𝐱𝐢, 𝖚𝖓𝖉𝖊𝖈𝖎𝖒
𝐂𝐈𝐑𝐎
(𝐂 𝐈 𝐑 𝐎)
𝐂𝐈𝐑𝐎
────── ◈ ──────
𝕵 𝐔 𝐋 𝐈 𝐔 𝐒
𝖎. ❛ 𝖓𝖔𝖑𝖎𝖙𝖊 𝖒𝖆𝖑𝖊𝖉𝖎𝖈𝖊𝖗𝖊 ❜
────── ◈ ──────
( 🦅 )
LA NOCHE SE ESCURRE entre los dedos de Julius; tratando de aliviar con exasperación aquella visión que lo mantuvo atormentado en horas nocturnas, hasta el gélido alba en Invernalia.
Buscando entre los pocos libros que poseía en el momento, un indicio del simbolismo de cada imagen, pero en vano, se rindió cuando sus ojos ardieron al instante en que apartó las cortinas en la mañana. La luz del día le dió un zarpazo de ardor, y no reprimió una maldición entre dientes.
Se mantuvo en su lecho, hasta que el joven de cabellos color ébano se preparó para salir a la gran cacería que el Rey y Lord Stark encabezarían.
Repulsivo de la felicidad ajena. Antipático de emoción. No extrañado, de cuan desganado lucía, luego de haber bebido cual insaciable. Quería que se marchara cuanto antes, así como más de la mitad del Castillo, para que pudiera tener libre acceso al diario de Gabriel.
Lo observaba de reojo, a sabiendas de que Ciro no había leído lo necesario como para descubrir qué contenía en realidad, o porque no era capaz de comprender la lengua plasmada en el mismo. Altanero, estaba seguro de que él sí podría descifrarlo.
Leonhard no era precipitado en su accionar. Tomaba prcauciones, notas mentales de posibles alternativas, consecuencias y decisiones que podrían darse ante una situación, y de las reacciones que tendrían las personas a su alrededor. Le servía para anticiparse a cómo actuar, qué decir, cómo reaccionar en base a toda la información que debía tomar tan rápido como pudiera. Para hacerles creer, que estaba de su lado. Convencerlos, de que sus intenciones eran transparentes.
Engañar. El arte que solo el menor de la familia Leonhard era sincero en que lopracticaba.
Se preparó así mismo para ir en busca del libro, enterándose en el proceso, de que Ciro había pasado la noche en un aposento ajeno al que compartían. Dado el estado en el que estaba, alguien se había encargado de él.
Sospechó de ciertos nombres mientras se acomodaba su cabellera oscura; recordando, cómo había huído del banquete, y pasado un tiempo generoso afuera, al igual que cierto miembro de la Casa Stark.
Hizo a un lado los pensamientos protagonistas del joven, mientras envolvía las gráciles manos a través de guantes oscuros. Mordió su lengua, como si fuera a reprimir un pensamiento intrusivo, al divisar las cicatrices que las hendían. Como un recuerdo plasmado en su propia piel, de cuánto había hecho para estar allí, de pie; sin que lo mataran por ello.
No preguntaría el aposento donde Ciro pasó la noche, no se atrevía a exponerse de aquella manera. Por lo que su mente, pensó en una alternativa que serviría, y luego le beneficiaría, en un futuro cercano.
Admiró por la gran ventana, cómo el Rey y compañía emprendían el viaje al ritmo del bullicio, tintineo de armaduras y pasos firmes de pezuñas. Divisó a Ciro entre aquella multitud, con ojos entre cerrados, y la presión siendo ejercida en su dentadura.
Cerró las cortinas de un tirón, cruzando la habitación en busca de sus pertenencias. Negó apenas, sabiendo que no tenía los elementos adecuados para el hechizo, pero saber arreglárselas era una de sus virtudes; se recordó que al volver a Desembarco del Rey, lo reforzaría con lo faltante.
Hizo a un lado un taburete, dejando libre el medio del aposento para comenzar.
Esparció sal, formando un semi círculo, cual media Luna. Depositó dos plumas de cuervos. Vertió una infusion líquida. Recogió cabello de la capa de Ciro que había dejado sobre su cama. Y su propio susurrar, no tardó en deslizarse entre la penumbra. El filo de la navaja resplandeció con las caricias del alba, antes de cortar su pulgar, al unísono de un quejido.
La sangre salpicó sobre el montón. De cuclillas, Leonhard pronunció con esmero las palabras en antigua lengua, focalizándo su mente en hacer resurgir al hechizo.
El fulgor esmeralda envolvió a los objetos en un fuego inofensivo, que no daba calor, pero incineró los elementos cuando el murmullo se convirtió en una entonada de manifestación.
Aminoró su voz, al percibir cómo su corazón bombeaba con fuerza en el pecho. Un escalofrío serpenteaba por cuello, bajo su piel, encaminándose por brazos, hasta llegar a la punta de sus dedos; acabando por chasquearlos, al percibir energía chispeando en los mismos. El fuego se disipó con una exhalación brusca, que hizo mover las cortinas y cabello efímeramente.
