Capitulo 2: El evento
El resplandor de las luces lo envolvía todo, como si los destellos artificiales intentaran ocultar las grietas que amenazaban con abrirse en cualquier momento. El evento de beneficencia en Mónaco había comenzado, y Franco Colapinto, a regañadientes, había hecho acto de presencia. La sonrisa en su rostro no llegaba a sus ojos. Desde el escándalo en Miami, sentía como si el mundo se le estuviera cayendo encima, y ahora se encontraba allí, obligado a fingir para salvar lo poco que quedaba de su reputación.
El gran salón del Casino de Monte Carlo estaba lleno de personajes importantes. Vestidos de gala, joyas brillantes, copas de champaña que relucían bajo la luz dorada. Franco nunca se había sentido más fuera de lugar, a pesar de que esta vida de lujo y glamour había sido su día a día durante años.
Charles se movía a su lado, siempre atento, siempre protector.
-Recuerda, Franco- le susurró mientras lo guiaba hacia un grupo de invitados importantes- esta es tu oportunidad de redimirte ante el público y los patrocinadores. Mantén la compostura.
Franco asintió, pero sentía la presión crecer con cada paso. No podía evitar notar las miradas furtivas de algunos invitados, los susurros que lo seguían por el salón como fantasmas del pasado reciente. No importaba cuánto intentara ignorarlos, la realidad era que el escándalo de su pelea con Oscar y la humillación de haber pasado una noche en la cárcel lo perseguían.
Mientras, en la villa Moretti, se encontraba Elena ansiosa por la tardanza de sus padres, su padre se encontraba en una conferencia vía Meet y su madre en su habitación haciéndose los últimos retoques.
-¡Vamos mamá! Me obligan a ir a este evento pero son los últimos en estar listos.- le recriminó asomándose por la puerta.
-Hija, una regla muy importante que debes saber...las personas importantes nunca llegamos temprano.- sonrió en lo que se colocaba su arete dorado.
Elena solo revoleo los ojos y se retiró en búsqueda de su padre, suplicando por encontrarlo ya listo.
-Papá...- ingresó silenciosa en el despacho, el padre solo amaga a hacer un gesto con la mano en señal de que guardara silencio y se sentara.
Unos minutos después Vittorio se despedía de sus socios y volcaba toda su atención en su hija.
-¿Dime?
-¿Cómo dime? ¡papá! Hace como media hora debíamos salir.
-La paciencia no es tu virtud, pero compensas con tu responsabilidad y puntualidad.- se acercó a su hija y depositó un beso en su frente para luego tomarla de la mano y retirarse en búsqueda de su madre.
El evento de beneficencia estaba tomando color, la primicia era la beneficencia para pueblos más carenciados, pero bien se sabía, el gran evento de Ferrari era un nido de serpientes y buitres, en donde el tema principal, sutil, camuflado, eran los negocios.
Los presentes se reían y bebían en espera de la subasta que se iba a hacer esa noche, Ferrari iba a subastar su Ferrari 335 S Spider Scaglietti y varios de los más adinerados se lo disputaban. Pero el mayor misterio era lo que iban a subastar la familia Moretti, los que crearon toda una imagen pública rodeada de misterios y secretismos. La prensa especuló toda la semana previa al evento: ¿joyas, un yate, un jet? cientos de cosas venían a la mente de los amantes del chisme pero nada parecía lo suficientemente impactante para una familia con gustos tan particulares. Algunos alegaban que iban a subastar algo grotesco, inhumano y/o ilegal.
El año anterior habían participado subastando un papiro de 1800 años que hablaba sobre la infancia de Jesús, ¿cómo superar aquello? Pero no era lo único que intrigaba a la prensa, sino la supuesta aparición en un evento de su joven hija la cual había estado desaparecida durante años para reaparecer con una nueva y peculiar carrera.
Franco escuchaba a los presentes, algo intrigado de lo que se hablaba, conocía a los Moretti por nombre pero jamás los había visto en persona, por lo general no frecuentaban los mismos eventos. "Supongo que es demasiado fino el ambiente para mi estilo de vida" pensaba mientras recorría el salón como Penelope Featherington. "Ahora la entiendo, es divertido escuchar a esta gente" sonrió ante su pensamiento.
