O1: Peace & Coffee


Es una tarde de viernes ligeramente cálida. Se supone que va a llover y fuera se siente la humedad, las nubes oscuras se ciernen sobre la ciudad y los truenos amenazadores rugen a lo lejos. JiHyo camina deprisa hacia su Cadillac CTS negro aparcado en la plaza "sólo para profesores" .

Ha sido un día estresante en clase, demasiados niños ricos con derechos que creen saber más que su profesora, susurrándose cosas misóginas cuando ella les corrige con calma en el tema que lleva estudiando toda la vida. Siempre es así con las profesoras más jóvenes, especialmente en el campo del derecho; nunca se las toma en serio. Habrá algunas chicas en el aula que las admiren y aspiren a ser como ella algún día, pero eso es sólo cuando hay un buen número de chicas en la clase. Suelen ser chicos de clase media alta que accedieron a la universidad con la ayuda de sus influyentes padres.

JiHyo ha tenido que luchar por su puesto en el campo, para ser reconocida y respetada como la profesora que es, y no sólo por su apellido. Kang Daniel, un inglés de 50 años y uno de los profesores más notables del estado, resulta ser también el marido de JiHyo. Ella no sabe si estar casada con él le ha ayudado o perjudicado en su reputación, sobre todo teniendo en cuenta cómo empezó su relación, pero ha hecho y sigue haciendo todo lo que puede para que la vean como su propia persona, y no sólo como la mujer de Kang Daniel.

Conduce a casa rezando para que la lluvia no la sorprenda hasta que esté bajo la ducha caliente, lavándose el cabello corto y probablemente trayendo un vibrador para descomprimirse del todo, ya que de todas formas no lo conseguirá de su marido. El estrés de la hora punta, combinado con el de después de clase, vuelve loca a JiHyo cada vez que tiene que trabajar todo el día, y le duele la cabeza en cada semáforo en rojo en el que se detiene, pero empieza a relajarse cuando llega a su barrio.

Casi sobrepasa el límite de velocidad, ansiosa por llegar a casa, cuando un edificio desconocido de color rosa pastel llama su atención y aminora la marcha. Al parecer, se trata de una nueva panadería, una panadería que parece sacada de un anuncio de casas de muñecas. A JiHyo no suelen atraerle las flores ni los colores pastel, pero hay algo en aquel lugar etéreo que le transmite una sensación de paz y calidez que la lleva a aparcar el coche en el primer sitio que ve y entra.

Huele el dulce aroma a canela que desprende la panadería, que ahora ve que se llama – La Panadería Rosa– .

Muy redundante, piensa JiHyo.

Normalmente prefiere las cafeterías más oscuras o incluso las librerías que por casualidad tienen una cafetería, pero duda que sirvan magdalenas, donas y rollos de canela con un olor tan maravilloso como el del lugar rosa. JiHyo se sorprende a sí misma hipnotizada por los hermosos productos horneados y la belleza general del lugar, y aunque no planeaba comer nada, se encuentra indecisa sobre lo que va a pedir.

– ¡Hola! Lo siento, no te he oído entrar, estaba en la cocina. ¿Qué puedo ofrecerte hoy? – JiHyo sale de su dulce hipnosis para entrar en otra. La mujer más hermosa que ha visto en su vida le sonríe, sus mejillas sonrosadas destacan en su rostro de muñeca y sus ojitos marrón miel brillan al contacto de la vaga luz del sol del atardecer que invade la habitación. Parece que ha estado ocupada, porque tiene un poco de harina en la frente y mucha en su delantal rosa pastel, con un bordado que pone "Sana", y a pesar del aspecto ligeramente desordenado, lleva el cabello rubio recogido en una espesa coleta, atada con un coletero de raso rosa pastel. JiHyo no puede creer que un ser humano pueda tener ese aspecto, simplemente perfecto.

–¡Oh, no pasa nada! Acabo de llegar. ¿Este sitio es nuevo? Parece increíble. – No se ha sentido nerviosa cerca de una mujer desde su primer año de universidad, la última vez que estuvo soltera. Sin embargo, se las arregla para mantener la calma. O eso cree.

– ¡Muchas gracias! Sí, acabamos de abrir hace un par de días. – la mujer, que JiHyo supone que se llama Sana, se quita el delantal y lo cuelga en un pequeño gancho dorado detrás de ella. JiHyo se da cuenta de que tiene un gracioso acento único, pero no acierta a descifrar de dónde es.

– ¡Enhorabuena, tiene se mira increíble! Y para ser sincera, aún no he decidido lo que quiero, todos tienen un buen aspecto. Por ahora sólo me he decidido por un café. –

– Bueno, ¿por qué no te sientas y te traigo el café, y luego puedes tomarte tu tiempo para decidir lo que quieres? – La sonrisa de Sana.