Cuando el silencio inquietante descansó sobre sus hombros, un hilo esmeralda, fino y grácil, brotó del círculo de sal sin tardar, escabulléndose rápidamente por debajo de la puerta, hacia afuera.
Estiró el extremo de su labio, satisfecho, con sus latidos palpitando con unanimidad a una agitada respiración. Apartó las cortinas con un ademán de su mano y un atisbo de fulgor verde, asegurándose de que no quedara rastro alguno del hechizo, a excepción, del hilo verdoso que solo él podía ver.
Suspiró, y se volteó para encaminarse a la indicación del hechizo, luego de ocultar su mano herida en el guante faltante.
Bajó escaleras, sosteniendo su propia capa para no tropezarse con ella. Un fervor incómodo apretujaba su pecho, a sabiendas de lo que esperaba encontrar entre aquellas viejas páginas; pero toparse con más de lo debido, hacía estremecer su interior.
Esquivó a unos sirvientes. Cruzó el gran patio a paso firme, ante atentas y gélidas miradas. Ensimismado en el fino fulgor verdoso, con un respingo de frescor escabulléndose por su abrigo.
Volvió a subir peldaños, con la memoria de aquella parte del castillo asomándose entre las paredes; la humilde biblioteca donde había pasado horas refugiado, se encontraba cerca.
El hilo poco a poco comenzó a diluirse con cada paso que daba, pero apenas y se encontraba en medio de un amplio pasillo.
La confusión le hizo fruncir en expresión, y su corazón se sobresaltó cuando se topó estrepitosamente con alguien. Compañía hizo el mismo sonido de boca al chocar cuerpos, y alejarse con la misma intensidad que Leonhard.
El hilo se evaporó por completo, entre las fuertes manos de Jaime Lannister, sosteniendo el diario.
━━━Lord Julius ━aludió, retomando la postura. Sus cejas rubias no tardaron en fruncirse, como si hubiera sido una ofensa aquel encuentro━. Agradeced que no traigo mi espada entre manos.
Julius inhaló el aroma a hogazas de pan y metal que portaba, escrutando el oscuro diario extrañamente, pero no tardó en responder. ━━━Mil perdones, Ser Jaime. Mi mente se encuentra dispersa esta mañana ━inclinó su cabeza apenas, arrastrando las palabras de forma cordial. El palpitar del momento se hizo notar en su pecho.
Sin darle una respuesta, Jaime quiso emprender camino nuevamente, pero le impidió el paso de forma repentina, a sabiendas de que no podía dejarlo ir. Compañía torció el rostro━. No sabía que usted se encargaba de las pertenencias de Ciro.
Dijo. Jaime volvió a su lugar, renegado. La hostilidad se escondió detrás de sus ojos. ━━━No lo hago. Un Stark dijo que lo olvidó en el Bosque de Dioses anoche. Cuando regrese lo devolveré... ━Explicó, con una tranquilidad no propia de él. Julius creyó que le contaba aquello con alguna intención. Tal vez, quería ver qué más le ocultaba, además de sus manos━ ¿Necesitáis algo?
Cuidó sus palabras. Una parte de él lo quería, pero la simple presencia del diario le inquietaba. Provocando un murmurar en su mente, que le ordenaba quitárselo a toda costa.
Un aullido proveniente del patio rasgó la tensión que Julius podría haber cortado con su navaja, pero lo hacía con ojos incrustados en compañía.
Los latidos de corazón palpitaron en calma inquietante, así como las palabras. ━━━Alguien como usted no debería seguir las órdenes de un Stark, ¿no creé? ━canturreó━ Hasta donde sé, un león no sigue a un lobo ━aventuró con manos detrás de su espalda, ansioso de empezar a moverlos, con un encantamiento en la punta de su lengua. Listo para ser recitado.
Jaime bufó. ━━━Lo hago por Ciro, brujo. Últimamente su cabeza está con los Dioses. Deberíais controlar su accionar ante los norteños ━dijo━. Porque eso sois después de todo. Servidor del León de Jade. El único título relevante. ¿Lo olvidasteis ya?
Replicó, goteando divertida hostilidad.
Julius se mantuvo al límite, queriendo morder su lengua con tanto esmero como querer escupirle en el rostro. Pero creía que eso era justo lo que estaba buscando: una excusa para poder actuar de forma violenta contra él. Un brujo que perdió los estribos en una Casa de renombre pondría de cabeza al Reino. Creando una reacción en cadena interminable. O solo era Jaime siendo él mismo, en una mañana que no le convenía tentar a la suerte.
Inhaló el aire tenso que se erguía sobre sus cabezas, queriendo contar hasta calmar el interior.
Ya había estado en situaciones así. Hombres picaban sus brazos con la punta de sus espaldas, como si no le creyeran capaz de defenderse; porque no lo haría después de todo. No podía, al menos, como los susurros querían que lo hiciera.
━━━Así es, Ser Jaime. Servidor, y tío, del León de Jade ━pronunció, presionando sus labios, como si estuviera sonriéndole complacido━. Es mi deber, velar por la seguridad de Ciro... Hasta que muera.
