Capítulo II
Dos días mas tarde, el circo ya se encontraba a mitad de camino de Saitana, el circo decidió para para descansar en una ciudad arrasada por la guerra. La caravana se paró en seco y Ayuki notó como su jaula, la cuan era arrastrada por esta, se paró también.
-¡Vale!- Habló el coordinador bajando de la caravana para estirar los pies junto con los demás. -¡Pararemos aquí!
Ayuki alzó la vista para ver la siniestra ciudad que se hallaba frente a ella: Las casas estaban coloreadas de un gris ceniza por las bombas, la arena de la ciudad estaba teñida de sangre por los soldados que murieron en la batalla, el cielo era de un color grisáceo y triste que hacía la atmósfera del lugar deprimente y solitaria y una enorme manta de niebla cubría el horizonte y el sol como una manta cubre a un muerto fallecido. La chica apoyó sus brazos en el suelo de la jaula cubierto de paja, levantando su cuerpo para obtener una mejor vista del lugar. Al lado izquierdo se hallaba un letrero con las letras descolocadas que decía: "Bienvenido a Soul town"
-¿Soul Town?- Susurró ella sentándose en el suelo. Después, escuchó como el candado de la jaula crujía y se dio la vuelta para ver a uno de los miembros del circo abriendo la puerta.
-Vamos, sal de aquí y camina un poco- Dijo la mujer con un tono despectivo. Mas Ayuki no quería salir, la ciudad le daba miedo y no tenia ropa. La mujer observó como la chica se tapaba con la manta para ocultar su cuerpo lleno de moratones y cicatrices, además de resguardarse por el frío. La mujer se ausentó por unos momentos y volvió con uno de sus trajes de ciudadana normal. Un vestido de color negro y corto de manga larga, unas medias oscuras y unos zapatos negros. -Vistete y sal, no lo repetiré de nuevo- Dijo para definitivamente irse.
Ayuki obedeció puesto que no quería ser golpeada de nuevo. Se vistió y salio con cuidado de la celda. Las piernas le fallaron un poco por los molestos taxones, ya que nunca había caminado con algo parecido, caminó entre pequeños tropezones hasta que sus pies se acostumbraron y pudieron mantener el equilibrio. Paró justo en frente del letrero. Se negaba a entrar en la ciudad. De repente, un empujón la hizo golpearse con el cartel de madera rompiéndolo y cayendo al suelo. Alzó la vista para ver al hombre forzudo.
-Vamos, no bloquees el paso a la gente- Dijo él.
- ¡Hay sitio de sobra por el que pasar!- Contestó Ayuki incorporándose del suelo con la mano puesta en su vientre. -¿Por qué tienes que empujarme?
-¿Como te atreves a contestarme? Insolente, ¿acaso quieres que vuelva a golpearte?- Preguntó mientras alzaba su mano cerrada para golpearla. Mas fue frenado por el coordinador del circo, quien se paró frente a Ayuki y le tendió la mano para ayudarla a levantarse. Cuando ella iba a aceptar su mano, él la apartó haciendo que todos se rieran de ella.
-Querida, aún tienes que aprender mucho sobre esta vida; nunca te fíes de nadie- Dijo y siguió su camino pasando al lado de ella. Ayuki se levantó y arregló el cartel lo mejor que pudo.
Cuando pasó una media hora, la mujer que le dio el traje le exigió a Ayuki que se lo devolviera, cosa que hizo. La devolvieron a la jaula, cerraron la puerta, los demás volvieron a la caravana y esta se puso en marcha. Ayuki, al sentir el frío se volvió a tapar con la manta y se tumbó en el suelo derramando unas pequeñas lágrimas.
-¿Acaso debería renunciar a toda esperanza? ¿Acaso debería renunciar a vivir esta desgracia? ¿Debería quitarme la vida para poder descansar en paz?- Se preguntaba ella mientras lloraba. Entonces vio como el cielo se despejaba dejando ver el hermoso Sol que le dio calor y la protegió del frío hasta que la joven se quedó dormida.
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