Preludio
Un carro avanzaba en medio de la noche a través de una carretera desolada, la vista que tenía el conductor era un paisaje árido con tan sólo cactus y pequeños arbustos, el hombre que conducía no aparentaba mas de treinta y cinco años de edad, de cabello negro como la noche, ojos oscuros pero con un singular brillo, vestía una camisa azul y sobre esta una chamarra café, el hombre conducía disfrutando de la tranquilidad que la noche brindaba, pero una silueta se hacía presente en el horizonte, era un hombre que pedía un aventón, vestía un abrigo verdoso y en su espalda colgaba una pequeña mochila. Sin pensarlo mucho el conductor se detuvo delante del extraño y abordó al lado del chófer.
—Gracias amigo, me salvaste la vida —decía contento el pasajero frotándose las manos para calentarlas.
—Me alegra escuchar eso —respondió el conductor poniendo en marcha el auto.
—Sabes llevo un tiempo viviendo de auto stop —contaba con entusiasmo mirando al frente— uno ve cosas tan diversas, conoce a tantos tipos de personas, hasta que un día te conoces realmente...
El extraño quedó con los ojos bien abiertos y sin expresión alguna, un largo silencio se hizo, el conductor extrañado le miro sin saber si algo le había ocurrido.
—Oye es muy tarde para andar en la carretera — intentó que su pasajero volviera a reaccionar.
El extraño volteó a verle muy lentamente.
—La noche es el mejor momento para salir —contestó con una fría sonrisa— lo descubrí hace poco... Creo que está en nuestros genes.
—Ja, ¿Nuestros genes? — preguntó sin evitar burlarse.
—Sí, pero me temo que no lo entenderías —le contó con cierta molestia— hay diferentes clases de personas.
—Eso siempre lo he creído —dijo el conductor sin dejar de ver la carretera.
—Pero enserio, me has hecho la noche... — dijo sonriente el extraño sin quitarle la vista de encima al conductor.
—Oh ¿si? — preguntó sorprendido— perdona no me he presentado soy Jack Miller.
—Pues gracias "Jack" —musitó— sin ti esta sería una aburrida noche —con apuro metió su mano en el abrigo.
—No. no. ¡Vamos aún no! — pidió Jack con rapidez, esto le sacó una sonrisa al extraño—¿Qué tal una adivinanza?
— Claro suena bien —su voz sono amenazante— Había un hombre caminando en una calle oscura y solitaria —el carro subió la velocidad mientras Jack hablaba— pero otro le sigue a un callejón sin salida.
El extraño miraba fijamente a Jack.
—Dime ¿Quién está en peligro?
Decepcionado se echo en el asiento.
— Que adivinanza tan simple! —replicó el extraño— es obvio que el primer hombre —respondió sacando un cuchillo.
—No —negó el conductor viendo a su pasajero.
El hombre con el cuchillo se extraño al ver que le respondió aún después de sacar el arma.
—El humano —concluyó Jack con unos brillantes ojos ámbar.
La piel de Jack se torno verde y escamosa, creció tanto en tamaño como en volumen, rompiendo su ropa, su rostro se alargó, su boca se volvió un hocico, el monstruo rugió, el hombre quedó pálido ante lo que había pasado, el cuchillo se le resbaló de la mano y sin pensarlo abrió la puerta lanzándose al oscuro pasaje, solo para ser golpeado violentamente por el asfalto, sintió un inmenso dolor en su hombro izquierdo y escucho como algo tronaba al rodar en la carretera, adolorido y confundido miro a su alrededor, esperando no ver el auto de aquel monstruo, pero ahí estaba detenido a unos quince metros de él, con desesperación intentó ponerse de pie, entonces se percato de que su pie derecho se había roto, volvió a caer al suelo.
La puerta del auto se abrió y la desesperación lo abordó de inmediato, empezó a gatear con su cuerpo mal herido, el dolor era su acompañante en cada movimiento, pero no tenia intención de parar, de pronto escucho unas garras andando por la carretera, el corazón del hombre parecía que saldría de su pecho, aún con eso no paraba, el caminar que sonaba era tranquilo y eso solo lo desesperaba, hasta que sintió unas grandes garras tomándolo del hombro y dándole la vuelta.