Finalizando, Jaime le suspiró al cabo de un momento, como si aquello fuera predecible por su parte, pero extraño al fin y al cabo.
Jaime sabía de lo que era capaz el hermano de Ginés, y en sí, toda la familia. Actos violentos escondidos detrás de un semblante serio, chirriaban con tentación de salir ante la más mínima provocación.
El caballero se removió en el lugar, carraspeando. Julius notó incomodidad destilar del tono. ━━━Como queráis. Es solo un libro... ━se lo extendió con facilidad, pero Julius dudó en tomarlo.
Jaime cambió su tono de voz en un momento. Sus ojos resplandecieron cómplices de pensamientos━. A cambio de algo, por supuesto.
Antes de que pudiera maldecirlo, Jaime dejó que lo tomara libremente. Julius se aferró al mismo como si hubiera una posibilidad de que se lo quitara.
Tardó en buscar las palabras, desviando su vista al libro, como si allí estuviera un refugio de la incomodidad.
━━━¿Cómo...? ━volvió a carraspear, como si no quisiera que notara la vacilación, llevando las manos al cinto amarrado a la cintura━ ¿Cómo se encuentra, Ser Ginés?
La pregunta le tomó desprevenido, incluso viniendo de él.
Entreabrió los labios, como si aquello hubiera abierto una puerta que había logrado cerrar hacía meses.
Indignación escaló por piernas, aferrándose al pecho. Deslizando suavemente pensamientos hostiles, trató de mantenerlos a un lado; pero la idea de lo que representaba aquella pregunta le aborrecía hasta los huesos.
Le recordaba cuánto tiempo se pasaba su hermana con él en tiempos pasados. Cuán real había sido la amistad, y cercana su compañía. Cómo Ginés tenía afinidad por charlar animadamente con él. Un Lannister.
Sentía que estaba reviviendo los días en que Aelin conoció a Gabriel; manchando la herencia y el linaje Leonhard con su unión.
Pero Ginés no podría casarse con Jaime ni manchar el lecho en la intimidad si así lo quisiera. Julius no permitiría tal acercamiento. Quería que aquellos sentimientos siguieran por separado, pese a que había un mar de distancia que ya se encargaba de ello. Pero aún estaban allí, tan latentes.
Ginés era suya. Ser los responsables de restaurar el linaje Leonhard, sería su propósito al regresar del exilio.
Deshacerse de cualquier obstáculo no resultaría en problema alguno.
━━━¿A qué viene ésta preocupación, Ser Jaime? Podríais escribirle si así lo ameriten vuestros deseos━dijo, ocultando el verdadero sentimiento repulsivo detrás de un suave tono de indiferencia.
━━━Así lo hice, Leonhard. Pero no recibo respuesta alguna desde hace meses ━explicó, volviéndose a él━. Sé que habláis seguidamente, por lo que descarto la idea de que ocurrió algo malo.
━━━Tal vez fue algo con respecto a usted ━elevando las cejas replicó, manteniendo falsa calidez en la voz. El susodicho frunció las suyas por igual━. Simplemente, Ginés puede no querer hablarle. En mi opinión.
Un sentimiento ensombreció la mirada del rubio, desviando la misma a la pared manchada del pasillo, como si ello fuera suficiente como para dictar sentencia sobre la caballero ausente.
Julius sonrió para sus adentros cuando respondió.
━━━Puede que tengáis razón ━dejó en vilo la oración, pero no cambió el tono de la misma. Como un fragmento de sí que no podía dejar de lado.
No estaba seguro de qué pensaba, pero podía suponerlo. Jaime creería que Ginés perdió el interés en su "amistad" o en él en sí. Si su propio hermano lo decía, cómo llevarle la contraria. Pero lo consideraba un terco, un imbécil; no sentía más que pena antipática, aunque admiraba la voluntad que podía tener si quisiera.
Exhaló, queriendo zanjar el asunto. ━━━Os agradezco por esto, y lamento las molestias ━señaló el libro con sus ojos, pero Jaime parecía no estar oyéndole.
Queriendo voltearse, sintió cómo su paso era detenido por el agarre de la mano contraria en el antebrazo. Los dedos se le clavaron con dolor, haciendo que volteara, apunto de expulsar un hechizo en el rostro de compañía.
La fuerza se autenticó, así como la entonación. ━━━Espero que podáis decirle a Ginés que aguardo su pronta respuesta. Leonhard ━mantuvo su dentadura sellada, atento ante cualquier movimiento que podría hacer en contra.
Sostuvo su mirada, como si la diferencia de altura no fuera suficiente para querer intimidarle o causarle algo al respecto━. Y guardar silencio respecto a ésto. Así como yo lo guardaré con lo que sea que haga con el libro de mi hermano.
El susurro acarició su rostro en calor, envuelto en aroma a miel y cerveza.
Divisó cómo compañía colocaba sutilmente la mano en el pomo de su espada, aún sosteniendo la mirada a través de claras intenciones, por si daba una señal de oposición.
No movió una fracción de sí, sino que se relajó bajo el agarre, sin resistencia alguna.
