19 - 'La técnica anti-pesados'
Hacía casi dos horas que esperaba, tumbada en la cama, para ir por fin a la habitación de Rhett. Había tenido la tentación de hacerlo unas cuantas veces, pero no quería arriesgarse a que nadie la pillara. Especialmente ese día. Se había pasado el rato rememorando los consejos de Trisha para asegurarse de que lo hacía bien y no hacía que Rhett se espantara y saliera corriendo.
Aunque, pensándolo bien... si lo hacía mal sería ella misma quien saliera espantada corriendo por la vergüenza.
Oh, no, ¿y si salía mal?
Puso una mueca al techo y trató de recordar los detalles de los besos que había visto en las películas. ¡Ahí nunca salía nada mal!
Por fin, llegó la hora de irse. Se incorporó un poco y miró a su alrededor. Se oían ronquidos y respiraciones acompasadas. Asegurándose de que nadie la veía, se puso de pie y se dirigió a las escaleras. Cerró la puerta con sumo cuidado, sin hacer ningún ruido.
Pero no se había dado cuenta de que ya había alguien ahí, de pie.
Se chocó de frente con él y se llevó una mano a la nariz con una mueca de dolor.
—¡Auch! ¿Qué...? —empezó, pero se quedó callada al ver quién era—. ¿Kenneth? ¿Qué haces despierto?
—Podría preguntarte lo mismo —dijo él, cruzándose de brazos.
Alice tuvo que pensar con rapidez. Con demasiada rapidez.
—Iba al servicio.
Kenneth sonrió, sacudiendo la cabeza.
—Hay una puerta en la habitación.
—Está rota.
—¿En serio? ¿Puedo comprobarlo?
—Bueno, ¿y qué pasa si quiero usar la otra puerta? ¿Hay algún problema?
Él la miró unos segundos. Los nervios de Alice aumentaban cada vez más.
—Muy bien —accedió él, finalmente.
—Genial —Alice pasó por su lado, pero se detuvo cuando la agarró del brazo—. ¿Qué haces? Suéltame.
—Te acompaño —le dijo firmemente.
Oh, no.
—No. De eso nada.
—¿Por qué no, Alice?
—Porque hay algo en este mundo llamado privacidad.
—Me da igual. Voy contigo.
—Oye, te he dicho que me sueltes —Alice tiró de su brazo, empezando a enfadarse.
—Y yo te he dicho que voy contigo.
—¡Déjame en paz! —por fin, consiguió liberar su brazo—. Vete a molestar a otra persona, Kenneth.
Él frunció el ceño lentamente.
—Cada noche te vas de la habitación a esta hora y no vuelves hasta más tarde —dijo, remarcando cada palabra—. ¿Quieres que me crea que vas al servicio cada día a la misma hora y que tardas dos horas en usarlo?
—No quiero que te creas nada. Lo que haga o no, es problema mío.
—Quizás también sea problema de algún instructor cuando se lo cuente.
Alice ya se estaba dirigiendo a la puerta del servicio, pero se detuvo en seco para mirarlo por encima del hombro.
—¿Qué has dicho?
—Ya me has oído.
Oooohh... ese chico estaba jugando con fuego.
—Muy bien, Kenneth —Alice también se cruzó de brazos—. Ve corriendo a cualquier instructor y díselo. Pero ¿qué le dirás exactamente? ¿Que uso demasiado el servicio y siempre a la misma hora? Seguro que me echan de la ciudad. Qué peligrosa soy.
—Venga ya, ¿te crees que nací ayer?
—Nunca me lo he planteado, la verdad.
Kenneth la miró unos segundos, confuso, para después volver al tema.
—No vas al servicio, no soy idiota. Vas a ver a alguien.
—Es tu palabra contra la mía.
—Si se lo cuento a un guardián le dará más importancia —le dijo Kenneth—. Se lo podría contar a Rhett y te echaría de tu especialidad.
Alice tuvo que controlarse para no reír. Sí, seguro que a Rhett le sorprendía mucho...