De repente, sintió un empujón en la espalda. No fue intencionado, un camarero pasó demasiado cerca con una bandeja de copas. Franco tropezó hacia adelante, perdiendo el equilibrio y chocando torpemente contra una mesa repleta de copas de cristal. Todo sucedió en un segundo, el estruendo del vidrio al romperse llenó la sala como un disparo. Las copas cayeron al suelo, una tras otra, derramando champán sobre los invitados cercanos.
El silencio cayó como una losa sobre el salón.
Todos lo miraban. Sus ojos sobre él eran como dagas clavándose en su piel. Sentía el calor de la vergüenza ardiendo en su rostro. La burla en algunos rostros, la sorpresa en otros. Incluso la mirada compasiva de Charles, que estaba del otro lado de la sala, solo empeoraba la situación. No era lástima lo que Franco quería, era respeto. Pero en ese instante, sentía que lo había perdido todo.
Un par de risas contenidas resonaron en alguna parte del salón, y su garganta se cerró de impotencia. Sus manos temblaban, y aunque quería gritar, romper algo más, hacer que todos se callaran, no podía hacer más que quedarse allí, paralizado por el peso de todas esas miradas.
Alguien se acercó, tal vez para ayudarlo, pero él se apartó bruscamente, su respiración acelerada.
-Déjenme en paz -murmuró, casi inaudible.
Franco no podía soportarlo más. Giró sobre sus talones y comenzó a caminar rápidamente hacia la salida, ignorando todo a su alrededor. Sentía cómo su corazón martilleaba en su pecho, como si quisiera escapar de su propia piel. No veía a nadie, solo necesitaba salir de allí, salir de esa jaula de humillación y aire sofocante.
Mientras se acercaba a la puerta, se estrelló de frente contra una joven. El impacto fue inesperado, su cuerpo rígido y lleno de furia chocó con algo suave y cálido. Ella casi cae hacia atrás, pero logró recuperar el equilibrio, sus ojos se encuentran con los de Franco. Era Elena, que acababa de entrar en el evento, luciendo impecable en su vestido negro.
-¡Oye! -exclamó Elena, incrédula-. ¿Qué demonios te pasa?
Franco la miró por un segundo, sus ojos verdes estaban llenos de rabia y confusión, pero había algo más. La chispa de algo profundo, una emoción más allá de la furia. Elena lo sintió también. Aunque no entendía qué había pasado, la intensidad de su mirada la atrapó. Por un instante, todo en el mundo desapareció, como si fueran los únicos en la sala. Los destellos de las luces del salón brillaban en sus ojos, y el aire entre ellos se volvió denso, cargado de una energía inexplicable.
Elena abrió la boca para hablar, para recriminarle su brusquedad, pero Franco no le dio tiempo. Sin decir una palabra, sin disculparse, la ignoró por completo y siguió caminando, empujando la puerta de salida con fuerza.
Se quedó allí, sorprendida, viendo cómo Franco desaparecía en la noche, dejándola con esa sensación extraña de que ese encuentro significaba algo. Pero, ¿qué?
El aire frío de la noche entraba por la puerta abierta, y ella se quedó quieta, sintiendo que ese momento no era solo una casualidad. Era el inicio de algo.
Elena volvió en sí al ver al ex piloto Max Verstappen pasar frente a sus ojos y salir por la misma puerta que aquel impactante chico.
-Vamos, mi vida. - tomándola de la cintura, su padre la guió hacia su mesa.
Su mente estaba perdida en el afuera, en esos ojos verdes y lagrimosos, que no se percató que era el foco de atención en ese momento, hasta que varias personas se acercaron a sacarle conversación, mayormente hombres, hombre mayormente mayores.
Mientras Elena vivia su segunda presentación en sociedad, afuera, en la fuente frente al gran hotel casino de Monte-Carlo, se encontraba un desbordado joven cubriendo su rostro para que nadie notara que se ahogaba en lágrimas.
-Debes dejar de huir -la voz de Max se hizo notar en el silencio de la ciudad, acercándose con cautela, sin querer incomodar más a su colega.
Franco no levantó la mirada, solo siguió observando el suelo bajo sus pies, con su rostro descansando sobre las palmas de sus manos.