━━━No os preocupéis, Ser ━respondió. La claridad de sus ojos se encontraron como bandos opuestos, en un mar intranquilo de complicidad. Jaime tensó la mano━... Se lo haré saber.
No esperó una respuesta. Zafándose del agarre con lentitud, emprendió camino luego de darle una última mirada incisiva al rubio, dejando la respuesta entre sus labios.
Los pasos resonaban de camino a la biblioteca, sosteniendo el libro como algo preciado entre manos. El sabor agridulce que dejó aquel momento fue degustado incluso a una distancia considerable.
Como algo molesto revoloteando en el pecho, Jaime era un ejemplo de lo que Julius odiaba. Hombres que se creían en derecho de provocarle y subestimarle. Teniendo que rebajarse para no provocar una situación perniciosa. Tener que ser paciente para cambiar su situación. La espera y el esfuerzo que estaba haciendo por querer ser respetado y las contradicciones que conllevaba, lo bañaban en frustración.
Como el menor de la Casa Leonhard, y único hijo hombre que tuvieron sus padres, el peso de continuar con un legado machacado, le fue inculcado de pequeño; y con ello, las normas que debía acatar sin dudar. Repudiar a los hombres era una de ellas. No solo por la imagen que siempre tuvo de ellos, sino por los actos que conllevaban a ganarse tal desprecio. Entre tantos, la cacería de brujos, ocurrida cuando apenas era un joven inocente.
Luz del día fue disipada a medida que se escurría entre los pasillos. Le recibió una antorcha que mantenía cálida aquella parte del mismo, con sutiles caricias que amortiguaron el frío en nariz y mejillas.
La gran puerta estaba abierta, por lo que tuvo precaución de con quién se encontraría, pero solo el silencio era una compañía.
Los libros lo recibieron. El aroma a páginas viejas, polvo y melancolía le rozaron con cariño; se permitió aceptar aquello, como una inhalación de aire fresco.
Sus botas eran el único sonido percibido en el lugar semioscurecido. Se deslizó por entre las altas repisas, buscando un asiento donde reposar. Encontró uno cerca de la ventana, donde tenía una vista lejana del patio principal a través del cristal. Se tomó un momento al tomar asiento, quitándose los guantes húmedos y frotando entre sí las manos para generar un calor tibio.
Exhaló, casi como agotado. Descansando la espalda contra el borde de la pared, y su cuerpo en el alféizar. Apoyando el libro en el regazo, divisó dos velas en un banquito a la derecha, sin consumir.
Extendió la mano; con un ademán de sus dedos, y un respingo de fulgor esmeralda. Cual soplido, las mechas se envolvieron en una inofensiva llama, iluminando lo suficiente.
La ansiedad abrazó su recta espalda, provocando un peso que irguió el cuerpo para comenzar a leer. Los gráciles y entumecidos dedos acariciaron la tapa de cuero negro, con el símbolo de un hechizo de protección mal trazado en la misma, sobre el león de la Casa Lannister. Se sorprendió apenas por ello. Gabriel no tenía conocimiento alguno de magia, a no ser que Aelin le haya traspasado los suyos.
Su mano picó cuando lo abrió, como un efecto sutil del símbolo.
Páginas regadas de oraciones en lengua antigua captaron su atención. Símbolos de hechizos simples de protección llenaban página tras página, como si hubiera estado practicándolos.
Las fechas en cada esquina le dieron un idea de cuándo había comenzado a escribirlo. Calculó, que fue cuando Ciro tenía la mitad de la edad actual.
Los dibujos trazados con histeria, vertieron en él una idea en comienzo.
Salteaba páginas irrelevantes, como la creación del Consejo de Poniente, los días que pasaba en el Norte con los Stark, compilación de datos sobre los salvajes y la Guardia de la Noche, así como su juramento.
« Éste debe ser uno de tantos diarios suyos. Solo tiene información de cuando estaba en el Norte » se dijo así mismo, con cada pasada de página. Buscando desesperadamente algo relevante, y no tardó en encontrarlo.
Detuvo la búsqueda ante un dibujo de un Otro. Detallado. Hecho con un trazo definido y tranquilo, como si lo hubiera visto con sus propios ojos. Plasmando con exquisita precisión, el horror que atemorizaba a Julius.
Contaba información que el brujo ya sabía, incluso partes de historia encontrada en cualquier libro antiguo de Poniente.
Su corazón se estrujó a medida que avanzaba, inmerso en las oraciones con claras intenciones. Presionó el libro cuando leyó aquel título, trazado con tinta negra, salpicado con la misma.
──────────── ❲ ⚜ ❳ ─────
[ ... ]
La Maldición de Los Ojos Verdes (1)
Aelin, me advertiste de la Maldición que acortaba tus años de vida. Pese a que ésta tortura no te arrebató de mis brazos, sí lo hará con nuestro pequeño Ciro.
Emprender la búsqueda de toda información valiosa de la misma fue un camino que me advertiste no tomar; pero cómo no hacerlo, si la vida de nuestro hijo depende de ello.
