Retrato 2. Victoria
Nos casamos deseando tener muchos hijos. Pero los años pasaban y no era posible. Jesús aceptó mi sugerencia de que se hiciera pruebas de fertilidad, dio positivo. No hizo falta que yo hiciera las pruebas, si no era culpa de él, sólo podía ser mía. Sabíamos que la ciencia había avanzado mucho en genética, pero nunca nos interesó. Fuimos a un ginecólogo para consultar.
—Hay una chica con quince años que fue la primera fecundada in vitro. Consiste en extraer ovocitos y espermatozoides, son fecundados en un tubo de ensayo, de ahí el nombre in vitro y se introduce en su útero.
— ¿Ha tenido éxito? —Pregunté
—Ahora se calcula que en torno al ochenta por ciento.
— ¡Oh! Es bastante alto. Quiero someterme.
Dicho y hecho. Vale, suena como en un santiamén. La verdad es que pasaron bastantes días hasta que me introdujeron el germen. Nueve meses después, nació David.
Tuve otro problema, mi vagina no dilataba lo suficiente y tuvieron que hacerme la cesárea. Por todo eso decidí no tener más hijos, Me ligaron las trompas el día siguiente del parto.
Abandoné el trabajo durante el embarazo, decidida a cuidar a mi hijo en exclusiva. Creció fuerte y sano, pero cada vez que tenía fiebre o cualquier síntoma, temía por él. Jesús solía decirme:
—Tranquila, te pones tú peor que él. Se curará pronto.
Los primeros días de colegio fueron una inquietud para mí. Que si le pasaba algo, que si le tratarán bien, que si... pero él siempre volvía contento y me contaba todo lo que había hecho. Yo estaba tan contenta como él y mis inquietudes se fueron con viento fresco.
Aunque yo nunca aprendí inglés, quise que él aprendiera desde niño, por eso le inscribí en un colegio bilingüe. Entendía las letras de varias canciones de Pink Floyd con sólo escucharlas. Se aficionó a la banda.
Desarrolló una personalidad tímida e introvertida. Nunca le ha gustado salir de casa. Aquí tiene todo lo que puede desear: cine, juegos, música y la compañía de sus padres que le quieren.
Pasó por el colegio con dificultades, aunque lo acabó con buenas notas. No sólo inglés y plástica, también algunas más.
Pero el instituto fue muy distinto. Las asignaturas crecían en dificultad, sólo destacaba en sus dos preferidas. Casi todos los días volvía a casa cabizbajo, sin ánimo. Yo me sentía impotente porque no podía ayudarle, no recordaba nada de lo que aprendí a su edad y entonces no enseñaban lo mismo.
Un día me contó que una compañera vendría los domingos para ayudarle, en un principio me alegré porque significaba algo nuevo en su vida. Tal vez ella le animaría a superar esa pereza congénita que tenía.
No me gustó Jennifer. Le calé el primer día que vino a casa, que bien disimulaba a base de educación, respeto y ayuda a mi hijo David. ¡Cómo le brillaban los ojos cuando vio la casa! Soñaba con que un día será suya, no lo permitiré. Lo que más me fastidiaba es que procuraba sacar a David de nuestro mundo. Ni siquiera había escuchado al mejor grupo de la historia, ¿qué se puede esperar de alguien así?
Tampoco pude soportar que le llevara a misa el primer domingo. No contaron nada, de haberlo sabido, no les hubiera dejado. Menos mal que una amiga les vio entrar y me avisó.
Tampoco contaron nada la segunda vez.
— ¿Adónde vais?
Respondió ella: —A la iglesia.
Puse las cosas en su sitio, prohibí a David que volviera y ella no se atrevió a llevarle a la iglesia ninguna vez más.
Como contó Roger Waters, las ovejas unidas pueden ser muy peligrosas, pueden matar a los perros. La iglesia come el coco a la juventud, promete la salvación eterna y lo que hace es dominar sus mentes para su beneficio.
Creía que su nociva influencia a David se había esfumado tras acabar el instituto. Para evitar un posible encuentro, convencí a Jesús:
—Creo que lo mejor para David es que trabaje contigo.
—Lo he pensado, dejemos que disfrute el verano y empiece en septiembre.
—Ha salido a ti por su pereza, parecéis gatos con guantes, temo que entonces sea demasiado tarde.
—Vale, se acerca la época de vacaciones. Contrataré a David.
David comenzó el lunes siguiente. Su talento le hizo ascender y su ánimo mejoró. Atrás quedaron los disgustos colegiales y un futuro prometedor como publicista le esperaba.