-No huyo, solo estoy pensando -respondió Franco finalmente, en voz baja, casi como si hablara para sí mismo.
Max suspiró, sabía que Franco no estaba bien. Lo había visto pelear con Oscar, enfrentarse a su equipo y ahora alejarse de todos en un evento en el que debería estar mostrando su mejor cara. Sabía que necesitaba decirle algo, aunque Franco era alguien difícil de abordar cuando estaba así.
-Mira, sé que las cosas no están bien... -empezó Max, eligiendo sus palabras con cuidado-. Pero lo que pasó... no puedes dejar que te destruya, hombre. Estás perdiendo el control.
Franco apretó la mandíbula, pero no dijo nada.
-La carrera, el incidente con Oscar, todo... -continuó Max-. No eres tú. Tienes que parar antes de que termines arruinando todo por completo.
-¿Y qué se supone que haga? -interrumpió Franco, su tono mezclaba rabia y frustración-. ¿Seguir fingiendo que todo está bien? ¿Hacer de cuenta que no perdí a Sophia, que no casi mato a Oscar, que todo mi equipo me dio la espalda?
Max lo miró fijamente, dejando que el silencio cayera entre ellos por un momento. Sabía que Franco necesitaba descargar lo que llevaba dentro, pero también sabía que sus palabras tenían un peso peligroso.
-No te estoy diciendo que finjas -replicó Max con calma-. Solo digo que estás dejando que todo esto te consuma. Y si sigues por este camino, lo vas a perder todo. Tienes que tomar control de tu vida, o la vida va a tomar el control de ti.
Franco finalmente levantó la mirada, sus ojos verdes llenos de una mezcla de agotamiento y desesperación.
-¿Control? -soltó una risa amarga-. Hace mucho que dejé de tener control de algo.
Max negó con la cabeza.
-Tienes más control del que crees, Franco. Solo tienes que darte cuenta de que aún puedes cambiar las cosas. No todo está perdido.
Franco guardó silencio, mirando a su antiguo compañero de escudería, pero sin responder. Sabía que Max tenía razón, pero aceptar que podía cambiar las cosas también significaba aceptar que él mismo había provocado gran parte de sus problemas, y eso era algo que no estaba listo para enfrentar.
Max le dio una palmada en el hombro antes de irse.
-Piensa en lo que te dije -le dijo antes de dejarlo solo de nuevo en la fuente.- Para mi fue demasiado tarde, que el rugir de los motores y el dulce sabor de la victoria no te hagan silenciar tu corazón.
Franco vio como el gran ídolo de RedBull se alejaba y se encontraba en las escaleras con su esposa y sus hijas. Máx por muchos años estuvo en una situación similar, quizás peor que la de Franco. Noches en las que no dormía porque cerrar los ojos implicaba ver el rostro de su padre decepcionado, frío, distante, dispuesto a golpearlo hasta acabar con él.
Max tuvo que caer en drogas para conciliar el sueño, luego las necesito por las mañanas para arrancar el día y a las tardes para recuperar energías y de repente nada era más importante que las pastillas que lo dejaban sin pensar y solo funcionar, funcionar para exclusivamente ganar, ganar y ganar.
Era un robot, un robot que se rompió en Silverstone, y en donde descubrió que quien estaba sujetando su mano era su esposa embarazada, no su padre, no sus sponsors, no sus premios, sino la familia que tanto había alejado y sacrificado.
Max se retiró ese año, dejando un vacío en la parrilla que aún nadie logra llenar.
Mientras la noche continuaba en el gran salón, los invitados se acercaban a la familia Moretti buscando una conversación con el padre de la familia o con su bella hija.
-¿Acaso me obligaron a venir para buscarme un marido?
-¿Qué?- exclamó preocupada Zahra- ¿Qué cosas dices hijita?- murmuró nerviosa.
-Mamá...- Elena la miró con duda, iba a comenzar un interrogatorio a su propia madre pero Lawrence Stroll la interrumpió.
-Así que esta es la joven tan misteriosa, estas bellisima recuerdo que la última vez que te vi eras apenas una niña. Así de pequeña.- hizo un gesto con la mano y rió con potencia
-Pues, muchas gracias señor, disculpe que yo no lo recuerde.
-No te preocupes, quizás a mi hijo si lo recuerdes. ¡Lance!.- con un sutil gesto con la mano llamó a su hijo.
