

—Nos vemos después —dijo Alice, más apenada de lo que pretendía sonar.

Rhett estaba ya a medio camino, pero suspiró, volvió a atrás, la sujetó de la nuca y le dio un beso corto en los labios.

—Estaré bien. Te lo prometo.

Dicho esto, se marchó y ella empezó a vestirse.

•••

Como Rhett era guardián, ocupó su puesto en la mesa alta, mientras que ella se quedó entre el público, sentada entre Jake y Trisha. Habían llegado muy temprano, así que tenían su sitio en primera fila.

Alice observó a los guardianes con cuidado. Deane lucía extrañamente contenta, cosa que a Alice no le gustó nada. Tina estaba agotada, sin duda alguna. Y Rhett... él miraba a su alrededor con despreocupación.

Sus miradas se cruzaron un momento y él pareció tensarse un poco. Eso no era buena señal. Fuera lo que fuera que habían hablado antes con Deane... no era bueno.

Alice intentó preguntarle con la mirada qué estaba pasando, pero la voz de Deane la interrumpió e hizo que ambos se giraran hacia ella.

—Bienvenidos todos —Deane se puso de pie y todo el mundo se calló—. Sé que no es un buen día para convocar una reunión, pero me temo que era muy urgente.

—¿Dónde está Max? —preguntó alguien por la parte de atrás.

—De eso, precisamente, quería hablar —Deane volvió a sonreír de manera misteriosa—. De lo que pasó anoche.

Hubo un silencio tan opaco que a Alice le recordó a su antigua zona. No le gustó nada.

—Los acontecimientos de ayer fueron... una desgracia —empezó, repiqueteando los dedos en la mesa—. De eso no me cabe duda. Perdimos a muchos más de los que jamás hubiéramos creído que podríamos perder. Pero... hay que afrontar la situación.

Lo peor es que ni siquiera hablaba de ello como si hubieran perdido a personas que querían, sino simplemente armas que poder usar contra la capital. Alice no pudo evitar que su expresión se volviera sombría cuando Deane siguió hablando con su sonrisita.

—Por eso, he decidido que tengo que tomar unas cuantas decisiones.

Tina levantó la cabeza al instante, como si no esperara oír eso, y echó una ojeada a Rhett. Él también dejó la expresión despreocupada a un lado para centrarse en Deane.

—Para que entendáis dónde quiero llegar —siguió Deane, ignorándolos—, primero tengo que contar una pequeña historia que os resultará familiar.

A Alice le dio la sensación de que la miraba durante un segundo antes de seguir hablando, y se tensó en su asiento.

—Hace ya unos meses, una de las zonas principales, la de los androides, fue masacrada por Ciudad Capital, lo que supuso una clara victoria por parte de los humanos y una clara derrota para los científicos. Bueno, se dice que solo hubo dos supervivientes. Una es nuestra querida Alice, como bien sabréis, una inocente niña criada en esa zona... y el otro superviviente, desafortunadamente, fue un androide.

Alice miró a Deane con un nudo en la garganta. No le gustaba por dónde iba esa conversación. Apretó los labios cuando notó todas las miradas de la ciudad clavadas en ella. Pero Deane sonreía.

Jake le puso una mano en la muñeca.

—¿Crees que sabe...?

—Sht —Trisha se había inclinado hacia delante con el ceño fruncido.

Entonces, Alice cayó en el hecho de que nunca le había dicho a Trisha nada de su condición.

Encontró la mirada de Rhett, que ahora parecía de todo menos despreocupada. De hecho, fue la primera vez en su vida que vio algo de miedo en sus ojos.

—El androide —continuó Deane— ha dado muchos más problemas que Alice, claro. Los de Ciudad Capital nunca dejan un trabajo a medias. Por eso, han estado buscando por todas las ciudades de los rebeldes, intentando encontrar al androide fugado, que supone un claro peligro para todos. Porque, vamos, somos conscientes de lo peligrosas que son esas máquinas. Querían asegurarse de nuestra protección y, pensando que estaba oculto aquí y nosotros lo encubríamos, nos tomaron por defensores de los androides y... bueno, ya sabéis cuales han sido las consecuencias, repetirlo sería inútil.

Alice miró a Rhett, que tenía la mirada clavada en Deane.

—Pero —levantó un dedo—, como no encontraron nada, decidieron secuestrar a nuestro querido... no, queridísimo Max, como rehén. Eso significa que, o bien les damos al androide que quieren, o lo matarán. Y no queremos que eso pase, ¿verdad?

