La Calma

—Tengo miedo, yo soy culpable de lo que está pasando y el caos que está por ocurrir — decía el monstruos quien miraba al suelo aún incrédulo de todo lo sucedido.

El templo estaba vacío, una enorme cruz con un cristo tallado en madera era exhibido para sus feligreses, en la oficina del padre Tom estaban ambas criaturas de instintos salvajes sus ánimos estaban sumidos en un estado de meditación tras escuchar su insólito relato.

—¿Por qué no viniste antes? Debiste avisarme antes, ahora todo sigue el curso de Edgar, temo que iniciemos una nueva guerra secreta — decía mientras se frotaba la frente con dos dedos — la bruja de aquel entonces sigue viva, un nuevo licántropo y Edgar moviendo a estos.

—La bruja seguía reacia apoyarlo nuevamente, vi cuan mal le fue — explicó al haber estado por la zona aquella vez.

—¿Sabes dónde está? — parecía serle de gran necesidad su ubicación, pero el monstruo negó con la cabeza.

—Siempre fue muy cuidadoso con no dar su paradero, pero la bestia peluda parece ser la amenaza inmediata, sabes muy bien que no son nada discretos — le hacía notar recordando su presencia y su conflicto tan palpable.

—¿Qué sabes de este nuevo monstruo? — se dispuso a escuchar a su compañero cruzando sus dedos sobre la mesa.

—Fue atacado por Scott la misma noche que encontró su muerte este último, se trata del oficial Benjamín Rown quien fue dado por muerto solo para levantarse como un licántropo, actualmente tiene nuestras reservas en la morgue — advertía de la crisis aún no ocurrida.

—Es grave, pero tenemos nuestra contra medida — hablaba el padre bastante calmado pese la noticia.

—Teodoro quien está vigilando a su preciado humano del ataque de Edgar, ya deben saber que el sabe de su debilidad y está dispuesto a todo por tener el control — le indicaba temiendo que no se tomará con la suficiente atención este peligro — es la misma dicha por nuestra matriarca quien paso sus historias a todos sus hijos, el desierto negro, las tierras en llamas por el cuerpo de un antiguo rey y el fuego que no puede ser detenido o aquel dios del vacío que perturba a todo ser vivo.

En la ciudad todo seguía moviéndose como si nada asechara en la oscuridad, en unos almacenes en el lado sur de Nueva Brecha estaba Edgar quien contemplaba el atardecer con diversos sentimientos encontrados, el sonido de las máquinas en el sector de producción atiborraban la zona pero eso solo le recordaba los tiempos más difíciles.

—Nunca creería que luego de pasar por ese cisma volvería a estar en una situación tan preocupante — dijo dolido al cielo como si en este alguien le escuchaba.hy

“Ve al norte, allá nuestra gente no es tan conocida.”

Recordaba las palabras de su moribundo abuelo quien tenía varios agujeros en el cuerpo, quedando empapado en su propia sangre.

—¡Resiste! ¡Resiste! ¡Debes recuperarte! ¡Solo aguanta y tú cuerpo sanará! — le suplicaba a su abuelo estando ya en un estado cercano a la desolación.

—Se fuerte, solo contarás contigo mismo busca una nueva oportunidad del otro lado — le pidió en un último esfuerzo para luego dejarlo solo en aquel bosque denso.

Tras un viaje de dos años pudo pasar el río bravo para estar ahora en un desierto aparentemente infinito a sus diecinueve años de edad, sin embargo no era un humano y sus capacidades eran mayores al resto, su cuerpo tomo la forma de un coyote de gran tamaño, el cual corrió sin parar por el árido paisaje, tomándole solo medio día llegar a una ciudad, Nueva Brecha. Edgar llegó exhausto tras su largo viaje contra la propia naturaleza, su figura ahora humana llegó a un parque donde fue a beber de una fuente para reponerse, las personas se alejaban del tipo desnudo, pero un individuo se quedó viéndolo era un hombre en sudadera un pordiosero.

