25 - 'Consecuencias'
Jake ahogó un grito cuando uno de los hombres los apuntó con la pistola al instante en que los oyó. Alice, por su parte, se quedó paralizada.
—¡Mierda! —soltó el otro, sacando también su pistola y apuntándolos—. ¡De pie! ¡Vamos!
Jake miró a Alice, esperando que ella supiera qué hacer. Tras unos segundos, Alice se puso de pie lentamente. Jake la imitó con la misma cara de aterrorizado que antes. No sabía cuál de los dos tenía más miedo.
—¿Estáis solos? —preguntó el mismo hombre—. ¡Levantad las manos, los dos!
Alice lo hizo al instante y miró significativamente a Jake, que se había quedado paralizado, para que finalmente él también lo hiciera.
—¡Responde! —le gritó el hombre a Alice.
—Sí —le dijo ella enseguida.
Había bajado la pistola para acercarse, pero el otro seguía apuntándolos. Alice tragó saliva, tensa, cuando notó que le pasaba las manos por las piernas, los brazos y el torso en busca de armas. Le entraron ganas de clavarle un rodillazo en la cara. Y sospechó que Jake sintió lo mismo cuando se lo hizo a él.
Pareció quedarse satisfecho, porque no llevaban nada encima.
—Están limpios —informó al otro en voz baja.
—Bien —el tipo que todavía los apuntaba les hizo un gesto brusco—. Acercaos. Lentamente.
Obedecieron enseguida. Alice estaba intentando pensar una forma de escaparse de esa, pero su mente se había quedado en blanco. Quizá, si Jake no hubiera estado ahí, podría haberse centrado un poco. Pero los nervios de que le hicieran daño estaban consiguiendo que pensar con claridad fuera imposible.
—¿Qué hacemos? —preguntó el otro hombre, sin dejar de apuntarlos.
—Pregúntale a Giulia. Ella sabrá qué hacer.
¿Giulia? ¿Ella también estaba aquí?
Oh, no.
El aludido se llevó una mano a la cabeza y pulsó un botón de algo que llevaba en la oreja. Sin dejar de pulsarlo, empezó a hablar.
—Tenemos a dos extraviados. Una chica de diecisiete y un niño de doce.
—Trece —susurró Jake.
—Y diecinueve —susurró Alice.
—¿Es que queréis morir? —preguntó el otro hombre.
Los dos se callaron al instante.
El que estaba hablando con Giulia escuchó unos instantes. Después, se quedó mirándola a ella.
—Ella dice que diecinueve. Creo que un poco menos de un metro setenta. Sí... delgada. Pelo oscuro, ojos... —silencio—. Muy bien.
Asintió con la cabeza a su amigo, que se acercó a ellos.
Alice dio un paso hacia delante cuando vio que uno agarraba a Jake por el brazo y lo empujaba hacia la puerta, clavando una pistola en su cabeza.
—Andando.
—¡Alice! —él parecía aterrorizado.
Ella intentó acercarse a ellos al instante, aterrada, pero alguien la agarró por el cuello y la estampó contra la pared con una facilidad casi ridícula. Agarró la muñeca del hombre, intentando liberarse, pero ya podía sentir el aire frío sobre su estómago. Le había levantado la camiseta. El número.
Oh, no, no, no...
—Mierda —masculló él, abriendo mucho los ojos.
Ella bajó la mirada y vio el enorme 43 en su estómago. El hombre se quedó mirándola unos segundos, incrédulo, y después se llevó la mano a la oreja.
—¿Giulia? Creo que...
Alice, por puro impulso, se abalanzó sobre él, le arrancó el auricular y lo lanzó al otro lado de la habitación. Durante unos segundos, se quedaron mirando el uno al otro, cada uno más sorprendido que el anterior.
Entonces, el hombre la apuntó a la cabeza con la pistola. Ahora ya sabía que, aunque disparara, Alice no moriría. Ella se apartó por impulso, y el ruido del disparo hizo que en su oreja solo se escuchara un pitido insoportable durante unos segundos. Su pobre tímpano...
