4. Ex's & Oh's.

Cuando llego al edificio en el que vivo, cuatro autos y dos motos se encuentran estacionados frente a él. Los identifico de forma inmediata.

Por un lado es muy difícil perderse el Lamborghini Sián estacionado a la izquierda, uno de los 63 autos que se fabricaron y con su diseño interior único. Muerdo mi mejilla desde adentro, ese auto solo puede hacerme desmayar; obviamente Cristian sería el que tuviera uno de esos.

Al lado de él hay un auto no tan caro, pero muy fino, ese es el Audi A8 de Ben. Quien a pesar de ganar bien, prefiere tener un vehículo que no llame tanto la atención. Patricio también cuenta con un auto muchísimo más discreto que ellos dos, de todos modos, y con sinceridad, me gusta eso; él maneja un Renault KWID naranja.

Le siguen las dos motos enfrentadas, ambas de la marca Ducati, otra de mis debilidades. La roja es una Superleggera V4 y la negra es una Scrambler 800 Nightshift; ambas se mantienen muy hermosas y en forma, la primera le pertenece a León y la otra a Omar.

Por ultimo tenemos el Ranger Rover blanco del próximo senador, Miguel, o Mike para los amigos. Me extraña que tenga tiempo de estar aquí, tenía entendido que tenía una campaña que dirigir en alguna provincia.

Los veo a todos sentados en el lobby charlando con Eduardo, el señor que cuida que no entren personas no deseadas; él los conoce a todos, así que lo encuentro riendo como amigos con Omar.

—Casi me sentía en una exhibición de autos con todos esos allá afuera —digo sacándome la campera de cuero y poniendo una mano en mi cintura. El primero en acercarse es Patricio que me abraza con fuerza, levantándome del piso—. Hola Pat.

—Hola So, tanto tiempo.

—Déjala que nosotros también queremos darle amor. —Reconozco la voz quejosa y profunda de León. Observo su cuerpo enorme y en gran estado físico, admito que baboseo un poco—. Como extrañaba esos ojos curiosos, So.

Voy cambiando de brazo en brazo hasta que termino con Ben pasándome uno de sus brazos por mis hombros. Saludo cortés a Eduardo y los dirijo a mi departamento en el tercer piso.

Cuando abrimos la puerta, ellos se acomodan en el sofá, mientras que Cristian me ayuda con las cervezas que trajeron y las pizzas. Al estar todos cómodos me detengo a preguntarles.

— ¿Qué los hizo venir para estos lados, caballeros? —Tomo una porción de la pizza, Cristian me da una servilleta y ayuda a equilibrarme entre eso y la bebida—. No es que no los haya extrañado, conste.

—Obviamente que nos extrañas, somos muy extrañables —contesta Omar rodando sus ojos, pero estos brillan con diversión. Veo en sus brazos delgados algunos tatuajes que antes no estaban—; nuevas adquisiciones.

—Tal vez algún día nos haremos un tatuaje de grupo —dice Pat estirando sus piernas largas, me guiña un ojo—; algo cursi que diga "fuimos propiedad de Sofía García".

—No creo que a la prometida de Mike le agrade esa idea —contesto sonriendo de costado.

—Emma no tiene nunca problemas con nada, a menos que no pague los gastos que hace con la tarjeta de crédito. —Mike hace una mueca y Pat le palmea la espalda—. Que se va a hacer.

—Lamento escuchar eso, Mike.

—No te preocupes, So; vivo una buena vida, ella no es malvada, solo superficial. Pero ambos sabemos convivir y, ya saben, tener bien entendido los límites.

—Odio cuando dices lo que significa el sexo para ti, pero ellas se prenden de tu brazo de igual modo —masculla Cristian arrugando su nariz y frunciendo el ceño.

—Tú te buscas a las locas —responde Omar, quien es kinesiólogo y trabaja con Cristian. En realidad, trabaja para el equipo de futbol del que Cristian es delantero—, ese es el problema que tienes.

—Algún día todos nos encontraremos con alguien que nos de vuelta, ¿saben? Y ese día voy a reírme —dice Ben, siendo el épico romántico que a veces es. Mike le tira una servilleta arrugada, mientras que León niega con la cabeza—. Ya verán.

—Lo único que a mí me preocupa es cuando esta señorita encuentre al hombre indicado y nos despache a todos —anuncia Cristian pasando su brazo por mis hombros y acercándome. Yo lo miro de costado y él sonríe—; siempre voy a estar eternamente enamorado de ti, Sofía García.

—Amén —dice Omar; Pat y León levantan sus cervezas repitiéndolo—; aunque no nos creas raros, So.

—No, para nada. —Pongo los ojos en blanco.

—Pero todos estamos enamorados de ti a nuestra manera, eso no significa que tengamos el corazón totalmente ocupado. Eres la mujer que nos marcó hasta ahora, no es mentira que tal vez vendrá otra, la especial, como nuestro poeta dice —responde Pat señalando de forma teatral a Ben—; o el especial, —agrega mirando como Omar y León levantan sus manos pidiendo turno—; de todos modos, tú eres esa amante que se convirtió en amiga, sin importar que tan jodidos seamos. Te convertiste en la motivadora de nuestros sueños y metas. No estaríamos aquí sin ti.

—Y vamos a hostigar muy duro a tu hombre indicado hasta que se quiebre —dice Cristian, se encoje de hombros cuando lo miro frunciendo el ceño—; cuidamos de ti, So. Siempre.

—Y yo a ustedes. No los voy a abandonar —contesto sacudiendo la cabeza—, son parte de lo que soy. Mis amigos, compañeros, ex amantes... todo eso los haces indispensables, porque ustedes siendo ustedes y yo siendo yo, wow, el mundo no tiene ni una posibilidad.

