11 - 'Gris ceniza'
Reconoció al instante a la mujer que los lideraba. Era alta, esbelta y tenía el pelo oscuro. Las facciones de su cara eran duras, marcadas, con la mandíbula algo prominente y una arruga entre las cejas que indicaba que se había pasado mucho tiempo de su vida con el ceño fruncido. Miró a su alrededor como si fuera la dueña de todo lo que veía. Unos siete hombres se colocaron al lado y detrás de ella, todos con sus monos gris ceniza.
Era la mujer que había visto al escapar de su antigua zona con 42. Las había mirado, pero no les había prestado atención... ¿no?
Quizá no se acordaba.
O eso quería creer Alice.
Detrás de la mujer había un chico de la edad de Alice que observaba todo con ojos atentos. Tenía el pelo y los ojos oscuros. Estaba transportando un fusil de francotirador. Alice se puso una mano en el brazo herido inconscientemente.
—Giulia —murmuró Max a la mujer, más tenso de lo que aparentaba.
—Max —sonrió ella con fría cortesía.
Alice intentó no moverse ni hacerse la sorprendida. ¿Se conocían? Se colocó disimuladamente detrás de Rhett para que no le vieran la cara directamente. Al menos, Giulia. Podría reconocerla.
Y entonces, todo se iría —como diría Jake— a la mierda.
—Siento lo de antes —dijo la tal Giulia—. Creímos que erais androides. Ya sabes cómo está la cosa ahora con ese tema.
—En nuestra ciudad tenemos más cuidado antes de apretar el gatillo —le dijo Max, mirando al chico del francotirador, que no pareció en absoluto avergonzado.
—Bonitos coches —comentó Rhett. Eran los coches que habían robado de la antigua zona de Alice.
Giulia clavó en él sus ojos fríos y sonrió un poco.
—Cortesía de la zona noroeste. Sufrimos algunas bajas para conseguirlos, pero yo diría que valió la pena.
A Alice le pareció que Rhett se tensaba, pero no se movió.
—¿Necesitáis algo? —preguntó Max, claramente invitándolos a que se marcharan.
—De hecho, sí —Giulia se acercó a ellos, pero solo mirando a Max. Ni siquiera se había fijado en Alice, por suerte—. Busco a un androide.
Oh, no.
—¿A uno? Hay cincuenta, por si se te había olvidado.
—Ya no —ella sonrió—. Exterminamos su zona, ¿no te lo dijo nadie?
—Lo que dijeron fue que habíais matado a todo el mundo, sin distinguir entre androides y humanos.
Alice era perfectamente consciente de que Max y Rhett sabían que ella era de ahí. Y solo mencionarla sería un desastre.
Sin embargo, daba la impresión de que la estaban cubriendo.
—Bueno, es otra manera de decirlo, sí —ella se encogió de hombros con elegancia—. La cosa es... que se nos escapó uno en concreto.
—¿A ti? Debió ser un androide muy listo.
—Me gustaría ver si es tan listo cuando lo atrape —soltó Giulia con brusquedad—. Se hace llamar 43. Tiene ese nombre en el estómago. Es bastante sencillo identificarlo.
Alice sintió que su cuerpo se tensaba. Rhett la miró de reojo, confuso.
—Esa descripción es muy vaga, Giulia —le dijo Max—. En nuestra ciudad no vamos levantando las camisetas de los demás.
—No tengo más información. Solo sé el número y que estaba solo —enarcó una ceja.
—No lo hemos visto —Max movió un poco la escopeta, haciendo que los acompañantes de Giulia se tensaran visiblemente.
Giulia, por su parte, soltó lo más parecido a un bufido de burla que había oído Alice en su vida.
—Creo que no eres consciente de la situación, Max —le dijo, borrando su sonrisa—. Necesitamos a todos los androides. Son peligrosos. Ha habido un fallo en ellos y tenemos que ocuparnos.
—Seguro que lo haréis de forma muy caritativa —murmuró Rhett.
Giulia le dedicó una breve ojeada frívola.
—Desgraciadamente, no es el único androide escapado. Dos ciudades ya se han levantado contra Ciudad Capital, contra mi jefe... por mentirnos. Todos mienten, intentando ocultar esas... máquinas. No lo entiendo.
—Creo que me hago una idea de lo que habéis hecho con esas ciudades —le dijo Max, e incluso Alice pudo notar su desprecio.
—El líder no se anda con tonterías, Max —ella levantó una ceja perfecta—. Si eliges a los androides por encima de nosotros... sabes lo que pasará. Lo que le pasará a tu preciosa ciudad. Y a ti.
—No me importa lo que queráis hacerme a mí.
—Oh, pero sí te importa lo que le hagamos a tus amados ciudadanos, ¿no es verdad?
