Capítulo XXVIII


-¡John, John!- Gritó Ayuki balanceando del hombro al mencionado, quien estaba imconsciente en el suelo a causa de la piedra que le había golpeado en la cabeza, la cual sangraba por la fuerza del golpe. Ayuki estaba muy asustada, los del circo la habían rodeado y lo único que podía hacer era gritarles que no se acercaran, obviamente no la hacían caso. ¿Por qué iban a escucharla ahora si nunca lo hicieron? Uno de los feriantes la tomó de la muñeca y la obligó a levantarse y alejarse John. -¡No! ¡Sueltame! ¡Debo ir con él! - Gritaba mientras zarandeaba su brazo de un lado a otro para que la soltara.

-¿Vas a permitir que John se siga arriesgando para salvarte?

Una voz dentro de su cabeza habló. ¿Qué estaba escuchando? Jamás le había sucedido algo parecido.

-John siempre te ha protegido mientras que lo único que tu hacías era quedarte mirando cómo él luchaba por ti, deseabas que no le sucediera nada, pero es que en realidad nunca le ayudaste a pelear. Mirale ahora, se está desangrando y estás permitiendo que te arrastren de nuevo a aquél infierno del que saliste gracias a ese muchacho. ¡Haz algo!

Aquella voz tenía toda la razón, no podía dejar que John la defendiera más arriesgando su vida. Menos ahora que estaba al borde de la muerte, desangrándose por aquel golpe. Ayuki necesitaba hacer algo deprisa para librarse de aquél feriante e ir lo más deprisa posible a socorrer a John.

En un intento desesperado, Ayuki levantó su pierna izquierda y la puso en la espalda de aquel sujeto, empujándolo con todas sus fuerzas haciendo que este soltara su muñeca. La chica de cuernos corrió hacia John de nuevo y arrancó una tira de la falda que traía puesta y se la ató al muchacho en la cabeza para detener el sangrado y que la sangre coagulara.

-No te mueras, no te mueras...- Le susurraba Ayuki a John tratando de aguantar las ganas de llorar. Unas frías manos la agarraron de uno de sus cuernos y la alzaron con fuerza.

-Insolente perra. Tú una buena para nada... Mereces morir aquí mismo - Gruño el coordinador del circo con la cara roja de rabia mientras le apretaba el cuello a Ayuki con intenciones de asfixiarla hasta la muerte -... Y después de ti me ocuparé de ese desgraciado.

-Pu-edes matarme... P-pero si t-te acercas a e-él lo lamen-taras...- Se las arreglo para decir Ayuki. El hombre que ya no poseía la chistera soltó una ruidosa carcajada sarcástica. ¿Qué podría hacer un monstruo torpe y estúpido como ella? Solo se limitó a apretar más fuerte su cuello mientras disfrutaba de el rostro agonizante de la joven y sentir como las manos de la misma se dejaban de apretar sus brazos y se deslizaban hasta caer ya sin ningún tipo de fuerza para ser levantados. Estaba a punto de morir.

-¡¡Apartate de ella!!

De la nada, Ayuki sintió como su cuello era liberado de las arrugadas manos de aquel horrible hombre y como sus rodillas chocaban contra el césped en una caída seca, se dejó caer a este de costado mientras tosía y jadeaba desesperadamente en busca de aire. ¿Qué había sido eso? Sus ojos entrecerrados hicieron un esfuerzo por ver qué es lo que estaba pasando: los feriantes eran asesinados rápidamente de formas brutales, casi indescriptible. Ayuki no se explicó como pudo ver todo aquello sin sentir nauseas.

Así sucesivamente hasta que todos excepto una persona murieron. Aquella persona era, ni más ni menos, que el coordinador del circo. Delante de él se apareció un ente demasiado similar a Ayuki, con cuernos rojos, cabello negro, piel grisácea así como la de la muchacha, un ojo amarillo y otro rojo... Akuma

El hombre dio un grito desgarrador y lleno de terror al ver a aquel monstruo y lo primero que se le ocurrió fue sacar su pistola y apuntar a la bestia. La pistola explotó al instante dañando la mano del nombre asustado y el demonio soltó una sonora carcajada.

-inepto mortal -Escupió la criatura con desprecio -¿De verdad crees que eso servirá de algo contra mí? - Preguntó. El único feriante le arrojó los restos de la pistola y se arrastró por el suelo tratando de escapar. El ente le alcanzó sin demasiado esfuerzo y le inmovilizó con una clase de magia. -Te voy a hacer lo mismo que le has hecho a mi hija, maldito bastardo.

Ayuki presenció lo indescriptiblemente grotesco que aquella criatura le estaba haciendo al pobre hombre: le arrancaba la piel trozo por trozo, le hacia pequeños pero profundos cortes, le obligaba a comerse sus propios trozos de piel. La muchacha no pudo soportar aquella tortura y se arrastró lo mejor que pudo hacia John.

-Aguanta...- Le susurró quitándole la tira encharcada de su propia sangre. Ayuki ya no sabia que hacer, y la sangre seguía saliendo aunque con menos fluidez. -No... No...- Sollozó la muchacha -¡John no te mueras!

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