26. Hipoestesia.

Han pasado dos horas desde que desperté atontada y sin saber en dónde estaba, Ben se encontraba a mi lado con Edison, quien tiene el ceño fruncido. Ambos estuvieron allí cuando los doctores empezaron a recitar todas mis heridas, de un accidente que recuerdo muy poco; otra de mis secuelas: no recordar exactamente qué pasó.

—Tranquila, es un proceso que lleva tiempo. Tu cerebro está recuperándose del trauma, no solo del accidente pero de la operación —dice la enfermera, quien viene a chequear mis medicamentos—. Tienes a muchas personas que te ayudaran. Muchos chicos guapos.

Sonrío sin mostrar los dientes, porque si bien todos han estado aquí, nadie me ha dicho lo más importante: cómo está León.

Es una de las pocas cosas que recuerdo con claridad, su rostro y sonrisa mientras me cuenta chistes entre medio de mis pequeñas siestas. Recuerdo que no quería que intercambiemos lugares en la última parada antes del accidente.

Edison toma una de mis manos y la besa. Un sentimiento pesado se instala en mi pecho cuando sus ojos no transmiten más que tristeza.

—Amor, tenemos que hablar.

—De acuerdo, dime.

—Pero primero, debes recordar que te amo y todos lo hacemos —dice pasando el pulgar por mis nudillos—. ¿Okey?

—Sí, okey. Ahora dime, ¿qué sucede?

—León, él... —empieza y sus palabras se detienen, traga saliva, dejándome a la expectativa—. Iván fue quien los choco, los venía persiguiendo, y fue quien ocasiono el accidente.

— ¿Iván? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué...? —Frunzo el ceño, recordando la pelea en mi departamento y las amenazas—. Roberto e Iván estaban trabajando juntos, para saber dónde estaba Sara.

—Sí. Y cuando ustedes ingresaron a emergencias, tenías una hemorragia interna cerebral o como se diga, mientras que León tenía eso y muchas otras heridas. Más serias. Ambos entraron a cirugía, pero León... él no salió, amor. Hicieron todo lo que pudieron, pero...

No importa que más dijera, porque mi mente se apaga sola, dejando a Edison seguir hablar mientras mi mundo se venía abajo.

León estaba ahí porque yo se lo pedí.

Estaba manejando porque no insistí en intercambiar lugares.

Tuvo un accidente por mi culpa.

Esta muerto gracias a mí.

Niego con la cabeza y paso mis manos por mis antebrazos, arañándolos y descargando la ira que siento. La impotencia y las ganas de absolutamente morir. Edison trata de hacer que me deje de lastimar, pero no lo oigo. No lo siento, y no me importa.

De pronto las maquinas conectadas a mi empiezan a sonar, Edison comienza a gritar y es ahí cuando tomo conciencia de que estoy arrancándome todo lo que está conectado a mí. Porque no quiero reconocer que estoy viva, cuando León no lo está.

No merezco estar viva.

No merezco respirar.

Mi culpa, mi culpa.

—Sofía, por favor, para. No puedes levantarte, te harás daño.

—Es lo que merezco, merezco esto —digo al mismo tiempo que intento pararme, pero no consigo sostenerme y me resbalo. Me consigo sostener por mis brazos al lado de la cama, y al mismo tiempo unas enfermeras entran—; no quiero que me conecten a nada.

—Sofía, por favor —comienza Edison levantando sus manos y acercándose con cuidado de frente. Sus ojos tratando de conectar con los míos—. Sé que duele, pero necesito que respires y nos dejes ayudarte, ¿sí?

Tomo un par de respiraciones y asiento cansada. Por más que no quiera admitirlo, mi cuerpo no tiene fuerzas y mi cabeza está empezando a doler cada vez más. Las enfermeras murmuran sobre mi hinchazón, pero sin decirme nada directamente, empiezan a conectar todo. No siento nada, ni un pinchazo. Edison termina de taparme y trata de agarrar mi mano, pero esta vez, no lo dejo.

Mi mirada se desliza nuevamente por la habitación, notando las flores. Todas de los chicos, supongo. Aunque esta vez noto que hay una por cada ex, menos las de León.

Porque León está muerto.

—Vete, Edison, no quiero que me veas —digo ocultando mis ojos de él, mirando fijamente las flores celestes sobre el mueble cercano a la ventana. Por el color, sé que son de Pat.

—No —contesta entre dientes. Sé que él debe estar lidiando con su propio dolor, pero no tengo ganas de empatizar y ser amable. Quiero que se vaya.

De esta habitación, de mi vida y de mi vista.

—Sí, quiero que te vayas y seas feliz; así sea con Miranda. Pero conmigo no será.

No lo miro, aunque escucho la puerta abrirse y cerrarse. Las últimas enfermeras que quedaban no se mueven por unos segundos y luego vuelven a sus tareas.

Ya no importa más nada. Solo quiero dejar de sentir, por lo que les doy la bienvenida a los calmantes y sedantes.

Durante todo el funeral, solo miro mis manos.

Los padres de León, a pesar de lo que pensábamos todos, vinieron y, para la sorpresa de todos, en especial la mía, su madre me abrazo. También intercambiamos palabras.

No recuerdo todas, pero si hubo disculpas y agradecimientos por aceptar a León tal y cómo era.