Se consiguió arrastrar lejos de él, buscando cualquier cosa que pudiera lanzarle. La primera opción fue un bote lleno de un líquido rosa que no tenía muy buena pinta. El hombre lo esquivó antes de volver a apuntarla. Esta vez, el disparo casi le rozó el hombro.
Alice, que se había tirado al suelo para esquivarlo, consiguió ponerse de pie y agarrar otro bote de cristal. Esta vez le apuntó en el estómago, jadeando y tratando de moverse lo más rápido posible... y acertó. El bote estalló en su estómago y algunos fragmentos de cristal quedaron clavados en su piel.
Mientras el hombre se doblaba de dolor, se lanzó sobre él e intentó quitarle la pistola. Pero él, con una sola mano, consiguió forcejear con ella durante unos segundos, mientras Alice sudaba por conseguir que no la apuntara con ella.
Parecía que había pasado una eternidad cuando el hombre la empujó con fuerza y volvió a disparar.
Notó el segundo exacto en que la bala le rozó el brazo.
Se quedó tumbada en el suelo apenas un segundo en el que su visión se quedó blanca y no pudo oír ni sentir nada que no fuera una oleada de dolor punzante que iba en un aumento vertiginoso.
—Siempre en el mismo brazo —masculló, mareada.
Se sujetó el brazo con la otra mano y miró al hombre, que ya estaba de pie encima de ella, apuntándola a la cabeza. Alice apretó los labios. No había nada ya que pudiera hacer. Iban a llevársela otra vez. Era un hecho. La desconectarían.
Y quién sabía lo que les harían a los demás.
Solo el pensarlo le dolió más que cincuenta balazos.
Solo hacía un segundo que la apuntaba a la cabeza, pero fue en ese preciso instante cuando Alice escuchó un gruñido y vio que el hombre caía al suelo a su lado, retorciéndose.
No entendió nada hasta que vio que Trisha estaba sobre él, intentando neutralizarlo con todas sus fuerzas. Alice se puso de pie torpemente, mirando la situación medio mareada por el disparo y por el contexto en sí.
—¡Alice, la pistola! —le gritó Trisha urgentemente.
Ella clavó la mirada en la pistola, que había resbalado de la mano del hombre. Se apresuró a cogerla con la mano buena, que por suerte era la derecha, y puso una mueca cuando vio que no quedaban balas.
¡No habría podido dispararla otra vez, y ella pensando que ya había perdido!
Agradeció en silencio que Rhett fuera mucho más previsor que ella y le hubiera enseñado a recargar con una sola mano, porque en ese momento fue crucial. Y lo hizo a una velocidad sorprendente, consiguiendo apuntar al tipo.
En realidad, era difícil apuntarle, porque seguía forcejeando con Trisha, que lo mantenía contra el suelo. ¿Cómo iba a disparar sin herirla? ¡Era imposible!
—¡Dispara! —le gritó Trisha, jadeando del esfuerzo.
—¡Pero...!
—¡DISPARA DE UNA VEZ!
Alice apuntó y disparó. Aterrada al oír el disparo, cerró los ojos.
Cuando los abrió, notó que soltaba todo el aire del cuerpo al ver al hombre en el suelo sujetándose la pierna y a Trisha estampándole un envase en la cabeza. Se quedó tumbado, en silencio.
—¿Está... muerto? —preguntó Alice, respirando agitadamente.
Trisha se agachó y le puso dos dedos en el cuello.
—No, pero no va a despertar de la siesta en un buen rato —se puso de pie—. Vámonos de aquí.
—¿Cómo has sabido...?
—No lo he sabido. Os estaba buscando y escuché disparos aquí dentro. Me alegra haber llegado a tiempo.
Alice le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento.
Como si lo hubieran hecho toda su vida, Alice cargó de nuevo la pistola y siguió a Trisha, que la condujo a la puerta del hospital. Nada más abrirla, alguien chocó con ella. Un habitante de la ciudad que se apartó enseguida y salió corriendo junto con toda la gente que los rodeaba, que corrían lejos de algo que parecía asustarles.