—Muy bien, cuéntaselo a quien quieras, pero déjame pasar.
Otra vez, la agarró del brazo. Esta vez Alice se zafó rápidamente y apretó los puños.
—¿De qué vas? —le preguntó Kenneth, de pronto.
—¿Qué... de qué voy? —Alice no sabía muy bien qué significaba eso.
—Sí, te lo he preguntado.
—Ni siquiera sé que... oye, ¿puedes dejarme en paz de una vez? He intentado ser amable contigo, pero ya me estás cansando. Si es lo que piensas, no estoy interesada en ti, lo siento. Seguro que encontrarás a alguien que lo esté, pero esa no soy yo. Ahora, ¿puedo irme?
Kenneth se la había quedado mirando con una mueca cada vez más enfadada. Alice permaneció firmemente de pie delante de él, sosteniéndole la mirada. Aunque sus instintos le gritaban que le diera una patada en la ingle y saliera corriendo.
—Eres una calientapollas —le soltó él de repente.
Alice parpadeó, confusa.
—¿Que soy una calienta... qué?
—Estás jugando conmigo, ¿no? ¿Eso te divierte?
—Mira, no sé de qué me estás hablando, pero no quiero seguir con esta conversación, así que...
Volvió a intentar pasar. Esta vez no la agarró del brazo, sino que la empujó contra la pared haciendo que, cuando su espalda chocó contra ella, Alice se quedara un breve momento sin poder respirar.
Las ganas de practicar los golpes que Rhett le había enseñado con la cara de Kenneth acababan de aumentar drásticamente.
—Pues yo sí que quiero seguirla —le dijo él bruscamente—. Un día te pasas el rato insinuándote y al siguiente me tratas como si fuera la peor mierda de ahí dentro.
—¡Yo nunca he insinuado nada! —Alice frunció el ceño.
—¿Te crees que soy idiota?
—¡No creo nada! ¡No estoy interesada en ti, nunca lo he estado y nunca lo estaré!
—Eso no puedes saberlo.
—¡Créeme, estoy segura de ello!
—¿Por qué?
—¡Porque me gusta otra persona! ¿Puedes entender eso? —Alice ya estaba de los nervios—. No me gustas. ¿Te lo tengo que decir en otro idioma para que lo entiendas? Porque te lo puedo decir en más de veinticinco. ¿O mejor te lo pinto en la pared? ¿Así me dejarías en paz de una maldita vez?
Se había planteado ser amable con él, pero había llegado al punto en que le daba igual herir los sentimientos de Kenneth —si es que tenía de esos—, se había comportado como un idiota... y estaba casi segura de que la había insultado.
—Mentira —le dijo Kenneth, mirándola con suspicacia.
Pero ¿cómo se podía ser tan pesado?
—¿Cómo dices? —preguntó ella lentamente, exhalando los últimos restos de su pobre paciencia malherida.
—Que es mentira. No te gusta nadie más.
—Eres muy insistente, ¿no? —Alice puso los ojos en blanco.
—Es mentira.
—¡No lo es!
—Muy bien, ¿quién es?
—¿Y a ti qué te importa?
Kenneth dio un paso hacia ella y Alice notó que su puño preparado empezaba a cosquillear de la emoción.
—Yo creo que te gusto y no quieres admitirlo, y por eso te inventas que te gusta otro chico —Kenneth le sonrió, acercándose un poco más.
—Mira, no lo voy a repetir. Apártate ahora mismo.
—¿O qué? —él se inclinó hacia delante.
Y ahí fue cuando vio, servida en una bandeja de plata, su oportunidad perfecta de practicar una de las técnicas favoritas de Rhett.
Él la llamaba el anti-pesados.
Perfecto para Kenneth.
Levantó los brazos, colocó las piernas separadas a la altura de sus hombros y, antes de que él pudiera reaccionar, enganchó una pierna con la suya, lo mantuvo sujeto y le clavó un puñetazo con todas sus fuerzas en la nariz.
Y, como había enganchado su pierna, Kenneth se cayó de culo al suelo.
