CAPÍTULO 7
La persona poseídas también puede demostrar las diversas formas de conocimiento sobrenatural, como el conocimiento sobre eventos futuros o la retrocognición donde tienen conocimientos de acontecimientos pasados sin que la víctima se hubiera enterado.
"El mayor logro del diablo es hacer creer que no existe".
Eren
Estaba sentado en uno de los rincones más alejados de la habitación. Después del incidente no había querido acercarme a nadie a pesar de que me dijeran que todo estaba bien. Estaba temblando sin parar, abrazándome a mi mismo. Me sentía enfermo, de vez en cuando me faltaba el aire y sentía que mi cabeza iba a explotar en cualquier momento, era una migraña terrible.
Tres golpes en la puerta resonaron en la silenciosa habitación, llamando la atención de todos los presentes.
—Pase.
-Cardenal Grouard- la puerta se abrió dejando pasar a un hombre bastante alto, rubio y de ojos azules al que jamás había visto—¿Mandó llamarme?
—Sí—Grouard asintió—. Necesito que me ayude en algo.
—En lo que sea— juntó sus manos. Al parecer no se había dado cuenta de nuestra presencia.
—Es un tema delicado— dijo mirándome—. Muy delicado, diría yo— entrelazó sus dedos y comenzó a jugar con la cruz que formaba parte de su rosario—. Él es Eren Jeager, y está pasando por muchas cosas-.
-¿Qué tipo de cosas?- el rubio se acercó a mi lentamente, mientras yo intentaba alejarme. Levantó su mano en un intento de tocar mi rostro, a lo que rápidamente la alejé.
—No se acerque— susurré.
—¿Por qué?— preguntó con duda sin dejar su sonrisa amable.
Miré alrededor asegurándome de que los demás siguieran los suficientemente lejos
—No quiero hacerle daño— mi voz se entrecortó y se volvió más aguda.
—No lo harás, no tienes porqué preocuparte— dijo dulcemente mientras volvía a acercar su mano a mi rostro. Cerré los ojos intentando calmarme. Me sobresalté al sentir como acariciaba mi cabeza y mi rostro con delicadeza, muy lentamente— Tranquilo, ¿por qué no te sientas en el sofá?, creo que es mucho más cómodo que estar en el piso— me tendió una mano.
—De verdad no quiero dañar a nadie.
—No te preocupes por eso Eren, anda, siéntate aquí— dijo Annie palmeando el asiento junto a ella.
No muy seguro tomé la mano del rubio y lentamente me puse de pie tratando de evitar el contacto de cualquier cosa que pudiera llegar a tocar mi espalda. Me sentía cansado y estaba casi seguro de que mi apariencia lo demostraba, ni siquiera había tomado un baño o tomado el desayuno, en ese momento no era consciente de la hora.
Caminé tambaleante y mareado hasta la rubia, me senté a su lado, descansando mi cabeza en su hombro y cerrando los ojos para intentar calmar los mareos.
—Él es el Erwin Smith, obispo de una iglesia vecina.
—Un gusto— dijo haciendo una reverencia.
—El gusto es nuestro— sonrió Annie acariciando mi cabello tratando de relajarme.
Gruñí cuando otro mareo sugió. Llevé mis manos a mi cabeza, presionándo los laterales para intentar calmarlo.
—¿Te sientes bien?— preguntó Grouard.
—Sí — musité algo aturdido —. No hay de que preocuparse.
—No, no ha probado bocado desde ayer— murmuró Pixis—. Su presión debe estar baja. Iré a buscar algo de comida.
—Estoy bien.
—No lo estás—dijo levantándose—. No tardaré—dijo antes de salir por la puerta.
—¿Qué está pasando?—preguntó Smith.
—Te lo explicaré yo— dijo Grouard tomando el hombro del rubio y llevándolo a un rincón más alejado de nosotros.
—¿Estás bien?— murmuró Annie contra mi cabeza mientras seguía acariciando mi cabello con dulzura.
—Quiero dormir— dije quedo, sintiendo los parpados pesados. Ella tomó uno de los cojines del sofá y lo puso sobre sus piernas.
