3. De esos que la hacen sonrojar.
Al otro día, estoy tentada a faltar y comprarme otra maldita caja de cigarrillos.
¿Por qué dije que sí?
Bueno, Anna tiene la teoría de que pase tanto tiempo sin sexo que ante la más mínima posibilidad de que eso suceda con el caliente Edison Morales, ha hecho que mis neuronas concuerden con mis hormonas. Después dijo que seguramente era bueno en la cama, lo cual yo cuestione cómo era que manejaba una gran cantidad de información y ella menciono que se habla con un par de chicas más jóvenes y ellas tienen todo lo jugoso. Ah, y que es tan buena como para compartirlo conmigo.
A diferencia de mi buena amiga, sé de primera mano que nadie puede saber si la otra persona es buena en el sexo hasta tenerlo. Es simple y claro. También que no seas bueno, no significa que no puedas mejorar.
Y que seas bueno no significa que puedas empeorar o deteriorar tus rendimientos.
Como todo buen ejercicio y deporte, hay que practicarlo. De todos modos, si quieres, sino también puede ser divertido volver a ruedo luego de un tiempo, lo he hecho y se siente bien. Es como limpiar cañerías que no sabías que estaban con polvo, te sientes renovada. Aunque esa es mi opinión.
El sexo es personal. Cada uno lo lleva como quiere.
Volviendo al tema, le dije a Anna que no pensaba acostarme con Edison y que no tenía ni la mejor idea si había tenido sexo hace mucho o poco.
Le colgué antes de que me exigiera detalles y una explicación.
Es que, a ver, Sergio fue divertido. Salimos y fuimos novios, era bueno en la cama y a la vez era ingenioso fuera de ella. Proponía cosas nuevas que no solo fueran físicas, estaba muy interesado no en solo ser mi compañero de cama sino de vida. Pero todo lo bueno termina, y él consiguió su trabajo deseado en Alemania.
¿Y quién era yo para que rechazara esa oportunidad? Así que lo ayude a empacar, tuvimos sexo de despedida, besos, lágrimas, compartimos una copa del mejor vino que tenía en ese bar del aeropuerto, me beso por última vez y lo vi subirse al avión. No dijo estúpidas promesas y yo tampoco, porque sabía que él podía enamorarse de otra tan rápido como yo podía enamorarme de otro. La distancia puede hacer eso cuando hablas de dos personas que se concentran en sus metas profesionales.
Lo sigo en las redes sociales, le mando mensajes cuando veo algo interesante y él hace lo mismo. Me dijo que tiene citas y yo le dije que estaba teniendo placer con mis citas casuales usuales. Ninguno tuvo problemas con ello. Con pura honestidad, le deseo lo mejor.
Pero todo el mundo lo hizo ver como una gran cosa, por lo que, ni me moleste en mencionar mis citas ocasionales con Patricio y Omar. Porque todos iban a pensar que eran por despecho, pero nadie sabe nada. Bueno, salvo Ben, él los conoce y sabe de nuestra especial relación.
Patricio fue mi segundo novio, tiene mi edad y se graduó de la misma secundaria. Él vivió conmigo mi primera ruptura, la que tuve con Ben, y si bien fue rara, ya saben que Ben y yo seguimos siendo amigos. Patricio estuvo ahí como amigo y compañero, luego salimos. Nada oficial, nada no-oficial. Cortamos porque él iba a otra universidad, y yo no hago relaciones a distancia; es decir, es obvio.
Omar fue un amigo con roce por un tiempo, lo conocí porque trabajaba en uno de los kioscos que estaba dentro de mi facultad. Me sonría, coqueteaba, besaba y demás, pero teníamos libertad de acción. Siempre con protección, duh.
Un día, en mi cumpleaños, dos años después de terminar mi primera carrera, decidí juntar a mi hermoso ganado de ovejas y se hicieron amigos. En realidad, primero se miraron con atención, como si se estuvieran comparando a sus amigos de abajo mentalmente; segundo, tomaron al menos tres cervezas cada uno; y tercero, dejaron en claro que yo era una mujer especial que merecía respeto, como todas las distintas relaciones que tuve.
Ese día, Ben, Patricio, Omar y Cristian, mi último novio hasta ese momento, se conocieron e hicieron nuevos amigos. No me sentía orgullosa con facilidad, pero sé que maneje cada uno de mis relaciones de forma estupenda; es un motivo para verme al espejo y sonreír.
En fin, conclusión, hoy no sé si podré cumplir mi parte del trato.
Me levanto con el fin de encontrar algo aceptable para usar, aunque lo hago más lento de lo usual. Sé que llegaré tarde y perderé mi primera clase, pero no me pongo mal. Durante mi primera carrera, faltar o perderme algo, me hacía sentir muy enferma. Como si me fuera a morir.
Ahora es solo una leve molestia que tapo y pongo en el fondo de mi mente. Soy adulta, tengo un trabajo que puedo hacer parte en casa, pago renta y soy independiente; terminar esta carrera no hará que me vuelva loca.