La sonrisa de Sana es desgarradoramente hermosa.

– ¡Eso suena bien! Muchas gracias, eh...–

–¡Sana! Por cierto, ¡soy la dueña! – dice la mujer con una dulce risita, y luego tiende la mano a JiHyo, que se asusta al sentir lo suave que debe ser la piel de Sana.

– ¡Soy JiHyo! – Y tenía razón. Era la mano más suave que ha tocado nunca.

– Muy bien, puedes sentarte donde quieras, eh, ¿cómo te gusta el café? –

–¡Negro! sin nada. –

– ¡Impresionante! Te lo traigo enseguida. –

JiHyo se sienta en una de las pequeñas mesas de madera blanca con sillas a juego y admira la pieza central; un pequeño jarrón de cristal con dos rosas rosas dentro.

Se siente mal por un segundo por haberse dejado hipnotizar tanto por la panadera.

Después de todo, está casada.

Y también tiene una hija.

Pero la emoción de que su corazón lata más deprisa de lo normal al ver a una mujer hermosa le hace olvidarse de eso durante unos segundos. Sobre todo, teniendo en cuenta que su marido no sólo no le da ningún tipo de afecto, sino que además la engaña.

Y ella lo sabe.

No ha dicho ni hecho nada al respecto por muchas razones; para empezar, tiene miedo de lo que el divorcio podría suponer para su reputación. No quiere que la conozcan como la mujer que "utilizó" a su hombre para obtener algún tipo de ventaja en su carrera y luego lo dejó cuando alcanzó el éxito. También tiene miedo de cómo podría afectar a ChaeYoung, su hija de 9 años, el hecho de ser hija de divorciados. Es una niña sensible que apenas recibe atención de su padre, y JiHyo tiene miedo de lo que podría pasar si no recibiera ninguna atención de él. Es una decisión difícil permanecer en un matrimonio infeliz y fracasado, pero sus miedos e inseguridades siempre parecen sacar lo mejor de ella.

Pero JiHyo es humana. La idea de tener una aventura la atormenta y la emociona al mismo tiempo, pero aleja esos estúpidos pensamientos cuando Sana le trae el café.

– Aquí tienes. Café solo, sin nada. – Ahora que Sana está delante de ella y no detrás de un mostrador, JiHyo puede contemplar su escultural figura y su corazón late con fuerza y rapidez contra sus costillas. Su delgada cintura, sus grandes caderas, sus pechos y su culo hacen que a JiHyo le parezca aún más irreal.

Maldice al destino por ponerle delante a una mujer tan hermosa cuando ella no puede tenerla.

–¡Muchas gracias! – JiHyo toma un sorbo de su café que le sirven en una delicada taza de té floral y su cara no se inmuta ante el amargor, ya acostumbrada a él.

– ¿Ya has decidido qué vas a tomar hoy? –

– ¡Sí! Me quedo con el rollo de canela. –

– ¡Buena elección! Probablemente sean mis favoritos, para serte sincera. – Sana dice mientras camina hacia el expositor de cristal y coloca cuidadosamente el hermoso rollo de canela en un plato pequeño que hace juego con la taza de té de JiHyo, luego se lo acerca.

– ¡Gracias! – JiHyo le sonríe, ajustándose sus propias gafas para poder ver la cara de Sana con más claridad e intenta memorizar esa sonrisa absurdamente hermosa suya.

– ¡No hay de qué! Estaré en la cocina, ¡puedes tocar esa campanita junto a la caja cuando estés lista para pagar y yo iré para allá! –

– ¡Perfecto! ¡Gracias de nuevo! – JiHyo es consciente de cuántas veces le ha dado ya las gracias a Sana.

Sana le sonríe y vuelve a la cocina. JiHyo se muerde tanto el labio al ver a Sana alejarse que le sangra un poco.

Bien, se lo merece.

El rollo de canela está tan bueno como parece, tal como JiHyo esperaba. Ella está bastante segura de que nunca podrá comer productos horneados en cualquier otro lugar en su vida, porque nada podría acercarse a saber tan bien como esto. Sana no sólo es guapa, sino que también tiene talento. Se las ha arreglado para tener el local más bonito y servir los dulces más sabrosos del mundo, y para eso hace falta mucho talento.

JiHyo está convencida de que Sana debe tener un cadáver escondido en su casa, es absolutamente imposible que alguien pueda alcanzar este nivel de perfección y seguir siendo una buena persona. Tiene que haber algo mal con ella. Sin embargo, JiHyo cree que le costará encontrarlo en Sana.

Después de terminar su café y su rollo de canela, JiHyo lleva los platos al mostrador y toca el timbre antes mencionado, lo que hace que Sana vuelva rápidamente a la caja.

