Capítulo XXVI
-J-John...- Susurró Ayuki. El mencionado miró a lo que parecía ser su figura en la oscuridad, estaba entre sus brazos y la luz de la Luna que venía de fuera alumbraba su piel grisácea cual cadáver sin vida, haciendo que brillara. Sus ojos, verdes esmeralda como la piedra verde clara que siempre seducía a las mujeres con su brillo y encanto, brillaban también como si de luciérnagas verdes se trataran. John decidió perderse en su perfecta mirada, en aquellos ojos que le aceleraron el corazón de la belleza que liberaban. -Jhon...- Volvió a susurrar la joven al notar que el muchacho no la había escuchado.
-¿Q-qué?- Respondió finalmente el chico parpadeando unas cuantas veces tratando de no volver a perderse en la mirada de Ayuki.
-C-creo que ya puedes dejarme...- Contestó Ayuki con la voz temblorosa. En ese momento, John recordó que para que el coordinador del circo no les viera, acorraló a Ayuki contra la pared y la ocultó de la ventana. Se avergonzó de aquel acto y se despegó de Ayuki a velocidad vertiginosa.
-L-lo siento...- Se disculpó el ojos cafés sintiendo como su cara ardía. Entonces encendió una cerilla para poder ver mejor. Se dio cuenta de que no había interruptores de luz, sino velas. De modo que, vela por vela, las fue encendiendo hasta que la habitación en la que estaban obtuvo la suficiente luz. -¿Dónde estamos?- Preguntó.
-¡John, mira!- Exclamó Ayuki. Él se dio la vuelta y se encontró con un cuadro en el cual aparecía la misma mujer qde la foto de aquella extraña nota. La madre de Ayuki. -¿Es ella?- Preguntó la inocente muchacha extrañada.
-Eso parece- Contestó rápidamente John acercándose al cuadro y quedándose al lado de Ayuki. La miró por unos instantes y luego volvió a mirar al cuadro. Pudo apreciar que las dos se parecían mucho. Casi parecían hermanas.
Ayuki desvío la mirada del cuadro para darle una mirada rápida a la habitación. Parecía haber sido quemada, pues la madera de la que se componían las paredes estaba negra y rota, además de que la mayoría de las ventanas estaban rotas y la habitación en sí era un auténtico desastre. Tras de sí, John escuchó bostezar a la joven de ojos verdes.
-Ayuki...- La llamó el muchacho. -¿Tienes sueño?
-¿Qué? No, no. Estoy bien- Respondió Ayuki rápidamente llevándose las manos a la espalda.
-Bueno, si quieres puedes sentarte y dormir un poco...- Le interrumpió un bostezo de su parte y luego rió algo avergonzado -Buemo, yo también dormiré un rato.
Dicho esto, John se sentó en lo que quedaba de la cama e invitó a Ayuki a que se sentara junto a él. Ella así lo hizo y apoyó la cabeza en su hombros hasta quedarse dormida. John la abrazó y se durmió con su cabeza apoyada en la de Ayuki con una sonrisa y un cierto rubor en sus mejillas.
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