—¡Ni siquiera está aquí! —dijo alguien detrás de Alice, haciendo que tragara saliva y la mano de Jake se apretara entorno a su muñeca.

—Eso habrá que descubrirlo —Deane sonrió—. Hace poco, descubrimos que los androides no son máquinas independientes a la vida humana. De hecho, se construyen gracias a humanos moribundos. Hacen que su sistema vuelva a funcionar... y ese humano deja de ser humano para ser su esclavo. Podrían hacerlo con cualquiera de nosotros. Cualquiera —hizo una pausa, disfrutando de las caras de horror de la gente—. De hecho, podrían haberlo hecho con la persona que tenéis sentada al lado, una persona que habéis conocido durante toda vuestra vida... una persona que podría estar aquí solo para espiarnos... y ni siquiera lo sabríais.

Silencio absoluto.

Alice no entendía muy bien qué estaba haciendo. ¿Es que quería crear el pánico? ¿Era eso? ¿De qué le serviría? Seguro que Deane ya sospechaba de ella, y si la señalaba... la gente no tardaría ni cinco minutos en acercarse a mirar su número. Entonces, ¿por qué lo estaba alargando tanto?

—El androide ha podido estar entre nosotros todo este tiempo sin que lo supiéramos —continuó—. Podría ser alguien que conocéis, en quien confiáis... podría ser cualquiera.

—Creo que voy a vomitar —murmuró alguien unos asientos más atrás de Alice.

Y los murmullos aterrados se extendieron, cosa que pareció hacer muy feliz a Deane.

—Lo primero será el registro de todos y cada uno de los ciudadanos —continuó Deane—. Se les quitará la camiseta, ya que los androides tienen un número en la zona del ombligo... y, bueno, cuando encontremos al androide oculto... os aseguro que el castigo será ejemplar.

Alice notó que a ella también le entraban náuseas. De hecho, Trisha la miró con el ceño fruncido.

—¿Estás bien?

Ella asintió, pero era la mayor mentira que había expresado en su vida.

—Ahora —siguió Deane—, dada la complicada situación y la ausencia indefinida de Max... y teniendo en cuenta que soy la más capacitada para ocupar su cargo...

—De eso nada.

La sala se quedó en silencio sepulcral cuando Rhett se puso de pie. Tenía cara de necesitar gritarle a alguien por el tema que fuera.

Deane clavó una mirada menos alegre en él.

—¿Tienes algún problema con lo que acabo de decir?

—Sí, algunos —Rhett se apoyó en la mesa, mirándola—. Max no está muerto, Deane, lo tienen secuestrado...

—¿Hay alguna diferencia?

—...y aunque estuviera muerto, nadie te ha pedido que te convirtieras en su sustituta barata.

—¿Y qué propones, Rhett? —ella apretó los labios un momento, no se esperaba esa reacción.

—Propongo que no decidas tú —replicó él—. No eres nadie para elegir.

—Soy guardiana.

—¡Enhorabuena! Pero te recuerdo que tanto Tina como yo seguimos siéndolo, también.

—Esto no es algo que se deba discutir en público —replicó Deane.

—¿Por qué? ¿Tienes miedo a que no te elijan a ti?

Durante toda la conversación, Alice empezó a escuchar murmullos de toda la sala que fueron en aumento hasta convertirse en voces confusas y asustadas. Jake, a su lado, miraba a Rhett con preocupación. A Alice tampoco le hacía ninguna gracia que se metiera tan abiertamente con Deane teniendo en cuenta de lo que era capaz esa mujer cuando se lo proponía.

—Propongo ir a buscar a Max a Ciudad Capital —Rhett clavó un puño en la mesa—. Él es quien debe gobernar la ciudad.

—Max va a morir, Rhett.

—Max no está muerto, Deane —replicó él bruscamente—, aunque eso te encantaría, ¿no es así?

Deane entrecerró los ojos.

—¿Se puede saber qué insinúas?

—Creo que lo sabes muy bien.

—Ya es suficiente —Tina se puso de pie entre los dos, golpeando la mesa con ambas manos. Todo el mundo guardó silencio al instante—. No conseguiremos nada discutiendo entre nosotros.

—¿Y se puede saber qué quieres hacer tú? —preguntó Deane.

—Se disuelve la reunión —Tina miró a su alrededor—. Quien no tenga dónde ir, que sepa que tiene el hospital a su completa disposición. Os avisaremos cuando hayamos llegado a una decisión común. Podéis iros.