—¿Qué pasa? —preguntó Alice, buscando cualquier indicio de peligro a su alrededor.
—No lo sé —Trisha apartó a un hombre que se había chocado con ella bruscamente—. Pero si se van corriendo, será mejor seguirlos.
Alice obedeció y la agarró del brazo para no perderla. Fue entonces cuando escucharon disparos a lo lejos, en el campo de entrenamiento. La gente empezó a correr más rápido, a empujar con más fuerza, y Alice perdió el brazo de Trisha enseguida, yendo de un lado a otro mientras su propio brazo seguía doliendo y era incapaz de saber dónde estaba. Notó un hilillo de sangre resbalando hasta llegar a sus dedos, ya medio dormidos.
Oh, no. Se estaba mareando. No podía marearse ahora.
Alguien la empujó por el hombro con fuerza al pasar por su lado y el dolor hizo que soltara bruscamente la pistola y se encogiera sobre sí misma. Volvieron a empujarla y esta vez se cayó al suelo. Gotas de sangre cayeron delante de ella cuando apoyó la mano en él.
—¡Alice! —era la voz de Trisha.
Ella miró a su alrededor, desesperada por encontrarla, pero lo único que podía ver eran caras poco conocidas corriendo en dirección opuesta, empujándola como si no la vieran.
—¡Alice! —repitió Trisha, y sonaba tan cerca que casi parecía que estaba a su lado.
—¡Aquí! ¡Estoy aquí!
Pero no sirvió de nada. Su voz quedó ahogada en la inmensidad de gritos que se mezclaban a su alrededor. Intentó ponerse de pie, pero volvieron a empujarla y estuvo a punto de ser pisoteada por alguien que la esquivó justo a tiempo. Intentó apoyarse en el suelo, desesperada por sacar la cabeza de la muchedumbre y respirar, y sus dedos tocaron algo frío y metálico.
¡La pistola!
La agarró enseguida y, sin pensarlo, apuntó al cielo y puso una mueca al apretar el gatillo.
Al instante en que se escuchó ese disparo, todo el mundo soltó un grito ahogado y se agachó inconscientemente, protegiéndose, mientras Alice se ponía de pie mirando a su alrededor.
Trisha se acercaba corriendo a ella, esquivando a la gente, que ya había reanudado la marcha.
—A eso le llamo yo callar a la gente —sonrió Trisha, divertida.
Se apartaron de los demás y se subieron a lo primero que encontraron, que fue un banco un poco viejo. Todo el mundo estaba corriendo en dirección a la sala de actos, pero... ¿de qué huían?
—¿De dónde vienen esos disparos? —masculló Trisha, buscando con la mirada.
—No lo sé —Alice seguía mirando en medio de la oscuridad, pero solo podía ver gente corriendo—. Creo... creo que es el campo de entrenamiento.
—Alice —la voz de Trisha sonó tensa.
—¿Qué? ¿Qué pasa?
Levantó el brazo y señaló el camino al campo de entrenamiento, ahora prácticamente desierto.
—¿Ese es Jake?
Alice siguió con la mirada la dirección y notó que su corazón dejaba de latir un momento cuando vio que el hombre de antes empujaba a Jake hacia el campo de entrenamiento. Junto a él, tres personas más empujaban a gente de la ciudad. Los conducían al lugar de donde venían los disparos.
Las dos salieron corriendo casi a la vez, y en esta ocasión a Alice no le importó empujar a los demás con tal de que dejaran el camino libre. Notaba que cada paso que daba era como retroceder cinco por los empujones, y la desesperación por salir de ahí era cada vez peor. Había perdido a Trisha de nuevo, pero no le importó. Siguió empujando, sudando y con el brazo entumecido, hasta que consiguió salir del grupo de gente de un tropiezo que la mandó al suelo. Trisha había aparecido mágicamente a su lado y la ayudó a ponerse de pie.