Mi celular suena cuando lo apoyo en la barra de cocina, lo ignoro sin prestarle ni un poco de atención, ya que no he tomado suficiente café como para tolerar a nadie. Luego de unos minutos, vuelve a sonar y termino odiando cómo arruina mi humor.
— ¿Tía Sofía? —La voz de mi muy adulto sobrino apacigua mi humor y hago un sonido, comunicándole que estoy escuchando—. Buenos días.
—Hola pequeño demonio.
—No soy pequeño.
—Eh, no quería esa información —contesto bromeando con él. Simón hace un sonido de disgusto—; aunque apuesto que le dices eso a todas las chicas.
—Tía, ya. No quiero hablar del tamaño de mi pene con mi tía favorita.
—Soy la única —digo sonando indignada, no le dejo lugar a contestarme, porque sé que me molestare con la respuesta—; a qué debo el milagro que me llames voluntariamente un martes a la mañana, ¿no deberías estar en la universidad?
—Se podría decir que te puedo hacer la misma pregunta.
—Tú sigues viviendo con tu madre, yo despegue mis alas hace mucho tiempo —respondo sentándome y poniendo el celular en manos libres—; a menos que ya hayas abandonado el nido.
—No, pero me volveré loco si no lo hago pronto —asegura aún con tono divertido, pero sé que algo anda mal—. Ella está embarazada de nuevo.
Dejo caer mi taza en el mármol con fuerza, no se rompe de pura suerte. Restriego mis manos en mis ojos, tratando de contener el grito de frustración.
¿Por qué tiene que mandarlo a él a decirme esto?
— ¿El abuelo lo sabe?
—No, dice que no quiere matarlo de un infarto —dice él, su tono es más serio—; pide si...
—Ja, no quiero no matarlo de un infarto, sino que quiere que lo haga yo —contesto enojada, bufó y niego con la cabeza—; perdón, Simón, no tienes la culpa.
—Esperaba que me hubieras cortado para esta altura.
—Quiero hacerlo solo para llamarla y gritarle —digo, intento no sonar tan mordaz e irónica. Suelto una risa ahogada—. ¿El padre de la criatura?
—Esa es una gran pregunta, ¿segura que quieres la respuesta?
—No lo sé, ¿me va a gustar? —Contraataco y Simón suelta una risa corta.
Él no sabe todos los detalles de su nacimiento, ni los de su hermana Mariella, pero presiente que hay muchas cosas que no le dijimos. Y que jamás sabrá.
Porque ese secreto se lo llevo mamá a la tumba, y eso haremos papá y yo.
Sin importar que tan dañada mi relación con mi hermana mayor esté, sé que nunca arruinaría la vida de mis sobrinos. Porque eso pasara si saben la verdad.
Se aclara la garganta.
—Es Roberto, por suerte —dice lo más rápido posible y suspiro un poco, poquísimo, aliviada.
Ese es el padre de Mariella también. Y si bien, sigue sin caerme bien y de ser un idiota, por lo menos ha pagado las malditas cuotas de alimentación.
— ¿Qué tan avanzado el embarazo está?
—Ese es otro tema —contesta Simón suspirando. Me lo imagino pasando su mano por su pelo, siendo el desastre que siempre fue—; él quiere que lo tenga, ella no quiere. Y en teoría es un embarazo peligroso.
—Mierda.
No digo mucho más después de ello. Mi sobrino me cuenta un poco más de lo que sabe, luego dice que debe correr a clases, le aviso que le pasare plata al final de la semana y que hablare con su madre. Corto, prometiendo también conversar con mi papá.
El pobre hombre querrá morirse después de saber esto.
Miro mi reloj y niego, sabiendo que lo haré a la noche. Sino no llegaré y mi profesor odia los retrasos.
Las horas pasan rápido, o algo así, sobre todo porque me encuentro semi-presente. Tomo apuntes y cierro mi libro, está vez soy la primera en salir. Estoy tan acelerada que no noto el cuerpo que me impide pasar hasta que choco contra él.
Y la colonia de Edison Morales entra por mi nariz, diciéndome buenos días, porque hoy es un buen día para olerme y comerme. Arrugo mi nariz tratando de identificar a qué huele y porque me da ganas de darle un mordisco.
—Señorita García, ¿se encuentra bien?
—Muy bien —digo casi en trance. Aclaro mi garganta cuando me sigue mirando, desvió la mirada hacia el campus abierto y asiento hacia ahí—; ¿quieres caminar, Edison?
—Quiero.
Caminamos, uno al lado del otro, en silencio. Salvo por los ocasionales saludos que hace a sus conocidos, no hay mucha interacción. Si no fuera por el constante toque oportuno de nuestros brazos al caminar al mismo ritmo, se podría decir que ni estamos juntos.
Digo, caminando, juntos. Punto.
— ¿Vainilla, chocolate y almendras?
— ¿Qué?
—Vainilla, chocolate y almendras —digo más alto, él enarca una ceja cuestionándome. Río y bajo mi cabeza—. Tu colonia.
—Ah, no es mi colonia. Es decir, alguien me la regalo y me quede sin la que usaba antes; este olor es muy delicado para mis gustos.