Y todo el mundo empezó a hablar. De hecho, pareció que cada persona que había ahí dentro tenía algo de lo que quejarse.

Trisha, Jake y Alice se quedaron mirando un momento más a los tres guardianes restantes, que seguían discutiendo entre ellos. Alice frunció el ceño cuando vio que Deane decía algo en voz baja y Rhett se quedaba callado, apretando el puño sobre la mesa.

Entonces, Rhett se giró y dirigió una mirada y un asentimiento de cabeza a Jake que hicieron que él se pusiera de pie al instante.

—¿Qué...? —empezó Alice, dubitativa.

Pero no tuvo tiempo de hablar, porque Jake la agarró de la mano y, bruscamente, empezó a arrastrarla hacia la salida. Alice vio que Trisha se apresuraba a seguirlos, más confusa todavía. Lo último que vio en la sala fue a Rhett gritándole algo a Deane.

—¿Qué haces? —preguntó Alice.

—Rhett me dijo qué hacer si pasaba esto.

—¿Qué? —Alice se detuvo cuando estuvieron a unos metros de la sala de actos—. ¿Si pasaba qué?

Entonces, alguien chocó a propósito con ella. Al levantar la cabeza, vio que Shana y Tom la miraban. Y lo hicieron... con verdadero odio.

Al instante en que ellos se alejaron, supo qué había pasado.

—Lo sabe —masculló—. Deane lo sabe. Ellos se lo dijeron.

—¿Saber qué? —preguntó Trisha.

—¡Vamos, Alice, tenemos que irnos!

Ella lo siguió y se sorprendió al ver que la conducía directamente a las habitaciones de los instructores. Sin embargo, había tanta gente en medio de la calle que era incapaz de avanzar con suficiente rapidez. Jake empujaba a diestro y siniestro para poder abrirse paso, y Alice se apresuraba alcanzarlo.

Ah, y Trisha los seguía sin entender absolutamente nada de lo que estaba pasando.

—¿Dónde iremos? —preguntó Alice, jadeando por el esfuerzo.

—Lejos de aquí.

—Pero... ¿qué hay de Rhett?

—Él me dijo que te sacara de aquí —le dijo Jake.

—¿Y qué hará él?

—No lo sé —admitió.

—Jake, no podemos irnos sin él —ella se detuvo en seco.

—¡Alice, sé que ahora te duele, pero tenemos que hacerlo si quieres sobrevivir!

—¡No iré a ninguna parte si no estamos todos juntos!

—¿Alguien puede explicarme qué está pasando? —preguntó Trisha, empezando a irritarse.

—¡Tenemos que irnos ahora mismo! —le gritó Jake a Alice, tirando de ella con todas sus fuerzas.

Ella forcejeó un rato, y justo cuando parecía que había conseguido librarse del agarre, alguien la empujó de nuevo, haciendo que chocara con otra persona. Se giró, dispuesta a encararlo, pero al ver que era un alumno armado de Deane se detuvo en seco.

—Quieta —advirtió.

Alice miró a su alrededor y se quedó pálida. Habían hecho una larga hilera de personas mientras ellos discutían. Los tres estaban en la hilera. Había alumnos de Deane por todas partes, organizando a la gente, que temblaba de pies a cabeza.

—Mierda —masculló Jake.

—¿Qué os pasa? Ni que fuerais el androide ese —masculló Trisha.

Los dos se quedaron en silencio.

Entonces, por fin lo comprendió. Trisha se quedó mirando a Alice con los ojos abiertos como platos, justo antes de que se acercara el mismo alumno.

—¡Vista al frente!

Trisha se apresuró a hacerlo, con cara de haber visto a un fantasma.

Alice esperó lo que pareció una eternidad, pensando con rapidez, y su mente se quedó en blanco cuando vio que, empezando por la derecha, dos soldados se acercaban a cada persona, le levantaban la camiseta, le pasaban un trapo por encima, y la dejaban marchar.

Trago saliva. Tenía que hacer algo. Tenía que haber una solución. Tenía que haber una salida.

Solo... solo tenía que encontrarla. Como fuera.

Cerró los ojos. ¿Qué habría hecho Rhett? ¿Se habría quedado ahí esperando? No, eso no sonaba como algo que Rhett hubiera hecho. Pero, entonces, ¿qué? ¿Enfrentarse a los soldados armados ella sola, sin siquiera una pistola? Era lo mismo que suicidarse. ¿Intentar salir corriendo? La atraparían o le dispararían antes de recorrer diez metros.

Entonces, ¿qué? ¿Qué podía hacer?

