𝙻𝚘𝚟𝚎 𝚂𝚑𝚘𝚝 𝙸


«Se están mezclando, el amor y el odio»

10:28 P.M

La música latina retumbaba por todo el lugar.

Había bebidas alcohólicas, normales y algunos bocaditos de comida para matar el hambre.

La gente ya había llegado, eran bastantes y el espíritu fiestero empezaba a crecer entre ellos.

A un costado del pequeño salón, se hallaban sentados unos cuantos chicos con sus guitarras intentando seguir el ritmo de la música de los parlantes y añadirle un toque acústico.

En cierto momento, un joven alto se acercó a ellos preguntando si podía unirse. Todos asintieron y le acercaron una guitarra.

En unos cuantos acordes pudo demostrar que era experto en el instrumento. Sus dedos fluían en las cuerdas y la melodía la captó al instante.

Las cuerdas de la guitarra dejaron de sonar cuando la vió.

Había captado totalmente la atención de cierta pelinegra, y fue peor cuando al buscar con su mirada en aquella dirección, lo encontró. Era un joven alto, unos pequeños rulos sobresalían de su cabellera. Era más que guapo; la camiseta blanca ajustada a su cuerpo, y su mirada penetrante la miraba esperando que algo pasara.

...

Comenzaba a ponerme nerviosa, sus ojos verdes no habían abandonando ni un momento los míos. Llevábamos así, por lo menos, cinco largos minutos observándonos fijamente. Su sonrisa se mantenía inmóvil en sus labios, parecía que le resultaba divertido lo incómoda e irritada que estaba en aquellos momentos bajo su atenta mirada. Se encontraba a varios metros de nuestra mesa, con los brazos cruzados sobre la madera mientras su grupo de amigos observaba con verdadera ilusión el grupo de música que se encontraba en el escenario cantando covers de los ochenta.

—¿Qué te pasa? —quiso saber Himeko al notar que no estaba prestando atención al grupo de música, sino que me encontraba mirando en otra dirección.

—Ese chico de ahí no deja de mirarme —pronuncié sin apartar los ojos de él. No voy a dejar que gane, él será el primero en apartar la vista.

—¿Ese chico de ahí? —su ceño se frunció notablemente, no entendiendo muy bien cómo había acabado esa situación, echando un pulso de miradas con un desconocido que se encontraba en la otra punta del bar.

—Sí.

—Mm es guapo —murmuró. Tuve la necesidad de girarme y fulminarla con la mirada, pero me contuve y seguí observándolo detenidamente. Su sonrisa no hacía más que agrandarse.

—Es un acosador.

—Tú tampoco le has dejado de mirar.

—Porque no voy a dejar que un acosador me gane a...

En ese preciso momento, noté cómo toda la falda se me calada. Miré horrorizada hacía la dirección de la que aquella cerveza había venido y no pude evitar ponerme roja de la furia cuando vi la cara de Tommy con la expresión de susto plasmada.

—Lo... lo siento, cielo yo... —tartamudeó mientras intentaba secar su desastre con las servilletas que había cogido de la mesa.

Escuché a Himeko suspirar profundamente y se quitó la chaqueta antes de dármela para que rodease mi cintura con ella y tapase la enorme mancha que había quedado impregnada en mi falda blanca.

—Eres un torpe —me quejé, intentando no sonar tan molesta como en realidad estaba. Mi novio soltó un resoplo antes de pasar uno de sus brazos por encima de mis hombros.

—Bueno, ahora tengo excusa para quitarte esa falda cuando lleguemos a casa —susurró el castaño lo más coqueto que pudo. Intenté fingir una sonrisa de la mejor manera que pude y sus labios dejaron un húmedo beso en mi mejilla.

Ya veremos, pensé.

Mis ojos buscaron de nuevo a aquel chico rubio, con miedo de que hubiese contemplado toda la escena y hubiese pensado que era una verdadera idiota. Aunque tampoco es que me importe lo que piense un desconocido, me dije a mí misma una vez mis ilusiones quedaron pisoteadas en el suelo cuando descubrí que el lugar que había estado ocupando aquel chico había quedado vació y no había rastro de él por ninguna parte.

—Voy al baño un segundo —anuncié antes de comenzar a caminar sin esperar respuesta de nadie.

Una vez me hube acicalado e intentado borrar la mancha de cerveza después de un largo ciclo de mojar la falda y secarla con el secador, decidí salir del baño. Estaba tan ocupada intentando conseguir sacar el móvil del fondo de mi bolso que no me di cuenta de que había alguien justo a la salida del baño de mujeres. Casi caí de espaldas al escuelo cuando mi frente chocón con fuerza contra un pecho duro y firme.

—¡Ay! —solté un quejido mientras llevaba una de mis manos a la frente.

—Menudo golpe, ¿estás bien, preciosa? —la voz ronca y masculina llamó mi atención, provocando que olvidase el dolor en mi frente y me centrase en reconocer aquellos ojos verdes que me miraban con total curiosidad y diversión.

—S... sí. Sí.