—¿Dónde están?
Alice no se quedó para responder, salió corriendo hacia el campo de entrenamiento, que de pronto parecía increíblemente lejano al centro de la ciudad. Su corazón bombeaba sangre a toda velocidad, sus piernas estaban entumecidas y no podía pensar en nada que no fuera Jake. Especialmente cuando Trisha se detuvo delante de las gradas, pálida.
Alice sintió que un amargo recuerdo le venía a la mente cuando vio que el muro del otro lado del campo estaba teñido de rojo y estaban quitando lo que parecían, desde la lejanía, sacos de la zona para amontonarlos a un lado. Un grupo de personas vestidas de gris ceniza estaba recargando sus armas en ese momento, mientras colocaban de nuevo a la gente en su lugar. Jake entre ellos.
—No —se escuchó decir a sí misma ella.
Otra vez, no. Por favor. Otra vez no.
Salió corriendo sin importarle saber que su cuerpo no aguantaría demasiado más. Los gritos aumentaron, pero esta vez eran de los de gris ceniza. Y quizá se debía a que las habían visto corriendo por el campo de entrenamiento. Pero no importaba. Lo único que podía ver Alice era el tipo de gris que levantó la mano para dar la orden de disparar.
Solo tenía que alcanzar a ese hombre. Solo a él.
Siguió corriendo, desesperada, y...
Todo hilo coherente de pensamiento desapareció cuando alguien chocó con fuerza con ella, tirándola al suelo con el peso de su propio cuerpo. Alice dio dos vueltas sobre la hierba antes de poder enfocar lo que pasaba a su alrededor. Había sido uno de los hombres vestidos de gris ceniza. Y había otro sobre Trisha.
Alice dudó y miró al tipo que tenía el brazo levantado para dar la orden de disparar. De hecho, vio el momento exacto en que iba a bajar el brazo.
Y, entonces, empezaron los disparos.
No, no, no, no, por favor, ¡no!
Se puso de pie, desesperada, y miró la pared. Buscó a Jake con la mirada, temblando de pies a cabeza... y lo encontró.
Pero... seguía de pie.
¿Qué...?
Alguien disparó a su lado y el hombre vestido de gris que la había detenido se quedó tumbado en el suelo, inerte. Casi al instante, una mano se puso bruscamente sobre su hombro y Alice dio un respingo, asustada.
Pero no era uno de los otros.
—A la sala de actos, ahora —le dijo Deane bruscamente.
Nunca, en toda su vida, se había alegrado tanto de ver a alguien.
Ella había reunido a un grupo de avanzados y estaban atacando al grupo que estaba disparando a los de la ciudad. Alice vio que el ataque sorpresa había surgido efecto, porque la mayoría de los que estaban vestidos de gris ahora estaban tumbados en el suelo. Vio que los de la ciudad habían rodeado la zona y se acercaban al grupo de la pared. Agarraron a Jake del brazo y lo empujaron con los demás, que se dirigían corriendo en su dirección para salir del campo.
Trisha estaba de pie a unos metros de distancia. Le sangraba la nariz. Jake la vio a ella primero y la empezó a abrazar con fuerza, desesperado. Cuando Trisha le devolvió el abrazo casi con la misma vehemencia que había recibido... Alice se dio cuenta de que era la primera vez que la veía dando una muestra de afecto a alguien.
No supo si reír o llorar, la verdad.
Estaba tan absorta en la escena que no se dio cuenta de que alguien se acercaba a ella por detrás. Le clavaron una mano en el hombro y le dieron la vuelta. Alice parpadeó, sorprendida, cuando la abrazaron con fuerza, incluso con cierta desesperación.
—Mierda —si empezaba con una palabrota, solo podía ser una persona—. Mierda, Alice. Menos mal.
Alice tardó unos segundos en devolverle el abrazo a Rhett. Seguía conmocionada. Pero estar con él la calmó al instante, haciendo que cerrara los ojos.
