𝒰𝓃𝒶 𝓅𝓇𝑜𝓂𝑒𝓈𝒶 𝑒𝓉𝑒𝓇𝓃𝒶

Una hermosa luna de miel de pie al Monte Fuji parece un final feliz para la historia de amor entre Yuzu y Mei, sin embargo, ese viaje les hace descubrir que el final aún está lejos de llegar y que no pudieron haber elegido mejor persona para compartir su vida.

Las risas podían ser escuchadas por un pasillo de cierto hotel de cinco estrellas cercano al lago Kawaguchi. A pesar de los intentos inútiles de las dos jóvenes mujeres, que caminaban abrazadas la una de la otra; su estado de humor podía ser escuchado por los demás huéspedes. Tratando de mostrar compostura y buenos modales, intentaron una vez más guardar silencio. Esta vez con mejores resultados.

Había sido un día encantador.

Exploraron la zona norte del lago, en donde rentaron un pequeño barco de pedales con la forma de un cisne y pasaron la tarde en el jardín de flores cercano, comieron en un pequeño restaurant y disfrutaron de las vistas del lago y del monte Fuji. El único contratiempo real había sido cierta licencia de conducir extraviada que, retrasó un poco la renta de un vehículo y que estuvo cerca de provocar su primera pelea como matrimonio.

Si el día había sido gratificante, la noche se asomó prometedora en el momento en que abrieron la puerta de su habitación: se encontraba a oscuras, pero podía observarse el balcón iluminado por varias docenas de velas.

"¿Qué es esto?" La mayor de ellas se dirigió hacia la zona iluminada y abrió la puerta corrediza de cristal. "¡Mei!" Llamó a su pareja "El jacuzzi parece listo para ser usado." Mei por su parte, había quedado sin aliento. No era por la habitación o el jacuzzi preparado, mucho menos por el hecho de saber que dentro de la nevera tenían una botella de vino tinto. Era porque Yuzu, su pareja de años y su ahora esposa, parecía un espejismo. Su silueta siendo iluminada sutilmente por el resplandor de las velas. Resplandor que, se reflejaba en sus oscuros ojos y los hacía lucir dorados.

"¿Huh?"

Su alfa.

No era un pensamiento exactamente. El cerebro de Mei apenas estaba involucrado. En cambio, todo su cuerpo sobrecalentado reaccionó a esa voz. La voz de su Alfa. No es la voz de su Alfa. Ella no había sido marcada por ella. Ella todavía no fue reclamada por nadie. Pero ella era su Alfa de todos modos. Si no es ella, entonces nadie.

No sabía si era el encanto de su Luna de Miel, pero Mei había redescubierto en estos días, que definitivamente Yuzu era la persona correcta para pasar el resto de su vida. No es como que no hubieran tenido años de noviazgo para descubrirlo o que el hecho de Yuzu haberle pedido matrimonio el año pasado, no significara que estaba segura de ello; es solo que, en estos días, lejos de sus familias y en un ambiente ajeno, habían podido conectarse sin filtros.

Se aseguraría de volver a agradecerle a su abuelo por este viaje. Después de todo, él era quien les había regalado la estancia por cinco noches en aquel lugar.

"¿Mei?"

"Creo que el personal del hotel nos quiere decir algo." La menor sonrió.

"Esto tiene tu nombre puesto por todos lados." Yuzu se acercó a ella, "Las velas, los pétalos de rosas en el jacuzzi. Estoy segura de que tienes algo más escondido en algún lugar." Mei sonrió, esa sonrisa amplia que a Yuzu tanto le gustaba.

"Disfrutemos nuestra última noche aquí, Yuzu." Ayudó a la mayor a quitarse su mochila y guardar sus cosas. Tomaron toallas y procedieron a darse una ducha antes de disfrutar del jacuzzi.

Mei no podría decir a ciencia cierta en que instante ocurrió, pero los sentimientos entre ambas fueron creciendo. Poco a poco, sin prisa, como cuando se siembra una planta que solo florece una vez al año.

