23. Houdini

Feliz viernes!

No se olviden que hoy tenemos nuestra cita habitual en el insta SofiDalesioBooks para comentar en el vivo los capítulo subidos esta semana, responder preguntas, y cualquier cosa que pueda llegar a surgir en el momento (prometo esta vez intentar que no sea nada muy descabellado). 

Si Loki me sonríe, espero pronto poder terminar de escribir esta novela y comenzar con la tercera y última parte de El ladrón de vidas. Y no duden en puntuar mis historias en goodreads o recomendarlas en Facebook, no tienen idea de cuánto me ayuda eso al momento de conseguir más visibilidad.

A veces temo no decirlo lo suficiente, pero estoy eternamente agradecida por tanto apoyo y amor de su parte, por todo lo que me están haciendo reír con sus memes estas últimas semanas y saber que haga lo que haga, intentarán darle una oportunidad a todos mis proyectos. En serio. ¡Mil gracias! ¡Los amo un montón!

Como siempre, no se olviden de votar y comentar a final!

Y mi pregunta de hoy es sobre cómo creen que resultará el robo al final. Quiero leer sus teorías más descabelladas.

Xoxo,

Sofi

***

No estaba funcionando.

Sin importar los cálculos que hiciera, las suposiciones, los escenarios, siempre algo fallaba. El secreto, para ser un buen escapista, era pensar en todo lo que podía salir mal. De niño había escuchado a demasiados adultos decir a su alrededor la palabra pesimista, entonces había cambiado algunas letras de lugar, modificado otras, y así había encontrado su vocación. No deseaba la horrible sensación de sofocarse por sus preocupaciones, o que sus inquietudes lo despertaran en medio de la noche con el corazón latiendo a mil, tampoco sentir el asfixiante peso del mundo sobre sus hombros. Y cuando se había preguntado qué tenía para ofrecerle al mundo criminal que pudiera interesarle, la respuesta había sido sencilla: un escape.

Lamentablemente, esa seguía siendo la parte más importante del plan. Si el robo fallaba, lo peor que podía suceder era quedarse sin el botín. Si el escape fallaba, en el mejor de los casos solo serían arrestados, y nadie deseaba eso. Así que, como era habitual, de nuevo estaba toda la presión sobre él.

Houdini contuvo un grito y golpeó su cabeza con la tableta gráfica. Sabía cómo salir de lugares, no cómo entrar a estos. Así no era como el escapismo funcionaba. Y pensara lo que pensara, su plan siempre fallaba en algún punto. Lo cual solo lo estaba enloqueciendo lentamente. Sin contar que también debía sacar a Cleo y Hermes de la escena del crimen. Y las cinco joyas del Nilo demasiado antiguas y demasiado valiosas.

Miró una vez más la tarjeta del encargado de relaciones públicas a un lado. Necesitaba examinar el lugar, no podía negarlo. Debería haber llamado hacía días, pero no confiaba en sí mismo. Ese era el problema. Siri no era una opción para pedirle ese favor, solo ella sabía lo que sería capaz de decir. As le aterraba de solo considerarlo. Cleo parecía lejos de prestarse para algo así. Había pensado en pedirle el favor a Hermes, viendo que los tiempos se acortaban y él parecía ser un experto en el engaño, pero el joven apenas parecía vivo tras despertarse por una taza de café, recostarse sobre el sillón como si no hubiera dormido, y quejarse de la luz al ponerse sus lentes de sol

Estaba nublado. Houdini había visto suficientes personas con resaca como para reconocer una. En cuanto a lo que podría haber llevado a Hermes a perder su elegante control y terminar así, era todo un misterio. Tampoco había pasado por alto el hecho que Cleo había salido a hacer ejercicio sin saludarlo, no sin antes dejar el café preparado como cada mañana a pesar de que ella nunca bebiera. Esos dos eran todo un caso, y posiblemente estuvieran asociados.