— ¿Qué sabes de Sergio? Hablando de amantes y eso.

—Hablo con él a veces, anda muy ocupado. Dice que cuando venga, nos reuniremos. —Pat asiente pensativo—. Bueno, cuéntenme algo bueno. Interesante.

Todos se miran entre sí y eso me hace entre cerrar mis ojos. Espero a que escupan lo que sea que todos piensan.

Omar suelta una risa entre dientes y es el primero en decir algo. Deja su cerveza de lado y se sienta en forma de indio.

—Anna, le conto a Ben que estás hablándote con alguien de la facultad.

—De hecho, ella dijo que están saltando chispas entre tú y él.

—Eso, eso —dice Omar aplaudiendo y señalando a Ben, vuelve su mirada a mí—, ¿qué tienes para decir en tu defensa?

— ¿Nada?

Inclino mi cabeza ante las seis miradas, me levanto para buscarme un vaso de agua y los dejo en silencio. Parece que susurran entre ellos, sacudo la cabeza negando, estoy sonriendo con diversión por dentro, pero mantengo mi cara de póker cuando León se detiene en la puerta de la cocina y se inclina en ella.

—El otro día, con los chicos nos reunimos, el día que no pudiste —empieza y yo asiento, me cruzo de brazos apoyándome en la mesada—; y nos dimos cuenta de cierto patrón interesante.

Levanta sus manos como si fuera a empezar a contar.

≫Cortaste con Ben cuando él se fue a la universidad, porque él iba a seguir una carrera diferente a la tuya, en otro lugar y no querías perseguirlo, ¿no? Luego con Pat tuviste una pequeña relación que termino cuando ambos se fueron en distintas direcciones, de nuevo, por la universidad. En tercer lugar esta Omar, con quien no tuviste nada pero tampoco no fueron novios... bueno, no sé, siempre me resulto rara la relación de ambos.

—No todos la entienden —susurro sonriendo de costado, él pone sus ojos en blanco e imita mi expresión—; continua.

—Cristian fue tu relación explosiva y seria a la vez. Pero él quería irse a Italia, jugar el deporte que lo apasiona y tú no querías ser la novia que va detrás de él.

—Ya era suficiente con que él persiguiera una pelota con otros hombres como tontos —contesto encogiéndome de hombros.

—Bien. Después estoy yo, nuestra relación fue corta, pero especial. Por lo menos lo fue para mí, me enseñaste muchas cosas, So.

—Y tú a mí.

—Aunque, de nuevo, tengo mis propias motivaciones. Ser novia de un boxeador profesional no es mejor que ser novia de un futbolista en ascenso. Así que cortamos. Mike vino después de un tiempo, con sus trajes y vocabulario estirado, aun cuando ya lo corrompimos. Todos pensamos que él era el indicado, pero no vimos venir que...

—Yo iba a ser un problema. —Lo interrumpo, mi sonrisa pasa a ser una melancólica—. Su familia no me creía, y no me cree, lo suficiente como para ser la esposa de un senador.

—Lo dejaste ir porque Mike es uno de los pocos políticos que conozco, que le apasiona lo que hace desde el corazón. En el último lugar, Sergio, el perfecto ingeniero que te entiende como nosotros no podíamos. Su única desventaja es que...

—Es tan competitivo, ambicioso y enfocado; como yo.

Ambos nos quedamos en silencio, él se acerca a mí y me acorra contra la mesada. Deja un beso en mi frente.

—Te queremos mucho, queremos verte feliz.

—Lo soy. Estoy muy cerca de graduarme y podré cumplir mi sueño.

—Sé que eso significa mucho, pero... ¿qué pasara cuando quieras compartirlo con alguien más? Con alguien que tengas intimidad, amor, amistad y seas feliz. Todo eso junto.

—León...

Siento su frente apoyarse en la mía, sus brazos se agarran de la mesada a ambos lados de mi cuerpo y yo suelto un suspiro profundo.

—No le tengo miedo a estar sola. No cuando tengo a mi papá, mis sobrinos, a ustedes... y aunque a veces duela, a mi hermana.

— ¿Cómo crees que se sentiría amar a alguien, fuera de tu usual circulo, que no duela? —Respiro profundo ante su pregunta y él levanta su cabeza, con su dedo índice levanta mi barbilla—. La única constante entre todas las relaciones que tuviste con nosotros, es que de algún modo, nos dejaste ir porque querías priorizar tu meta y las nuestras.

— ¿Es eso malo? ¿Querer que sean felices haciendo lo que siempre han querido?

—No, para nada. Y lo que voy a decir no las hace menos reales —contesta serio—; pero ahora que somos adultos, me he dado cuenta que a veces las metas que tiene uno individualmente, pueden fusionarse con las de otra persona. Porque las metas cambian cuando uno crece, ¿por qué no cambiarían cuando uno se enamora? No hablo de rendirte y dejar todo por otra persona, no digo que cambies tu personalidad ambiciosa, sino hacerle lugar a otra meta que sea construida por dos.

— ¿Quién diría que un boxeador profesional podría ser tan filosofo?

—Todas las personas pierden mucho tiempo tratando de soltar su ira de maneras saludables en su día a día, mi trabajo me permite hacerlo; así que tengo tiempo extra para pensar en estas cosas.

—Agradezco la preocupación, de todos —digo en voz alta sabiendo que están escuchando—; pero lo que sea que les dijo Anna, seguramente son fantasías.

—Así que no hay ningún Edison del que quieras contarnos, ¿no?

—No todavía, pregúntame dentro de... 20 días —contesto a Leo, dejándolo con la boca abierta. Saco el helado que ellos trajeron y unos potes— ¿Me ayudas?


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