Su relación fue volviéndose más estrecha y así fue como Mei conoció a la madre de Yuzu, y como Yuzu conoció a los padres de Mei. Así fue como descubrieron que mientras la menor era amante de los perros, la mayor sentía fascinación por los gatos. También que mientras Yuzu necesitaba su taza de café para poder funcionar en las mañanas, Mei lo encontraba demasiado amargo. Descubrieron que mientras Yuzu podía pasar una semana de vacaciones, solo con una tienda de campaña y enlatados, Mei no sentía mucha fascinación por el aire libre; pero también descubrieron que ambas amaban las películas y que podían pasar horas discutiendo sobre las diferencias entre ellas, para Mei no había nada mejor que un libro de poesía, mientras que Yuzu devoraba sus libros con historias de terror, aunque después no pudiera apagar la luz de su habitación.

"Necesito que seas mi novia" Yuzu lo había dicho sin miramientos. La chica se arrepentiría después por su pésima elección de palabras, y su completa falta de tacto y romanticismo, pero había pasado todo un fin de semana luchando contra sus sentimientos.

Por toda respuesta, Mei se había quedado en silencio. Mirándola detenidamente, como si no hubiera entendido las palabras dichas, sin embargo, cuando la realidad golpeó su cerebro, se levantó de un salto de su asiento y cruzó la distancia que las separaba. "Creí que nunca lo pedirías." Sonrió ampliamente.

En compensación ante esa declaración tan mala, Yuzu se había esmerado, hasta casi llegar a lo ridículo al momento de pedirle matrimonio. Porque las dos eran muy niñas para saber lo que realmente querían, y esos momentos eran algo que nunca olvidarían.

Y ahora ahí estaban, en la última noche de su luna de miel. A la mañana siguiente tendrían que regresar al bullicio de la capital, pero por el momento solo se preocupaban por colmar de atenciones la una a la otra.

Después de un rápido baño juntas, Yuzu había sacado la botella de vino y servido dos copas junto a un pequeño plato con algunas fresas y chocolates. Desde el balcón podían observar la silueta del monte Fuji y la superficie cristalina del lago que reflejaba a la luna. Sin embargo, esa maravillosa vista era opacada por Mei, de pie en la orilla del jacuzzi y al igual que ella, con nada más que solo una toalla envolviendo su figura.

La mayor dejó las cosas en un lugar adecuado y se acercó a su esposa. Sus labios encontrándose de inmediato.

"Eres hermosa," Yuzu sonrió al notar el sonrojo en el rostro de la menor.

"No has parado de decir esas cosas." Mei, después de tanto tiempo, aun sentía las mejillas calientes cuando Yuzu la halagaba.

"Y no pienso hacerlo nunca. Te diré lo hermosa que eres cada día. Al despertar, será lo primero que escucharás."

"¿Incluso cuando me encuentre enferma? ¿Qué tal si me encuentro desvelada? Con ojeras en los ojos y de mal humor. ¿Seré hermosa incluso cuando me encuentre molesta?" Mei preguntó en tono juguetón, mientras acariciaba el rostro de Yuzu y acomodaba algunos mechones de cabello rebeldes detrás de las orejas de la mayor.

"Eres hermosa no importa el qué." Otro beso y las toallas que ambas portaban fueron removidas. Yuzu ayudó a Mei a entrar a las cálidas y burbujeantes aguas del jacuzzi.

Se sentaron viendo hacia el monte Fuji, cuya sombra contrastaba en el fondo. Mei recargada contra el pecho de Yuzu. Ambas probando el chocolate, las fresas, bebiendo un poco de sus copas e intercambiando besos y caricias.

"Te amo," había dicho Mei, colocando su oído en contra del pecho de su esposa y cerrando los ojos ante lo relajado que su cuerpo se sentía. Yuzu la abrazó por la cintura y comenzó a repartir besos por aquel cuello pálido. No sabía si era el vino o el chocolate o el hecho de que era la última noche en ese sitio tan maravilloso, pero ambas encontraban difícil poder contener la necesidad de tocar a la otra.

