14. Común denominador.

Tamboreo mis dedos sobre el volante, tratando de pasar el tiempo mientras espero que se muevan los autos. Suspiro, seguramente hay un choque o atasco más adelante.

Mi celular suena y lo conecto al sistema para que esté en manos libres. La voz rasposa y familiar de León suena en los parlantes haciendo que una pequeña sonrisa se me escape.

Dulce Sofía —saluda y puedo imaginármelo estirándose en un sofá, con una cara de pícaro tan característica de él—, ¿te agarro en un mal momento?

—Para nada. Estoy atascada en la autopista, volvía de la casa de papá —contesto relajándome en mi asiento.

Uh, ¿todo bien? —Lo escucho tartamudear un poco y sonar algo cuidadoso con sus palabras.

—Sí, sigue siendo el mismo que conoces. Solo fui a chequearlo —contesto tratando de sonar casual, León guarda silencio y yo pongo los ojos en blanco—; si tienes algo que decir, dilo.

¿Tu nuevo novio lo ha conocido? —Frunzo el ceño ante sus palabras.

—No tengo novio, ¿de quién has oído esa mentira? —respondo negándolo por completo.

Sí lo tienes, Anna... mierda —masculla dándose cuenta de mi trampa cuando me río—. ¡No le digas que fui yo! Dile que fue Omar.

—No te preocupes, ella no te hará nada porque primero la mato yo. Además, jamás me creerá que Omar metió la pata, él no es tan fácil de manipular. ¿Desde cuándo me vigilan?

Desde que sabemos que este puede ser, ya sabes, él indicado.

—Edison y yo recién estamos acomodándonos en una relación, no te apures. No voy a caminar en un altar mañana, ¿ok? Además, no es mi estilo.

Por una vez en la vida, Sofía, déjate llevar. No hagas planes ni pienses que todo se ira a la basura —dice suspirando, hago una mueca. Me siento como una niña siendo regañada—; también debes hablarlo con Ben, ¿sabes?

—Él sabe que nosotros nunca íbamos a volver. Jamás le di otra impresión —digo frunciendo el ceño, León suelta un bufido—. ¿Qué?

Mira, Cristián lo dijo en la reunión: todos estamos enamorados de ti, Sofía. Tal vez no del modo que se necesite para tener una relación, pero todos te queremos. Todos queremos que seas feliz, pero Ben siempre tuve esa pequeña esperanza de que algo pudiera pasar. Ya sabes, casarse contigo en unos diez años.

—Teníamos 17 años cuando cortamos, ambos hemos cambiado. Intentarlo de nuevo con él, sería hacerlo todo de nuevo, somos otras personas. Yo no... no siento eso por él. Fue un lindo capítulo, pero lo he superado.

¿Edison es el siguiente, eh? Quien hubiera sabido que acabarías cayendo por un profesor de universidad.

—Edison lo es. Pensaba presentarlo, en una reunión con ustedes y Anna, tal vez alguien más amigo. Ya sabes, dar ese pasó —respondo mordiendo mi labio inferior.

No es porque crea que León rechazara la invitación, sino que es difícil saber cómo reaccionara el resto. Son siete personalidades diferentes, si contamos a Sergio; mi último ex. Quien no creo que aparezca, estar en otro continente y tener sus obligaciones debe ser su primera prioridad.

Patricio no crea que tenga inconvenientes, probablemente sea el más ansioso por la reunión. Omar y Cristián tienen agendas parecidas ya que trabajan juntos; pensare de algún modo de saber los partidos de Cris así no tendrá excusa que decirme. Miguel también podría tener eventos, así que hablare con su prometida, de paso, la invitare para no ser la única mujer. Y Ben, quien, bueno, es un caso especial.

Suena a algo que estaría interesante. Sabes que no tengo problema. Cada vez que dices su nombre, suena como si te hiciera sonreír mucho. ¿El señor García ya lo conoce?

—No, papá sabe que existe y viceversa, pero aún no se han visto. Aunque conoce a Simón y Mariella, los niños han tenido sus opiniones, pero por ahora aprueban.

León conoció a mi sobrino, y cuando lo vio, él le dijo que me golpearía si me lastimara. Simón siempre fue muy protector conmigo, fue siempre muy justo con mis parejas y nunca les faltaba el respeto; los odiaba cuando yo lo hacía, y los toleraba cuando yo los amaba.

Ah, debe conocer entonces la relación que tienes con Sara. Como todos, debe pensar que es una loca perra con todo respeto de mi parte, pero no puedes negar que se comporta pésimo con tu familia. Contigo.

—Dirás la poca relación que tengo con ella, y no pienso decir nada de lo último —murmuro entre dientes, la risa de León hace que vuelva a poner los ojos en blanco—; ella es mi maldito karma. Te juro. Debí haber sido una dictadora en mi otra vida.