Max apretó la mandíbula, tenso.
—No tenemos androides. Los habríamos mandado a la capital.
—Mi trabajo, Max, es cuestionarme eso. ¿Estás seguro de que no sabes nada de él?
—Si lo hubiéramos visto, lo habríamos abatido.
Alice notó que un escalofrío le recorría la espina dorsal. Giulia, por su parte, miró un momento más a Max, pensativa.
—He oído que hay un miembro nuevo en tu ciudad. Un buen tirador.
—Una buena tiradora —corrigió Rhett.
—¿Y qué hay de ella? ¿No te parece sospechosa?
—Mi gente se ocupó de comprobar que todo estaba bien.
Giulia lo analizó un momento con aire pensativo.
—Me encantaría conocerla en cuanto visite tu ciudad, Max.
Y se giró hacia Alice. Fue la primera vez que la miró directamente.
Ella, claro, dio un paso atrás y se ocultó completamente detrás de Rhett.
—¿Esa es la tiradora? —preguntó Giulia, burlona—. Parece un cervatillo asustado. ¿Por qué no te acercas y...?
—Déjala en paz —la cortó Rhett bruscamente.
Todos se giraron hacia él, sorprendidos. Especialmente Alice. Pero Rhett mantuvo la mirada clavada en Giulia, que entrecerró los ojos.
—Le estaba hablando a ella.
—Pues ella no tiene nada que hablar contigo, así que déjala en paz.
Max, al ver que la tensión crecía, carraspeó para atraer la atención de nuevo hacia él.
—Será un placer acogerte en cuanto vengas, Giulia —dijo, aunque era obvio que pensaba lo contrario
—Estoy segura de que lo será —ella los observó un momento antes de darse la vuelta—. Hasta pronto, Max.
Alice estaba a punto de volver a respirar cuando vio que el chico del francotirador se había quedado mirándola. Sintió que su cuerpo entero se tensaba. Pero él no hizo nada. Giulia lo llamó y siguió mirándola fijamente, como si pudiera ver perfectamente lo que era.
Entonces, Rhett se interpuso entre ambos y el chico lo miró a él con el ceño fruncido antes de seguir a sus compañeros. Rhett no lo perdió de vista hasta que se subió al coche.
Ninguno de los tres se movió hasta que sus coches hubieron desaparecido del todo.
—¿Lo conocías? —preguntó Max bruscamente a Alice.
—¿A quién? —a ella le temblaba la voz.
—Al androide. 43.
Alice negó con la cabeza lentamente. Max apretó los labios.
—Es una lástima. Nos habrían dado una buena recompensa por él.
—No es mercancía —se escuchó decir a sí misma.
Los dos se quedaron mirándola.
—Es... los androides son como personas —murmuró torpemente—. Cuando conviví con ellos... no podías notar la diferencia de...
—No importa lo que fuera esa cosa —espetó Max—. Casi nos matan por su culpa.
Esa cosa pensó Alice. Ni siquiera la consideraban algo más importante que una cosa.
Max abrió la puerta trasera de su coche y lanzó la escopeta al asiento de atrás. Rhett se dirigió a su coche y Alice lo siguió casi automáticamente, deseando irse a casa.
—Tú no —Max la señaló—. Tú vuelves conmigo.
—Sé conducir perfectamente, Max —le soltó Rhett, enfadado.
—Si se te da tan bien como cuidar de la gente, seguro que os matáis por el camino.
Rhett apretó los dientes.
—No ha sido culpa suya —intervino Alice, haciendo que ambos la miraran—. Fui yo la que estaba en la colina y él me ayudó a...
—Tenía que cuidarte y no lo ha hecho —soltó Max, mirándolo—. Al parecer, es un experto en eso.
Alice no entendía nada, pero Rhett pareció furioso. Se quedó mirándolo un segundo más y después subió al coche dando un portazo. Los neumáticos levantaron una nube de polvo cuando aceleró bruscamente y desapareció en el camino.
—Sube —le ordenó Max, que había ido a recoger sus cosas y las metía en el maletero. Alice obedeció, sujetándose la herida con la otra mano.
Max se sentó con ella unos segundos después y aceleró. Él iba mucho más lento que Rhett, por lo que Alice supuso que el viaje sería el doble de largo. Y sin esa tal música. En completo silencio.
—¿Rhett te ha dicho que la bala solo te había rozado? —preguntó Max al cabo de un rato.
Incluso cuando hablaba tranquilo, su voz sonaba como un trueno.
—Eh... sí. Y tú también.
—Por la manera en que sangra, te han dado de lleno. Seguramente no quería que te asustaras —frunció el ceño a la carretera—. Yo tampoco quería asustarte. El miedo no ayuda en situaciones así. No morirás desangrada, de todas formas. ¿Te duele mucho?