Pronto las burbujas dejaron de ser lo único que sentían. Sus manos comenzaron a explorarse. Tímidamente al principio, no sabiendo si luego de ese ajetreado día, las ansias eran compartidas.

Yuzu había decidido reclamar como suyo el cuello de Mei. Repartía besos y en ocasiones algunas débiles mordidas. Sus manos en cambio trazaban círculos alrededor del ombligo de la menor y bajaban un poco, aventurándose de vez en cuando hacia el vientre. Mei por su parte, giraba su rostro para poder morder el lóbulo de una de las orejas de la mayor y no tardó en unir sus manos a las de su esposa por debajo del agua. Guío las manos de Yuzu hacia abajo, abriendo ligeramente las piernas para indicarle que estaba bien continuar con las caricias en aquel lugar.

"Te amo," ahora habían sido los labios de Yuzu los que soltaron aquella declaración. Su mano derecha estaba dispuesta a demostrar cuanto sentía esas palabras, mientras que la izquierda había subido para masajear uno de los senos de Mei. No tardó en encontrar el punto adecuado para complacer a su pareja, quien tembló ligeramente al sentir los primeros estímulos y entonces, todo se volvió un vaivén de sensaciones cada vez más placenteras.

Mei mantenía los ojos cerrados, dejándose llevar por los húmedos besos, las atrevidas mordidas y las caricias que aumentaban en ritmo y agresividad en su parte baja. Movía sus caderas tratando de sentir con mayor intensidad. En algún momento se deslizó un poco hacia abajo, lo suficiente para poder girar el rostro y así, conectar sus labios con los de Yuzu. El beso fue pasional. Profundo. Sus lenguas luchando para llevar el control. Mordió el labio inferior de su amante cuando el beso tuvo que ser interrumpido por falta de aire.

"Quiero estar siempre contigo, Mei... siempre," Yuzu dijo entre suspiros. Pronto aventuró un dedo dentro de su esposa, la cual reaccionó con un gemido. El ritmo y los besos continuaron subiendo en intensidad y entonces fueron dos los dedos que ahora se esmeraban en brindar placer. Entrando y saliendo, tratando cada vez de ir más profundo.

Mei se vio sobrepasada por los estímulos, y después de un tiempo que no supo determinar, su cuerpo se tensó antes de sentir el orgasmo golpearla. Su respiración agitada y su cuerpo súbitamente debilitado apoyándose completamente sobre el de Yuzu, quien también respiraba de manera errática. Una calidez y felicidad indescriptible se abrió paso por su pecho llenándola por completo. Una risa se escuchó y Mei tardó un poco en darse cuenta de que era ella quien reía de manera cansada. Pronto la risa se Yuzu se unió a la suya, junto con algunos suspiros que denotaban cansancio.

[ En la habitación ]

11:00 P.M

Mei nunca antes había pensado en Yuzu así. Realmente no la había visto a través de sus ojos Omega. Pero incluso cuando su lado Alfa tenía el control, que era casi todo el tiempo, había... algo. Incluso cuando Mei había estado en su mejor momento. Como confidente, tal vez. Alguien que pudiera entenderla, tal vez.

Yuzu finalmente estaba ahí, sobre Mei cuando su miembro se liberó. Enorme, rígido y derramando unas pocas gotas de precum mientras se libraba de sus restricciones malditas. Mei se abalanzó sobre ese eje duro en el momento en que lo vio, arrastrando su lengua a lo largo de esa carne caliente.

La rubia gimió suavemente mientras Mei la besaba de arriba abajo por el grueso eje de su Alfa. El ruido silencioso reverberó a través de su cuerpo desnudo y sudoroso, llenándola de un placer mucho más intenso de lo que su propia mano frenética podría haberle dado.