Tenía todos los músculos fundidos. Estaba agotada. Necesitaba ese abrazo desesperadamente.
—¿Se puede saber dónde te habías metido? —Rhett se separó y la sujetó de los hombros, furioso—. ¿Tienes idea de lo...? ¡Te he estado buscando por toda la ciudad!
—Yo...
—¡Te dije que te quedaras con los demás! ¿Es que no puedes hacerme caso nunca?
—¡Tuvimos que escondernos en el hospital!
—¿Tuvimos?
—Jake y yo. Nos... encontraron dos hombres. No sé... —había pasado todo tan rápido que no sabía ni qué decir—. Trisha me salvó.
Rhett miró por encima de su hombro a Trisha y a Jake, que estaban hablando entre ellos. Después, cerró los ojos un momento.
—Si vuelves a desaparecer de esa manera en una situación así, te encierro en un sótano sin luz durante un mes —soltó bruscamente.
Y Alice tuvo una reacción... curiosa.
Se puso a reír.
A reírse de forma histérica, además.
Rhett se quedó mirándola, frunciendo el ceño cada vez más hasta que le dedicó su peor cara.
—¿Te parezco gracioso?
—No lo sé —dijo ella, riendo a carcajadas—. Ya no sé nada. Solo quiero dormirme y fingir que esto no ha pasado.
—Alice...
—¡Tú nos dijiste que esperáramos en medio de la ciudad!
—¡Todo el mundo se dirigió enseguida a la sala de actos! —Rhett suspiró—. ¿Cómo no lo visteis?
—¡Porque estábamos en el hospital, ya te lo he dicho!
—¡Pero...!
—¿Qué demonios querías? ¿Que esperáramos de brazos cruzados a que nos dispararan?
Rhett pareció querer decir algo, pero se contuvo y sacudió la cabeza.
—Vale —trató de calmarse—. Eso ahora no importa. Lo si... espera, ¿qué te ha pasado en el brazo?
Alice se miró el brazo. No había sangrado tanto como pensaba, pero no iba a quitar las manchas de sangre de esa camiseta. Eso seguro.
—Un disparo me rozó.
—Siempre en el mismo brazo —dijo Rhett—. Vamos, tenemos que ir a ver a Tina.
—Pero... la ciudad...
—Se han ido —aseguró él—. Los que estaban aquí eran los últimos.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque Deane tenía que encargarse de esto y yo de la entrada —Rhett la sujetó del brazo bueno—. Venga, vámonos de aquí.
Alice miró a sus lados y vio que Trisha estaba ayudando a Jake a dirigirse, probablemente también, al hospital. Al menos, todos estaban bien.
Se sintió extrañamente segura mientras Rhett apartaba a la gente —con menos suavidad incluso que Trisha— para pasar entre ellos, sin soltarla en ningún momento.
—¿Tú estás bien? —preguntó al darse cuenta de que no había tenido ni el detalle de preguntar por él.
—Yo siempre estoy bien —aseguró—. Y tú siempre acabas con un disparo, no sé cómo lo haces.
—Es un don —bromeó, aunque estaba agotada e incluso reír hacía que le dolieran las costillas—. La chica a la que ibas a subir la nota va a matarme.
—¿Por qué? —preguntó Rhett, aunque parecía más centrado en apartar a la gente con un solo brazo que en la conversación.
—He perdido sus zapatos.
—Creo que lo que menos le importará ahora mismo son unos zapatos, Alice.
—Y yo creo que no eres consciente de lo difícil que es encontrar zapatos bonitos hoy en día, Rhett.
Rhett sonrió, sacudiendo la cabeza.
•••
Los de la capital se habían llevado todas las armas, munición y alimentos que habían encontrado a su paso, dejando poca cosa que pudieran usar. La gente estaba sentada y tumbada en la sala de actos, que era lo más grande de la ciudad, cuidando de los que quedaban y contando los que faltaban, que resultaron ser muchos más de lo esperado. Muchos más de la mitad.