Perfecto.
Kenneth se tocó la nariz y se miró las manos, sorprendido. Su cara se volvió lívida cuando vio la sangre en ellas.
Alice no se quedó a comprobar los daños o a esperar a que se vengara. Pasó por su lado haciéndose la segura, pero en cuanto estuvo sola empezó a correr con el corazón latiéndole fervientemente, preso de la emoción, la adrenalina y la seguridad que le daba saber que, por fin, podía defenderse sola.
Aunque, por otro lado... Kenneth no se olvidaría fácilmente de lo que había pasado, ¿verdad?
Y podía ser un pesado, pero estaba en los avanzados de lucha. ¡De lucha! Podría asesinar a Alice de un pellizco si quisiera. De hecho, el único motivo por el que no la había bloqueado es que estaba distraído. Y sospechaba que eso no volvería a suceder.
Estaba ya por la mitad del camino cuando le empezó a doler la mano, especialmente la muñeca. Al principio fue un poco, después empezó a doler mucho, como si le hubiera dado un puñetazo a una pared en lugar de a la cara de alguien. El término caradura cada vez iba mejor con Kenneth.
Llamó a la puerta de Rhett con la otra mano. Él la abrió cara de dormido, pero pareció despertarse por completo al ver manchas de sangre en su camiseta.
—¿Qué...? —empezó, frenético.
—No es mi sangre.
Entró en la habitación sujetándose la muñeca mala, que dolía cada vez más, y Rhett siguió mirándola sin entender nada.
—No sabía que dar un puñetazo doliera tanto —murmuró Alice, apañándoselas para no empezar a maldecir.
—¿Has dado...? —Rhett se acercó a ella y le sujetó la muñeca con cuidado para verle la mano—. Pero ¿qué diablos te ha pasado?
—He tenido que dar un puñetazo.
—¿Un...?
—La técnica anti-pesados.
Rhett cambió su expresión a una furiosa, pero Alice estaba demasiado ocupada intentando ocultar sus gimoteos de dolor de manera muy poco efectiva como para preocuparse.
—Y duele —puso una mueca—. Duele mucho.
—Joder, Alice, yo no... tenemos que ir a ver a Tina. Ahora mismo.
—¡No puedo decirle a Tina que he golpeado a alguien, Rhett!
—Yo no soy médico, ¿vale? Si fuera un rasguño podría ayudarte, pero eso se sale de mis capacidades.
Él fue el primero en encabezar la marcha hacia la habitación de Tina, que fue bastante corta teniendo en cuenta que era la puerta de enfrente. Llamó con los nudillos, mirando a Alice con el ceño fruncido. Le puso una mano en el hombro como si no supiera qué más hacer mientras Alice ponía muecas de dolor.
Por suerte, Tina no tardó mucho en abrir la puerta, con un pijama de cuadros escoceses. Se quedó mirándolos como si les hubiera salido otra cabeza.
—¿Qué pasa? —preguntó, confusa, y sus cejas se dispararon hacia arriba—. ¡¿Eso es sangre?!
—Alice se ha hecho daño en la muñeca —aclaró Rhett.
Tina dejó de lado la confusión y el sueño para mirar la muñeca que Alice se sujetaba.
—¿Qué has hecho?
—¿Importa? —masculló ella.
—Sí, importa mucho, Alice.
—Dice que le duele —aclaró Rhett—, ¿podemos centrarnos en eso y no en tonterías?
Tina suspiró y, finalmente, asintió con la cabeza.
Alice todavía se sujetaba la muñeca cuando se sentó en una de las camillas del hospital con Rhett de pie a su lado, cruzado de brazos. Tina estaba buscando algo en su mesa de siempre y a Alice le pareció algo gracioso verla en su pijama en lugar de en su bata de siempre.
Cuando volvió, hizo que se tomara una pastilla y le puso un ungüento que olía mal en la muñeca. Al menos, el dolor pronto se calmó y se quedó con la sensación de frío en la zona.