—A mí me gusta, mucho.
— ¿Esto no es el dato que vas a intercambiar, no? —Sus ojos brillan con curiosidad, yo vuelvo a notar su tono hermoso de azul y los reflejos en su pelo castaño. Niego y él suelta un suspiro—. Te lo hubiera dado.
— ¿En serio? Mierda.
—Sí, creo que si bien es un dato normal y clásico. Lo dijiste tan... lo dijiste porque me prestaste atención y quedo en tus sentidos. Quede en tus sentidos —dice orgulloso, saco un cigarrillo de su manga—; ¿entonces? ¿Qué me darás, señorita García?
Me hago la que pienso mucho, pero la verdad es que ayer inicie una lista de datos importantes que podría intercambiar. Así que selecciono en mi mente con precaución.
—Tengo dos sobrinos —digo haciendo mi voz de sorpresa, esa que usas cuando vas a una fiesta de cumpleaños en la que tienes que verte muy sorprendido, para ambos. Yo, bueno, porque no sé si son dos o tres en estos momentos; y él porque supongo que pensaba que me resistiría—. Se llaman Simón y Mariella. Tienen 21 años y 15 años; el mayor ya va a la universidad y la menor es una genia. Ambos son brillantes, únicos y mis encantados.
— ¿Encantados?
—Sí, los llamaba encantadores demonios cuando aún vivía con ellos —contesto encogiéndome de hombros—; mi hermana no se fue de la casa de mis padres hasta que yo me fui. Es más, fui la primera en irse.
—Interesante —dice mirándome de reojo. Me tiende un cigarrillo, no lo suelta de inmediato; sino que acaricia la piel de mi mano con lentitud—; muy interesante.
—Gracias —respondo con la voz algo rasposa y luego me aclaro—; ¿qué más puedo decirle?
—Tengo un par de ideas...
—Ninguna indecente, ¿verdad, Edison?
—Esas solo las tienes tú —dice levantando su índice, tocando mi nariz y yo la arrugo alejando mi rostro de su toque—; te sonrojas muy lindo.
—Mis antiguos novios se llevan bien, como muy bien. Tienen hasta un grupo de wpp conmigo.
— ¿Así? ¿Cómo un club?
—Tal vez ellos lo vean así, pero yo los veo como amigos.
—Explíqueme, señorita García.
Inclino mi cabeza, buscando una explicación apta y resumida de por qué siento que esos chicos que alguna vez fueron más que amigos siguen en mi vida.
—Porque una vez los considere buenos y suficientes para ser importantes en mi vida. Fui su novia, pareja, amiga con roce o lo que sea que hayamos tenido; pero fue nuestro, de ese chico y mío. Di partes de mi misma en esas relaciones, ellos dieron partes de sí mismos. Desecharlos y hacer que no existieron no borrara las huellas que dejaron, no borrara que me cambiaron. Para mejor o peor.
— ¿Qué los hizo considerarlos suficientemente buenos?
—Cumplieron los requisitos —digo sonriendo con los labios cerrados. Veo que Edison se quiere reír y lo hace, contagiándome—. No eran peligrosos como usted.
—Creo que por eso no funcionaron esas relaciones, no parece una mujer que le teme al peligro —contesta girándose hasta quedar cara a cara conmigo, deteniendo nuestra caminata—; y por el amor de Dios, llámame Eddi. Edison me hace sonar como un duque o conde de la época victoriana.
— ¿Duque o conde? Que tanta estima se tiene.
—Por lo menos no dije rey. —Es su turno de encogerse de hombros, desliza otro cigarrillo hasta tenderlo entre nuestros cuerpos—. ¿Señorita García?
—Sí, Eddi —contesto usando su sobrenombre y haciendo que sonría.
—Déjeme llamarla Sofía, por favor —dice en voz baja, le suma a su atractivo totalmente. Puedo ver el ruego en su mirada.
—De acuerdo, Eddi —pruebo de nuevo llamarlo así, de una forma rara, mi cuerpo se afloja y suelto la tensión que no sabía que tenía. Él deja escapar un suspiro que choca contra mis labios, ya que por mis tacos, quedamos de la misma altura. La sensación del otro día vuelve y se extiende de mis labios a mis dedos, que fallan en agarrar el cigarrillo, en su lugar tocan la muñeca de Eddi.
Él ríe y levanta su mano, besa la mía. La abre para depositar otro casto beso, luego el cigarrillo.
Cuando la sensación es tanta que siento que me tendré que rascar en el cuello, un ruido nos interrumpe y él ve su reloj. Maldice entre dientes.
—Me tengo que ir a dar una clase, señorita... digo, Sofía.
—Ve, Eddi, nadie querría que llegarás tarde —digo dando un paso hacia atrás—; que tengas un buen día, mañana.
—Fue un placer verte hoy, Sofía. Mañana —contesta asintiendo con la última palabra. Me regala una sonrisa coqueta y un guiño—. Espero que mañana uno de sus datos sea... de esos que la hacen sonrojar.
*****
Un capítulo más light para que disfruten.
Nos vemos por ahí.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top