Podía ser el menor del equipo, pero sabía cómo funcionaban las cosas. No existía tal cosa como la confianza entre criminales, ni siquiera el honor o la lealtad. Y el hecho que los demás se conocieran entre ellos de antes, As y Siri, Cleo y Hermes, tan solo le jugaba en contra. ¿Quién le aseguraba que no existían alianzas internas?

Cogió la tarjeta en un ataque de valentía y marcó el número antes que pudiera arrepentirse. Y entonces los nervios lo abofetearon tan pronto como escuchó el tono. Llamar por teléfono era una experiencia horrible. ¿Por qué arriesgarse a fallar con las palabras cuando escribir era infalible? ¿Qué necesidad tenían los adultos de hacer llamadas de negocios en vez de simples textos? Alguien contestó al otro lado y él cortó antes de sofocar un grito y lanzar el móvil a la otra punta del sillón.

Al otro lado de la sala, As levantó la mirada de los documentos que andaba leyendo y resopló antes de volver a ignorarlo. En su defensa, no estaba acostumbrado a trabajar con otros observándolo. No le gustaba. Nadie que no fuera un psicópata lograba eso. Y Houdini estaba seguro que al menos un psicópata debía haber entre ellos.

—Haces demasiado ruido para ser tan temprano —Hermes se quejó al echar su cabeza hacia atrás.

—Son casi las once —respondió Houdini.

—Shhh, es muy temprano —repitió Hermes.

—Espero ese estado haya sacado algo bueno de ayer —comentó As sin mirarlos—. ¿Es eso una magulladura?

En efecto. Houdini no se había fijado antes, pero ahora que As lo mencionaba, Hermes sí tenía su mejilla un poco morada, y rosada, y roja, y a juzgar por los rasguños de posibles anillos, aquel golpe debió doler. Estaba dispuesto a apostar que conocía a la responsable. Hermes miró de un modo letal a As, este lo ignoró, Houdini apenas logró ocultar su mueca.

—¿Qué es lo que tienes que hacer? —Hermes dejó caer su cabeza a un lado para mirarlo y Houdini tragó.

—Necesito conseguir una cita.

—Si es una chica la llamas tú —respondió él.

—¡No es una chica! —Houdini sintió su rostro arder, Hermes se quejó de nuevo ante el ruido—. Tengo que visitar un lugar.

—¿Necesitas hacer cosas raras de escapista allí como tomar medidas y demás sin que sea raro? —preguntó él.

—Sería bueno —admitió Houdini, Hermes suspiró.

—Pásame el móvil.

Houdini gateó hasta donde lo había lanzado y se lo tiró a Hermes. Guardó silencio, observando cómo el joven marcaba de nuevo el último número y escuchaba el tono de llamada con una calma que envidió. ¿Por qué hacía parecer que todo era tan fácil? ¿Qué tenía que hacer para lograr deslizarse con la misma fluidez por el mundo? Hermes chasqueó sus dedos señalando la tarjeta, y Houdini se la alcanzó enseguida.

—Buenos días, señor Cornam —dijo Hermes con su habitual entusiasta tono—. Me presento, soy Richard Maxwell y represento a un importante estudio cinematográfico. Un placer. Me encuentro actualmente buscando locaciones y estoy mirando las fotografías de la institución que representa. Creo que es un lugar con potencial, me gustaría poder hacer una visita si no es un inconveniente para usted —él guardó silencio, asintiendo en varias ocasiones—. Por supuesto, podemos hablar de costos entonces. Créame en esto, el dinero no es un inconveniente. Lo que mi cliente desea, siempre lo obtiene. Aunque debo advertirle que necesito su absoluta discreción de momento. Sabe cómo es el mundo del entretenimiento. El proyecto debe permanecer secreto. No queremos fans ni paparazzi cerca de una gran producción. ¿Puedo contar con eso, o deberé seguir buscando opciones? —Hermes movió una mano en círculos, aburrido por el acto—. Perfecto. Sí, el próximo miércoles a las catorce parece ideal. No habrá ningún problema si llevamos equipo para asegurarnos que el edificio sea útil para una filmación. ¿No? Genial, creo que tenemos un negocio casi cerrado. Enviaré a mi equipo a analizar el terreno. Muchísimas gracias por su tiempo.