—Sera mejor que salgas de allí, un oficial te llevará a un pésimo lugar para los de nuestra clase — le hablo el extraño, esto hizo que el mexicano se detuviera por un instante olfateando un aroma peculiar pero bastante familiar.

—¡No me iré! ¡Me costó demasiado llegar aquí! — le grito al extraño desaliñado, los brazos de Edgar palpitaban incrementando su tamaño.

—No seas tonto, alguien puede vernos — miro a los alrededores mientras se apartaba del desconfiado — sígueme necesitamos hablar.

—¿Quieres hablar? — la premisa le pareció bastante peculiar al ser un fiel seguidor de las tres reglas pero la despreocupación de este peculiar extraño le daba pie a no temer de su presencia.

El par fue a un callejón dónde el vagabundo tenía lo que parecía su hogar, conformado por un colchón con unos resortes salidos y extrañas manchas en este, sábanas usadas como cortina para su privacidad y un fuerte aroma proveniente de …, varias prendas estaban tiradas en el suelo dándole una verdadera apariencia a una guarida de un desamparado.

—¡¿Quién rayos eres?! Ignoras las reglas primordiales ¿Y te haces llamar monstruo? — lo cuestionó sin siquiera darle oportunidad de alegar, pero solo provocó una pequeña risa.

—Llevo décadas sobre esta tierra, vi cosas asombrosas, levantamiento de imperios y sus amargas caídas, quiero pensar que eso me dio un poco de conocimiento — hablo saliendo la entidad viscosa de la boca del cuerpo sin vida — las reglas son obsoletas, en sus tiempos eran útiles pero todo sigue cambiando — hizo una pausa mientras sus ojos salían a flote de la densidad gelatinosa — perdona no me he presentado, soy un primigenio el primero de mi raza y posiblemente el último, tuve bastantes apodos en el pasado pero ahora me hago llamar Teodoro.

Edgar no supo que decir, relatos de seres superiores portaban aquel título del que el aparentemente tranquilo monstruo tenía.

—¿Tu? ¿Un primogénito? No puede ser — el hombre retrocedió incrédulo de esta alegoría.

—Eres libre de creer lo que tú quieras pero soy superior a ti y te ofrezco una alianza la cual nos dará una vida relativamente prospera — indico Teodoro esa misma oferta detuvo por un momento al nahual.

—¿Si aceptará que tendría que hacer? —

—Veras nosotros los monstruos somos unos cretinos en su mayoría ninguno quiere dar el brazo a torcer al creer solo cuando ven una fuerza superior y te puedo asegurar que estás viendo al más mortífero en el estado — le aseguro sin exagerar los hechos.

—Aun no comprendo mi posición.

—Si yo lo demostrará seguramente acabaría matando a un aliado y si los junto a todos posiblemente intentarán matarse entre ellos al no existir una medición de poder — su voz parecía recalcar su deseo de evitar perdidas.

—¿Crees que yo sería útil persuadiéndolos? — simplificó las cosas.

—Si estás vestido creo que sí — le ofreció una de sus prendas tiradas por el suelo — ¿Qué dices?

—No lo sé — se le escuchaba conflictivo con esta idea de cooperación — jamás escuché de semejante cosa, ya de por sí la mera idea de trabajar dos es ridícula ahora hablas de todo un grupo.

—Necesitamos aprender de nuestros errores, estos humanos lograron algo trabajando como uno, nosotros podemos hacer más de eso estoy seguro — volvió a sacar su ilusión acercándose a Edgar con bastante énfasis.

—Quizás — dijo superficialmente sin pensarlo verdaderamente — pero nadie quiere ser el de abajo, todos aspiramos a la cima — le miro con una seriedad casi enfadado y le pregunto a conciencia — ¿Tu estarías bien siendo el de abajo? ¿Tu podrías seguir órdenes y no darlas? ¿Serías un mero obrero?

La cosa gelatinosa casi transparente le miro sin sentirse ofendido, aquellos ojos flotantes en la masa resplandecían sin deseo de avaricia o malicia cosa que inquieto al mexicano.