Mi amada Aelin, tu ausencia me motiva a quedarme en el Norte por más tiempo. No haré caso de palabras dañinas de padre, ni mucho menos de buitres que esparcen rumores cual peste por todo el Sur.
Sabes cuánto añoro salvar a nuestro hijo, pero también seguir con el cambio que me ayudaste a conseguir para con el Reino.
Te pido de tu fuerza, donde quiera que descansas. La requiero. Mi corazón te requiere con fervor. Eras mi ancla y mi fortaleza. ¿Cómo continuar sin ti?
Pero, después de tanto tiempo, pude convivir sin tu voz, tus regaños, e implacable carácter. Como una memoria preciada, siempre estarás plasmada en mi mente. Y por ello, juro que salvaré a nuestro hijo.
Por ti, mi aliento de vida.
[ ... ]
La Maldición se remonta a los primeros Leonhard de Poniente. Mucho antes de la llegada de los Ándalos. Tiempo después de asentarse en Bosquerojo.
El motivo de la misma trascendió por generaciones como un misterio inconcluso, pero comenzó con un Cielo Oscuro.
Las historias cuentan que una de aquellas criaturas tuvo un tipo de enfrentamiento con un Leonhard.
Se destacan por su personalidad tolerable, por lo tanto, no llego a comprender el motivo como para maldecir a un miembro de la Casa en esos tiempos.
El Cielo Oscuro maldijo no sólo a la persona, sino a toda la generación venidera. Declaró con sus dones, que el primogénito de la Casa Leonhard moriría en el decimonoveno día de su vida, de generación en generación.
Pero como el maestre Aemon me contó, la maldición de un Cielo Oscuro debe tener equilibrio entre el bien y el mal, ya que no son criaturas malignas, sino que buscan el balance justo en todo lo que hacen.
Por lo que encontré, el Cielo Oscuro dijo que solo la empuñadura del cruel invierno anularía la maldición, y así, el primogénito renacería.
Recuerdo cuando visité a una bruja con Cersei de pequeños, ella había dicho algo similar, solo que el niño renacería con el verdadero oro en su corazón.
Pero esto solo me causan dudas y confusión en este momento. Y aún más, cuando el maestre Aemon aclaró una pregunta que le hice.
Dijo que el esmeralda de los ojos tiene poder. Un poder que trasciende en la voluntad de las personas, como la magia que usasteis con un Lordx al momento en que intentó acabar con mi Ley.
[ ... ]
Estoy seguro que "cruel invierno" se refiere a los caminantes blancos, pero es solo una corazonada que no puedo confirmar con nada. ¿Acaso debo cruzar el Muro para hallar la respuesta? Si es así, lo haré, sé que Ciro está en buenas manos si algo me ocurriera [ ... ]
Eddard quiere que encuentre la cura tanto como yo, por lo que coopera con mi presencia en su Casa y los viajes a la Guardia de la Noche. Aunque Catelyn parece aceptarla a regañadientes.
Aún tengo fé en encontrar una solución. No desistiré Aelin, lo prometo.
En las siguientes páginas verás lo que pude conseguir de una sacerdotisa roja que encontré en las Ciudades Libres, en un viaje que el maestre Aemon dijo que podría ayudarme.
[ ... ]
───── ❲ ⚜ ❳ ────────────
Sus ojos estaban fijos en la información que hacía palpitar su mente en un agudo dolor. Hasta que un golpeteo en la puerta lo arrancó del trance bruscamente, haciendo que cerrara el libro con un susto.
Elevando sus ojos expectantes a la Cielo Oscuro, un suspiro de tranquilidad le alivió, al descartar la idea de haber sido descubierto.
━━━Lamento la interrupción, lord Julius ━su voz impostada saludó. Su presencia le inquietó apenas.
Carraspeó, aferrándose al libro, como si la preocupación por lo que había leído, no estuviera consumiéndolo. ━━Nada que lamentar ━dijo, divisándola a la distancia━. Creí que... acompañaría al Rey en la cacería...
Idril rechistó, cruzando el umbral de la puerta. Sus alas oscuras se arrastraban por el suelo, como una caricia de plumas rígidas y fuertes. Le inquietó lo imponente que se veía en aquel cuarto. Pese a la cálida penumbra, sus cuernos surgiendo de la cabeza, ennegridos, le daban un aspecto tétrico. Cualquier hombre sería invadido por un pavor insoportable, pero Julius conocía a aquella criatura. Tenían en común ser diferentes.
Sus alas se acomodaron detrás de la espalda a medida que avanzó, con sus largas uñas blancas acariciando los libros de las repisas. ━━━Se opusieron a ello, claro. Dijeron que tenía ventaja si participaba ━le dió una sonrisa una vez que estuvo frente a él. Idril se encogió de hombros al no recibir una respuesta━. Es mejor estar aquí. Los libros no te insultan o salen corriendo al verte.
Murmuró, para sí misma, con sus grandes ojos claros sobre el libro entre manos. Julius mantuvo la respuesta en el fondo de su boca, dejando que el silencio durará más de lo requerido. La Cielo Oscuro mantuvo su postura, acariciando la tapa del libro.
