14

Cuando Jane entró en la sala, pudo ver a Amatis sentada en un sillón negro, mientras sujetaba una humeante taza de té en la mano. La mujer la miró con ojos curiosos, y luego le regaló una sonrisa que la rubia no pudo evitar devolverle.

— Por favor, toma asiento — le pidió la mujer — Me encantaría un poco de compañía.

Jane asintió, y aunque no muy convencida, se sentó en el sillón que quedaba frente a Amatis.

— No sabía que Clary tenía una familiar aquí en Idris — comentó Jane.

— Y no la tiene — se apresuró a decir Amatis — En realidad soy familia de Luke.

— ¿ Enserio ? — Jane se quedó pálida.

— Soy su hermana — respondió — Amatis Herondale.

— ¿ Dónde está Luke ?

— No lo sé realmente — se encogió de hombros — Cuando vivía aquí antes de abandonar Idris, después de que lo… cambiaran… lideraba una manada de lobos que tenía su hogar en el bosque de Brocelind. Dijo que iba a regresar con ellos, pero no quiso decir por qué o durante cuánto tiempo… únicamente que regresaría en unos cuantos días.

—Luke nunca me contó que tuviese una hermana — dijo la rubia sin más.

—No —dijo Amatis—; claro. No estamos… unidos.

  — Dijiste que tu apellido era Herondale —siguió Jane—. Pero ése era el apellido de la Inquisidora, ¿verdad?

  —Lo era —dijo Amatis, y su rostro se tensó como si las palabras la apenaran—. Era mi suegra.

  En ese momento Jane recordó lo que le había dicho Luke de la Inquisidora. Que había tenido un hijo que se había casado con una mujer con «conexiones familiares indeseables»

—¿Estuviste casada con Stephen Herondale?

  Amatis pareció sorprendida.

  —¿Sabes quién era?

  —Sí… Luke me lo dijo…, pero yo pensaba que su esposa había muerto. Pensaba que ése era el motivo de que la Inquisidora fuera una persona tan… —«Horrible», quiso decir, pero le pareció cruel hacerlo—. Amargada —dijo por fin.

  —Sí, murió. Se mató. Ésa fue Céline, la segunda esposa de Stephen. Yo fui la primera.

  —¿Os divorciasteis?

  —Algo parecido. —Amatis tendió una taza de té a Jane—. Bebe esto.

  Muy agradecida, Jane tomó la taza.

  —De acuerdo —dijo—. ¿Qué sucedió, pues?

  Amatis miraba a lo lejos.

—Estábamos en el Círculo, Stephen y yo, junto con todos los demás. Cuando Luke fue… Cuando le sucedió lo que le sucedió, Valentine necesitó un nuevo lugarteniente. Eligió a Stephen. Y cuando eligió a Stephen, decidió que tal vez no sería apropiado que la esposa de su amigo más íntimo y consejero fuese alguien cuyo hermano era…

  —Un hombre lobo.

  —Él usó otra palabra. —Amatis sonó resentida—. Convenció a Stephen para que anulara nuestro matrimonio y se buscara otra esposa, una que Valentine había elegido para él. Céline era tan joven…, tan absolutamente obediente.

  —Eso es horrible.

  Amatis sacudió la cabeza con una carcajada crispada.

  —Fue hace mucho tiempo. Stephen era buena persona, supongo…, me dio esta casa y volvió a instalarse en la casa solariega de los Herondale con sus padres y Céline.  Abandoné el Círculo, desde luego. Ya no me habrían querido. La única de ellos que seguía visitándome era Jocelyn. Incluso me contó que fue a ver a luke… —Se apartó los canosos cabellos tras las orejas—. Me enteré de la muerte de Stephen días después de que sucediese. Y Céline… La había odiado, pero sentí lástima por ella entonces. Se cortó las muñecas, dicen… Había sangre por todas partes… —Inspiró profundamente—. Vi a Imogen más tarde en el funeral de Stephen, cuando pusieron su cuerpo en el mausoleo de los Herondale. Ni siquiera pareció reconocerme. La hicieron Inquisidora no mucho después de eso. La Clave consideró que nadie habría perseguido a los antiguos miembros del Círculo más despiadadamente de cómo ella lo hizo…, y tenía razón. De haber podido quitarse el recuerdo de Stephen lavándolo con la sangre de aquellas personas, lo habría hecho.