Lance Stroll, claro que lo recordaba, fue el primer chico del que Elena se enamoró. Él se había cansado de rechazarla, pero ella estuvo insistiendo tres años, lo peleaba, le pedía ser amigos, lo volvía a pelear, él hacía algún gesto que la hacía ilusionar y luego iba y se paseaba con alguna amiguita.
Todos los veranos, el campamento en Canadá era lo que más anhelaba aquella niña de 10 años, para verlo a él y ahora allí se encontraba, de pie con ese impecable traje negro y una copa de espumante en la mano. Se acercaba imponente, alto, estético con una amplia sonrisa, pero sus ojos...sus ojos no reflejaban lo de esa sonrisa.
-¿Tengo algo en la cara?
Elena no se había dado cuenta que se lo había quedado mirando con el ceño fruncido analizando esa mirada, algo no cuadraba, algo la incomodaba.
-No, perdón...yo, solo...
-Seguro le resultase familiar, pero mi hijita es medio mala para recordar rostros...o nombres.
-Vas a tener que mejorar eso considerando tu peculiar profesión.
Elena volteo a ver a su madre para luego voltear a ver al señor Stroll, apretó fuerte la mandíbula indignada por la sultura de su madre para dejarla como una incopetente y por el comentario pasivo-agresivo de Stroll.
-¿Particular? ¿Por qué?
Zahra rió incómoda, sabía que cuando su hija inclinaba su cabeza y agudizaba aún más su voz, tornándose delicada pero filosa, nada bueno podría salir.
-Particular porque una joven bella y con un patrimonio como el de tu familia no es natural que elija una profesión tan corriente o de tan poco prestigio.
-¿Considera las fuerzas armadas corrientes?
Stroll le sostuvo la mirada, mientras Lance y Zahra movían sus ojos al ritmo de ese ping pong de sarcasmo y agresividad lingüística.
-Para una joven como usted si, debería estar rodeada de lujos y comodidades, con un esposo- apoyó su mano sobre el hombro de su hijo. Elena largo aire en medio de una sonrisa ante el gesto.- eso dejeselo a los que no llegan a fin de mes.- comenzó a reír y busco complicidad en Zahra, la cual respondió con una risa incómoda.
Elena giró su mirada, indignada por lo sumisa que era su madre con hombres poderosos. Enfurecida se acercó al oído de su madre y como una espada la atravesó por completo:
"Más corriente es aquella mujer que tiene poder sobre los débiles pero se doblega antes los de más poder ¿Tan insignificante eres? Toma el control de una vez"
La hirió, sabía cómo hacerlo, sabía como hacer sufrir a su madre, lo había aprendido de su padre. La amaba, pero su relación era de admiración, odio y amor en un constante ciclo sin fin.
Lance fue tras Elena hacia la entrada del hotel, ella caminaba energéticamente, atrás había quedado la gracia con la que había ingresado al evento.
-Elena, espera.- Lance intentó llamar su atención en lo que esquivaba a las personas, pero no había caso Elena salía como un torbellino por la puerta principal.
Al lograr salir, Lance la vio sentada en la gran fuente mirando hacia el hotel, exhaló y se acercó lentamente hacia ella.
-¿Puedo?- señaló al lado de la joven.
-Si quieres, aunque no soy una buena compañía en este momento.
Lance sonrió mirando sus manos, que las apretaba con fuerza para lograr apaciguar sus nervios.
-Te entiendo sabes, tenía tantas expectativas en ti y es duro saber que no pudiste cumplirlas.
-Pero, tú eres un piloto de la Fórmula 1 como querías ¿no? Es algo que tu padre te apoyo, el mio...si bien están orgullosos en sus miradas noto...
-Si, esa mirada... la conozco bien, te sonríen pero no es sincera. Pero lo tuyo es de admirar, pudiste soportar esa mirada y trazar tu propio camino...en cambio yo.
-¿No querías esto para ti? Pensé que era tu sueño.
-Solo hereda el sueño de mi padre, eso me hace miserable. ¿Y sabes qué es lo peor? Que realmente no siento pasión por nada, como si me hubiesen arrebatado esa posibilidad.