¿Alguna vez van a sentarse y charlarlo seriamente? Digo, antes de que ambas terminen en la misma casa de retiro con Simón tirando la llave del lugar en el océano para no verlas más. Ambas deben ser capaces de discutirlo sin terminar peleadas como siempre.

—Simón jamás me hará eso.

No lo sabes. El pobre chico deberá tener una paciencia de un santo.

—Mi relación con Sara será siempre así. Me cansé de intentar arreglarlo hace varios años —digo, me siento más derecha al ver que el transito empieza a moverse más—. ¿Te llamo más tarde? La autopista se está despejando.

Claro, So. Llámame cuando estés en casa.

Sueno mi cuello, pensando en las palabras de León y sonrió con tristeza al ver la verdad en ellas. La próxima salida se avecina y a último momento, con dos bocinazos de los que vienen atrás, decido tomarla para hacer un leve desvió.

Cuando me bajo a unas cuadras del lugar, paso por varios puestos de florería. Huelo con paciencia cada una y me decido por unas rosas blancas, siempre le llevo esas. La señora es amable y paciente, me regala unas flores amarillas que miro con atención sin darme cuenta. Sonrió de costado, esas eran sus favoritas.

—Hola mamá —digo al llegar a su tumbas.

"Amada hija, madre y esposa. Jamás olvidada, siempre querida"; esas son las palabras que escribimos debajo de su nombre.

Trago saliva, levantando mi mirada al oír ruido cerca. Pero solo es un chico con una señora visitando otra tumba, ellos me sonríen con simpatía; supongo que podemos reconocer la tristeza en otros.

Un nudo se forma en mi garganta, como la última vez que estuve aquí. Fue el mismo día que la enterramos.

Ese día el dolor fue demasiado, casi no tengo recuerdos claros de lo que paso. Solo me acuerdo del sentimiento oscuro de querer morirme. Como si el aire no pudiera ingresar en mis pulmones, y mi mente se sintiera pesada. Recuerdo el daño que me hizo permanecer como si nada sucediera, cuando por dentro era una revolución llena de dolor.

Dejo las flores en su lugar y paso mi mano por la piedra, tocando su nombre: Ofelia Russo García. Niego con la cabeza dejando que las lágrimas se deslicen por mis mejillas.

—Tanto tiempo sin verte, mamá. Te extrañaba. Mucho. No sabes todo lo que debo contarte. —Las palabras salen con naturalidad, como si pudiera responderme. Siento una débil brisa acariciarme el rostro y sonrió, porque no me importa si es estúpido pero me hace saber que ella está acá. Escuchándome.

Espérame que me sienta, Sofí. No quieres que me agarre un paro mientras me cuentas tus travesuras diría, sonriéndome, arrugando las esquinas de sus ojos. Aunque siempre tomaría mi mano derecha y acariciaría mis nudillos con su pulgar.

—Sara está embarazada —suelto, moqueando un poco y a la vez riendo un poco. Y no noto la incomodes de la posición que tengo, porque es secundario—, serás abuela de nuevo. Lamento todavía no darte uno yo, no creo estar lista todavía. Aunque uno de tus nietos, Simón, vive ahora conmigo; así que digamos que lo estoy criando un poco. Mariella sigue siendo la misma reina que siempre; si yo era caprichosa, ella me rebalsa.

≫Sara y yo seguimos llevándonos como agua y aceite, pero sé que ella te extraña a su forma rara. Te necesitamos tanto, mamá. Ella todavía necesitaba que la guiaras en este camino de la maternidad, yo no sé cómo hacerlo. Yo te necesitaba, necesitaba que me dieras esos abrazos apretados de todas las mañanas. Necesito... que estés todavía conmigo.

Mis manos tiemblan y mis hombros caen, un gemido de dolor escapa de mis labios. Apoyando mi frente en la piedra, dejo que toda la tristeza caiga y se derrame en la tierra en forma de mis lágrimas.

—Pero a la vez no extraño tus cambios de humor, tus palabras algo hirientes hacia Sara, no extraño que nos compares. Ambas éramos tus hijas y no pudiste darnos el mismo amor, no pudiste darle el mismo amor a papá y lo traicionaste yéndote. No físicamente, pero emocionalmente, hasta que fue muy tarde. Lo que más lamento es no poder haberte dicho esto cuando estabas viva, no haberte abrazado y preguntado más por ti. No haber visto las señales, mamá.

≫Lo siento por alejarte, por pensar que eras el enemigo. Por dejarme llevar por Sara. Yo no te odio, mamá. Nunca lo hice y siempre me arrepentiré de no haber estado contigo en todo ese camino. Perdón, mamá. Perdóname.