Los avanzados habían sido llamados para hacer guardia en la muralla y cuidar de la ciudad en cualquier aspecto por la ausencia de los guardias. A Alice, al principio, le habían asignado la sala de actos, en la que tuvo que repartir comida y bebida a los supervivientes.
Le dio la sensación de que la mayoría de la gente que aceptaba la comida lo hacía por educación, porque nadie parecía querer hacer nada, y mucho menos comer. Lo único que veía era gente sentada en el suelo, sola, con la mirada perdida.
La alerta había sido impuesta por Max, pero Alice no lo había visto desde la cena, así que supuso que estaría en una reunión urgente con los demás guardianes, ya que Rhett había desaparecido unas horas antes, cuando habían salido del campo de entrenamiento.
Alice recordaba el momento exacto en que, nada más salir de él, encontró a Jake cayendo de rodillas al suelo justo al lado del montón de cadáveres que habían formado los de la otra ciudad.
Se había acercado a él enseguida para que no estuviera solo, pero se había quedado completamente paralizada al ver los cadáveres de Dean y Saud, que habían muerto dándose la mano.
Jake lloraba inconsolablemente y Alice se dejó abrazar mientras miraba por encima de su hombro los cadáveres de sus dos amigos, esos dos amigos que, apenas unas horas antes, habían bailado con ella para que no se sintiera sola. Que habían estado con ella durante todo ese tiempo. Y no fue capaz de reaccionar. Estaba paralizada.
Habían muerto.
Habían muerto... porque Alice no se había entregado. Por eso habían invadido la ciudad.
Pero ni siquiera había tenido tiempo para pensar en ello, o llorar sus muertes, porque después de estar en la sala de actos a Alice le tocó el turno de vigilancia en el muro de entrada.
Era la única del área, el siguiente alumno estaba al menos a cincuenta metros. Era lo único que podían permitirse en esos momentos. Estaba congelada, ahí sentada, mirando la carretera de tierra completamente vacía. Su estómago rugía de hambre y tenía sueño.
Sinceramente, se sentía como si necesitara gritar con todas sus fuerzas y no pudiera hacerlo.
Justo cuando estaba a punto de quedarse dormida, escucho que alguien usaba las escaleras para subir el muro y se acercaba a ella. Por instinto, apretó la pistola con los dedos hasta que vio que era Rhett, que se quedó de pie a su lado.
—¿Qué haces aquí tú sola?
—Deane nos ha gritado a los avanzados que hiciéramos algo, y a alguien se le ha ocurrido que nos encarguemos de esto —Alice se encogió de hombros.
Rhett se sentó a su lado, con las piernas también colgando del muro.
—¿Tienes hambre?
—Muchísima.
—Lo suponía.
Le lanzó algo que ella atrapó en el aire. Era una manzana.
—¿De dónde la has sacado? —preguntó, sorprendida. La fruta era muy valiosa. Y muy difícil de encontrar.
—Digamos que tengo mis recursos.
Ella sonrió y sacó un pequeño cuchillo que le habían dado a cada avanzado por su propia seguridad. La partió por la mitad y se la dio a Rhett, que tras insistir un rato la aceptó; también estaba hambriento.
Como era de noche, apenas se veía algo que no iluminaran las farolas, y a esa altura —unos cinco metros— esa luz no servía para nada. Mirar el bosque era como mirar la nada. Ella estaba segura de que, aunque hubiera gente ahí, ninguno de ellos sería capaz de verla. Bueno, puede que ella, siendo androide, fuera capaz de ver sus figuras, pero poco más.
—¿Ya habéis terminado el recuento? —preguntó Alice tras unos minutos de silencio.
—No —Rhett frunció el ceño—. Había... demasiados. Deane se está encargando de los del campo de tiro.
Alice agachó la mirada.
—Dean y Saud...
No, no podía terminar de decirlo.
Rhett pasó un brazo por encima de sus hombros y la apretó contra su cuerpo, tensando la mandíbula.
