13. Siri
Feliz viernes!
Llevo unos días de agotamiento mental, pero hoy finalmente he logrado escribir. Creí que nunca más podría. Y contactar a mi tutora de tesis para responderle su mail de hace 20 días pidiendo status... Y contactado a la editorial por temas de comunicación... No soy el ejemplo de responsabilidad.
Friendly reminder que todo lo que sea relacionado a la publicación de la Saga Pandora se ocupa Nova Casa, temo que yo no puedo hacer mucho al respecto. Si quieren el libro en su ciudad, pregunten en su librería y escríbanle a la editorial para que lo haga llegar. Si quieren más libros, díganle a la editorial para que lo sepa. De mi parte, me conformo con una reseña en Goodreads :)
Como siempre, no se olviden de votar y comentar al final del cap! Adoro leer todo lo que ponen.
Y he aquí mi pregunta de hoy: Qué chisme le comprarían a Hidden de poder?
Xoxo,
Sofi
***
Podía hacerlo. Se asintió a sí misma, como si pudiera convencer a la chica en su espejo de mano. Había pintado las agresivas líneas negras en sus mejillas que veía en todas las películas, e incluso recogido su cabello en dos coletas. Se había preparado toda la semana para ese momento. Tenía que impresionar al club de los caballeros internáuticos.
La van pasó sobre un bache y el labial se corrió mientras lo aplicaba. Siri no le dio importancia. Cerró el espejo y lo guardó junto al labial. Se sentía como estar en una montaña rusa, nunca antes había viajado en un vehículo tan destartalado. A excepción de los asientos delanteros, el resto estaba vacío, con herramientas rodando de un lado a otro. Cleo estaba sentada también en el suelo, en la parte de atrás junto a ella, totalmente absorta mirando por la sucia ventana.
—¿Me quedó bien? —preguntó Siri mostrando sus dientes con una sonrisa.
—Si lo que buscas es lucir como Harley Quinn... —comentó Cleo.
—¿Crees que luzco como Margot Robbie? —Siri la miró llena de ilusión.
—Creo que luces como tú, y eso es lo mejor que hay.
Eso también estaba bien. Siri apenas se contuvo de cruzar al otro lado y besarla, Houdini le había dicho demasiadas veces que si respetaba en algo su vida ni se le ocurriera tocar la lona en el medio del suelo. Era una adicta a la adrenalina, pero deseaba vivir. Tenía demasiado que hacer. Tal vez hubiera probado unos miligramos antes de salir, y por eso ahora estaba tan alerta. Tanto que hacer. As no estaría nada contento.
Houdini aparcó el vehículo a un lado y se giró sobre el asiento del conductor para mirarlas. Tenía una seriedad y urgencia en su rostro que nunca antes había visto, incluso parecía mayor. Hubiera creído que lo era, de no ser porque seguía tan despeinado como siempre, y Siri estaba segura que si se acercaba lo suficiente podría ver los puntos negros clásicos de la adolescencia.
—Tenemos el tiempo contado —dijo él—. Cada segundo cuenta. ¿Entendido?
—Ufa, te empiezas a parecer a As —protestó ella, Houdini la ignoró y se fijó en Cleo.
—Lleva el cronómetro —ordenó y Cleo rodó sus ojos.
—Tranquilo, mister Nobody. No es mi primera vez —Cleo se inclinó hacia delante y le guiñó un ojo a Siri—. Vamos, tiempo de mostrarte cómo trabajan las chicas malas.
Ella quitó la lona del suelo, y Siri soltó un pequeño chillido al ver que no había nada debajo. No pudo contenerse de aplaudir. Brillante. Houdini había detenido la van justo sobre una tapa de alcantarilla. Cleo recogió las correas y ganchos que necesitaba. No perdió el tiempo en colgarse sobre el agujero y comenzar a trabajar. Aseguró la tapa, tirando de las correas y lanzándole unas a Siri para que las sujetara.
—Estas cosas pesan bastante —Cleo cogió una palanca y la clavó en la tapa para levantarla—. A la de tres tiramos.
Siri cogió las correas con fuerza y asintió sonriendo. Cleo empujó la palanca con su pie y contó. Ambas tiraron con todas sus fuerzas. Siri resopló, no podía creer que esas cosas en serio pesaran tanto. ¡Lo hacían ver tan fácil en las películas! Cleo subió la tapa a la van y el piso se inclinó a un lado.