David ya hacía sus propios proyectos cuando ella reapareció. ¿Quién se puede creer que encontró la agencia por casualidad?, o ¿qué no sabía dónde trabajaban su antiguo compañero y su padre? No, debía saberlo todo al dedillo. Había elaborado su plan de conquista, dejó pasar un par de años para que la olvidásemos y contraatacar.
Jesús me contó la entrevista y cómo la contrató el primer día. Le pregunté:
— ¿Has pensado en tu hijo?
—Sí. Le conviene vivir su vida, que conozca gente, que aprenda de sus errores.
—Ya sabes lo que pienso de ella.
—Tú tienes tu opinión y yo la mía. Creo que ella puede despabilar a David. Es una joven con las ideas claras que quiere triunfar en su oficio, tal vez contagie a David su resolución.
—O más bien, tratará de engatusarle.
—Para eso estás tú, para prevenir a nuestro hijo. Mi deber es mirar por la empresa y estoy convencido de que ella puede ser muy útil.
—Sepárales, mándala a otra planta.
—Forman un buen equipo, se complementan. Lo que no se le ocurre a uno, se le ocurre al otro.
Menos mal que David no tenía secretos conmigo y que su meta era desarrollar su trabajo sin distraerse en asuntos de pareja. Ya tendrá tiempo para encontrarla. Me contó que ella pretendía salir con él.
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Han pasado los años, David empezó a salir con Jennifer el año 2015, para ambos es un mero pasatiempo para evadirse del stress laboral.
David ha mejorado con esas salidas, no se esconde en su cuarto, conversa con nosotros; sobre todo conmigo, me pregunta de todo, incluso de cosas que ignoro y no sé responder... y también de sexo.
— ¿Estás enamorado?
— No lo sé, Jenny y otra chica me atraen bastante, pero no sé cómo iniciar el tema.
—Me alegro de que haya otra chica, no acabo de confiar en Jennifer.
—Mamá, Jenny me ha abierto los ojos, ha derribado el muro que construí. Me da libertad para decidir, aunque sigo sin tenerlo claro.
— ¿Confías en ella?
—Sí, me hizo superar mi etapa más difícil. Formamos un buen equipo en el trabajo, no sabría trabajar sin ella.
—Eso es lo que importa. No tengas prisa por buscar pareja, todo llega a su tiempo sin necesidad de buscarlo. Háblame de la otra chica.
David habló de ella, mas eso pertenece a otro capítulo. Sigo conversando con mi hijo:
— ¿Quién te gusta más?
—Jenny es más atractiva, pero tiene un temperamento que a veces me asusta. Ani es más tímida, lo cual me hace verme en ella como en un espejo. Me sirve para conocerme mejor.
—Te lo repito de otra forma, deja que el tiempo ponga las cosas en su sitio.
Una tarde, Jennifer volvió a visitarnos, me contó mientras merendábamos los cuatro:
—Victoria, aprecio mucho a su hijo por su talento y su inocencia. Aún somos jóvenes para pensar en el matrimonio. Le prometo que, si descubro que puedo ser perjudicial para él, le dejaré aunque tenga que abandonar mi trabajo.
—Gracias, Jennifer. Has disipado todas mis dudas respecto a ti. Puedes tutearme y llamarme Vicky.
—Gracias, Vicky, puedes llamarme Jenny.
— ¿Qué hay de la religión?
—Sigo yendo a misa. No pediré a David que me acompañe, si quiere que sea por su voluntad. Por supuesto que me alegraría, mas no voy a obligarle.
—Si os casáis, prometo que iremos a vuestra boda.
Jenny cenó con nosotros en la Nochevieja, recibimos juntos al año 2016. Jesús hizo el brindis: —Por el mejor equipo de publicistas.
Después Jesús y yo celebramos solos el Año Nuevo, bebiendo hasta acabar borrachos y escuchando "El río sin fin", fuimos felices a la cama. La joven pareja fue a la discoteca. No advertimos la vuelta de David por estar durmiendo la mona.
¡Qué equivocada estaba! Jennifer ahora me parece una buena chica. Me gustaría que ella y mi hijo acabasen juntos. La otra chica no le puede dar nada que David no tenga, aunque sólo la conozco por lo que me cuenta. Pero no conviene adelantar los acontecimientos, como yo digo.
David ha madurado mucho desde que empezó a trabajar. Solamente le vi un momento desvalido e indefenso, cuando se emborrachó. Me hizo comprender algo que yo nunca sufrí: la pena por la separación de un ser amado. Me dolió en toda el alma inducir a mi hijo a que nos abandonara para irse al otro lado del océano. Lo hice porque para mí su felicidad es mucho más importante. Al fin y al cabo, algún día tendría que vivir su vida y formar su familia.
Así de dura es la vida.
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