—He estado con Jake —le dijo en voz baja—. Lo siento mucho, Alice.
Ella tragó saliva y se obligó a hablar, esperando que su voz no fuera temblorosa.
—¿Alguien... alguien más a quien conozca?
—Geo, era un guardián.
Alice lo miró un momento, Rhett ni siquiera se había inmutado.
—¿Erais... amigos?
—No, no demasiado.
—Pero... debisteis pasar mucho tiempo juntos antes de esto.
—No tanto —se encogió de hombros—. No hablaba mucho y yo tampoco. Además, en un mundo como este, no se tienen muchos amigos. Es mejor no encariñarse con nadie.
—¿Y yo qué? —se obligó a bromear, aunque su estado de ánimo estaba por los suelos.
—Prefiero pensar que tú y yo no somos amigos, la verdad —Rhett lanzó la parte sobrante de la manzana hacia el bosque—. A quien no encontramos por ninguna parte es Max.
—¿Está...?
—No. No está muerto. Si estuviera muerto, lo habríamos encontrado el primero. Se habrían asegurado de ello.
—¿Y qué crees que ha pasado?
—Lo más probable es que se lo llevaran.
—¿Dónde? —ella arrugó la nariz.
—A la maldita Ciudad Capital. Su ciudad.
Alice se quedó en silencio unos segundos.
—¿Y qué pasará ahora?
—Ojalá lo supiera.
Se quedaron en silencio un momento, hasta que Rhett lo rompió, mirándola.
—¿Has ido a ver a los demás?
—Sí —Alice balanceó las piernas, suspirando—. Trisha y Jake pasarán la noche en el hospital. Tina estaba tan ocupada que casi ni me ha mirado mientras me vendaba el brazo. Incluso he visto a Davy, Kenneth, Tom y Shana. Estaban todos bien.
Todos menos Dean y Saud.
Otra vez silencio.
—¿Cuánto hace que estás aquí? —le preguntó él, finalmente.
—Unas dos horas —murmuró ella, terminándose su parte de manzana.
—Son las cuatro de la mañana, Alice. Vete a dormir, ya me encargo yo.
—Me lo han mandado a mí —ella frunció el ceño.
—¿Y qué? Soy guardián. Hago lo que quiero.
Alice asintió con la cabeza, sonriendo un poco.
—Sigues abusando de ese poder.
—Lo explotaré hasta que pueda —se inclinó hacia ella y le colocó un mechón de pelo tras la oreja—. Ve a dormir, tienes cara de haber estado de fiesta tres días seguidos.
—¿Estar de fiesta? ¿Qué es...?
—Nada. Vete a dormir de una vez, pesada.
Ella se puso de pie torpemente, entumecida por el frío.
—Ah, no puedes ir a vuestras habitaciones —le dijo él antes de que bajara las escaleras.
—¿Por qué no?
—Han... bueno... han amontonado muchos cadáveres ahí dentro.
—Oh —se quedó sin saber qué hacer.
—Puedes usar mi habitación. Está abierta.
—¿Estás seguro?
—Claro que sí. Yo iré cuando pueda.
Alice bajó la escalera. Daba escalofríos lo vacía que estaba la ciudad. Antes de ir a la habitación, se detuvo en el hospital. Tina estaba desfasada con tanta gente ahí dentro. Aunque tuviera más de veinte ayudantes, no eran suficientes para ayudar a todo el mundo. Decidió no molestarla e ir directamente a la cama.
Nunca había estado en la habitación de Rhett sin él y se sentía un poco culpable por estar ahí cuando todo el mundo estaba intentando ayudar con lo que había pasado, pero estaba agotada.
Cerró la puerta a sus espaldas y se dio una ducha caliente más larga que de costumbre, disfrutando del tiempo a solas, antes de ponerse de nuevo una camiseta y unas bragas y estirarse. Sus músculos se sentían como gelatina. Había estado toda la noche de un lado a otro, su cuerpo no podía soportar tanto.