—Ven aquí— palmeó el cojín.
Sonreí un poco recordando a mi madre y con cuidado me recosté de costado, evitando el contacto con mi espalda.
—¿Cómo es que pasó todo esto?— murmuré mirando como Smith agrandaba sus ojos cada vez más mientras escuchaba todo lo que Grouard decía.
—No lo sé— acarició mi cabello de nuevo—. Pero saldremos de esto-.
—¿En serio lo crees?
—Si lo creo, eres fuerte y obstinado… como tu madre— me sonrió—. No te das por vencido tan fácil, yo lo sé.
—Eso espero— susurré cerrando los ojos, relajandome y centrándome en las caricias sobre mi cabeza.
Podía escuchar las voces de ambos a pesar de que intentaran hablar por lo bajo. Sabía que ambos estaban estancados al igual que yo, ni siquiera ellos sabían que hacer, aunque sabía que no era la cosa más sencilla y por eso los comprendía a pesar de que se suponía que tenían conocimientos sobre el tema.
—¿Marcas?, ¿qué tipo de marcas?— escuché al rubio preguntar con confusión.
—Son algo extrañas y-
—Puede verlas usted mismo— alcé la voz un poco mientras abría los ojos para mirarlo—. Solo es cuestión de subir mi camiseta, no es como si fueran muy discretas.
Me incorporé y le indiqué al rubio que se acercara. Me dí la vuelta dándole la espalda, tomé el borde de mi prenda y la subí lentamente, evitando la fricción. El solo roce provocaba ardor.
—Dios santo— musitó sorprendido—. Esto es…
Apreté los dientes para evitar dejar salir un gritillo de dolor. Estaba pasandos sus dedos por cada una de las heridas.
—¿Cómo sé que estas heridas no fueron intencionales?
Mi ceño se frunció rápidamente y giré un poco la cabeza para asegurarme de lo que había dicho.
—¿Qué?
—Erwin…— dijo Grouard.
—¿Cómo se que ustedes no hicieron esto?
—¡De verdad está insinuado que...
—Cálmate, Annie— dijo tomando su hombro.
Bajé la camiseta de nuevo y me dí la vuelta encarando al rubio.
—Dígame, ¿qué ganaríamos con eso?— pregunté enojado.
—Fama.
Cerré los ojos tratando de analizar la situación y sus palabras. ¿A caso se estaba burlando de mí?, era sumamente ridículo.
—Fama—reí—. ¿Fama?, claro, la fama, voy a marcarme signos satánicos en la piel, solo para conseguir fama.
—Erwin, ellos no son de ese tipo— dijo Grouard tomando su hombro.
—¿Cómo lo sabes?— musitó sin apartar la mirada de mí.
—Traté toda la vida con sus padres, y lo conozco desde que era un bebé, él no haría este tipo de cosas.
—Le diré algo, señor Smith, si quisiera fama lo último que haría sería venir a la iglesia a buscar ayuda. Creo que lo más lógico en esa situación sería ir directo a un programa de televisión o con la prensa, piénselo un segundo y usted dígame si en la iglesia se consigue fama.
Estaba muy enojado, sentía como mi corazón palpitaba aceleradamente al igual que mi respiración, mis manos estaban hechas puños y dolían por la presión de mis uñas contra la palma.
—Joven Jeager—sonrió el rubio—. Aléjese por favor-.
Abrí los ojos sorprendido, dándome cuenta de la corta distancia que nos separaba al obispo y a mi. Incómodo llevé mi mano a mi nuca y la acaricié mientras me alejaba.
—Lo lamento.
—No hay problema— sonrió de nuevo—. Bien, ya comprobé mi duda, debemos empezar.
—¿Qué debemos hacer?, ¿un exorcismo?— preguntó Annie mirando aún con duda al rubio.
—No creo que debamos precipitarnos hasta ese punto, además no podemos hacer un exorcismo así como así.
—¿Entonces que haremos?
—Por lo que se, todo esto empezó en la casa, ¿no?