—No, solo no quiero caer en los mismos errores — su voz parecía casi suplicar a un tercer presente todo poderoso.

“Somos una especie casi extinta, dónde ya no todos de la misma línea de sangre heredan el don.”

Retumbaban las palabras de su abuelo tras oír al insólito monstruo.

—Suena a qué cargas un gran peso en esos suaves hombros — está exclamación le dio gracia a Teodoro quien en un inicio se sorprendió al tener un poco de su simpatía.

—¿De que huyes tu? ¿Qué es lo que te obligó a venir a este sitio? — Teodoro sintió curiosidad al notar que ya la hostilidad bajo.

—Escapo de mi, de mi línea de sangre, de la escasez de mi gente en nuestra propia patria — contaba con cierto derrotismo de su parte.

“Tuve tres hijos con diferentes mujeres de zonas diversas esperando que alguna de ellas me dieran uno como yo, esto no paso.”

Seguían viniendo las palabras de su abuelo al igual que su semblante sereno carcomido por la desesperación en algún punto de su pasado y también sus cicatrices.

“Estamos destinados a la extinción, nuestra desaparición es un hecho y tú existencia un milagro, quiero pensar que mi gen es reacio y se logró manifestar una generación después pero tú fuiste su segundo hijo lo cual demuestra que somos una especie en extinción.”

—Ya no existe un futuro para mí clase de dónde vengo y esperaba encontrarla aquí — resumió Edgar pero sus palabras no parecían tener esa esperanza.

—Parece estamos presenciando un cambio de era, el ocaso de los monstruos apenas resistiéndose al mañana como meras cucarachas en un mundo que evoluciona a pasos agigantados — le contaba Teodoro quien parecía perderse en la aparente infinidad del cielo, esos ojos sumergidos en aquella masa acuosa aparentaban guardar arrepentimiento.

—¿Estar al borde de una era de rumores? Si quizás, supe de algunos monstruos quienes culparon a humanos asesinos en mi país, eran pocos a decir verdad — eso parecía dolerle aún sin haber experimentado mejores tiempos, hecho que no paso por alto por su compañía.

—Vamos chico no lo digas así, no viviste esos días, no sentiste ese pavor y respeto al caer la noche, como hasta corrían queriendo evitar ser tratados por la noche aún desconociendo nuestra existencia de forma verídica pero instintivamente ellos nos reconocían — sus palabras resonaban con fervor haciendo pensar que si aquel monstruo tuviera venas estás hervirían con el mero recuerdo de las viejas glorias.

—Lamento sonar así, es solo que el viejo solía contarme sus viejas proezas con tanto vigor que fueron grabadas en mi mente como propias — explicaba apenado por hablar con bastante imprudencia.

—Esta bien, suele ser algo común que los vejestorios como yo laven el cerebro a otros causando problemas — se daba cuenta que el hizo lo mismo en el pasado, hecho que no le hacía gracia.

—¿Pero oye si has vivido tanto has sabido si es cierto ese rumor de las hembras? Ya sabes ese del que ellas son cada vez más raras de encontrar — Edgar parecía estar asustado de aquella respuesta.

—¿Acaso naciste de una hembra de tu especie? ¿O llegaste a ver una en tu viaje aquí? — esas preguntas confirmaron dicho rumor haciéndole temer aún más al porvenir — la mayoría de nosotros solemos nacer de la crucé con los humanos pero sucedió lo que pensábamos imposible, los vástagos empezaron a salir humanos y no de nuestra propia naturaleza.

—Fácilmente podría ser el último de mi especie, el último nahual —  expresarlo verbalmente era tanto liberador como apremiante, la severa expresión de su abuelo volvía a su mente al existir una pizca de debilidad.

—Si, un hombre no puede permitirse esas cosas de mujeres — se decía a si mismo con las palabras de su abuelo marcadas a golpes y regaños — es la época de los hombres y aunque eso signifique el ocaso de nuestra raza los guiare a la supervivencia.