Miró su venda, que había evitado mojar, y se dio cuenta de que ni siquiera le dolía el brazo.
Cuando se dejó caer en la cama, fue incapaz de dormirse. Era la primera vez que tenía una habitación para ella sola. Y una cama tan grande. Se estiró tanto como pudo, ocupando todo el colchón, y hundió la cara en la almohada, que olía a Rhett. Era muy agradable.
Pero no podía dormirse por muy agotada que estuviera, así que se incorporó un poco y abrió el primer cajón de la mesita de noche de Rhett. No habría nada más que algunos papeles que no quiso leer sin su permiso, y... ¡su iPod!
Se colocó los auriculares y cerró los ojos escuchando la música. Al cabo de unos minutos, por fin se quedó dormida.
•••
Cuando abrió los ojos de nuevo todavía no había amanecido. Debía haber pasado una hora. Miró a su alrededor, confusa, y se quitó los auriculares. Rhett estaba sentado en el borde de la cama quitándose las botas.
—Hola —lo saludó, bostezando.
—¿Te he despertado?
—No —mintió—. ¿Ya has terminado con todo el trabajo?
—Dudo que terminemos ese trabajo hasta dentro de un tiempo —admitió él, estirándose en la cama y robando una almohada que Alice habría estrujado en sueños—. Así que, al menos, quiero dormir un poco.
—¿No se enfadará Deane?
—Hemos mandado a todo el mundo a la cama —aclaró él—. Si esos hubieran querido volver, ya lo habrían hecho.
—¿No crees que...?
—No van a volver.
—Rhett —ella buscó las palabras adecuadas—, creo que estaban aquí por mí. Yo...
—Ahora no, Alice —él se frotó la cara con las manos
—Pero...
—Solucionaremos eso, ¿vale? —aseguró—. Pero, ahora... estoy demasiado cansado. Solo quiero olvidarme de todo esto por un rato.
—Está bien. Lo siento.
—No lo sientas —la miró, buscando rápidamente cualquier otro tema de conversación—. Por cierto, ¿qué tal tu brazo?
—Muerto. Como todo mi cuerpo.
—Muy graciosa. Me refiero a la herida.
—Bien —se miró el vendaje que Tina le había hecho—. No me duele nada.
—La magia de Tina —Rhett sonrió.
—Incluso con toda la gente que tenía ahí, lo hace bien.
—Sí —él la miró un momento—. La verdad es que cuando... te he visto llena de sangre...
—Creíste que había matado a alguien, ¿no?
—Claro. Esa fue mi primera conclusión —bromeó—. Pero, ahora en serio...
Hizo una pausa, buscando las palabras.
—...me alegro de que no te haya pasado nada.
Alice sonrió, burlona.
—¿Eso es lo más romántico que se te ha ocurrido?
—Oye, lo estoy intentando, ¿vale?
—Lo sé, lo sé —añadió rápidamente al ver que él empezaba a fruncir el ceño—. Me gusta ser la romántica de la relación.
Rhett dio un respingo.
—¿Re... relación?
—¿Esto que hacemos no es... tener una relación? Pensé que sí.
Rhett lo consideró un momento antes de asentir con la cabeza.
—Pues claro que sí. ¿O te crees que yo invito a cualquiera a pasar la noche conmigo?
Alice sonrió ampliamente y se tumbó de lado para verlo mejor. Rhett tenía una pequeña sonrisa en los labios.
—Y tú no eres romántica —añadió.
—Aún así, lo soy más que tú —Alice se acercó y apoyó la cabeza en su hombro—. Y, ahora, a dormir.
—Oye, quien da las órdenes soy yo.
—Cállate y duérmete de una vez, pesado.
—Esa frase es mía, no me la rob...
Se calló cuando Alice se giró y le plantó un beso brusco en los labios.
—¿Vas a callarte ya? —preguntó, enfurruñada, volviendo a colocarse.
Él se rio suavemente antes de que ambos cerraran los ojos y, tras un rato, se quedaran dormidos.
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