23

Cuando Jane consiguió reencontrar a Jace y Alec, se pegó a ellos sin ninguna intención de dejarlos ir. Se sentía como una intrusa en medio de toda aquella gente.

— ¡ Clary ! — chilló Jace.

La pelirroja se encontraba en compañía de Magnus y Sebastian.Jane, Jace y Alec cayeron sobre ellos, nada complacidos de ver a Sebastian.

  —¡Creo haberte dicho que te quedaras con Max e Isabelle! —le espetó Alec—. ¿Los has dejado solos?

Poco a poco, los ojos de Sebastian pasaron de Magnus a Alec.

  —Tus padres han venido a casa, tal y como has dicho que harían. —Su voz era fría—. Me han enviado por delante para decirte que están bien, tanto ellos como Izzy y Max. Vienen de camino.

  —Bien —dijo Jace con la voz llena de sarcasmo—, gracias por transmitirnos la noticia nada más llegar aquí.

  —No os había visto —replicó Sebastian—. Sólo he visto a Clary.

  —Porque la buscabas.

—Porque necesitaba hablar con ella. A solas.

  Volvió a intercambiar una mirada con Clary, y la intensidad que ésta vio en sus ojos la hizo vacilar.

  —¿Clary?

  —De acuerdo. Sólo un segundo —dijo ella, asintiendo—. Regreso en seguida —añadió, aunque Jace no la miró; miraba a Sebastian.

  Sebastian la cogió por la muñeca y la apartó de los demás, tirando de ella hacia la zona donde se amontonaba más gente.

— No me agrada en lo más mínimo ese tipo — comenzó a decir Jace — Llega aquí un momento y al siguiente se cree que es el dueño de Clary.

— Wayland, creo que tu hermana es un poco mayorcita para tomar sus propias decisiones — dijo Magnus mientras se miraba las brillantes uñas.

— Sebastian se está aprovechando de ella, es más que obvio — soltó Jace — Pero aún no entiendo que es lo que quiere.

Cuando volvieron a mirarlos, pudieron ver como Sebastian arrastraba a Clary por entre la multitud. Aquello fue suficiente para que todos saliesen disparados tras ellos.

—No pude ser cierto — estaba diciendo Clary.

  —Lo es —dijo Sebastian—. Te juro que lo es. —Su mano volvió a cerrarse con más fuerza sobre la muñeca de Clary, y ella se tambaleó—. Puedo llevarte allí arriba. Al Gard. Puedo ayudarte a sacarlo. Pero tienes que prometerme que…

  —Ella no tiene que prometerte nada —dijo Jace—. Suéltala, Sebastian.

  Sebastian, sobresaltado, aflojó la presión sobre la muñeca de Clary, que la liberó violentamente, volviéndose y encontrándose con Jace, Jane y Alec, que tenían cara de pocos amigos. La mano de Jace descansaba con suavidad sobre la empuñadura del cuchillo serafín que llevaba a la cintura.

—Clary puede hacer lo que quiera —replicó Sebastian.

  El muchacho no mostraba un aspecto amenazador, pero había una curiosa expresión fija en su rostro que resultaba hasta cierto punto peor.

  —Y precisamente ahora quiere venir conmigo a salvar a su amigo. El amigo al que conseguiste que metieran en prisión.

  Alec palideció ante aquello, pero Jace se limitó a menear la cabeza.

—No me gustas —dijo con aire pensativo—. Sé que a todos los demás les caes bien, Sebastian, pero a mí no. A lo mejor es porque soy un bastardo al que le gusta llevar la contraria. Pero no me gustas, y no me gusta el modo en que intentas conseguir que mi hermana te siga. Si ella quiere subir al Gard y buscar a Simon, estupendo. Irá con nosotros. No contigo.

  La expresión fija de Sebastian no cambió.

  —Creo que eso debería ser elección suya —dijo—. ¿No te parece?

Ambos miraron a Clary. Ella miró detrás de ellos, en dirección a Luke, que seguía discutiendo con Malachi.

  —Iré con mi hermano —dijo.

  Algo aleteó en la mirada de Sebastian… demasiado de prisa para que Jane lo identificara, aunque sintió un escalofrío en la nuca, como si una mano helada la hubiese acariciado.

  —Por supuesto —dijo él, y se hizo a un lado.

  Fue Alec quien se movió primero, empujando a Jace por delante de él, haciéndole andar.

Cuando iban a mitad de camino, Jane sintió un dolor abrazador recorrerle el cuerpo. Fue como si un montón de agujas finas y letales le atravesasen la piel. La rubia no pudo evitarlo, y cayó de rodillas en el suelo, mientras que un desgarrador chillido se le escapaba de entre los labios.

Rápidamente todos se detuvieron, y Alec corrió hacia ella. Se agachó a su lado y sostuvo su rostro entre sus manos con preocupación.

— ¿ Te encuentras bien ? ¿ Qué ha sucedido ?

— No lo sé — respondió ella con lágrimas de dolor surcando su rostro — Duele demasiado, Alec.

— Tranquila, nena — intentó calmarla.

— ¿ Qué le sucede ? — preguntó Jace alarmado ante los gritos de horror de Jane.

— Es como si me estuviesen picando abejas — logró decir la chica entre gritos y sollozos — ¡ Ayuda por favor !

— ¿ Intentaste con una runa curativa, Alec ? — propuso Clary — Tal vez pueda ayudar.

— No lo he pensado — confesó el pelinegro — Todo ha pasado muy rápido.

— ¿ Fuisteis atacados ? — quiso saber Jace.

— Sí, — respondió Alec — Jane mató a un demonio para salvar a Magnus en el callejón.

— Entonces probablemente haya sido roceada con veneno demoníaco — dijo Jace sacando su estala y agachándose junto a la rubia — Esto te va a arder un poco .

En cuanto la punta de la estela se puso en contacto con la piel, Jane sintió un dolor leve pero molesto, como si le estuviesen quemando la carne, pero no tan letalmente.

Jace se puso de pie y guardó la estela en su bolsillo, aún tenía el rostro serio, pero de alguna forma se las arregló para regalarle una sonrisa a Jane.

La chica comenzó a sentirse bien automáticamente. La sensación de agujas en su piel desapareció con facilidad, pero aún se encontraba un poco mareada. Alec la ayudó a ponerse en pie, y la sujetó fuerte del brazo, como si en cualquier momento la chica fuese a escapar corriendo.

— Jane, si quieres puedes ir a descansar — sugirió Clary — Nosotros podemos ir a buscar a Simon.

— De eso nada — replicó la rubia — Si ustedes van a buscarlo, yo también iré. Me siento muchísimo mejor, os lo prometo. Simon me necesita, no voy a dejarlo solo.

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