Hermes dio por terminada la llamada y le lanzó el móvil de regreso. Houdini apenas logró atajarlo en el aire. ¿Qué? ¿Tan simple? ¡No era justo! ¡No debería ser tan simple! ¿Unas simples palabras y hasta conseguía un permiso para hacer todo lo que deseara sin levantar sospecha?

—Consíguete un contrato de confidencialidad para hacerle creer que en serio es real —dijo Hermes—. Y averigua de qué es fan este hombre. Marvel, Netflix, James Bond, cual cosa comercial se tenga que filmar ahora y sea fan, sugiere que podría ser para eso.

—¿Cómo lo haces? —preguntó Houdini sin poder evitarlo.

—Les dices a las personas lo que quieren escuchar —respondió él.

—Ahora dime cómo conseguirás esa invitación que te falta —comentó As sin levantar la mirada de sus archivos.

—Del modo que sea que se consiguen las cosas en Cross Station —dijo Hermes.

—Usualmente con sangre —respondió As—. Lleva a Houdini contigo, necesitas ser capaz de escapar en el instante si los problemas se presentan. Estaremos todos conectados. Necesitan el mayor apoyo posible para lograrlo. Iré a buscar los intercomunicadores esta tarde. Hay una sola invitación en juego, necesitamos asegurarnos de ganarla.

—¿Y si no sucede? —preguntó Houdini.

—Entonces hacemos trampa —respondió Hermes—. E intentarán matarnos, por lo que parece. Así que tendrás que presumir tus habilidades.

—Lo dices demasiado a la ligera para lo que implica —Houdini tembló.

—Si quieres un consejo, acepta la idea de que alguien siempre querrá matarte en esta vida.

—¡Eso no me tranquiliza para nada!

Hermes hizo una mueca, Houdini murmuró una baja disculpa. As siguió con lo suyo. ¿Cómo podían dormir tan tranquilamente sabiendo que otras personas los deseaban muertos? No era algo que le atrajera en lo más mínimo. Nunca le había gustado esa parte del trabajo. Tal vez por eso siempre evitaba involucrarse directamente en los crímenes, eso y que no deseaba volver a tener que lidiar con el MI6.

—Deberías encontrar calma en la certeza —As recogió sus papeles y se puso de pie—. Siri tendrá listas nuestras telecomunicaciones para mañana, es nuestra oportunidad de poner el sistema a prueba en Cross Station.

No esperó a que respondieran, simplemente se perdió en el corredor que llevaba a los dormitorios. Houdini lo observó con curiosidad. Claro que era fácil para As decirlo si se quedaba atrás y solo daba órdenes a los demás. ¿Acaso nadie iba a levantar la mano para señalar ese punto? Entendía lo que hacía el resto, pero no él. ¿Cuál era su función además de haberlos reunidos y conseguir de algún modo cosas?

—¿Crees que él y Siri...? —Houdini juntó sus dedos.

—No seas ridículo —respondió Hermes.

—Tienes razón, no creo que él tenga corazón.

—Todavía te falta mucho por aprender para entender este mundo.

—Las chicas no pueden ser tan complicadas —comentó Houdini—. ¿O sí?

—No lo son, nosotros tan solo creemos intentar comprenderlas cuando no es el caso —reconoció Hermes.

—Eso suena incluso peor —admitió Houdini.

—Tranquilo, pareces del tipo que atraerá una buena chica.

—¿Y qué hay de ti? —preguntó él y Hermes guardó silencio.

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