Las últimas palabras son más un murmullo, se mezclan con mis lágrimas y dolor. La ira de recordar cómo fui con ella esa vez, ese día y cómo termino, hace que mi enojo sea la motivación para levantarme despacio y secarme la humedad de mi rostro.

Hay una sensación difícil de describir que siempre tuve al pensar en mi madre y lo que era nuestra relación. La mujer que me dio la vida siempre fue la mejor mamá que pude haber deseado, hasta que Sara entraba en la mezcla; nunca supe bien porqué, ni desde cuándo, pero la atmósfera cambiaba y era como si una persona diferente saliera a la luz.

Papá se ponía nervioso cuando eso pasaba sin que él estuviera allí, yo nunca fui el objetivo de sus arrebatos. Tampoco nos hizo daño, ni a mí ni a Sara; por lo menos, no daños físicos. Sin embargo, las palabras son un arma que no necesita un permiso para usarlas, y pueden ser igual de efectivas que una pistola automática.

Ofelia García no fue una mujer fácil de amar, eso lo sabíamos todos. Era tan compleja como simple, era una madre atenta y estricta; amaba con pasión, tenía raras formas de mostrarlo. Estaba consumida por la necesidad de que Sara y yo no fuéramos madres jóvenes, ella quería que fuéramos exitosas en nuestras carreras y que creciéramos como individuos. Aunque en el momento que Simón nació, esos pensamientos cambiaron por completo. Ese niño fue trajo un momento de calma a nuestra vida familiar, hasta que la negación de Sara por ser madre fue la gota que colmó el vaso.

De algo que estoy segura es que mamá y mi hermana podrían haber hecho su relación funcionar, si solo hubieran escuchado lo que la otra tenía que decir en ese momento. Pero jamás pudieron hacer eso, y fue lo que hizo que la relación se manchara para siempre.

En el momento que Mariella nació, el momento fue tenso. Todos odiábamos al padre de ella, personalmente lo sigo haciendo, y eso no ayudo mucho al parto. Mamá y papá, ya más grandes, no podían hacerse cargo de otra criatura y yo no iba a sacrificar mi vida. Por más dura y menos empática que suene, yo tenía mi vida en el exterior. Sara tuvo que ponerse los pantalones de adulta y hacer algo con su maternidad.

La vida fue difícil cuando mamá murió, papá no quería la compañía de muchas personas y yo no tenía la voluntad de ser empática con nadie. Nos aislamos. Y Sara aprendió a sufrir en silencio, a través de su ira y rencor por mamá; no dudo que haya buscado apoyo nuestro. Pero, repito, no hay mucho que recuerde de esa época con claridad.

El dolor ocupaba cada espacio de las pocas memorias que tenía.

—Jamás serás olvidada, y siempre te voy a amar. Más de lo que alguna vez pude decirte —digo más calmada. Tomo respiraciones profundas y niego con la cabeza, una pequeña sonrisa se desliza en mis labios. Una leve y superficial—. He conocido a alguien, creo que la próxima vez podría traerlo conmigo, ¿no crees? Siempre quisiste conocer a todos mis novios. Y creo que este te hubiera gustado mucho, mamá.

Asiento al finalizar de hablar y termino sentándome en el banco cerca de la tumba. Dejo que las emociones fluyan por mi cuerpo, dejándome agotada. Me cuesta caminar hacia su nombre de nuevo y tocar la piedra, despidiéndome.

Dejo una pequeña caja de cigarrillos vacía, escondida entre las flores.

—Papá te manda saludos, ¿sabes? Espero que lo estés respetando, sea en donde estés. Él te sigue amando como el primer día.

Carlos García, mi padre, me dijo una vez que los cigarrillos curaban su corazón roto.

Desde ese momento supe que si alguna vez me rompían el corazón, trataría de probar su hipótesis. Pero mi corazón no se rompió porque me rompieron en una relación, lo hizo el día que mamá murió. Lo hizo cada vez que mi familia se destruía a sí misma.

Ofelia García me dijo una vez que las heridas que más dolían eran las que no podías ver.

Siempre supe que yo estaba rota en formas que nadie vería.

Sara, mi hermana, nunca dudo que la razón de todas nuestras tristezas era mamá. La culpa era de ella, pura y llanamente; pues, yo opino que no.

Mamá no fue el centro de nuestro dolor y problemas siempre; aun cuando muchas veces, mamá si ocasiono peleas. La falta de comunicación era nuestro común denominador.

Y alguien tenía que arreglar eso.

******

si bien, no son todas las respuestas, algo es algo

pues conocemos por fin el nombre de la madre de Sara y Sofía

vimos un poco de la relación de So con León

¿Qué otro ex quieren que aparezca exclusivamente?

nos leemos pronto

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