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—Quiero los reportes antes de las diez— comentó tras un sonoro chasquido con la lengua, apuntando a danzar los relentes falanges sobre el vaso del café.

Un peculiar sonido seco se restregó contra sus oídos. Arrítmico y aún así, una sinfonía que le llevó directo a sus cavilaciones. Dedo tras dedo sobre el vaso se vio a sí mismo distraído por la breve imagen de los días de la semana pasada. Cómo arena entre los dedos, sus encuentros en la cafetería con Michelle habrían sido fortuitos. Conversaciones cortas cuyas gallardas miradas apuntaban a lo inevitable; atracción física. Diminutas descargas eléctricas a través del sistema límbico que a su delicado paso hallarían el hipotálamo, liberando finalmente feniletalimina.

Su cerebro se encontraba al límite. Manteniendo el hipocampo en constante funcionamiento debido a la extrema necesidad por recordar los mínimos detalles que componían sus "reuniones." Desde el azul prusio de su mirar hasta las delicadas pecas adornando el puente de su nariz. Había logrado capturar la perfecta imagen de alguien a quien parecía no poder acercarse. Una mujer que después de tanto, estaba lejos de sus límites.

—¿Fuiste por café?— Hobie instigó en sorna, enarcando una ceja al ojear el peculiar empaque de tan deliciosa bebida.

Miguel subió ese par de rubíes hacia la voz que le hablaba, dejando así de mover los dedos sobre la hueca superficie semi vacía. El café estaban por acabársele y también la paciencia.

—Si— la respuesta corta y soez bastó para dispersar la atención de si mismo, ya que al pronunciar se levantó, sosteniendo el vaso blanquecino por la tapa—. Antes de las diez. Todos ustedes— señaló, y sin más, salió de la sala. No sin antes tirar el sobrante del frío café sabor canela.

No iría de vuelta a la sala de comandos, por supuesto que no. Ese día en particular no sentía la necesidad por quedarse sentado durante horas mirando pantallas en espera de un drástico cambio en el hilar multiversal. Si una emergencia se presentaba, Lyla era capaz de avisarle desde el gizmo. No era gran cosa.

Dispuso entonces su tiempo a ir directo a su habitación en lo alto de la torre donde la sede de La Sociedad Arácnida tenía sus cuarteles de máxima seguridad. Tenía que hacer algo para desperezarse y remover cada hebra de estrés coludiéndose en su cuerpo. Así que al llegar a su destino, hizo uso del gizmo, ubicando su breve investigación hacia la vida personal de Michelle. Datos recolectados desde la red, eso era claro.

—¿Qué mierda es Tinder? ¿Para qué quiere eso?— frunció ambas cejas, deslizando los dedos por encima de las pantallas de espectros naranjas y azules a contra luz—. Lyla ¿qué es Tinder?

Su asistente digital apareció de nuevo sobre su hombro, observando la nítida imagen del gizmo. Fotos de Michelle sobre una breve descripción de si misma. Algo básico para conseguir conversaciones, quizás. Pero por lo que era aparecía a simple vista, no algo serio.

—Parece un sitio de citas— ella encogió los hombros, emitiendo una risilla curiosa—. Esto es reciente, Miguel— encarnó una ceja, dando vueltas de hombro a hombro—. Y puede ser también la perfecta oportunidad para hablarle de algo que no sea café— dejó salir un resoplido cansino.

Si bien era verdad, Miguel no podría permitirse acercarse sin saber algo más acerca de ella. Ir ciego hacia el campo de batalla sería equivalente a una muerte vergonzosa, o en ese caso, al inminente rechazo. Sin embargo, no pudo evitar graznar ante las fotografías del sitio en el cual Michelle tenía contacto con más personas. Su mirada vagaba entre imágenes, levantándose al alba de su mullida silla frente a un escritorio, y sin más que decisión, abrió el mismo portal de siempre. Pasándose la capucha de la sudadera por encima de la cabeza. Necesitaba improvisar si quería destacar entre el posible mar de solicitudes en el teléfono celular de Michelle.

Sus zancadas fueron ávidas, moviéndose como pez en el agua contra la corriente entre el gentío matinal de New York. Vivaz y caliginosa al paso de sus ágiles movimientos hacia la misma cafetería a la mitad de la calle. No obstante, al tener sujeto el mango cromado de la puerta de cristal templado, su estómago danzó al borde del acantilado mental. Desbordándose entre sentimientos encontrados al vislumbrar a Miles Morales chocando los puños con Michelle. Una clara señal amistosa.

Entró a la cafetería con la cabeza gacha, evitando el contacto visual con el menor, tratando de relajar esa imperante necesidad por armar un gran escándalo y arrastrarlo de vuelta a los cuarteles.

—Ten cuidado, Miles. Dile a Rio que iré con ella a las clases de salsa la próxima semana— la rubia instigó, despidiéndose de Miles con una mano al aire y una enorme sonrisa de oreja a oreja.

Miguel ladeó en cuanto la pequeña silueta se pasó a su lado, cruzando el umbral de cristal hasta abandonar por completo el lugar. Una vez que estuvo solo él sin rostros conocidos a su alrededor, bajó la capucha hasta formar un amasijo de tela negruzca sobre los trapecios. Un sin fin de dudas cruzaron por su cabeza en ese preciso instante ¿por qué estaría ahí Morales? Claro que era un lugar concurrido, era obvio que cualquier persona con mero gusto por el café cruzaría por la puerta durante el día, pero ¿desde cuando conocía a Michelle?

