Capítulo XIX


La mujer accedió, tomó su mano y los tres empezaron a correr. En ese momento, los trapecistas empezaron a correr tras ellos, y luego todos los feriantes iban tras ellos. La mujer estaba desesperada. Sabía que no lograría salir de este condenado lugar, que seria castigada por traicionar su contrato y por querer huir a espaldas de su dueño. Uno de los trapecistas arrojó una barra de equilibrio hacia John, quien seguía corriendo con el miedo reflejada en sus ojos.

-¡Chico, cuidado!- John escuchó la advertencia de la mujer y se apartó del punto de mira de la barra de equilibrio, chocando así esta contra el suelo. A pesar de que John se quedó paralizado porque aquel palo gigantesco podía haberse clavado en su cráneo perfectamente, siguió corriendo junto a Ayuki y la mujer.

-¡Vamos! ¡Ya casi hemos salido!- Exclamó el chico de ojos cafés para animar a la mujer del vestido de negro para que hiciera un ultimo esfuerzo. La mujer empezó a sentir confianza en su corazón y corrió más deprisa a pesar de estar muy cansada. Sus pies empezaron a acelerar llegando al ultimo sprint que la llevaría a la libertad. Mas no fue en el mejor momento que uno de los trapecistas tiró una carga cualquiera que le cayó encima a la mujer, uno de sus tacones se rompió, se torció el tobillo y cayó al suelo.

-¡John! ¡Ella se ha...!- Exclamó Ayuki parando en seco al ver que la mujer ya no les seguía. John también paró y fue corriendo hacia la mujer para socorrerla. Se dio cuenta entonces de que los trapecistas le habían lanzado unas dagas y la habían clavado el brazo derecho y una pierna al suelo. Se estaba desangrando.

John le quitó las dagas lo más cuidadosamente posible y la alzó en brazos para correr hacia la salida del circo. La mujer, teniendo presente que este seria su final, se soltó del agarre del muchacho cayendo de nuevo al suelo. John quiso tomar su mano, pero ella la rechazó con un manotazo.

-Llevate a la niña de aquí, no vuelvas o te mataran- Le advirtió la mujer.

-¡No voy a dejarte!- Exclamó John tratando de comerla de nuevo, a lo que la mujer volvió a zafarse de su agarre.

-Ya es tarde para mí. Llevate a Ayuki lejos de este infierno- John se fijó en que ella estaba derramando lágrimas. Había aceptado su final, pero no quería morir todavía. Ella sacó de su espalda algo que estaba envuelto en un pañuelo rojo y se lo entregó a John. -Esto era lo que estabas buscando. Congeló y vete.

-¡John!- Exclamó Ayuki señalándolo a los feriantes que ya estaban muy cerca. John miró a la mujer por última vez.

-¡Vete!- John negó con la cabeza. Mas la mujer le volvió a decir que se marchara. John tomó a Ayuki de una mano y salieron corriendo de la carpa. Antes de eso John miro hacia atrás y vio como la mujer moría desangrada en el suelo, con las lágrimas aun fluyendo por sus ojos. De los cuales su brillo se había desvanecido. Como era de noche y las calles estaban vacías, decidieron parar nada más alejarse un par de manzanas de la carpa.

-¡Tenemos que volver por ella!- Exclamó Ayuki dándose la vuelta para ir a buscarla.

-Está muerta- Las palabras de John se incrustaron en el corazón de la muchacha cómo un cuchillo se suele clavar en un cuerpo. Se quedó inmóvil y con esa frase resonando en un mente. "Está muerta". No se lo podía creer.

-¡N-no es verdad!- Tartamudeo Ayuki sollozando. John tampoco podía creerse lo que había pasado y el remordimiento y la furia se apoderaron de su cuerpo.

-¡Lo es! ¡Lo vi yo mismo!- Exclamó John furioso. -Sus ojos no tenían brillo y había perdido demasiada sangre...- Después de aquella explicación los dos se quedaron en silencio. Sin saber que hacer, John se fijó en la herida de Ayuki, la cual estaba ensangrentada, y en la suya. -Vamos a casa...

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