—Gracias por salir del auto —agradecía el reptiliano abriendo las fauces y hundiéndolas en el hombro con fuerza logrando arrancarle el brazo.
El hombre se retorcía de dolor intentando tapar la herida que no dejaba de sangrar, pero el monstruo lo puso en el suelo tomándolo de la cabeza y continuó comiendo, abriendo su vientre.
—Yo no siento ningún arrepentimiento, ni incomodidad al devorar humanos —decía el monstruo— desde que recuerdo siempre los he comido.
—Al nacer los de mi tipo nos abrimos paso al mundo devorando a nuestra progenitora — contaba el reptiliano — claro que mi padre comió el resto de aquella humana... Es bastante usual entre los de mi tipo usar a los humanos para reproducirnos — seguía contando Jack — después de eso no son más que alimento. Mi Padre me enseñó las tres reglas primigenias, eran muy claras... Mata solo lo que vayas a comer, eso significa no asustar ni divertirse con la presa, somos superiores en fuerza, no en número, la segunda regla era mantener un perfil bajo, ya sea ocultándose entre humanos con su rostro o simplemente no exponiéndose al público, aunque mi Padre era de la clase de monstruo que no gustaba de dejar patrones en sus métodos de caza, cambiando su rostro en cada oportunidad; Pero mi Padre no podía dejar de pensar en los tiempos antiguos... Cuando todos temían de la noche pues sabían que había criaturas que vivían de la muerte y la angustia... El rostro de mi padre siempre apagado parecía añorar aquellos días... Y la tercera regla, huye apenas tengas la más mínima sospecha de ser descubierto, todo monstruo debe acatar estas reglas, pero tanto pesa esta última que nosotros mismos nos aislamos de los nuestros, ya sea para no ser descubiertos con facilidad o para asegurarse un suministro constante de presas, siendo territoriales llegamos a asesinarnos entre nosotros... Siento pena por mi Padré ya que este vivía en el pasado, con el tiempo se volvió descuidado y una noche perdió el control en una aldea en la que solíamos vivimos por cinco años, mi Padre fue encontrado comiendo a una mujer y en lugar de huir empezó a matar sin parar, se creo un efecto bola de nieve y lincharon a mi Padre, supe que mató a doce hombres antes que acabarán con su vida, yo por mi parte escape, en aquel entonces tenía doce años.
—Me quedé sólo, viví por un año en el bosque, solo deseando la carne humana, pero me llevé una sorpresa al llegar a la ciudad, el acelerado ritmo, la enorme cantidad de víctimas sumado a mi gran deseo por sangre... Me duele decir que solo podría llamarme de una forma: Un desastre, cometí cientos de errores, mataba sin necesidad, dejaba testigos de mis ataques, los rumores y cuerpos llamaron la atención de los policías, pero yo le temía a otra amenaza... Mi Padre solía contarme de las historias de antaño sobre figuras que nos daban caza sin piedad alguna, sin descanso y sobre todo sin miedo, hombres capaces de todo y sin temor a perder algo.
—He vivido huyendo de mis errores y ahora tengo nuevamente la oportunidad de empezar de nuevo.
El carro llegó a un vecindario agradable, casas con fuentes en sus entradas, estatuas decorando sus jardines hermosos llenos de colores, pero sobre todo hogares cálidos y grandes que demostraban que la zona era exclusiva para gente de dinero.
El vehículo azul se detuvo frente a una casa de dos pisos, hecha de madera, la entrada tenía un pórtico del mismo material, una pequeña área verde en la entrada y antes de todo esto una pequeña reja negra que le llegaba a Jack a la cintura, a su lado un buzón que tenía una pequeña placa de bronce que rezaba: Casa de Jack Miller.
—Esta vez este será mi hogar — decía determinado el monstruo.
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