—Andando, andando, andando —dijo Houdini.
Demasiado que hacer para tan poco tiempo. Siri cogió su antena casera y la instaló a un lado, conectando su ordenador y buscando la red del Servicio Secreto. A su lado, Cleo quitó todos los ganchos de la tapa y como pudo logró darla vuelta para asegurarlos del otro lado.
Considerando que estaban aparcados justo frente a los cuarteles del MI6, no fue muy difícil encontrar la red por geolocalización. La señal era fuerte allí. Siri se aseguró de activar su VPN de mayor confianza, y conectó su hardware de internet portátil. Tenía un nombre, y tenía el tiempo contado, porque apenas los agentes notaran la intrusión saldrían corriendo de sus blancos cuarteles en su búsqueda.
—Debo admitir que tenía mis dudas —Cleo echó su cabeza hacia atrás para sonreírle a Houdini—, pero este es de hecho un buen plan. Podría comenzar a creer todo eso de escapista profesional.
—Créelo cuando hayamos salido de aquí ilesos —respondió Houdini.
—¿Dónde conseguiste todo esto?
—Contactos.
—Me gustan —Cleo aseguró las correas a sus manos—. ¿Te importaría compartirlos?
—Pásame los tuyos —dijo Houdini.
Cleo no respondió. Siri los ignoró mientras no dejaba de ingresar comandos. Podía sentir la adrenalina quemando en sus venas. Le gustaba el orden en la informática. Saber que siempre sería la misma secuencia, conocer ya sus teclas. Había cierta paz en ello. El mundo podía ser un caos, pero la tecnología siempre sería una fría y conocida secuencia de números y letras que la recibiría con añoranza.
La primera barrera fue fácil de romper. La segunda no tanto. Para el momento en que logró meterse en la central, estaba segura de sentir el sudor formándose en el nacimiento de su cabello por el esfuerzo. Sus dedos se desdibujaban sobre el teclado de lo rápido que se movían. Sus lentes ya comenzaban a sentirse insuficiente frente a la pantalla constantemente en movimiento. Houdini no dejaba de girarse para vigilar la entrada.
—¿Ethan Bright es el nombre? —preguntó Siri entrando al buscador.
—Sí —respondió Cleo.
—¿Puedes deletrearme eso?
—Bright. Como brillo —respondió Houdini—. Brillante brillo.
—Que nombre tan vago —murmuró Cleo.
Una pequeña notificación apareció a un lado de la pantalla para indicarle que alguien había detectado su señal. Se apresuró en ingresar el nombre en el buscador. La carpeta con el expediente de Ethan Bright parpadeó en el centro. Siri la arrastró dentro de su propio ordenador para hacer una copia. Contuvo un grito y golpeteó el suelo al ver la pequeña ventana mostrando el tiempo restante para la transacción.
—¿Cuánto tiempo te queda? —preguntó Houdini inquieto.
—Ya casi lo tengo —respondió Siri.
Cleo se acercó a la sucia ventanilla trasera y al instante se alejó.
—Entonces... Están afuera —dijo ella—. ¿Cuánto crees que tarden en vernos?
—¡Solo unos segundos! —pidió Siri.
—No puedo volver a pasar por esto —murmuró Houdini—. No de nuevo. Por favor no. ¿Cuánto falta?
—¡Ya casi!
—Me van a matar —Houdini miró el espejo del lado de la calle y sofocó un grito—. ¡Me van a matar!
—¡Listo! —Siri levantó sus puños en el aire en victoria.
—Perfecto, recoge tus cosas y baja —Siri miró a Cleo sin comprender—. ¡Ahora!
Cortó cualquier conexión en su ordenador y lo lanzó de regreso a su bolso junto con la antena y demás. Cleo se acercó hasta ella con impaciencia, dándole pequeños empujoncitos hasta que comprendió. Miró la alcantarilla abierta. Cleo la empujó de una patada. Siri cayó y se agarró de las escaleras. Comenzó a bajar tan rápido como pudo, ignorando el nauseabundo olor y la oscuridad. La luz arriba cada vez se hacía más pequeña.
—¡Suerte, mister Nobody! —gritó Cleo.
