Two nights ago
Hace años atrás
La pequeña Yuzu dio un brinco del susto mientras soltaba el crayón de color rojo de sus dedos, y cerró fuertemente sus ojitos cuando escuchó la voz de su padre, aparentemente ebrio mientras discutía con su mamá.
Golpes
Cristales rotos
Y gritos de angustia
Mamá... papá... ¿Otra vez?
...
"No necesito darte explicaciones. Ume!", gritó su padre, dando un fuerte golpe en la mesa del comedor.
"¡No me levantes la voz, James, nuestra hija podría escucharnos!" le gritó de vuelta su madre, pero era obvio que Yuzu ya los estaba escuchando por lo mucho que gritaban ambos. "Y de una vez explícame por qué llegas a estas horas de la mañana, embriagado y además oliendo a perfume barato de mujer?!"
"Maldita sea, ¿qué no es obvio?" James soltó una carcajada. "Mira, está bien si te dan celos las cosas que hago y todo eso, pero Ume, tú y yo sabemos que sólo estamos unidos por el error que cometim..." Él no pudo terminar de hablar cuando la fuerte palma de la mano de la mujer se estampó contra su mejilla.
"¡No se te ocurra volver a llamar así a nuestra hija!" Ume derramó más lágrimas, mientras su voz se quebraba. "¡¿Crees que ella tiene la culpa?! Deja de comportarte como un idiota y hazte cargo por primera vez como padre!"
"¿Cuántas veces tengo que repetirte que esa mocosa no me importa?". Le dijo con odio, mientras dirigía su furiosa mirada hacia la puerta de la habitación de su hija. "Esa mocosa sólo me ha causado problemas desde que nació, admítelo, ¡tú también piensas lo mismo!"
Mientras discutían, Yuzu podía ver sus siluetas bajo la puerta gracias a la iluminación del pasillo, observando cómo se movían de un sitio a otro. Ella sólo esperaba que dejaran de gritar mientras abrazaba con fuerza a su pequeño dinosaurio de peluche entre sus pequeños brazos.
Es mi culpa...
La pequeña rubia dejó escapar pequeños sollozos mientras se sentaba sobre un tapete de color azul.
Mamá está llorando... yo tengo la culpa...
Yuzu ensanchó los ojos al escuchar a su padre gritarle a su madre y al parecer, estaba teniendo un enfrentamiento con ella.
"¡No, no, suéltala!" Yuzu soltó a su peluche y caminó hacia la puerta intentando alcanzar la perilla y abrirla, pero estaba demasiado alta. Sin querer darse por vencida, consiguió abrirla con la ayuda de un pequeño banco que había cerca.
Y cuando por fin la abrió, corrió hacia donde estaban sus padres, descalza y con sólo sus calcetines blancos puestos en sus piececitos, pero se quedó paralizada cuando vio a su padre encima de su madre, forcejeando con ella en el sofá y tapándole la boca con una mano. Ni siquiera pudo emitir un sonido mirando asustada la escena que estaba presenciando en ese momento, pero afortunadamente Ume se percató de su presencia y le dio un fuerte empujón a su padre, haciendo que se separara de ella a regañadientes. La pequeña Yuzu solo sintió terror en ese momento, pero luego ese miedo se desvaneció al sentir el cálido abrazo de su madre, quien se arrodilló a su altura y la abrazó, dándole suaves caricias en la cabeza.
"Mi niña... regresa a tu habitación", susurró entre lágrimas, pero antes de que Yuzu hablara, se dio cuenta de que su mamá tenía un golpe encima de la mejilla.
Yuzu se estremeció un poco cuando su padre se acercó a ella, con un semblante molesto. "Papá", murmuró por encima del hombro de su madre.
James frunció el ceño y apartó bruscamente a Ume de su hija. "¡Yuzuko, vete a tu cuarto, no tienes por qué salir!" La regañó mientras se vestía poniéndose una camiseta.
"¡James!"
Yuzu volvió a protestar, pero su padre la silenció. "Si dices una palabra más te castigaré, entendiste?!"
Yuzu hizo un puchero y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver a su padre tan enfadado con ella, pero Ume intervino y se soltó del agarre del hombre y volvió al lado de su hija, secándole suavemente las lágrimas con el dorso de las manos.
"James, no seas tan duro con ella", le exigió con el ceño fruncido, antes de volverse hacia su hija. "Yuzu, mi vida, vuelve a tu habitación a dormir, ¿sí?" Sus dedos peinaron suavemente su flequillo rubio, mientras decía con voz entrecortada: "No haremos ruido, pero... duerme, por favor..."
Yuzu levantó sus manitas y secó las lágrimas que rodaban por las mejillas de su mamá. "Sí mami, pero no llores..." Respondió y la abrazó, haciendo que Ume sonriera levemente ante la inocencia de su pequeña.
"No lo haré mi Yuzu, lo siento", se disculpó y le dio pequeños besos en la cabeza, tranquilizándola entre sus brazos. "Haz lo que te he dicho, ¿está bien?"