━━━Pasó... mucho tiempo de nuestro último encuentro ━confesó repentinamente, recordando cuando la había visto por última vez. 16 años se veían tan lejanos como el final del mar━. Mi más sentido pésame por... Imelda Balaguer.
Recordó el día en que recibió la noticia. Idril se había comprometido con la espada juramentada de Robert Baratheon, meses antes de que falleciera en cuanto el mismo se enfrentó al príncipe Rhaegar; los gritos que Idril expulsó aquel día, quedaron grabados a fuego en la mente de los caballeros de ambos bandos, y son una anécdota cruel de los juglares en canciones.
━━━Gracias. Lo mismo por Ginés ━replicó. Recordó que ella y la caballero mantenían una cercana amistad, al igual que con Aelin, en tiempos lejanos. Se le volvió, casi apenada━. Pero, Ginés es fuerte... Estoy segura de que estará bien.
Julius no supo qué responder, pero estaba de acuerdo con lo dicho. Desvió el tema casi al instante. ━━━¿Vivís en el Norte aún, cerca del Muro?
Idril se tomaba su tiempo con cada paso, al igual que con la respuesta. ━━━Sí... Necesitaba mantenerme alejada del Sur, por un tiempo hasta... sanar ━bajó la mirada, y supo a qué se refería.
Excases de palabras fueron un detonante para que se percatara del libro que tenía compañía; víctima de su desviación de la incomodidad.
━━━.... ¿El libro, es bueno? ━señaló al mismo, como si no tuviera otro tema de conversación en mente.
No estaba incómodo, pero tampoco totalmente a gusto. Inseguro de la verdadera intención de la criatura, incluso teniendo años de haberse conocido. Parecía que nunca hubieran tenido una amistad cercana.
Trató de acallar los susurros que le había provocado el diario y su información, al menos, hasta la ausencia de la criatura.
Le asintió, volviéndose a él con una semi sonrisa. Sus colmillos se asomaron cuando respondió. ━━━Relatos de caballeros durante su servicio a la Casa Baratheon ━ladeó la cabeza━. De cuando comenzó la cacería.
No tardó en espetar su desacuerdo. ━━━¿Por qué leer algo así? Seguramente torcieron los hechos a conveniencia.
━━━Algunas cosas, sí. ¿Pero los culpais? Tener que llevar la cuenta de cuántos amigos pierden la vida por culpa de una guerra sin sentido ━replicó, sosteniendo la mirada━. Éstas páginas rebosan de odio, indignación. La otra versión de la historia.
Julius bufó. ━━━Si lo hubiera escrito un howlita, un Leonhard, o incluso un Cielo Oscuro, estarían manchadas de sangre. Podríais palpar la ira entre letras ━e tornó impostado, guiada por recuerdos que se asomaron por el profundo rincón de su mente. No mostró hostilidad, sino una clara postura━. Pero ellos siquiera y nos dejarían escribir un libro.
Farfulló, a sabiendas de que solo era una fracción de las cosas con limitaciones en esos tiempos. Una entre tantas. De la más irrelevante, a la más indispensable, como trabajar, o conseguir un plato de comida digno.
━━━Los hombres son diferentes ahora, Julius. La Ley nos protege ━susurró, como un agridulce recordatorio━. Deberías dejar esa actitud a un lado.
━━━Mi odio está justificado, Idril. Ellos asesinaron a los nuestros y créen que una Ley puede darnos algún tipo de consuelo ━trató de no decir aquello entredientes, ella no era su enemiga. Pero no podía contener el odio que le provocaba tener que explicarse al respecto.
Inconsciente, repudiaba la manera de perdonar que tenía Idril. La postura mansa, pese a que era la última de los suyos━. Odiarlos es lo menos que puedo hacer por los que no están.
Murmuró.
Palabras ajenas se vieron envueltas en un tono comprensible, pero teñido de regaño.
━━━Odiarlos no es la solución. Combatir fuego contra fuego nunca lo es ━dijo, frunciendo sus cejas oscuras. El largo vestido que portaba cayó como una manta de seda al suelo cuando se sentó. Elevando la cabeza a él, para mantener una vista completa a esa altura. Las alas descansaron sobre el rígido suelo━. Los Targaryen fueron los culpables de iniciar todo, pero ya no están. Sentenciar a los hombres en el presente, por lo que ellos empezaron, no es justo.
En parte tenía razón, pero estaba demasiado comprometido con sus creencias. Como si fueran parte de sí, escondidas bajo su piel, entremezclándose con la sangre, como algo que tuvo desde el inicio de todo; sin tener opción alguna de negarse.
Un impulso de explicarse no tardó en convertirse en palabras, como algo de urgente necesidad por ser expulsado, siendo la situación una provechosa; una oportunidad que no tendría en mucho tiempo.
El diario se tornó una compañía invisible, y lo que había leído, lo mantuvo a un lado, como una presencia indeseada, pero que podía ignorar por un momento.
━━━Sabes, que un brujo no puede controlar cierto aspectos de la naturaleza, ¿no? ━cuestionó.