Siri alcanzó el suelo. Sus botas se hundieron en agua. Escuchó un fuerte golpe arriba, seguido del chirrido de llantas, y todo fue oscuridad. Cleo aterrizó de un salto junto a ella.
—Odio las alcantarillas —murmuró ella y cogió su mano—. Vamos, Houdini nos dará tiempo como cebo.
—No veo nadaaaa —canturreó Siri.
—Eso es porque he puesto la tapa al saltar —Cleo le apretó la mano una vez—. Solo sígueme. ¿Tienes todo lo que necesitas?
—Por supuesto.
—Esa es mi chica.
No pudo evitar sonreír. ¿Significaba eso que había hecho una amiga? Siri chilló y saltó sobre Cleo para abrazarla, consiguiendo solo que la otra chica la alejara con sus manos para seguir avanzando.
—Luego —susurró Cleo—. Ahora guarda silencio y avanza rápido, que deben tener cámaras aquí.
Siri fingió cerrar sus labios con una cremallera, a pesar que no podían ver nada. Siguió de cerca a Cleo, ambas pegadas contra el húmedo muro, sus pasos chapoteando en la hedionda agua que corría debajo. Se fascinó por el sonido de ratas, y los extraños objetos que a veces rozaban sus tobillos al pasar flotando. Las alcantarillas eran un mundo subterráneo que nunca había imaginado que llegaría a conocer.
El trayecto se sintió demasiado corto, y demasiado largo a la vez. Cleo encendió la linterna de su móvil cuando creyó que ya estaban a salvo. Siri intentó descifrar el color del agua a sus pies. Continuaron avanzando hasta que Cleo se hartó, y le indicó de seguirla escaleras arriba. Siri obedeció como una niña buena. Se mantuvo cerca de ella al subir, escuchándola forcejear con la tapa de alcantarilla e insultar en lo que sonaba como italiano. Qué chica curiosa. Ella terminó por lograr mover la tapa, y Siri soltó un gritito de alegría.
Cleo salió primera, y lanzó la palanca a un lado para ayudarla a salir también. No estaba segura de dónde se encontraban, no podían haberse alejado tanto. De todos modos, Cleo ya se había adelantado, por lo que Siri tuvo que correr para alcanzarla y seguirla dentro de la bajada de metro más cercana.
—¿Y Houdini? —preguntó Siri acompañándola escaleras abajo.
—Dijo de verlo directo en la base —respondió Cleo.
—Pero él me trajo a Londres. ¿Cómo vamos a volver?
—Tienes suerte que haya cogido otro casco.
Tenía sentido. Habían recogido a Cleo en Londres, ella debía de haber llegado de algún modo por su cuenta. El metro estaba tranquilo, el vagón casi vacío cuando se sentaron juntas. Siri cogió su ordenador y lo abrió para comprobar que todo había sido copiado con éxito, ninguna huella dejada atrás. Intentó abrir el archivo, y bufó al encontrarlo encriptado. Su curiosidad era demasiado ansiosa, pero necesitaría la contraseña primero.
—¿Puedes abrir eso? —Cleo se inclinó sobre su hombro para observar la pantalla.
—Por supuesto —aseguró Siri con indignación.
—¿Puedes descifrar la contraseña?
—O simplemente hacer esto —ella abrió un programa, entró el comando debido, y la pantalla comenzó a mostrar combinación tras combinación de caracteres—. Deja que mi preciosa se ocupe sola.
—Eso es útil —reconoció Cleo.
—Puedo hacer cualquier cosa que me pidas —aseguró Siri con una sonrisa y Cleo la observó en silencio.
—Eso explica el alias.
—¿Crees que sea un chico lindo?
—Los chicos lindos solo son problemas —Cleo se recostó en su asiento y echó la cabeza hacia atrás—. En esta vida no he conocido a uno solo que no lo fuera. Tiene que haber algo más que solo hombres.
—Las chicas también son lindas —dijo Siri y Cleo contuvo una sonrisa.
—Tal vez. Pero no ansío nada de eso. Los sentimientos son una distracción. La única forma de burlar a un ladrón, es si primero le robas el corazón. Entonces incluso el más experto de ellos es capaz de cometer un error tan estúpido como ser estafado por una principiante.
—No entiendo —admitió Siri.
—Yo tampoco.
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