  —Creo que la volvió loca —dijo—. Realmente loca. Fue horrible con Clary, pero principalmente con Jace. Era como si quisiera verle muerto.

  —Eso tiene sentido —repuso Amatis—. Clary se parece a su madre, y su madre la crió, pero su hermano… —Ladeó la cabeza—. ¿Se parece tanto a Valentine como ella se parece a su madre?

  —No —dijo Jane—; Jace sólo se parece a sí mismo.

— Ya veo — rió — Físicamente no tiene mucho que ver con su padre. Pero tiene esa presencia que hace que cualquiera diera la vida por él, tal y como la tenía Valentine.

— ¿ Te puedo hacer una pregunta algo personal ? — Amatis asintió no muy convencida — Antes de la muerte de Stephen ¿ alguna vez lo volviste a ver ?

Una sonrisa más que melancólica se formó en el rostro de la mujer.

— Aunque separen a dos personas, si están destinadas a estar juntas, siempre encontrarán el modo de volver a verse.

Los ojos de Jane brillaron al recordar a Alec. Lo echaba muchísimo de menos. En ocasiones simplemente prefería quedarse sin memoria, tal vez así no sufriría tanto.

— Hay un chico ¿ verdad ? — dijo Amatis.

— Eso creo — respondió la rubia con timidez.

— El amor joven es tan lindo y puro — suspiró pesadamente — Pero también es el que más nos marca. Sin importar si sale bien o sale mal, siempre deja una huella en nuestros corazones. En ocasiones nos hace querer sin medidas, y en otras nos vuelve desconfiados.

— Es como si siempre supieses lo que hay que decir — comentó Jane — ¿ Tienes hijos ?

— No — de repente Amatis palideció y su voz sonó nerviosa — Nunca tuve la oportunidad.

— Es una lástima, — dijo Jane — hubieses sido una gran madre.

— ¿ Realmente lo crees ?

— No me cabe duda alguna.

En ese momento, Jace irrumpió en la habitación, haciendo que ambas pusieran su atención en él.

— ¿ Sucedió algo ? — preguntó Jane alarmada — ¿ Ya nos vamos ?

— No, aún no — respondió Jace — Pero necesitamos tu ayuda, Jane ¿ me acompañas?

La rubia asintió y puso la taza de té sobre una mesita de madera, para luego seguir al chico.

Entraron a una pequeña habitación, muy poco decorada y con paredes blancas. Allí se encontraba Clary, parada junto a una ventana esperando por ellos.

— ¿ Qué sucede ? — quiso saber Jane.

— Iremos a la casa solariega de los Wayland — dijo Jace.

— ¿ Para qué ?

— Buscaremos el Libro de lo Blanco — respondió Clary.

—¿Crees que existe alguna posibilidad de que esté en la casa solariega de los Wayland?

  —Sé que está allí —respondió Jace—. Ése libro de cocina, Recetas para amas de casa o como se llame… Lo he visto. En la biblioteca de la casa. Era el único libro de cocina que había allí.

  —Jace… si me llevas allí y conseguimos el libro, regresaré a casa con Simon — aseguró Clary — Hazlo por mí y volveré a Nueva York, y no regresaré, lo juro.

  —Magnus tenía razón; en la casa hay salvaguardas que te llevan en la dirección equivocada —dijo despacio—. Te llevaré, pero no está cerca. Andando puede llevarnos cinco horas.

  Clary alargó la mano y le sacó la estela de la trabilla del cinturón. La sostuvo en alto entre ellos, donde resplandeció con una tenue luz blanca no muy distinta de la luz de las torres de cristal.

  —¿Quién dijo nada sobre andar?

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