—Sí— contesté.
—Quiero verla.
—¿Quiere… ir a la casa?
—Creo que si todo empezó ahí tal vez encontremos un indicio alguna pista— ¿Acaso este hombre jamás dejaba de sonreír?
—Bien.
La puerta fue golpeada suavemente, llamando la atención de todos.
—Eren— dijo Pixis entrando a la habitación-—. Ten esto, fue lo único que pude encontrar cerca, asegúrate de comer el caramelo— dijo tendiéndome un emparedado junto con un dulce.
—Gracias— tomé rápidamente la comida y quité el plástico que envolvía el sándwich antes de darle una gran mordida mientras que guardaba el caramelo en mi bolsillo.
—Espera, tiene pepinillos— dijo Pixis.
—¿Y?— me encogí de hombros.
—Tu odias los pepinillos.
—Da igual, supongo que ahora me gustan— dije dando otra mordida.
Todos los presentes rieron a carcajadas excepto Erwin, que simplemente me miró con los ojos entrecerrados.
—Pixis, debemos ir a la casa— dijo Annie.
—Bien, yo tengo que volver al hospital, Eren, cuando te duches evita que el jabón caiga en tu espalda, no puedo vendar la herida, aún está muy delicada incluso para eso, pero dentro un par de días iré a tratarte, duerme boca abajo y que nada toque tu espalda más que el agua— se acercó a mí y tomó mi rostro para que lo mirara atentamente— Cuidate— sonrió antes de salir por la puerta.
—Hay que irnos— dije.
—Esperen un segundo— dijo Grouard caminando hasta una mesa-—. Tal vez necesiten esto.
Caminó hacía nosotros con un maletín en manos y se lo entregó al más alto.
—Puede ayudar.
—Gracias, volveré en un rato.
—Claro, no te preocupes, tengan cuidado.
Salimos de la iglesia por la puerta trasera y nos dirigimos al aparcamiento. Subimos al auto y Annie condujo en dirección a la casa. De nuevo, recargué mi cabeza en el respaldo del copiloto evitando el contacto del asiento con mi espalda.
No pude evitar dormir un poco en el camino, después de todo había dormido menos de 4 horas por la noche, era definitivamente horrible.
Desperté cuando sentí el auto frenar.
—Bajaré a abrir el portón— dijo Annie desabrochando su cinturón de seguridad.
—Bajaré yo— pedí algo adormilado mientras abría la puerta del auto.
—Bien.
Caminé tambaleante hacía el gran portón mientras miraba la casa.
Inserté y giré la llave en el candado que unía los extremos de una cadena corta que evitaba que el portón se abriera. Lentamente empujé ambas puertas para que el auto pasara y por último las cerré de nuevo tras este.
Mis movimientos se habían hecho lentos, muy lentos, como si con eso evitara el hecho de que tenía que entrar a la casa, pero sabía que nada evitaría que entrara.
—Eren, vamos.
Tragué en seco y me acerqué a ellos. Subí al pórtico y le dí las llaves a Annie para que abriera la puerta principal.
—Oye, tranquilo, estamos contigo— dijo el rubio acariciando mi hombro.
—Sí, gracias— respiré continuamente, enfocándome en calmar mis nervios.
—Dios santo— murmuró Annie cuando abrió la puerta.
Pasé entre ambos, entrando a la casa para ver que pasaba. Todos los muebles estaban botados, las paredes estaban rasgadas y rasguñadas y había un líquido carmesí por todos lados.
—¿Qué rayos pasó aquí?— cuestionó mi tía mirando alrededor.
—¿Estaba así cuando se fueron?— dijo el rubio pasando y acercándose a una de las paredes con sangre.
—No, todo estaba perfectamente ordenado— respondí mientras levantaba una foto familiar que estaba en el piso hecha trizas.
—Esa cosa tiene mucha energía— dijo pasando sus manos por la sangre y oliéndola— ¿Cómo empezó todo esto?, ¿pueden contármelo ustedes mismos?
—Creo que eso debería hacerlo Eren.