—No —murmuró, sin saber qué decir. Max no parecía una persona muy habladora.
—¿Qué ha pasado exactamente?
Alice suspiró.
—Estaba junto a la colina y... me dispararon en el brazo. Caí, pero logré agarrarme a una raíz. Rhett me ayudó a subir... estuvo a punto de caerse solo por salvarme.
—¿Y después?
—Nos escondimos detrás del coche y me puso esto alrededor de la herida.
Max se quedó pensativo unos segundos, cosa que hizo que los nervios de Alice se multiplicaran.
—Sé sincera —dijo al final, sin mirarla—. Conocías a Giulia, ¿verdad?
—No, no la conocía.
—No me mientas. Cuando la has visto, has corrido a esconderte como un animalillo asustado detrás de Rhett.
Ella no dijo nada. Principalmente, porque era cierto.
—¿Cómo escapaste de ella?
Alice no sabía qué decir. Tenía la impresión de que, si mentía, Max lo sabría enseguida. Pero tampoco podía decir la verdad, porque al parecer la entregaría enseguida a esa... Ciudad Capital.
—Robé un uniforme de una de sus soldados para escapar de mi zona —murmuró, finalmente.
Para su satisfacción personal, Max por fin cambió su expresión a una ligeramente sorprendida.
—¿Conseguiste robar algo a Giulia? —preguntó, perplejo.
—No exactamente... eh... tuve que quitárselo a una mujer que... mhm...
Silencio. Ella se aclaró la garganta, incómoda, al recordar el rostro desfigurado de la mujer a la que había robado el uniforme 42.
—Era la única forma de pasar desapercibida —concluyó en voz baja.
—No te lo estaba recriminando. Solo era una pregunta. ¿Escapó alguien más?
Alice se preguntó por qué Max parecía tan repentinamente interesado en eso, pero todo pensamiento se nubló en cuanto pensó en 42. La pobre. Se preguntó qué habría sido de ella. Si seguiría viva.
Pero no podía decirle la verdad completa. No quería confesar que había huido con un androide.
—Ya lo dije el día que llegué —murmuró.
—Pero no me lo creí.
—Era... yo...
—Mira, puedes seguir mintiéndome o puedes decirme la verdad de una vez. Si yo fuera tú, elegiría la segunda opción.
Alice suspiró y cerró los ojos.
—En la reunión... dije que habían matado a una chica y había escapado con mi padre.
—Lo recuerdo.
—Fue... al revés. Mataron a mi padre... y tuve que huir con una chica. Una amiga mía.
—¿Era humana?
Alice, por algún motivo, no fue capaz de mentirle. Solo mantuvo la mirada clavada en el frente. Max la observó durante unos instantes antes de girarse hacia delante.
—Así que era un androide —murmuró—. ¿Por qué te arriesgaste a escapar con un androide? Fue una decisión peligrosa.
—Era mi amiga. Por los amigos... a veces haces cosas peligrosas. Y no importa que sean androides o humanos. Lo único que importa es que son tus amigos.
Max no dijo nada más en todo el viaje.
En cuanto llegaron a la ciudad, Alice empezó a volver a notar la herida. No hasta el punto en que le doliera como antes, pero empezaba a dormírsele el brazo. Y la mano. Y los dedos, que le cosquilleaban. Intentó moverlos torpemente.
Se sorprendió cuando vio que Tina y Jake estaban esperando junto a la puerta del hospital. Max detuvo el coche ahí y le dedicó una mirada significativa para que se bajara. En cuanto lo hizo, Tina se acercó corriendo hacia ella.
—Vamos, cielo, hay que darse prisa. El calmante dejará de hacer efecto de un momento a otro y tenemos que sacarte la bala.
Alice se preguntó cómo sabía que tenía una bala incrustada en el brazo, pero en cuanto vio que Rhett también estaba en el hospital, dejó de preguntárselo.
—Túmbate, cielo, eso es...
Alice se tumbó boca arriba en una de las camillas y vio que Jake se mantenía al margen, pálido de miedo.
Empezó a notar el dolor de nuevo, y casi no miró a Tina mientras notaba que le clavaba algo en el otro brazo. Cerró los ojos cuando apretó la herida con fuerza y quitó el trozo de tela que había puesto Rhett un rato antes.
—Necesito ayuda —murmuró Tina con voz seria—, ahora mismo.
La mano se quitó y se puso otra más grande con cuero. Alice abrió los ojos y vio que Tina estaba sacando una serie de instrumentos de metal. Rhett seguía apretando la herida, sin perder de vista lo que hacía Tina. Alice apretó los dientes con fuerza por el dolor. Ya apenas sentía la mano.