– Entonces, ¿encontraste todo bien? – Pregunta, visiblemente ansiosa por una crítica positiva.

– Oh, bien sería un eufemismo. Este es probablemente el mejor rollo de canela que he probado, y me enorgullezco de ser una conocedora aficionada de rollos de canela. –

– ¿En serio? ¿Así que vas por la ciudad probando todos los rollos de canela que hay y los puntúas? – Sana sonríe dulcemente.

– ¡Eso es exactamente! Es mi pasión. – JiHyo ríe junto con Sana. –Y resulta que los tuyos son los mejores hasta ahora, así que vas ganando. –

– Bueno, gracias por tu maravillosa crítica de mi rollo de canela, JiHyo, es un honor. – El cerebro de JiHyo se adormece por un segundo al oír la voz de Sana diciendo su nombre en voz alta.

– Sin embargo, todavía estoy deprimida por no haber tenido suficiente espacio en mí para tener algunas de tus otras delicias. –

– Bueno, supongo que no tienes más remedio que volver aquí y probarlos todos. – Sana se sonroja al decirlo. JiHyo se dice a sí misma que no se ha dado cuenta.

No quiere ir allí, no quiere empezar a alimentar fantasías tontas.

Si pudiera evitarlo.

– Supongo que tienes razón. – Una sonrisa se forma en la comisura de los labios de JiHyo cuando lo dice. Se miran fijamente durante un breve instante, pero luego apartan la mirada y vuelven al mundo real.

JiHyo paga su café y su golosina, teme tener que abandonar ese pequeño y mágico lugar rosa que tanta alegría temporal le ha proporcionado. Especialmente la mujer que la acompañaba. – Hasta pronto, Sana. –

– Hasta pronto. Gracias por venir a mi panadería. – dice.

JiHyo quiere gritar con lo linda que es esta mujer.

Le devuelve la sonrisa a Sana, con el corazón lleno de dulzura, tanta que ni siquiera se molesta en empaparse bajo la lluvia en el pequeño paseo de vuelta a su coche.

El camino a casa es gris, como siempre. Casas grises, cielo gris, barrio gris. Pero la mente de JiHyo está puesta en ese pequeño trozo de color que había aparecido como un milagro para hacerla sonreír en aquel día lluvioso, ese rosa suave que invadió su mente y le recordó que aún es capaz de sentirse así; emocionada, joven, y tonta.

Es algo bonito de tener.

Algo con lo que fantasear, imaginar los infinitos escenarios falsos antes de acostarse de una vida que no puede tener, que no tiene.

Entrar en la gran casa oscura con libros y tapices por todas partes es un duro recordatorio de la realidad. Una vida rica pero aburrida e insatisfactoria junto a una persona a la que no ama. Al menos JiHyo aún tiene un poco de color y brillo en su vida real para seguir adelante.

– ¡Mamá! ¡Estás toda mojada! – dice ChaeYoung después de abrazar a su madre.

– Sí, me atrapo la lluvia un ratito. ¿Qué tal el colegio hoy, cariño? – dice JiHyo mientras cuelga su gabardina junto a la puerta y deja allí también sus zapatos negros de tacón de aguja.

– Ha ido bien...– dice la niña con aire desanimado.

– No parece que haya ido bien. ¿Ha pasado algo?– JiHyo tira suavemente de su hija hacia el gran sofá de ante verde oscuro, donde se sientan.

JiHyo no le suelta la mano.

– No quiero hablar de eso...–

– Chae, soy tu madre. Todo lo que quiero es que estés bien. No voy a obligarte a hablar conmigo si no quieres, pero quiero que sepas que puedes hacerlo. Siempre estoy aquí para ti. –

ChaeYoung respira hondo. – Estas chicas se están metiendo conmigo. No he hecho nada, ¡lo prometo! Simplemente no me dejan en paz. –

– ¿Qué te están haciendo, cariño? – JiHyo acaricia el fino cabello rubio de su hija.

– Sólo se burlan de mí. Creo que es porque saben que voy a llorar para poder llamarme llorona. Pero yo no sé cómo dejar de llorar. – La niña tiene los ojos húmedos.

– Cariño, ven aquí. – JiHyo la abraza con fuerza durante unos segundos y luego le besa la parte superior de la cabeza. – No estás haciendo nada malo, quiero que lo sepas. Y llorar no es malo, si te sientes hamsterte tienes que permitirte estarlo. No trates de reprimir tus sentimientos sólo porque otras personas se burlan de ti. Definitivamente hay algo malo en ellos, pero no en ti. –

– ¿Eso crees, mami? –

– Ya lo sé. Eres una persona maravillosa, ChaeYoung. No importa lo que te digan. Te conozco mejor que nadie y puedo decírtelo de primera mano. –

– ¡Gracias mami! Pero ¿cómo hago para que dejen de burlarse de mí? –

– Puedo hablar con la directora la semana que viene, que sepa lo que pasa para que vigile a esos abusones. ¿Qué te parece? –

– Me parece bien. –

– ¡Entonces está decidido! – JiHyo choca los cinco con su hija y la abraza de nuevo. – Te amo, Chae.