Diablo Benigno confirmó con la cabeza. ━━━Se requiere de un brujo con un gran potencial de poder para controlar algo como el agua, o la tierra, en grandes cantidades ━se encogió de hombros, recitando aquello como si lo hubiera estudiado━. El hechizo puede consumir rápidamente la energía vital. Hay más probabilidad de que muera antes de que lo acabe.
Julius asintió, con párpados caídos, como digeriendo la información.
Corazón latió en amargura. ━━━Cuando tenía menos edad que Ciro, vivíamos con mi familia en una vieja casa abandonada, en tiempos de la cacería ━la voz se tornó apacible. Idril se aferró a su libro, atenta ante las palabras que expulsaba con tanta determinación━. Mi madre sabía que no estábamos a salvo allí. Los aldeanos habían dado avisado a la Guardia de nuestra presencia... Por lo que no tardaron en llegar, una noche, antes de que pudiéramos huir ━El recuerdo vertió en su voz un tono de seriedad sombrío━. Quemaron la casa mientras estábamos adentro. Mi padre intentó controlarlo para que pudiéramos salir... pero no pudo. Le costó quemaduras en la mitad del cuerpo...
━━━Lo lamento. ━interrumpió la Cielo Oscuro bruscamente, creyendo que había acabado.
Julius se perdió en sus grandes y brillantes ojos, mientras aquel día era recordado, y recitado por su memoria.
━━━Huímos toda la noche, mientras el fuego seguía en pie. Antes del alba, Aelin creía que debíamos seguir adelante, pero la agonía de mi padre nos hizo buscar ayuda en una taberna de mala muerte. El posadero nos ayudó porque fingimos que nos habían robado de camino al Sur ━suspiró, como si fuera demasiado largo para su tolerancia, o doloroso para el alma━. No sospeché nada, ¿cómo podría? Teníamos comida y un techo digno luego de meses ━frunció el entrecejo, como si tratara de justificar a su yo pequeño.
Mantuvo el silencio, buscando las palabras para continuar, pero solo encontró la amargura incrustándose en la garganta; y una fina capa de cristal formársele en los ojos.
━━━Tomaron a mi madre y hermanas cuando llegó la noche. Eran... cuatro hombres, que se hospedaban allí antes que nosotros, y el posadero también estaba con ellos. Mi padre estaba inconsciente, y yo... yo no era tan fuerte como para detenerlos ━entredientes aclaró. Desvió la vista de Idril a la tapa de cuero del diario━. Oí sus gritos desde el granero. Llenaron la noche, pero nadie hizo nada al respecto ━elevó sus ojos, evitando que cualquier lágrima fuera derramada━. Toda la noche. Los Dioses nunca escucharon mis plegarias.
Idril frunció su rostro en impotencia, pero Julius mantuvo el semblante sereno, pese a las lágrimas que atentaban con deslizarse por el pálido rostro.
El recuerdo le estrujó el corazón, y las secuelas que tuvo la familia luego de aquello volvieron a él precipitadamente, pero no se atrevió a continuar. La debilidad del momento no sería seguida por el brujo. Cortaría el hilo de la misma con una agridulce conclusión, porque solo lloraba en la oscuridad de su cuarto. Con la soledad de compañía.
Julius creyó que nunca debía olvidar algo como ello, sin importar cuán doloroso sea. Le recordaba una de las cosas por las que hacía lo que hacía. Por qué, era consumido por el odio y el rencor.
Vacilación en palabras. La Cielo Oscuro dudó sobre qué decir en la mirada. ━━━Yo, no sabía...
Le interrumpió, a sabiendas de su ignorancia en el asunto. ━━━Todos lo hombres merecen nuestro odio, Idril. De la realeza o no... Llevan la crueldad en la sangre ━aclaró, sintiendo el peso de las palabras comprimirse contra el pecho.
Sorbió su nariz, y agazapada, extendió su lechosa mano a la del brujo. Julius frunció el rostro, pero no la apartó cuando los dedos de la criatura le dieron una caricia, trazando sus dedos sobre las cicatrices.
No le vió a los ojos cuando habló. Su tacto era cual suavidad de plumaje. ━━━¿Por eso las tenéis? ¿Cargas con la culpa de aquella noche, y viertes el rencor por medio del aprendizaje constante? ━susurró. Las velas se derretían a un lado. La calidez de la mano se fundía contra la frialdad de la suya━. No fue vuestra culpa...
Le sostuvo la mirada, en un momento que percibió como debilidad, pero dejó que fluyera por sí solo; nunca podía tener uno así con alguien, no desde la ausencia de Ginés. Todo era una constante situación defensiva. Comía, respiraba y dormía, empuñando una navaja.
Las alas de la Cielo Oscuro se movieron inquietas, sacándolo del trance en mirada ajena. ━━━Las tengo, para que aquello no vuelva a suceder.
Admitió, casi murmurante.
Idril acarició por última vez la palma, en una caricia profunda, que Julius permitió.
La calidez del momento trajo en sí la idea de que podría quedarse en el Norte si así lo quisiera, quedarse con Idril hasta que el exilio de Ginés culmine. Como una fantasía no tan imposible de cumplir.