Mei se movía salvajemente arriba y abajo de la polla de Yuzu sin ningún plan o objetivo en mente. Presionó sus suaves labios contra su carne dura una y otra vez, lamiendo con su lengua. En este momento no tenía deseos más allá de simplemente sentirla, saborearla, complacerla. Su núcleo todavía palpitaba con el ardiente deseo de reproducirse, pero podía ignorarlo, por el momento, mientras su boca permaneciera en la polla de Yuzu.

Ella envolvió sus labios alrededor de la polla de Yuzu y los deslizó por su eje, llevándola a su boca. Yuzu gimió de placer cuando el calor húmedo de la boca de Mei rodeó su miembro rígido. Mei habría sonreído si pudiera, pero en su lugar centró su atención en dejar que su boca se deslizara por la polla de su Alfa. Sus suaves labios acariciaron el grueso eje de Yuzu mientras su lengua se curvaba contra su parte inferior y lamía las pequeñas gotas de precum que se derramaban de su deliciosa punta.

"Suficiente", gruñó Yuzu. "Necesitas más que esto".

Ante esas palabras, Mei dejó que la polla de su Alfa saliera de su boca. No más. Las palabras de Yuzu le habían recordado su única y singular necesidad. Ella necesitaba reproducirse. Necesitaba a Yuzu para satisfacerla. Ahora mismo.

Mei, todavía apoyada en la cama sobre sus rodillas, se dio la vuelta en su cama. Bajó los brazos y levantó el culo, presentando su coño resbaladizo a su Alfa. Yuzu se arrodilló en la cama detrás y rápidamente guió su polla hacia su anhelante núcleo.

No había forma de describir la sensación que surgió en Mei cuando su Alfa finalmente la penetró. No había una palabra lo suficientemente poderosa. Solo estaba el salvaje y gimiente animal que se derramó de la boca de Yuzu desde las profundidades de su corazón. Un ruido salvaje y sin palabras que hablaba por sus emociones más primitivas.

¡Y Yuzu ni siquiera era su Alfa todavía! Ella era simplemente alguien que cuidaba a una Omega necesitada. ¡Imagina cómo se sentiría la polla de Yuzu cuando finalmente marque su cuerpo y la reclame como propia!

Yuzu no fue lenta ni cuidadosa con Mei. No había necesidad de que ella lo hiciera. El cuerpo de Mei había estado completamente listo para aceptar la polla en el momento en que se había despertado y la longitud total de su eje se había deslizado fácilmente en el coño de Mei como si fuera especialmente para ella.

Mei se movió de un lado a otro contra las caderas empujando de Yuzu, sus dos cuerpos desnudos chocando una y otra vez con necesidad. Sus gemidos y gruñidos llenaron el espeso aire de la habitación, sus voces se entrelazaron hasta que fue imposible saber qué gemido de placer salió de cada boca.

"Más", gimió Mei. "Lléname más".

Fue imposible. Su Alfa ya le daba de comer la longitud completa de su imponente eje cada vez que empujaba dentro de ella. Pero no fue suficiente. No sería suficiente incluso si, de alguna manera, la polla de Yuzu hubiera sido tan larga y gruesa como su brazo. Mei ansiaba esa polla, la necesitaba dentro de ella más que nada, pero su calor Omega no estaría satisfecho con solo la polla de su Alfa.

Mei sintió la polla de Yuzu deslizarse hacia adelante y hacia atrás contra sus paredes internas, enviando oleadas de placer a través de su cuerpo en llamas. Ella se golpeó violentamente contra ella, forzando esa polla tan profundamente como pudo, deseando que la llenara. Todo el tiempo los gemidos de Mei se hicieron más fuertes, más salvajes. Sintió que su Alfa agarraba sus pálidas caderas y movía su cuerpo para complacer su polla exactamente como ella quería.

Ella no pudo evitar gemir lascivamente mientras permitía que Yuzu usara su cuerpo. Esta era Yuzu. Esta no era su Alfa todavía. Ella era la única a quien Mei podría, entregarle su cuerpo lujurioso. Incluso si era de una manera tan significante o insignificante como un par de manos sosteniendo sus caderas.