–Yo también te amo, mamá. –

– ¿Está tu padre en su oficina ahora mismo? –

– No, papá se fue justo antes de que llegaras a casa. Dijo que iba a esperar a que llegaras a casa para poder salir, pero como tardaste demasiado se fue. –

JiHyo siente un agujero en el estómago. – ¿Dijo a dónde iba? –

– Dijo que iba a quedar con unos amigos, creo. – dice la chica inocentemente.

– Ah, esta bien. – JiHyo sabe que no hay amigos.

Ella sabe que él va a salir para engañarla. Y tuvo el descaro de dejar a su hija de 9 años sola en casa para no dejar a su amante esperando.

Se pone furiosa, pero no lo demuestra.

Lo último que necesita es que ChaeYoung sepa que su padre es un tramposo. – Bueno, voy a darme una ducha. ¿Quieres elegir una película para que la veamos juntas después? –

– ¡Sí! – grita la niña, luego toma el mando a distancia y empieza a mirar el catálogo de películas en Netflix, realmente concentrada en la tarea.

JiHyo sube las escaleras y casi inmediatamente se despoja de su camisa abotonada color burdeos y sus pantalones negros de vestir, y luego de su ropa interior una vez que llega al baño. Intenta dejar que el agua caliente se lleve todos los sentimientos negativos que la han golpeado a la vez en los últimos diez minutos: descubrir que su hija está siendo acosada y darse cuenta de que su marido está teniendo una aventura. Pero entonces su cerebro retrocede un poco más en su día y la ve. La bella y angelical Sana sonriéndole, trayéndole el café fuerte y amargo y luego el bollo de canela perfectamente endulzado. Echa de menos su breve estancia en el paraíso rosa que encontró antes. Quiere volver, necesita volver. Hay demasiada amargura en la vida de JiHyo; necesita ese dulce paraíso rosa.

Más tarde en la noche, JiHyo está casi dormida cuando Daniel entra en su habitación, unos minutos antes de la medianoche.

– ¿Dónde estabas? – susurra en la oscuridad, tratando de sonar casual en lugar de sospechoso.

– Pasando el rato con mis amigos. Disfrutando de la hora feliz. Iba a decírtelo cuando llegaras a casa, pero has tardado tanto en llegar...–

– Sí, paré en una panadería a tomar un café. Tuve un día duro. –

– Deberías haberme mandado un mensaje, JiHyo. – dice, cambiándose la ropa llena de pecados por su suave pijama.

– Bueno, no sabía que tenías planes. No es que me lo cuentes todo...–

– No pasa nada, JiHyo. Los dos estamos en casa, eso es lo que importa. – La interrumpió impaciente mientras se tumbaba a su lado en la cama matrimonial. JiHyo nunca estuvo más agradecida por tener una cama tan grande, de esa manera no tiene que tocarlo en absoluto.

– Buenas noches. – susurra, tratando de no llorar de cansancio y frustración.

Daniel no le da un beso de buenas noches.

Dejó de hacerlo hace un par de años y JiHyo seguramente se ha dado cuenta.

Ella ya no lo busca.

Ya no suplica cariño como antes.

– Buenas noches. – Murmura, poniéndose frente a JiHyo y quedándose dormido rápidamente.

A JiHyo le cuesta dormirse. Detesta la cantidad de angustia que le causa la presencia de Daniel. La sensación de no ser importante, indeseable, desechable. Desearía poder retroceder en el tiempo y decirle a su yo de 19 años que no se metiera con su profesor de universidad, un hombre quince años mayor que ella, un hombre casado.

Pero no lo sabía.

Y estaba enamorada, claro que lo estaba.

Lo amaba tanto que acabó cayendo en la trampa de no amarlo más, y de tener que seguir durmiendo junto a ese hombre todas las noches. Deja que las cálidas lágrimas rueden por sus mejillas hacia la almohada mientras repite sus momentos en el cielo rosa y el ángel rubio en su cabeza, dándole una sensación de paz y alivio para poder descansar por fin.


Hola, estaba emocionada de traerles una nueva adaptación y aquí está jjj
espero que la disfruten tanto como yo lo hice al leer la original TT
recuerden comentar y votar, eso me motiva a seguir actualizando

treinta votos y actualizo, les quiero mis roles de canela
♡♡♡

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