—¿De verdad? No pareces muy segura.

Su sonrisa era más dulce de cerca y pude observar cómo los rizos de su pelo se mantenían fijamente en su sitio, echados hacía arriba. Un mechón rebelde y rizado caía por su frente mientras sus ojos continuaban analizándome detenidamente.

—Estoy muy segura, estoy bien —sentencié.

Había algo en su mirada que me hacía estremecer. Parecía perfectamente consciente del efecto que estaba causando en mí cuando su mano fue a su cabeza y se peinó el pelo hacia atrás sin apartar sus ojos de los míos.

—Está bien. —el silencio volvió a invadir la conversación, y su expresión pasó a ser algo más burlesca que antes—. ¿Puedo pasar o vas a quedarte ahí mirándome toda la noche?

—¡Pero bueno, que chico tan engreído! —hablé bruscamente poniendo los brazos en jarra, apoyando las manos en mis caderas y mostrándole la mejor mirada de odio que era capaz de adoptar.

—Hey, tranquila —rió levantando las manos como un gesto de paz—. Estás bloqueando la puerta del baño y resulta que tengo muchas ganas. No me importaría hacerlo aquí, pero no es una muy buena primera impresión, ¿no lo crees? —sus cejas se arquearon divertidas y noté cómo la sangre se acumulaba en mis mejillas.

Si es que no puedes ser más boba, me dije a mí misma.

Me dediqué a quedarme en silencio y echarme a un lado para que pudiese pasar. No quise mirarle mientras rozaba mi hombro con el suyo cuando se dispuso a entrar en el servicio de caballeros, pero pude escuchar claramente una pequeña risa antes de que la puerta se cerrase. Solté un profundo suspiro y estiré mi falda lo mejor que pude antes de caminar de vuelta hacia mi mesa.

—Tommy, amigo, eres más raro que un payaso sin maquillaje —se quejaba Himeko mientras yo me sentaba en la silla de nuevo—. Mei, dile a tu novio que deje de decir ese tipo de idioteces.

—¿Cómo qué?

—Sólo le he dicho que por qué en China comen perro y aquí nosotros no —me contestó.

Himeko y yo intercambiamos miradas de confusión y desesperación antes de dirigir nuestra atención una vez más al escenario.

—Yo sólo digo —volvió a hablar mi novio—, que es extraño que en cada país haya...

—Voy a salir a tomar un poco de aire —le interrumpí para, acto seguido, levantarme y dirigirme a la salida trasera del bar.

Salí a un callejón y el frío de septiembre hizo que tuviese que abrazarme para mantener el calor una vez que hube encendido mi cigarro. Solté el humo y me apoyé contra la pared, cerrando los ojos y dejando que mi mente se apagase durante unos instantes.

—Pf... —escuché a alguien quejarse y abrí los ojos para encontrar al dueño de aquel resoplo.

—¿Me estás persiguiendo? —le pregunté al chico de los ojos verdes, unos ojos que comenzaban a ser familiares.

Su risa retumbó en aquel callejón vacío y se apresuró a meter las manos en los bolsillos de su pantalón, apoyándose de costado en la pared, manteniendo la distancia conmigo.

—No te estoy persiguiendo, he salido a tomar el aire. Pero mejor me vuelvo dentro.

—¿Por qué? —me apresuré a decir cuando vi que comenzaba a alejarse.

—Me has decepcionado, preciosa.

—¿Decepcionado?

Comenzaba a estar molesta a causa de sus comentarios.

—No estoy muy a favor del tabaco —explicó con cierta mueca—. Ahora me pareces un poquito menos atractiva que antes.

—¿Perdona?

—Perdonada, pero deberías dejarlo antes de que te mate.

Noté la rabia invadir mis venas mientras aquel chico rubio comenzaba a percibir mi enfado, formando una sonrisa en sus labios.

—El único que va a morir eres tú. ¿Por qué no te ocupas de tus asuntos y yo de los míos? —dicho aquello, di una calada a mi cigarro y solté el humo en dirección suya.

—Yo sólo digo que sería un desperdicio.

—¿El qué?

—Sería un desperdicio no poder llegar a conocernos mejor, porque estarías muerta.

No pude evitar que una media sonrisa apareciese en mis labios, intentaba frenarla de la mejor manera que podía, pero sólo conseguía que me doliesen las mejillas.

—¿Te han dicho alguna vez que eres un poco extraño?

—Algunas veces —sonrió encogiéndose de hombros—, pero me lo tomo como un cumplido —antes de contestarle el sonido de un motor me interrumpió, llamando la atención del rubio y haciendo que se girase. Había un chico subido a una moto aparcada a la acera, haciendo señas en nuestra dirección para que el rubio se dirigiese hacia él—. Bueno, tengo que irme. ¿Nos veremos pronto?

Asentí inconscientemente, sin saber muy bien por qué me había salido aquel impulso. Me dedicó de nuevo una dulce sonrisa antes de darse media vuelta y comenzar a caminar hacia la moto.

«¡Es un disparo de amor!»

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