—Bueno, no era tan grave —dijo ella, revisándola—. ¿Te has caído y te has apoyado en la mano?
—Mhm... no exactamente.
—¿Has... golpeado una pared?
—Mhm... tampoco...
—¿Y qué ha pasado? —Tina clavó la mirada en Rhett, que le frunció el ceño.
—¿Por qué me miras así? —preguntó él, ofendido.
—¿A quién has golpeado? —preguntó Tina, esta vez con la mirada más severa sobre Rhett, que parecía estar irritándose.
—A Kenneth —aclaró Alice.
Los dos se quedaron mirándola.
—¿Y quién es Kenneth? —preguntó Tina.
—¿Cómo que a Kenneth? —Rhett se acercó—. ¿Qué ha pasado?
—Es uno de los alumnos de Deane. No me dejaba en paz, eso ha pasado —Alice se incorporó, mirándose la mano—. Y me ha llamado... calientaporras o algo así.
—¿Que te ha llamado... qué? —Rhett entrecerró los ojos.
—Rhett —advirtió Tina cuando vio que se ponía de pie—. Siéntate.
—Pero...
—He dicho que te sientes.
Él lo hizo tras unos segundos, con mala cara. Tina apretó los labios. No estaba demasiado contenta con que hubiera clases en las que se instruyeran peleas, así que lo estaba menos con las peleas no obligatorias.
—¿Y se puede saber por qué me mirabas así? —le preguntó Rhett a Tina, ofendido—. ¿Se puede saber qué te creías que había pasado?
—¿Qué quieres que piense si te presentas con una chica en ropa interior —Tina señaló las bragas moradas y blancas con dibujos de caballos alados de Alice— que está a punto de llorar y tiene toda la pinta de haber dado un puñetazo?
—No estaba a punto de llorar —masculló Alice, avergonzada.
—Eso ahora no importa —Tina se cruzó de brazos, mirándolo severamente—. ¿Me puedes explicar qué estabais haciendo juntos?
Rhett se quedó en blanco un momento. Alice decidió intervenir.
—Rhett no ha hecho nada malo, solo me ha ayudado.
—Además, no es problema tuyo lo que haga en mi tiempo libre —replicó Rhett, a la defensiva.
—No vayas por ahí, señorito —ella levantó un dedo acusador en su dirección.
—No voy por ningún lado. Es mi tiempo libre. Puedo hacer lo que quiera.
—Como Max se entere de que te ves a escondidas con tus alumnas, Rhett...
—No me veo... pero ¿quién te crees que soy? ¿Un acosador o algo así?
—¡Yo no he dicho eso!
—No me veo con mis alumnas —aclaró, molesto.
—Pero sí con Alice, ¿no?
Alice, por algún motivo, se ruborizó cuando Rhett le echó una ojeada y frunció el ceño a Tina.
—Eso es distinto —concluyó.
—Ya sabes a lo que me refiero —Tina negó con la cabeza—. Es una falta de responsabilidad —miró a Rhett de nuevo, como una madre riñendo a su hijo—. Y, ahora, Alice, quiero que me expliques qué ha pasado exactamente para ver qué podemos hacer al respecto.
—¿A qué te refieres? —preguntó ella.
—Bueno, no ha sido la primera vez que nos hemos encontrado con alumnos... problemáticos —Tina puso una mueca al decir la palabra— al tener que compartir habitación con chicas. Si ese es el caso...
—Kenneth no es malo con las chicas —se obligó a decir Alice—. Solo conmigo. No sé por qué, pero estaba seguro de que sentía algo por él. Intenté convencerlo de que no era cierto, pero no me creía.
—Pues que se lo crea —masculló Rhett.
—Pero... —Tina parecía más incómoda que ella—. ¿Te ha... hecho daño?
—Me ha agarrado del brazo unas cuantas veces. Luego me ha empujado, y ha sido cuando le he dado el puñetazo... más o menos.
—Es decir, que ha sido en defensa propia —aclaró Tina—. Entonces, deberíamos hablar con Max para que reasignen a ese chico a otra habitación.