Yuzu se volvió un poco menos suave. Su polla ya no se deslizaba fácil y completamente en el coño de Mei cuando la base de su eje comenzó a hincharse muy ligeramente. Mei gimió con anticipación, consciente de que el momento en que su Alfa la anudaría y uniría sus cuerpos sin sentido se estaba acercando rápidamente.

"Casi..." gritó Mei.

Mei y Yuzu gimieron en lujuriosa armonía en el momento en que la polla de Yuzu comenzó a palpitar dentro del coño sobrecalentado de Mei, derramando su semilla en su anhelante vientre. Mei empujó hacia adelante por última vez, forzando su nudo en Yuzu para atar sus cuerpos juntos, su polla vino, inundando el núcleo de Mei con esperma.

Mei había llegado en el instante en que la polla de Yuzu plantó las primeras gotas de su semilla dentro de ella. Por supuesto, no pasaría nada. No estaban unidas. Pero su cuerpo no lo sabía ni le importaba. Su calor Omega solo se preocupaba por su Alfa llenándola con su semilla, haciendo que su vientre se hinchara con una camada de cachorros. Cuando Yuzu entró dentro de ella, Mei tenía todo lo que podía desear, y ella se puso dura.

Una felicidad que nunca antes había conocido en su vida inundó a Mei cuando sintió a Yuzu forzar su nudo dentro de ella junto con su polla pulsante entregando su semilla en su útero. Por este momento, Mei se sintió completa. Su autoritaria Alfa y su humilde Omega, su mente calculadora y su corazón compasivo, su gran visión e intereses privados. En este momento de absoluta felicidad erótica, retorciéndose en la polla culminante encerrada dentro de su cuerpo, todas sus partes dispares parecían unirse en un único conjunto armonioso que era Mei.

Ella y Yuzu se derrumbaron sobre la cama. Yuzu estaba acostada boca abajo, Mei boca arriba. La polla de Yuzu todavía los anudaba y Mei no parecía inclinada a expulsarla. Por lo demás, ella tampoco quería que su Alfa lo intentara. Moviéndose con cuidado, Yuzu se colocó a su lado, tirando de Mei con ella. Mei se encontró acurrucada dentro del abrazo de Yuzu. Brazos fuertes alrededor, polla dura dentro de ella, pechos suaves presionando contra su espalda, una inundación de esperma llenando su matriz, Yuzu llenó todo el mundo de Mei. No duraría, pero por el momento era casi posible creer que podría. Que Yuzu la abrazaría así para siempre, que podría permanecer acurrucada dentro de su abrazo para siempre, los dos compartiendo el calor de sus cuerpos.

Yuzu besó suavemente la parte posterior del cuello de Mei.

"¿De que te ríes?" Preguntó Yuzu. Sorprendida por aquella risa, pero no pudiendo evitar ser contagiada por ella.

"Soy feliz." Dijo con una sonrisa en los labios.

Yuzu la abrazó de nuevo, su risa deteniéndose y sintiendo de pronto algo de aprehensión. Esa frase había sido dicha con una sinceridad absoluta, tan sincera y tan espontanea, que Yuzu tenía miedo de perderla. Tal vez este era uno de esos instantes de los que su madre tanto hablaba. De esos momentos que sabías que marcaban un inicio y que guiarían el curso de tu vida. Yuzu entendió que un nuevo capítulo en su vida se había abierto y que no había empezado a escribirse en el momento en que Mei firmó el acta de matrimonio. No, fue en el instante en el que la frase "Soy feliz" salió de sus labios y entró a su corazón de manera limpia.

Mei giró un poco ante el repentino silencio de su pareja. Encontrándose con los ojos esmeraldas brillantes y llenos de un afecto tan intenso que la maravillaron.

"Hey, Yuzu... amor, ¿Qué pasa?" Un beso fue la respuesta a su pregunta. Un beso tierno, amoroso, muy diferente a los dados hacía unos momentos. Mei respondió a la acción, tratando de compartir aquel sentimiento de dicha que la llenaba.