Yuzu asintió y luego miró a su padre, que no apartaba su mirada enfurecida de ella. "Bu... buenas noches", dijo entrecortadamente y luego se acercó a su madre, le dio un beso en la mejilla y se apresuró a volver a su habitación.
Cuando la pequeña desapareció de su vista, Ume se levantó y entrecerró los ojos, odiándose a sí misma por hacer que su hija viviera estas pesadillas casi todos los días.
"James..."
El hombre la ignoró rodeándole la cintura con los brazos y la besó intensamente, sujetándole las muñecas para que no intentara hacer nada. Luego la tumbó de nuevo en el sofá. "Cierra la boca, no quiero interrupciones", le advirtió seriamente mientras le pasaba las manos por el cuerpo y le levantaba la blusa.
Ella se limitó a dejar que él siguiera haciéndolo, mientras apartaba la mirada y sentía las manos de su esposo sobre ella. Se mordió el labio intentando no hacer ruido, rehusándose a permitir que su hija volviera a ver una escena así.
...
Ume cortó una manzana en pequeños trozos y lo colocó todo en un pequeño plato para dárselo a su hija que estaba sentada en la mesa. "Aquí tienes princesa", le sonrió dulcemente haciendo que la pequeña rubia sonriera feliz.
"Gracias mami", contestó ella y tomó un poco de su jugo de naranja.
La mujer acarició su suave cabello rubio y luego dirigió la mirada a su esposo, quien bebía una botella de tequila frente a ellas. "James, es inapropiado que bebas delante de nuestra hija, y más a estas horas de la mañana". Ella le frunció el ceño, pero el hombre se limitó a encogerse de hombros con indiferencia, antes de volver la mirada hacia su hija, que comía su manzana.
"Yuzuko, hazle saber a tu madre que no te importa", le dijo mientras cogía una cereza entre sus dedos y se la llevaba a los labios. "Vamos".
La niña se le quedó mirando con nerviosismo y negó con la cabeza. "No..."
"No te escuché, ¿qué dijiste?" James se inclinó sobre la mesa.
"No me importa", contestó con firmeza haciendo que su padre sonriera y mirara a su mujer.
"¿Lo ves? Ahora, déjame en paz, ¿quieres?" fueron sus últimas palabras antes de dar otro trago a su tequila.
Ume dejó escapar un suspiro resignado. "Bueno, lo siento". Dijo sin ganas de discutir tan temprano y se dirigió hacia una pequeña cesta de compras. "Iré a hacer las compras para el almuerzo, ahora vuelvo, ¿de acuerdo Yuzu?" se despidió de ella besándole la mejilla.
"Sí mamá", asintió mientras veía como su madre le dedicaba una última sonrisa antes de salir de casa.
Cuando salió, automáticamente se formó un silencio incómodo entre ella y su padre, que la miraba fijamente, así que intentó terminar su desayuno rápidamente para salir de allí.
"Gracias por el desayuno", murmuró y recogió su plato junto con el vaso y luego se subió a un pequeño banco para empezar a fregarlos. Cuando terminó se disponía a ir a su habitación, pero su padre la llamó.
"Yuzu, espera", le dijo sin dejar de mirarla. "Siéntate, hazle compañía a tu padre".
Yuzu respiró hondo y se acercó a él, sentándose a su lado. "... ¿Qué te pasa, papá?". Le preguntó en voz baja.
James mordió una cereza y luego habló. "Acabas de cumplir cinco años, creo que eres capaz de entender lo que ocurre a tu alrededor", su mirada volvió de nuevo a su hija. "Imagino que sabes por qué tu madre y yo nos peleamos, ¿verdad?"
"Sí..." murmuró con la cabeza gacha.
"¡Dilo fuerte!"
"¡Sí, papá!", respondió con las manos cerradas en puños.
"Bien. Habla alto y claro, ¿entendido, Yuzu?", la regañó y se volvió hacia ella. "No importa si tienes ganas de llorar, siempre tienes que mantenerte firme pase lo que pase, al fin y al cabo eres mi hija, y por mucho que odie admitirlo, tienes que tener agallas, enfrentarte a la realidad aunque duela".
"Está bien".
"Acércate", le pidió James y retrocedió con la silla, para que su hija pudiera caminar hacia él. Tomó sus pequeñas manos entre las suyas y les dio un suave apretón, mirando de cerca a la rubia. "Quién lo diría", le dijo riéndose levemente y entrecerrando los ojos. "No importa cuánto intente ocultarlo o cuánto odie admitirlo. Ume tiene razón, eres mi hija, tan idéntica a mí".
Yuzu observó el rostro de su padre, un poco sorprendida por sus palabras, y miró una lágrima que caía sobre la mejilla del hombre, quien pronto intentó secársela.
"Papá..."
"Perdóname Yuzu", susurró con voz ronca. "Lo siento mucho, siento no ser el padre que tanto deseas ni el que tu madre espera". Su mirada verde se desvaneció, pues tenía los ojos perdidos en alguna parte. "Por mucho que lo intente, es complicado para mí, que me diagnosticaron un trastorno mental". Empezó a toser mientras le picaba la garganta.