—Ayer, cuando volví del funeral de mis padres me dediqué a limpiar la casa, y entré al sótano para organizarlo y limpiarlo— trague saliva mirando a Annie, no recordaba el hecho de que aún no le había dicho nada sobre la tabla, pero creo que era necesario decirlo—. Y encontré una Ouija.
—¿Qué?— dijeron ambos al mismo tiempo.
—¿Por qué no me lo dijiste, Eren?— dijo Annie tomando mi rostro—. Dime que no la jugaste— dijo mirándome a los ojos haciendo que desviara la mirada nervioso—. La jugaste— fue soltando mi rostro poco a poco.
—Espera Annie, la encontraste ¿y que más?— preguntó Erwin.
-—Subí a mi habitación sin cerrar la puerta del sótano, cuando entré a mi pieza dejé la tabla sobre la cama para jugarla, al principio pensé que era una farsa por el hecho de que no se movía en ninguna de mis preguntas, entonces bajé a la cocina para tomar un poco de agua y cuando subí la tabla ya no estaba, la busque por todo el lugar pero terminé encontrándola sobre la cama de mis padres y el puntero se movía solo.
—Entonces todo empezó desde que entraste al sótano y jugaste con la tabla.
—Si, bueno, mis padres siempre me decían que no debía entrar ahí, y que por eso siempre estaba la puerta cerrada bajo llave, ellos me decían que había algo muy malo allí abajo, supongo que mantenían encerrada a esa cosa.
—Espera un segundo, ¿mantenían encerrada a esa cosa?
—Sí—afirmó Annie.
—Eso es imposible, no puedes encerrar tan fácil a un ente en una habitación… Díganme una cosa, ¿en los años que estuvieron aquí hubo algo similar, algunas molestias?.
—No realmente, solo un sacerdote vino a bendecír la casa y al otro día una vidente hizo una limpia, esa persona fue la que dujo que había algo malo en esta casa y se supone que ayudó a encerrarlo en el sótano— dijo Annie con la mano en la barbilla.
—Suponiendo que todo "empezó" desde que Eren abrió la puerta…— habló consigo mismo—. No, no se puede encerrar a un espíritu solo con un par de cosas— susurró.
—Hay otra cosa— dijo Annie para después explicarle la situación de los dueños anteriores de la casa.
—Parece que es inteligente, aunque no me sorprende— habló consigo mismo otra vez.
—¿Qué quiere decir?
—Si esa cosa mató a la familia anterior y sigue aquí quiere decir que jamás se fue.
—Sí, eso lo sabemos.
—Entonces si en el período que tus padres vivieron aquí jamás pasó nada, pero el ente jamás se fue y jamás fue encerrado quiere decir que todo el tiempo estuvo merodeando por la casa, sin embargo jamás hizo nada... hasta que-
—Hasta que mis padres murieron— complementé.
—Hasta que tus padres murieron y quedaste completamente solo y expuesto, sobre todo porque no sabías nada.
Parpadeé un par de veces tratando de procesar toda la información. Habían cosas que no entendía y que no hacían sentido en mi cabeza, todo esto me estaba superando por mucho. Quería llorar, vomitar, dormir 3 días seguidos y olvidarme de todo esto.
Ojalá fuera tan sencillo.
—¿Pero por qué no atacó a sus padres?—preguntó Annie.
—No lo sé, supongo que lo tenía planeado, todo debía ser en el momento indicado para engañar a sus padres haciéndolos creer que si estaba dentro del sótano nada pasaría— dijo el rubio—. Esa cosa quiere algo de tí— me señaló.
Una risa resonó por toda la casa cuando todo quedó en completo silencio. Sentí mi espalda arder y una sensación recorrió mi cuello. Sin que yo lo quisiera comencé a reír con una voy muy grave como para ser la mía, mientras giraba mi cabeza en distintas direcciones, luchando por volver a ser yo quien controlara mi cuerpo.
—Lo quiero todo— dije con una voz distinta a la mía. Yo no era el que estaba hablando—. Y ni tú ni nadie impedirá que lo tome.
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