—Sí, creo que en el hotel de cuatro estrellas que hay aquí al lado tienen una suite disponible —Rhett enarcó una ceja.
—Podría ir con los del grupo intermedio —sugirió Tina.
—No es necesario —se apresuró a decir Alice.
—¿Cómo que no? —Rhett la miró como si se hubiera vuelto loca.
—Kenneth es un poco pesado, pero no es mal chico. No quiero que lo castiguéis por mi culpa.
—Pues a mí me encantaría...
—Rhett —Tina lo miró.
—¿Qué? ¿Ahora tampoco puedo opinar?
—Cielo —Tina volvió a mirarla—, si te sientes incómoda con él...
—No me siento incómoda con él. Ha sido la primera vez que he tenido que decirle que parara. Normalmente solo es un poco insistente, pero nada más. De verdad, no creo que vuelva a pasar.
—Si pasa...
—No volverá a pasar —aseguró ella de nuevo.
No sabía por qué defendía a Kenneth. Quizá era porque no quería separarlo de sus amigos. Ella sabía bien lo que era eso. No se lo deseaba a nadie.
Bueno, quizá un poco a Deane... pero no a Kenneth.
Él no era malo. Solo idiota.
—Entonces —Tina puso las manos en las caderas—, asunto arreglado. Ahora, cada cual a su habitación.
Alice frunció el ceño sin que nadie la viera. ¿Ya? ¿No podía quedarse un rato más con Rhett?
—Vigílanos —le dijo él a Tina, enfurruñado—. No sea que secuestre una alumna por el camino y me la lleve a mi habitación.
—Rhett...
—Déjalo —Rhett se giró hacia Alice—. Ya nos veremos.
Ella no respondió. Estaba maldiciendo a Kenneth en su fuero interno mientras veía que Rhett se marchaba.
Y, así de fácil... se había quedado sin su noche interesante.
•••
Alice estuvo, de todos modos, de buen humor durante la mañana siguiente. Ni siquiera le importó que Deane la tratara igual de mal que siempre.
De hecho, Deane se puso de muy mal humor cuando vio que Alice conseguía hacer el recorrido sin caerse ni una sola vez. En su interior, gritaba mil gracias a Rhett. Había valido la pena solo para ver la cara de amargura de esa mujer.
Así que su buen humor seguía latente cuando empezó a estirar con Davy, que se quedó mirándola un momento con una ceja enarcada.
—¿Qué? —preguntó ella.
—Nada. Solo estoy atando conceptos.
—¿Qué conceptos?
—Tú te levantas de buen humor y Kenneth, de pronto, tiene la nariz azul. No lo sé. Es sospechoso.
Alice sonrió, divertida. Davy intensificó la mirada de investigador profesional.
—Así que está relacionado, ¿eh?
—Digamos que le hice una llave anti-pesados.
—Me caes bien —aseguró él—. Kenneth es un idiota. Ya era hora de que alguien le callara la boca.
—Créeme, lo sé.
—Pero, de todas formas, prefiero no conocer los detalles.
Así que no dijo nada más en toda la clase. Sí, a Davy le gustaba el silencio.
Justo cuando acabaron de estirar, Deane dio dos palmadas y todos se giraron hacia ella, que tenía una pequeña sonrisa malvada. Oh, mala señal.
—Ya que por fin todos sabéis cruzar el recorrido sin caeros —miró especialmente a Alice antes de seguir—, creo que ha llegado la hora de empezar con los combates de entrenamiento. Mañana será el primero, así que empezad a prepararos.
Menos mal que Alice estaba de buen humor, porque si no lo hubiera estado... bueno, esa noticia le habría destrozado el día.
Además, ahora que había practicado tanto con Rhett, se sentía mucho más segura a la hora de enfrentarse a un combate.
La siguiente hora fue precisamente la de él. Ese día utilizarían armas pequeñas —sus favoritas después del francotirador, y las más usadas ahí—, cosa que dominaba bastante bien, así que se colocó en su panel y empezó a disparar contra el muñeco. Normalmente no daba directamente a la cabeza, pero no solía disparar fuera del muñeco, cosa de la que estaba bastante orgullosa.