-Quizás no estuviste expuesto a otras realidades o actividades. Todo en tu vida giró en torno al mismo concepto, a una zona de confort, que es muy linda pero, contradictoria a su nombre, no es nada confortable.
-La verdad que no. -rió- se siente como ir a más de 350 con el auto prendido en llamas.
-No se como será eso, pero no me interesa averiguarlo.
Ambos rieron con ganas y luego se hizo un largo silencio.
-Elena...me gustaría invitarte a tomar algo algún día.
-Este...eres muy amable Lance, pero por ahora solo estoy enfocada en adaptarme nuevamente a Mónaco y a mi nuevo trabajo.
-Por eso...algun dia.-
-Ok- rió.- algún día.
Elena se puso de pie y se despidió de Lance
-Debo volver, sino quien aguanta luego a mi padre y quien consuela a mi madre del daño que yo misma ocasione.
Lance se puso de pie y tomándola por la cintura depositó un beso en la mejilla de la joven, lo que la hizo sonrojarse.
Elena se alejaba y en el silencio de la noche Lance escuchó una risita burlona a su derecha, volteo y del otro lado de la fuente se encontró con Franco.
-Colapinto...-
-Stroll...
-Sabia que estabas demente pero no pense que para reirte solo.
-No me rió solo, me rió de ti...no solo en la pista, en la vida siempre llegas último.
-Es mejor llegar último, que llegar solo ¿no?
La sonrisa burlona de Franco se borró por completo.
>>Franco, no planeo iniciar una guerra contigo, no me interesa. Espero que arregles tu vida, no te metas en la mía.
Lance no espero a que Franco le respondiera solo se dirigió hacia el hotel para volver al evento.
Al entrar al gran salón se encuentra con que la subasta ya había comenzado y los murmullos se sentían en toda la sala, sobre que iba a subastar la familia Moretti. Mientras los demás presentes hacían sus ofertas el observaba el lugar buscando a Eliana, cuando finalmente la encontró en un rincón del escenario conversando acaloradamente con sus padres. Se iba a acercar pero noto que la conversación era muy privada y optó por ir a su asiento.
La subasta continuaba, autos, vinos, joyas iban encontrando sus dueños en la noche de Mónaco. Hasta que llegó el último objeto a subastar, el de los Moretti.
Lance había estado observando toda la noche a Eliana, su mesa quedaba frente a la de ella con dos mesas de distancia, tenía una vista privilegiada del perfil griego y el cabello castaño ondulado de su compañera de campamento.
"¿En qué momento se convirtió en esa hermosa mujer?"
La voz de Zahra lo saca de sus pensamientos y voltea al escenario.
-Damas y caballeros, yo se que muchos estaban expectantes sobre lo que se iba a subastar esta noche en nombre de la familia. Como sabemos muchos estaban interesados en esto, les causaba intriga y querían conocerla, entonces decidimos darle la oportunidad de obtener por una noche nuestro mayor tesoro, de inmaculado valor. La familia Moretti subasta por una noche a Elena Moretti.
El salón se tornó en silencio tras un unísono sonido de sorpresa. Lance volteo a ver a la subastada y pudo ver la sorpresa y el horror en su rostro, cuando volteo a ver a su padre en busca de respuestas, pudo notar como los ojos hazel se les inundaban.
¿Acaso es cierto lo que veo? Vittorio ignoró a su hija, inerte, mantuvo su mirada al escenario, mientras su hija trataba de hacerlo entrar en razón, le suplicaba en lágrimas, se podía leer en sus labios "Papá, por favor, ¿Por qué hacen esto?"
De repente las ofertas habían comenzado y el monto inicial era de 1 millones de dólares
-Ofrezco un millon de dolares.- se escuchó en una mesa.
-Ofrezco 2 millones
Y así comenzó una guerra de números entre varios hombres que tranquilamente podrían haber combatido en la segunda guerra mundial.
Lance se mordía los labios y tamborileaba nervioso sobre la mesa. De repente las ofertas se iban a cerrar en 5 millones de dólares, hasta que el número de la mesa 8 se levantó y el más joven de los Stroll habló.
-Ofrezco 9 millones.
Todos los presentes enmudecieron ante la oferta, el organizador comenzó el conteo y finalmente se cerró en 9 millones para el joven Lance Stroll.
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