Tres años después…

—¡Es un caos! ¡Ramuni está dispuesto a llevar esto hasta las últimas consecuencias! ¡Ataco a Henry en un callejón al mediodía! ¡El maldito mediodía! ¡Si alguien los hubiera visto habría sido nuestro fin! — repetía el padre Tom fuera de sus canales.

—¡Cálmate! ¡Si está listo para una guerra civil por el control que así sea! — concluía Edgar en la sala debajo de la iglesia del padre con una actitud furiosa, esto inquietaba al resto.

—¿Llegar a una batalla abierta? Si bien tenemos entre nosotros hermanos que pueden generar activos bélicos pero eso podría exponernos y por ende perder está ciudad — explicaba Teodoro quien no estaba de acuerdo con la propuesta.

—Puede ser pero ellos se niegan a acatar las reglas, pretenden generar una masacre, traer caos como si aún viviéramos en las viejas glorias — dejaba en claro el oficial con gafas negras — si queremos prevalecer debemos matarlos.

—Tendrás que disculparme pero tu clase solo sabe de dominación y homicidio, haciéndolo peor el hecho que Edgar descienda de los de tu raza y tengan la misma opinión — argumentaba Tom quien también se mostraba reacio a la guerra.

—Hablan bonito sobre la naturaleza y cambios de nuestra raza pero parece que quieren mantenerse ciegos — volvió Edgar a tomar la palabra levantándose de su asiento — la guerra ya fue iniciada, los bandos están bien marcados, la única duda es ¿Si nos negaremos a verlo esperando una masacre unilateral o daremos batalla?

—Quiero vivir, soy la única hembra de mí clase y deseo traer a este mundo a más de mi tipo — las palabras de la hug-monster llamaron la atención del resto — aún si debo matar a otros de los míos para tener este próspero sistema.

—Bien, bien lo haremos, regresaremos el golpe pero debemos idear una estrategia — exigió Teodoro preocupado por las consecuencias.

Veinte monstruos quedaron pensativos ante este hecho inefable, meditando sobre la siguiente acción a tomar pues podría ser decisiva ya fuera para bien o para mal.

—Usaremos algo que ellos no esperan — declaró el monstruo mexicano — usaremos la magia.

—¿Magia? — pregunto el agente de la ley sin comprender la propuesta de Edgar.

—Ella no meterá sus manos al fuego por nosotros, verdaderamente nos odia — respondió el más gruñón de sus integrantes.

—Es cierto, esa bruja mato a un par de los nuestros hace unos meses, si nos presentamos delante suyo acabaremos muertos — arremetió un monstruo con bigote tupido.

—No si yo hablo con ella — respondió el nahual sin mucho entusiasmo, algo bastante inusual en este y todos se percataron.

—¡¿Qué significa eso?! — hablo alterada la fémina monstruo, sin tardar se percató de lo que hablaba estallando —  ¡Nos expusiste!

 

—¡Ella ya lo suponía al verlos cooperar, nos habría asesinado sin no hubiera hablado con ella! — justificaba sus actos con una tremenda pasión — cree un acuerdo con ella y estoy seguro de poder encaminarla en nuestra dirección.

—¡No! ¡Ya fue suficiente con el peligro previo! — se negaban un puñado de estos monstruos a la riesgosa propuesta.

—Lo lamento pero suena más riesgoso involucrarnos con ella — respondió el monstruoso padre con gran serenidad.

—¿Eso significa que..? — la mujer deseaba saber lo que vendría a pasar.

—Les tenderemos una emboscada, nos están cazando y creo saber a quién estarían gustosos por liquidar — les explico mirando con atención a su colega infiltrado en la justicia humana — además de ti yo soy un blanco, pero considero tendrán más apuro en ti.

—Se que me arrepentiré de esto pero.. ¿Dónde debo ir?

Un plan se puso en marcha pero Edgar parecía indispuesto a dejar de lado su plan para la guerra.

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