Había pasado casi media clase y Rhett no se había fijado en ella ni un momento. Normalmente prefería criticar o corregir a los que lo hacían mal que elogiar a los que lo hacían bien, así que era una buena señal. Pero, pasado ese tiempo, Alice notó que se acercaba a ella. Tuvo que esforzarse para que no le temblara el pulso y seguir disparando igual de bien.
Rhett se apoyó en su panel con una mano y miró el muñeco, como hacía con los demás.
—Creo que debería replantearme eso de dar clases de lucha —le dijo en voz baja.
—¿Por qué? —preguntó ella, curiosa, recargando.
—He visto la nariz de ese chico, no veía algo tan azul desde Los Pitufos —sonrió.
Alice hizo esfuerzos para no sonreír. Después de todo, estaba en clase y había compañeros en los demás paneles. Y, por lo que había dicho Jake, ya había rumores sobre ellos dos circulando. No quería darles motivos para crecer.
—¿Qué es eso de pitufos? Suena horrible.
—Con eso acabas de confirmar que tu infancia ha sido horrible —murmuró Rhett—. Pero, volviendo al tema... estoy un poco decepcionado contigo.
Alice bajó el arma y lo miró, confusa.
—¿Por qué?
—Sigue disparando —le dijo él, a lo que ella obedeció—. ¿Cómo se te ocurre meter el pulgar en el puño a la hora de dar un puñetazo? Fue lo primero que te enseñé.
Alice notó que le enrojecían las mejillas.
—No... no me acordé.
—Te pudiste romper el dedo, Alice.
—Bah, no es para tanto.
—Sí lo es —él le frunció el ceño—. Estamos hablando de tu seguridad, no voy a bromear con eso.
Alice puso los ojos en blanco.
—Bueno, no me lo rompí. Y tengo la esperanza de no tener que volver a dar otro.
—Créeme, si sigues relacionándote conmigo, alguno me vas a dar en algún momento.
—Entonces, cuando tenga que golpearte, me aseguraré de sacar el dedito del puño.
—Eso espero —Rhett se separó del panel—. Por cierto, hoy no hay clase después de esta.
—¿Qué? —Alice volvió a detenerse, pero tuvo que volver a centrarse en disparar cuando él la miró mal—. ¿Por qué no?
—¿Eso ha sonado a desilusión? —bromeó él.
—Claro que no —mintió ella.
—Tenemos las pruebas de los intermedios —aclaró Rhett, volviendo al tema—. Jake y tus demás amigos participarán. Seguro que te pedirán que vayas.
Alice frunció el ceño. Otra oportunidad de estar a solas perdida.
—Quizá me pase.
—¿Quizá? —Rhett frunció el ceño—. Oye, no te lo estaba ofreciendo.
—Sonaba como si lo hicieras.
—Pues era una orden de instructor profesional. ¿Sabes lo aburrido que es tener que aguantar a más de cincuenta personas haciendo el mismo recorrido una y otra vez? A alguien tendré que molestar.
—Bueno, siempre tendrás a Jake.
—Si no vienes, me lo tomaré como si te hubieras quedado con el idiota de la nariz azul y haré que lo castiguen.
—¿Me estás amenazando? —Alice lo miró, divertida.
—No es una amenaza, es un hecho —él se inclinó para poder hablarle en voz más baja—. Tú solo ve, créeme, te gustará más de lo que crees.
—¿Me... gustará?
¿Por qué de pronto notaba que su cuerpo entero temblaba?
—Me toca elegir a la mitad del grupo —Alice estuvo a punto de preguntar sobre ello, pero Rhett sacudió la cabeza—. No puedo decirte nada más. Ven y compruébalo o quédate con la curiosidad.
—Si lo dices así, sabes que voy a ir.
—Por eso lo digo así.
Y, dicho esto, se separó y volvió a adoptar la cara de instructor malhumorado.