El calor que emitía la Cielo Oscuro, y su simple compañía le reconfortaba. Como algo tentador. Una escapatoria de la situación actual.
Pero cómo podía, luego de leer el contenido que Ciro podría descubrir; una solución a la Maldición. No dejaría que el sentimentalismo le invadiera cual plaha, luego de tanto sacrificio; nunca se perdonaría abandonar su propósito, por un trozo de paz.
Idril quebrantó el silencio. ━━━Puedes cambiar tu situación si así lo quisieras, Julius ━dijo, destilando serenidad━. No tienes por qué seguir así.
━━━Debo hacerlo. Debo terminar lo que Aelin abandonó por egoísmo ━replicó, levantándose del alféizar, con la espalda fría.
Emprendió camino a la salida, sin siquiera despedirse. Un revuelto azotó al estómago con cada paso, como un arrepentimiento de su mente.
Las palabras ajenas lo hicieron parar en seco. ━━━¿Aunque conlleve matar a su hijo? ━impostadamente reclamó, pero se mantuvo en el suelo, con alas descansando en el mismo. Sus miradas se encontraron a la distancia━. La última vez que ví a Aelin, tenía a Ciro entre brazos, antes de dar su último aliento de vida, pude ver el amor de una madre en sus ojos ━recordó, señalándole con mano abierta━. Y creés que tienes el derecho de asegurar su muerte, solo porque lo consideras un mestizo... Es solo un niño, Julius.
━━━Representa los pecados de mi Casa, Idril. Su vida latente es un insulto a mis ancestros ━expresó, apretujando el diario entre manos desnudas━. La Maldición se encargará de él, yo solo debo asegurarme que se cumpla.
Rechistó.
Lo observó por un momento eterno para él. Una ventisca golpeaba contra el cristal, mientras usaba sus dones en el brujo. Mirando el alma. Percibiendo el dolor interno, cual sangrado oculto.
━━━Cumplir con los deseos que tus padres quisieron para ti no llenará el vacío de corazón ━musitó━. Dejad ir todo ese odio.
No tardó en responderle, como ignorando el hecho de que había visto algo indeseado. ━━━Los hombres asesinaron a los míos. Hicieron sufrir a mi familia y mancharon su legado. ━masculló, recibiendo un gesto de negación por ello.
Idril se puso de pie, extendiendo apenas las alas al encaminarse en su dirección, haciendo que las velas se apagaran con un simplee movimiento de las mismas. El lugar se sumió en oscuridad, que era resquebrajada por la luz fría del día; iluminando la mitad de los cuerpos, enfrentados sin hostilidad o tensión alguna. Confrontación a regañadientes.
Sus rostros estuvieron a escasos centímetros cuando comenzaron a hablar, en un tono sereno, casi murmurante. Como un último encuentro antes de partir por caminos diferentes.
━━━¿Vais a maldecirme? ━cuestionó. La Cielo Oscuro negó, inmutada. Pudo percibir un aroma a bosque otoñal, y palpar la verdadera naturaleza detrás de ojos amables.
━━━Os advierto. El camino que tomais no llenará ninguna copa. Aún tenéis tiempo de detener toda esta locura ━escupió, tratando de convencerlo.
Julius admiró sus colmillos detrás de los voluminosos labios carmesí, y los pómulos tan característicos. Negando, al unísono de una confesión. ━━━Tomé mi decisión cuando Gabriel bebió de la copa de la muerte ━acortó toda distancia. Un escalofrío recorrió la espalda de la criatura ante el susurrar ajeno, tensando inconsciente los músculos de sus alas━. Ahí supe, que ya no podría detenerme. Idril.
Las últimas palabras fueron dichas con un tono impostado, acompañado de empatía y pena pura, ignorando las contrarias. ━━━Estaréis en mis plegarias, Julius. Que los Dioses te perdonen.
Concluyó, dándole una última mirada, como un beso lastimero que no se atrevió a darle en realidad.
Ambos se refugiaron en sus libros cuando Idril emprendió camino a la salida. Con alas siendo arrastradas por el suelo.
Los Dioses nunca lo perdonarían. Seguramente le juzgarían en algún momento después de la vida, pero Julius solo le rendiría cuentas a ellos, no a ningún hombre, o criatura.
Exhaló un vaho repentino de frustración al abrir el diario, y posarlo contra el alféizar. Inclinándose a la altura, buscó las páginas que había leído antes de la innecesaria interrupción.
Comenzó a arrancarlas, sin cuidado alguno.
El sonido fue el único resonando en la biblioteca de Invernalia. Sonido rechistante de odio y rencor. De imprudencia. Resultado de acciones crueles. Comienzo de una obsesión consumidora.
El brujo colocó las páginas arrancadas a un lado. Con un ademán de su mano, y unas simples palabras, las hojas arrugadas se convirtieron en cenizas, al ritmo de caricias esmeraldas.
━━━━━━━━━
CIRO (🦁)
2021
n/a: Idril like: wey ya:(
actualizar a las 3am ismypassion
*nolite maledicere: "maldición"
...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top