"Te amo y quiero mantener esa felicidad que sientes."

"¿Estás diciendo tus votos de nuevo?" Mei rió confundida ante la actitud de su esposa.

"Me estoy casando de nuevo contigo."

"Pero si no han pasado más de seis días de matrimonio, ¿No debería de ser luego de algunos años?"

"Quiero casarme de nuevo contigo cada semana."

"Eso suena muy costoso," Mei enredó sus dedos en los cabellos dorados de Yuzu. "¿Cómo piensas pagar por eso cada semana?"

"Algo se me ocurrirá." Yuzu sonrío "Pero podríamos vender tu colección de libros qu-

"Tú no quieres casarte conmigo cada semana, tú buscas el divorcio." Le dio algunos golpecitos en el hombro, provocando la risa de Yuzu.

─ ─ ── ──── ── ─ ─

Punto de vista de Yuzu

El sol de la mañana siguiente entrando por el balcón, obligó a Yuzu a abrir los ojos. Se encontraba en la gran cama matrimonial del cuarto del hotel, con las sabanas cubriendo de manera poco exitosa su desnudez.

Estiró su cuerpo, tratando de deshacerse de los restos de somnolencia que aún le hacían sentir los parpados pesados. No sabía que hora era, pero no sonaba mal pedir el desayuno a la habitación.

"¿Despierta al fin?" Yuzu volteó hacia la voz que venía de un costado. Pronto se encontró con Mei, quien se encontraba mirándola fijamente.

"Eres hermosa," respondió de inmediato, provocando la risa de la menor.

"No solo eso," dijo Mei mientras le mostraba su cuello marcado recientemente anoche "También soy tu Omega, mi Alfa."

"¿Eso es como un premio para ti?" Yuzu la besó, pero de repente sintió algo pegado a ella. Era cierto, anoche habían hecho el amor que al fin...

La rubia soltó un jadeo cuando Mei colocó una mano sobre su hombro y la empujó suavemente, ambas miraron cómo sus cuerpos se separaban. El miembro de Yuzu salió de Mei, erecto y con algunos rastros de su semilla resbalando de su novia. Yuzu levantó la vista con un sonrojo mientras la pelinegra se acercaba a ella para besarla apasionadamente.

Mei rodeó el cuello de su Alfa con el pecho subiendo y bajando por lo acalorada que se sentía. "Es.. premio doble, ¿Sabes?", susurró contra sus labios.

"Dios, ayer estabas demasiado... Caliente."

"¿Y tú? No te quedas atrás, realmente fuimos demasiado ruidosas". La Omega sonrió con diversión.

"Prometo ser más cuidadosa," tiró del brazo de Mei para hacerla caer encima de ella en la cama, obteniendo una pequeña exclamación de sorpresa por parte de su esposa.

"¿Cuántas promesas ya llevas?" la menor preguntó divertida.

"No lo sé, pero contigo mis promesas son eternas." Compartieron otros cuantos besos antes de que sus estómagos les recordaran que estaban vacíos. Yuzu soltó un suspiro cuando Mei se separó de ella y fue hacia el teléfono para pedir el desayuno a la habitación.

Mei colgó el teléfono y volteó hacia la cama, solo para encontrar que Yuzu había vuelto a cerrar los ojos. Sonrió ante la imagen de la perezosa chica. Ahora eran un matrimonio, después de tanto tiempo al fin habían decidido dar el siguiente paso y aunque Mei no podía evitar sentirse un poco nerviosa por el futuro, tampoco podía evitar sentirse contagiada por el optimismo con el que Yuzu parecía verlo todo. Deseaba no solo contagiarse por el optimismo, también quería poder poseer un poco de esa energía, el entusiasmo y la forma en la que su esposa enfrentaba las cosas sin perder la sonrisa del rostro.

Yuzu se había referido a la eternidad como plazo de vencimiento para sus promesas y aunque eso podía parecer infantil, para Mei la eternidad se veía tentadora.

A Love Promise
Pedido por: Anónimo

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