Capítulo XXII


Pasaron ya los meses, casi un año que Akuma no veía a Susan. Todos los días iba a la colina que le enseñó la ultima vez que se vieron, pero no ha podido verla, va más allá de la frontera que las criaturas como él tienen en el bosque, se suele acercar al final de este para poder buscar mejor a Susan con la mirada, pero tampoco ha podido verla. Se encontraba desesperado. ¿Por qué se sentía de esa manera? Jamás se había sentido tan impaciente por ver a alguien, mucho menos a una mujer humana. No soportaba la ansiedad y empezaba a pensar que tal vez la había perdido.

-Seguro que ha encontrado a otro, alto, atractivo, posiblemente rico, alguien que la llene de flores y regalos y que sea humano. No un monstruo como yo...- Se dijo a sí mismo, se la imaginaba a ella caminando al lado de un hombre "perfecto" y como se besaban. Le entraban unos celos impresionantes, ira y a la vez tristeza. Lo último que quería era perder a la única mujer que le amó, mucho menos si era humana. Sentía la necesidad de ir al pueblo a buscarla.

-¿¡Qué!? ¡No puedes ir más allá del bosque! Romperías las reglas y los humanos te descubrirían y a saber lo que deciden hacerte- Le dijo uno de sus amigos. Mas Akuma decidió hacer caso a las advertencias y por la noche, cuando las calles estaban desiertas, corrió por las sombras buscando la casa de la mujer que amaba. Se paró en una ventana, la vio dormir. Se veía hermosa. Con delicadeza abrió la ventana y se coló en su cuarto.

«Es preciosa...» Pensó acercándose a la cama para verla dormir más de cerca. De repente, Susan comenzó a tambalearse, parecía estar teniendo una pesadilla. Despertó de golpe y se retiró el pelo de la cara. Su respiración era agitada, y su rostro mostraba el temor y sobresalto que había vivido en la pesadilla.

-Susan...- Susurró Akuma acercándose a la mujer. Ella, asustada, trató de gritar al no saber qué era lo que se ocultaba en las sombras y acababa de llamarla por su nombre. Pero Akuma le tapó la boca antes de que gritara. -Soy yo, Akuma- Le susurró. Cuando los ojos de ella se acostumbraron a la oscuridad, pudo apreciar a Akuma. Quien descubrió su boca al notarla calmada.

-¿Qué haces aquí? Si te descubren seguro que...- Fue interrumpida por los labios del demonio.

-Nadie me va a descubrir - Dijo él poniéndose encima de la mujer con una sonrisa. Susan no pudo evitar ponerse roja como un tomate ante el comportamiento del demonio.

-¿Q-qué vas a hacer?- Preguntó Susan con la voz temblorosa. Sentía más nervios que nunca, pero tampoco quería oponer resistencia.

-Algo que debí hacer hace ya mucho tiempo, Susan- Respondió Akuma, entonces la volvió a besar en un beso más apasionado. Aquella noche cambiaría a Akuma y a Susan.

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