—Tengo que quitarle la bala —le dijo Tina a Rhett con voz tensa—. Va a doler. Y vas a tener que sujetarla cuando te lo diga.
Él apretó la mano entorno a la herida, mirando a Alice sin siquiera parpadear. Ella tuvo que admirar su entereza.
Jake, por cierto, seguía manteniéndose a un lado con cara de espanto.
—¿N-no puedes sedarla? —preguntó, palideciendo aún más.
—Poca sangre y tensión alta. No iría bien.
No era cierto. Alice estuvo a punto de reírse y llorar a la vez. No había anestesia para androides. Ni siquiera sabía cómo había funcionado esa pastilla.
Tina se puso unos guantes blancos y la miró casi con una disculpa en los ojos. Entonces, asintió con la cabeza hacia Rhett, que se colocó tras ella con una mano en cada hombro. Jake seguía pálido, en un rincón, observándolo todo.
Tina la sujetó de la muñeca, inmovilizándole el brazo por completo. Entonces, Alice sintió el mayor latigazo de dolor de su vida. Se retorció y Rhett la sujetó con más fuerza. Vio que Tina tenía unas pinzas introducidas en el agujero de la bala. Se mordió el labio con fuerza, mareada, y apretó los puños. No quería verlo y, a la vez, no podía dejar de hacerlo.
Tina sacó de nuevo las pinzas y colocó una pequeña bala completamente roja en una bandeja de plata pequeña. Entonces, le colocó un paño con un líquido sobre la herida que alivió un poco el dolor. Alice dejó de moverse y Rhett aflojó un poco el agarre, mirándola.
—Ya está —escuchó decir a Tina—. Lo has hecho muy bien, Alice. La mayoría habría intentado darme un puñetazo.
Alice estuvo a punto de ponerse a reír.
—Seguro que no ha dolido tanto —murmuró Rhett—. Es que eres una histérica.
—Jake, hazme el favor de asesinarlo por mí. Ahora mismo no tengo fuerzas.
Rhett sonrió, divertido.
Tina retiró el paño y limpió la herida con cuidado. Alice apenas sentía el brazo. Movió un poco los dedos de la mano, aliviada. Entonces, Tina le rodeó la herida con una venda y la dejó atada a la perfección.
—Bueno —ella sonrió un poco—. Has tenido suerte, no ha tocado nada importante. De hecho, me extraña que fuera tan superficial. O bien la han disparado desde mucha distancia o antes había chocado con algo. Pero no creo que fuera lo último. Si no, se habría fragmentado la bala. En fin... ¿te encuentras mejor?
—Sí —dijo, sinceramente.
—Tardará en cicatrizar, así que tendrás que llevar la venda un tiempo. Pero si haces exactamente lo que te diga, no te dolerá.
—¿Podré utilizar el brazo? —preguntó ella.
—Por supuesto.
—Suena a que no vas a librarte de los combates —le dijo Jake, que se había vuelto a acercar.
Tina siguió con su charla.
—Pero la cicatriz se quedará. Soy buena, pero no tanto. Lo siento.
—Las cicatrices no están tan mal —se escuchó decir a sí misma.
Rhett la miró con curiosidad.
—Jake —Alice lo miró. Seguía pálido—. ¿Estás bien?
Él asintió lentamente.
—No le gusta la sangre, pero curiosamente es muy buen ayudante cuando quiere —le dijo Tina—. Se ha asustado cuando te ha visto así. Tendrás que cambiarte de ropa, por cierto.
Alice sonrió. Todo eso era surrealista. Como si ahora estuviera pensando en ropa.
—Sí, tendré que cambiármela —murmuró, agotada.
—Oye, cuando quieras me das las gracias —protestó Rhett—. Si no hubiera sido por mí, te habrías caído por la colina.
—Si no hubiera sido porque tú estabas ocupado durmiendo, no me habría acercado a ella —Alice lo miró con mala cara.
Tina ahogó un grito dramáticamente.
—¡¿Te has dormido en una guardia con una iniciada?!
—¿Qué? No, no, no... yo no... —Rhett miró a Alice con mala cara—. ¿No podías quedarte calladita?
—¡Si has empezado tú!
—¡Has empezado tú cuando no me has hecho caso!
—¡Yo no...!
—Chicos, basta —Tina negó con la cabeza—. Sois dos irresponsables.
—¡Ha empezado él!
—¡Me da igual quién haya empezado, yo lo termino! —Tina respiró hondo—. Y ahora, todo el mundo que no sea Alice o que no tenga una herida de bala en el brazo, ¡fuera de aquí!
—Yo ahora tengo una herida de bala en el corazón, Tina —Rhett se llevó una mano al pecho—. ¿Eso no cuenta?
—Fuera de aquí —y Tina, riendo los sacó a ambosdel edificio.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top