𝙻𝚘𝚟𝚎 𝚂𝚑𝚘𝚝 𝙸𝚅

Lo contemplé durante unos instantes, dudando seriamente si confiar en él y mantenerme tranquila, o quemarle ese pelazo de príncipe de cuento de hadas con el mechero que tenía en el bolso.

—¿Y por qué me estabas esperando? —demandé saber mientras metía la mano en el bolso.

Él se encogió de hombros ligeramente, con un aire divertido, como si esto fuese una situación cómica y no el guion de una película de terror.

—Pues no lo sé, hemos coincidido un par de veces y apenas hemos hablado —explicó.

«Sigue siendo sospechoso, no pierdas de vista sus movimientos por si acaso saca un cuchillo», me recomendaba mi mente, tan exagerada como siempre.

—¿Tienes algo que contarme?

—¿Cómo? —Su frente se arrugó en confusión, no entendiendo muy bien mi pregunta.

—Nada. —Le analicé detenidamente, achinando los ojos para concentrarme mejor. Su atenta y, sobre todo, perpleja mirada me observaba detenidamente.

—Uhm ... ¿va todo bien?

—Sí —dije de repente, provocando que se sobresaltase por mi repentina contestación—, pero tengo que irme. Adiós.

Giré sobre mis talones bruscamente y comencé a caminar lejos de él. En el fondo, yo sabía que no me daba miedo él, sino que me daba miedo el motivo por el cuál quería desesperadamente pedirle el número de teléfono. «Oye, recuerda que Tommy te está esperando en casa», me repetía una y otra vez.

—¡Espera, mujer, no te vayas así! —le escuché decir antes de oír sus pasos aproximarse. Su cuerpo se puso delante de mí, frenando mis pies en seco. Nuestros ojos se conectaron una vez más, devolviendo aquel escalofrío a mi espalda—. Al menos dame tu número de teléfono.

—¿Por qué?

—Para escribirte —contestó entre pequeñas risas.

—No. —Intenté pasar a su lado, pero volvió a impedirme el paso poniéndose delante.

—¿Y tu nombre? ¿Me dices al menos tu nombre?

—Sólo si me dices tú primero el tuyo.

—Yuzu.

—Oh, no pensé que fueses a contestarme, la verdad.

—¿Hm? ¿Por qué no iba a contestarte?

Me encogí de hombros sin saber qué decir a continuación. Sabía que me había metido yo solita en aquella situación, pero quería salir de ella desesperadamente.

—Eres más rara de lo que pensaba —murmuró, y le miré ofendida.

—Eres el raro —pronuncié apuntándole con el dedo índice.

—Eres —dijo imitando mi gesto y apuntándome con su dedo— la que no me quiere decir su nombre.

—Mei.

—¿Mei?

—Mei.

—Ah —soltó sin más.

—¿Qué? ¿Acaso no te gusta?

—No, no es eso. —Dio un paso atrás, rascándose su nuca con una amplia sonrisa en sus labios—. No sé por qué, pero pensaba que te llamarías María o algo así.

—¿María? ¿Yo?

—¿Qué pasa? ¿Acaso no te gusta el nombre? —volvió a imitarme, burlándose.

—Me parece un nombre precioso, pero no entiendo por qué pensabas que me llamo María.

—No sé, tienes cara de María.

—¿Y eso qué significa?

La única contestación que obtuve por su parte fue una profunda carcajada que terminó contagiándome, aunque la oprimí lo mejor que pude una vez él se hubo calmado.

—¿Me vas a dar ya tu número? Me encantaría seguir teniendo este tipo de conversaciones contigo todo el día.

Me mantuve unos instantes pensando, sin saber exactamente qué hacer. Mis impulsos me rogaban que se lo diese, pero el sentimiento de culpabilidad no hacía más que crecer por momentos.

«No lo hagas».

—Está bien, apunta —dije finalmente.

«Por dios, Mei, ¿eres tonta?».

~En casa~

Dejé el bolso en la mesa de la entrada y mi cuerpo procedió a desparramarse en el sofá, sin siquiera haberme quitado los zapatos o el abrigo.

—¿Cansada? —rió Tommy saliendo por la puerta de la cocina.

—Sólo muchísimo. Dormiría veinticinco horas seguidas, pero con dieciocho me conformo.

—Entonces ... ¿si te pido que hagas la cena me matas? —Abrí un ojo nada más terminar de escuchar aquella pregunta. Mi cara continuaba aplastada contra uno de los cojines y mi cuerpo había encontrado una postura tan cómoda que no se movía ni cuando respiraba.

—¿Hablas en serio?

Mordió su labio nervioso, y asintió levemente con la cabeza, observándome bien para ver cuál sería mi reacción. Como buena persona con ochenta por ciento de sangre latina, aquel tipo de situaciones podían acabar o muy bien, o muy mal. Muy, muy mal.

Pero estaba demasiado cansada como para que aquella absurda conversación terminase en un baño de sangre y su cabeza pinchada en un poste como en Juego de Tronos.

—No puedo ni quitarme el abrigo. Estoy demasiado cansada como para cocinar. Pero podemos pedir algo.

—Bueno, está bien —dijo con decepción—, me apetecía mucho cenar tu curry, pero entiendo que estés cansada. Voy por el ordenador.

«Y no vuelvas» pensé, pero no lo dije.

Mis ojos habían comenzado a cerrarse cuando noté mi teléfono vibrar en el bolsillo trasero de mi pantalón. Lo alcancé de la mejor manera que pude y leí el mensaje.

Yuzu: Hola, preciosa.

Mei: ¿Ya me echas de menos?

Yuzu: Puede, pero jamás te lo confesaré. Sólo quería saber qué días trabajas en la cafetería.

Mei: De jueves a domingo.

Yuzu: Pobres clientes.

Mei: ¿Qué quieres decir con eso?

No pude evitar morder mi labio inferior para reprimir la risa.

Yuzu: Nada. Buenas noches, guapa.

Mei: Buenas noches, Mario.

Yuzu: ¿Tengo cara de Mario?

Mei: Puede, pero jamás te lo confesaré.

«Ah, me estoy quemando»

No puedo respirar, es como si me partiera por la mitad

«Estoy sediento»

Ésta copa está llena

«Desbordante»

En esta peligrosa noche

«¡Es un trago de amor!»

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top