"¿Qué...?" La rubia ladeó ligeramente la cabeza, mirándole con curiosidad. "¿Qué es eso papá?"
James sonrió levemente y negó con la cabeza mientras soltaba las manos de su hija. "Una enfermedad que me hace ser malo y hacer cosas malas".
Yuzu jadeó quizás ahora entendiendo un poco mejor las actitudes de su padre. "¿Y por qué no vas al médico papá? Yo...", susurró con tristeza. "Quiero que te recuperes".
El rubio frunció los labios y levantó una mano para secar las lágrimas de su niña pequeña. "No es fácil, nada lo es, sin embargo espero que siempre recuerdes esto, Yuzu... pero hago todo lo que está en mis manos para ser mejor persona, tanto para ti como para tu madre".
Los ojos esmeraldas de Yuzu se iluminaron al oír la promesa de su papá, y no pudo evitar sonreír feliz y darle un efusivo abrazo con sus pequeños brazos, que se aferraron a él con fuerza. James se sorprendió ante la repentina muestra de afecto de su hija, pero aun así no la apartó de él como solía hacer siempre.
"Papi... te quiero". Susurró Yuzu en medio de su abrazo, pero pronto escuchó un sollozo proveniente del hombre, y antes de que pudiera apartarse y preguntar, James la envolvió entre sus brazos con firmeza y dejó escapar una ligera risa por encima de su cabecita mientras acunaba su pequeño cuerpo entre sus brazos.
"Gracias por ser mi hija, Yuzu".
Al otro lado de la habitación, Ume presenciaba la escena con ternura, se había olvidado la cartera antes de salir y lo recordó a mitad de camino, pero al volver a casa no pudo evitar escuchar lo que James quería decirle a su hija. Estaba claro que con el paso de los meses, James intentaba no ser tan duro y mejorar, a su manera, pero lo estaba intentando.
Entonces cerró los ojos, con una sonrisa descansando en sus labios, enviando una petición al cielo, para que finalmente pudieran convertirse en una verdadera familia y buenos padres para su pequeña hija.
...
Presente
Yuzu volvió en sí cuando su madre la llamó por su nombre, con una expresión preocupada.
"Yuzu, ¿estás bien?", preguntó la mujer mientras alcanzaba sus manos por encima de la mesa, dándoles un suave apretón. "Lo siento por darte la noticia de forma tan repentina, es solo que... creí que era el momento".
"Estoy bien mamá, no te preocupes", la rubia le sonrió y asintió levemente con la cabeza. "Es realmente genial que... te hayas vuelto a enamorar y hayas decidido rehacer tu vida con otra persona".
Ume cerró ligeramente los ojos y dejó escapar un suspiro. "Sé que es complicado para ti cariño, créeme, para mí también lo es... pero no podemos vivir aferradas al pasado, esperando un milagro", la mujer mayor puso los ojos en blanco.
Yuzu hizo una mueca, "sí mamá, lo entiendo... ¿pero mudarnos?"
"Creo que es lo mejor para las dos, además empezarás a estudiar en una de las mejores academias de alto prestigio, ¿no crees que es algo bueno?"
"Sí... pero será muy difícil alejarme de mis amigos"; la rubia soltó un largo suspiro mientras se balanceaba en la silla con los pies.
"Podrás venir a visitarlos cuando quieras, no es como si hubiera tantas horas de diferencia". Su madre intentó animarla, mirándola pensativa. "Seguro que harás muchos amigos nuevos, así que no te desanimes e intenta ver el lado positivo, ¿sí?"
La chica rubia se detuvo un momento y se mordió el labio, haciéndose una idea de todo lo que estaba por venir más adelante, pero decidió ignorarlo y pensar en la felicidad de su madre.
"Mamá", soltó una leve risita y se levantó de la silla, rodeándola con sus brazos por detrás. "Está bien, no soy una niña para que esto llegue a afectarme tanto, puedo acostumbrarme a esa nueva vida. Aunque será complicado, pero...". Sus ojos la miraron con seguridad y un brillo a través de ellos. "Lo haremos juntas, como siempre ha sido".
Los ojos de Ume se llenaron de lágrimas y se levantó para abrazar a su hija, recordando todo lo que habían vivido juntas hasta el momento, haciéndola sentir emocional.
"Has crecido tanto Yuzu...". La miró con ternura y le acarició la mejilla, sintiendo la mano de su hija sobre la suya. "Como hija y como persona, estoy muy orgullosa de ti".
"Gracias a ti soy quien soy, mamá. Y te prometo que te apoyaré en todo lo que decidas, después de todo, ya es momento de una segunda oportunidad en nuestras vidas, ¿no crees?"
"No podría estar más de acuerdo. Me alegra oírte decir eso, cariño. Te prometo que todo irá mejor de lo que crees, ya lo verás".
"Mientras estemos juntas en esto, nada más importa mamá". Y con esas últimas palabras, madre e hija se dieron un largo y apretado abrazo.
Pronto sus vidas cambiarían, pero fueron las decisiones que tomarían las que le darían un mejor rumbo.
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