—Hola, extraño ¿lo de siempre?— la voz de ella lo saco abruptamente del trance, haciendo así que la vista se posara sobre la misma muchacha de ovillos rubios y suéter a rayas, quien limpiaba la barra del mostrador con un trapo y atomizador con aroma a limón.

Tras un bisbiseo, Miguel se acercó al mostrador, grácilmente golpeteando la madera con un vaivén en cascada por parte de sus largos dedos mientras sostenía la pregunta al aire ¿lo de siempre? ¿Cuantas posibilidades más tenía entonces?

—Probaré algo nuevo hoy— anunció en voz baja, subyugando el trasfondo de manera obvia.

No solo tomaría algo nuevo esa mañana, también se atrevería a hablarle de algo más allá de lo usual.

—¿Qué tal una lluvia de ideas? Sé que detestas el azúcar y el sabor amargo del café ¿algo más que deba saber?— ambas cejas subieron, adornando su cincelado semblante en cuanto tomó uno de los blanquecinos vasos y un plumón de tinta negra.

Él trastabilló. Relamiéndose el labio inferior antes de poder formular las palabras correctas en la oración.

—Me tomarías por loco si te digo lo que estoy pensando— negó, a lo que Michelle inmediatamente ladeó incrédula, regalándole otra de sus centelleantes sonrisas.

—Oh, vamos, si se puede servir la navidad en un vaso dudo mucho que tu petición sea más extrema— encogió los hombros—. Así que dime, grandulón ¿qué hay en tu mente?

Bajó la mirada por un momento, aherrojando la memoria del pasado junto a su hermano Gabriel. Bebiendo una taza de un café con sabor peculiar. Haciéndole salivar de tan solo recorrer la lengua hacia atrás. El sabor dulce de su hogar le invadió la cavidad bucal de manera fugaz.

—Bueno, sé que existe el café con piloncillo, pero no sé a qué extremo esté disponible aquí. Hace años que lo probé por última vez.

Sus palabras parecieron enternecerla, logrando así que bajase el vaso de vuelta a la superficie delante suyo. Pasándose las hebras por detrás de las orejas.

—Es una buena petición, un poco rara en la cafetería— habló, mordiéndose el interior de las mejillas—. Pero no es imposible. Viniste al lugar correcto— guiñó, sosteniendo el recipiente para escribir con clara caligrafía; el nombre y el tipo de bebida—. En un momento te entrego tu café, Miguel.

Aguardó junto al mostrador, manteniendo la vista postrada contra la duela recubriendo el piso entero. Callando el sonido exterior entre las conversaciones envolviéndolo cual vaho en invierno. Sin más, se giró a mirarla, enmarcando la manera tan hábil en la que se movía detrás de la barrera distanciándolos.

—Michelle— probó al rodar la lengua entre el soneto componiendo la melodía detrás de su nombre.

El par de azules topacios se posó sobre él de nueva cuenta, sin percatarse que a esas horas de la mañana solía llenarse un poco más de clientes en busca de sus dosis diaria de cafeína para comenzar la jornada laboral en tan ocupada ciudad.

Miguel calló al notar a uno de los insistentes hombres de traje mirar su reloj de muñeca insistentemente. Era claro que quería su café y no esperaría a la muchachita, pero debía hacerlo, más aún al verla inclinarse sobre la barra hasta quedar cerca de Miguel.

—Mi compañera me cubrirá en diez minutos— le entregó su bebida, sus dedos apenas rozando su cálida piel—. Podemos tomar una mesa, tengo media hora para desayunar ¿qué dices? ¿Me aceptas un café?

Él reprimió una sonrisa al escucharla. Sin embargo, el exterior jamás reflejaría el colosal desastre en su interior. Barreras defensivas cayendo en efecto dominó. Resquebrajando su guardia por completo. Lo había tomado por sorpresa, eso estaba dado por hecho. No obstante, al mirar su propio reflejo en esa mirada glaciar se permitió permanecer en el lugar, olvidándose por completo de quién era fuera de la cafetería. Olvidándose de Spider-Man para ser sólo él; Miguel O'Hara.

—Solo un café— burló.

—Uno entonces.

Ni sus investigaciones podrían haberlo preparado para los azares del destino y las vehementes vueltas de los astros. Nada podía prepararlo para sobrevivir al ojo del huracán, ni sus noches en vilo, o sus incesantes intentos por convencer a Lyla de recrear escenarios hipotéticos.

Era solo él contra el factor humano.

Él y ella siendo más que hipótesis.

NOTA:
Buenas buenas ¿cómo andan? Miren, antes que nada una enorme disculpa por tomarme tiempo en actualizar. El trabajo y la vida se me cruzan, pero aquí andamos.

Hoy fue el aniversario de fallecimiento de mi papá y evité la tristeza a toda costa, por lo que mis fics son mi lugar seguro. Michelle y Miguel me tienen en constante alborozo.

Espero que esté cap les guste. La relación de los dos es lenta, no voy a aventarles eventos fuera de contraste en solo cuatro capítulos. Si habrá capítulos gráficos en cuanto a sustancias y escenas sexuales, eso está clarísimo.

Y para una pequeña aclaración: Miles es como el hermano menor de Michelle. Se estiman. Eso es todo.

De verdad los amo, gracias por el apoyo y el amor. En serio son increíbles.

La encantadora alusión al piloncillo en la fic fue de @caroline232010 simplemente me enamoró.

Corregiré los horrores ortográficos tan pronto como pueda, LOS AMOOOO

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