—Sigue disparando —le ordenó.
—Sí, señor —bromeó Alice.
Rhett pasó por detrás de ella y siguió con su recorrido.
—¿Todavía estás recargando, iniciado? —le preguntó a un chico del fondo, que se apresuró al verlo acercarse—. ¿No se supone que esta es la clase de los avanzados? ¡Si esto fuera la vida real, ya te habrían agujereado por todas partes!
***
—Así que eres tan mala golpeando que te hiciste más daño tú que él —observó Trisha, algo divertida.
—Prefiero pensar que tengo tanta fuerza que no puedo dominarla, la verdad.
Estaban las dos sentadas en las gradas del campo mientras los chicos discutían a unos metros por algo relacionado con un cómic. Eran insistentes con el tema. Por no decir pesados. Trisha estaba tirando de un hilo roto de su camiseta con poco entusiasmo.
—¿Te has preparado para las pruebas? —le preguntó Alice, curiosa.
—La verdad es que no.
—Bueno... tú ya las superaste una vez.
—Y lo volveré a hacer —le aseguró, riendo—. Dudo que encuentren a alguien que pueda conmigo. Se supone que su mejor baza es Kenneth y ya me peleé con él cuando íbamos a la misma clase.
—¿Y cómo fue? Espero que le dieras una paliza.
—Oh, se la di —ella le dedicó una sonrisa deslumbrante, cosa muy extraña en Trisha—. Lo tumbé en diez segundos.
—Ojalá hubiera podido verlo.
—Espero que mañana me pongan con él en la prueba de lucha.
—Según Deane... es su mejor alumno —observó Alice con una mueca.
—Deane es una imbécil incapaz de ver nada más allá de su ego —la miró, curiosa—. Hablando de imbéciles incapaces de ver nada... ¿cómo te fue con el señor pedófilo?
—¿Con... quién?
—Era una broma mala. Tampoco hay tanta diferencia de edad —Alice arrugó aún más la nariz—. Déjalo. Con tu instructor favorito. ¿Cómo te fue?
—Ah, eso —Alice se encogió de hombros—. Pues...
Trisha puso los ojos en blanco al ver su expresión.
—¿Qué? —preguntó Alice, a la defensiva.
—Te pasaste el santo día hablándome y pidiéndome consejos, y cuando llegó el momento... ¿te echaste atrás?
—No me eché atrás, simplemente... ¡es como si el mundo no quisiera que nos quedemos a solas!
—¡Venga ya! ¿Por la noche tampoco?
—¡Anoche estaba ocupada golpeando a Kenneth!
—¿Y hoy?
—Está preparando la prueba de esta tarde —aclaró Alice—. Hoy es imposible.
—Bueno... siempre te quedará esta noche.
Alice la miró con suspicacia.
—¿Qué quieres decir?
—Tú plántate ahí y dale un beso que haga que se replantee su existencia.
—Espera, ¿qué?
—Que le beses. No te lo pienses. Y si te lo pide el cuerpo, sigue adelante.
—¿Que siga adelante?
—Ya sabes, sexo.
—¿El sexo es aceptable tan pronto? Ni siquiera nos hemos besado.
Además, Alice se ponía nerviosa solo de pensarlo.
—Es aceptable si a los dos os apetece.
—No lo sé, Trisha... Rhett no parece preparado.
—¿Que Rhett no parece preparado? —ella empezó a reírse—. Quizá eres tú la que no lo está.
—Quizá es él —insistió Alice.
—Créeme, él está preparadísimo. He visto cómo te mira cuando no te das cuenta. Lleva preparado mucho tiempo.
Alice iba a responder, pero la interrumpió al darle una palmadita en la espalda.
—Y después de esta bonita reflexión sobre la sexualidad... voy a golpear algo para entrenar un poco.
—Te desearía suerte, pero creo que la necesitará toda tu oponente.
Trisha sonrió, divertida, bajando las gradas.
—Sigo con la esperanza de que me toque con Kenneth. Le mandaré recuerdos de tu parte.
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