Abrió los ojos de golpe cuando escuchó a alguien gritar. Un hombre se había quejado de estar ahí de pie, había intentado moverse, y ahora lo tenían retenido contra el suelo para mirarle el estómago. No resultó ser el androide, pero se marchó con una herida sangrante en la cabeza. Alice notó que se quedaba sin respiración.

—¿Alice? —la voz de Jake sonó como un susurro en medio del caos de su cabeza.

—¿S-sí? —ella intentó que no le temblara la voz, pero no pudo evitarlo.

—No podemos dejar que te atrapen.

—No se me ocurre nada —masculló ella, sonando más desesperada de lo que pretendía.

—Yo... tengo un plan.

Hizo lo que pudo para no mirarlo. Cerró los ojos un momento.

—¿Cuál?

—Yo... Rhett me dio un arma hace tiempo. Por si algún día tenía que defenderme.

—¿Una pistola? —ella sintió que volvía a tener esperanzas. Igual no saldría ilesa, pero con una pistola tenían una pequeña posibilidad de salir corriendo y vivir para contarlo. Y, ahora mismo, cualquier oportunidad, por pequeña que fuera... no podía dejarla pasar.

—Es un cuchillo —murmuró Jake, acabando con sus esperanzas.

—¿Un cuchillo?

—Sí, escúchame. Llegarán a mí antes que a ti.

—No sé en qué piensas, pero...

—¡Escúchame! —exigió Jake con voz aguda—. Cuando me alcancen, yo... haré daño a alguno con un cuchillo. Mientras se encarguen de mí, tú podrás huir.

—Ni se te ocurra hacer eso —le dijo Alice en voz baja.

—Es el plan.

—¡Ni se te ocurra, Jake!

Se calló. A los dos chicos solo les quedaban dos personas antes de llegar a Jake. Ella cerró los ojos con fuerza, pensando a toda velocidad. Pero lo único que era capaz de ver era la imagen de toda la gente de su zona siendo masacrada. Ella terminaría igual.

Y si obedecía y huía con la distracción, ella viviría, pero ¿quién sabía lo que le harían a Jake?

Se quedó paralizada cuando vio que los dos chicos se detenían delante de Jake.

—¿No era hembra? —preguntó uno.

—Hay que asegurarse. No sabemos si pueden adoptar otras formas.

Alice giró la cabeza lo justo para ver que Jake colocaba las manos en su espalda y metía una en el bolsillo trasero de su pantalón, empezando a sacar una navaja plateada. Su corazón se aceleró.

¿Iba a dejar que lo hiciera?

—Vamos a ver, entonces —dijo uno de los chicos, agarrando el borde de la camiseta de Jake.

Tenía que decidirse.

Tenía que hacerlo.

Y, en el fondo, sabía que la decisión había sido tomada en el momento en que Jake se había ofrecido a hacer eso por ella.

—¡No! —gritó, cuando vio que Jake estaba a punto de desplegar la navaja—. No, dejadlo. Soy yo.

Los dos chicos se quedaron mirándola, al igual que todas las cabezas que se giraron hacia ella.

—¿Qué? —preguntó uno.

Ella apretó los labios, intentando librarse del nudo en la garganta. Jake gimoteó algo a su lado.

—Número de serie: 43 —empezó a recitar, como había hecho miles de veces en su zona, solo que esta vez se sentía como si fuera a ser la última—. Modelo: 4300067XG. Creación finalizada por el padre John Yadir el 17 de noviembre de 2025, a las 03:01 de la mañana. Recuerdos artificiales implantados por vía modular. Zona: androides. Sin uso formal. Función: androide de información. Especialidad: historia clásica humana.

Los dos chicos se quedaron mirándola y ella agachó la cabeza para levantarse la camiseta, dejando su estómago al descubierto.

—Soy yo —repitió—. Dejad de buscar.

Los dos miraron fijamente el 43 que ahora brillaba en su estómago, a la vista de todo el mundo, y hubo un momento de silencio absoluto.

Entonces, notó que la gente se alejaba de su alrededor, empujada por los guardias, y dos se acercaban a ella, poniéndole unas esposas y reteniéndola.

Alice no mostró resistencia cuando la empujaron en dirección contraria a sus amigos. Observó por encima del hombro a Trisha, que la miraba con la boca entreabierta, y a Jake, que tenía los ojos llenos de lágrimas.

Hubiera deseado poder abrazarlos y decirles que todo iría bien.

Pero ya no estaba segura de que las cosas fueran a ir bien.


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