No pude formular nada más que monosílabos y levantar la vista cuando sentía que las lágrimas iban a salirme en cascada y no parar.

También siento la mirada de Edison observarme, aun cuando mantiene la distancia que tanto le pedí. Ben, quien ahora está a mi lado bebiendo una copa de whiskey, ha estado en contacto con él. Haciéndole saber que se está quedando conmigo, durmiendo en el sofá, mientras Simón vuelve de a poco a su rutina.

Cuando me desperté de mis calmantes, me contaron sobre el problema de Sara. Y cómo dio luz a un niño prematuro que hoy cumple 8 meses de nacido, pero solo una semana fuera de la incubadora. Mi hermana, por otro lado, volvió a la casa de papá en donde se está quedando hasta recuperar totalmente las fuerzas.

Iván está preso, hasta que nos den un turno de audiencia y demás. Roberto también está siendo acusado, pero como no estuvo en el auto que mato a León, Ben dice que será más difícil crear un caso en su contra. Y aún más llevarlo a juicio. Pero, por lo menos, he conseguido que nos den una restricción en su contra para mí y para Simón. Mariella es un tema aparte, ella quiere a su papá y yo no soy quien para juzgarla. Ella no tiene la culpa, por lo que, la custodia compartida ha sido lidiada entre abogados.

Bajándome del auto para subir a mi departamento, siento a Omar tensarse delante de mí, su espalda tapándome la visión. Cuando intento correrme, él niega y pone su mano para impedírmelo. Sin importarme, lo paso de largo para ver a Miranda en la puerta, discutiendo con Eduardo, mi portero.

—No puede pasar, señorita. Está en la lista negra.

— ¡No me importa! Usted, ¿¡quién se cree que es!? ¿Sabe quién soy? —Sus manos se señalan y Eduardo parece querer reírse en su cara—. Exijo que la llame y le diga que baje.

Miro hacia los costados de la calle, esperando el auto de Ben, que viaja con Edison, pero no lo veo. Por lo que decido entrar a mi propio edificio, a echarla de los pelos si tengo que hacerlo.

—Eduardo, no me digas que te estuvo molestando todo este tiempo, deberías haber llamado a la policía.

—Señorita Sofía, lamento mucho su perdida —dice bajando su tono de voz—; y lamento que tenga que presenciar esto. Pero no se va ni aunque la amenace con llamar a los militares.

—Ah, es que a Miranda le gusta lo dramático. A ver, muchachos, —digo haciendo señas a Omar y a Patricio para que no hagan nada—, dejémosla tener su momento de protagonista, por favor.

— ¿Quién te crees que eres Sofía? Dejándome aquí varada, en una lista negra, ¿no sabes quién soy? Soy la mejor abogada...

—Ya, ya, no vengas con cuentos. Me chupa un huevo qué o quién seas, dime a qué viniste y por qué no te largas.

— ¿Dónde está Edison? No contesta mis llamadas, y yo tengo derechos, derechos de madre.

—Derechos que ya no tienes porque firmaste un documento dándole toda la custodia a él, ¿recuerdas?

— ¡Sigo siendo su madre! Quiero verlo, pero el idiota no me contesta y yo sé que tu tienes al que ver, al igual que estos hombres que te persiguen como estúpidos... ¿Cómo le haces, eh? ¿Es que eres tan buena en la cama que no dudan en...?

No llega a terminar la oración ni yo de pestañar que mi mano le pega una cachetada, dejándole toda la cara roja del lado derecho.

—A mí no me vas a intentar hacerme sentir culpable, ni castigarme por mi vida sexual, Miranda. Edison y yo no estamos juntos, así que lo que haga o no, no es parte de mi lista de prioridades. Y la última vez que chequee, si soy o no buena en la cama, no es tu puto problema. ¿Se entiende?

— ¿Miranda? —La voz de Edison interrumpe el lugar y oído a Omar soltar un suspiro—. ¿Qué mierda haces aquí?

— ¿No están juntos, eh?

—Oh por Dios, déjame de hinchar las pelotas, Miranda. Ahí lo tienes, haz lo que tengas que hacer, no me interesa. Y no vuelvas, porque te juro que la próxima no vas a salir con todas tus extensiones.

Giro mi cuerpo para ir a la salida, pero Edison se interpone y me sujeta por los brazos. Quiero rendirme ante él, pero aguanto y solo lo miro.

—Esto no termino acá, ¿me oyes, Sofía? Te quiero a ti. Miranda es solo la madre de Olliver, y ni siquiera merece ese título. Te quiero a ti, no a ella.

—No me importa, Edison. Solo haz que se vaya —escupo las palabras y me suelto de su agarre.

No miro ni un segundo hacia atrás, y tampoco pregunto por él cuando no sube a mi departamento.

Una vez más, dejo que mi cerebro se apague al tomar las pastillas para el dolor. Porque no quiero sentir nada más que el cansancio luego de un día duro, sin tener que asociar el dolor a una pérdida o a un funeral.

Quiero estar entumecida.

SOOOOO, I AM BACK

Termine con mis clases por ahora, así que se viene  actualizaciones seguidas.

Espero que les haya gustado el capítulo, ya viene otro, pronto.

D.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top