CAPÍTULO 5

La automutilación, repugnancia, violencia y agresividad sin motivos aparentes, apetito sexual aumentado, pesadillas o terrores nocturnos de forma frecuente, perdidas de memoria, xenoglosía (hablar y escribir lenguas desconocidas para la víctima), cambios repentinos en la voz, transformándola en gruñidos e incluso en un desagradable y perturbador coro de voces son algunos signos básicos para identificar que alguien ha sido poseído por una entidad.
"El mayor logro del diablo es hacer creer que no existe".

Eren.

—No puedes quedarte aquí.  

—Entonces a donde planeas que vaya— dije. Annie habia tomado la computadora y el diario y los había metido al auto.

—Vendrás a mi casa.

—¿Cómo sabes que esta cosa no se ha adherido a ti también?, tú misma me lo dijiste, estaban pasando cosas parecidas en tu casa— aclaré.

—¡Pero no a este grado!— gritó— ...Eren, tengo miedo de que algo te pase, eres el único recuerdo que tengo de tu madre— se acercó y acarició mi mejilla con ternura— y voy a protegerte para que nada te pase-.

—Te digo lo mismo— musité.

—No lo entiendes Eren— se quejó.

—Por supuesto que lo entiendo, justo ahora eres la única familia que me queda junto con los pequeños— dije hablando de mis primos—. No quiero perder a la única familia que me queda— suspiré cansado—. Tengo miedo, me da terror pensar en que me podría pasar si todo sigue así, pero me da más miedo perder a mi única familia— me dí la vuelta y caminé de un lado a otro frotando mi cabeza—. No quiero estar solo.

—Entonces ven conmigo.

—No me refería a eso... si algo les pasa estaré completamente solo. Esto es mi culpa-

—Nada de esto es tu culpa— interrumpió Annie—. Tú no sabias lo que estaba pasando, y aunque no quiera creerlo es culpa de tus padres, ellos no te dijeron lo que había en esta casa, fue su error— suspiró —. Por favor, ven conmigo-.

—Solo quiero que estés tranquila.

—Con eso estaré tranquila, eres como mi hijo, solo quiero asegurarme de que estés bien— dijo suplicante.

—...De acuerdo, iré por mi celular y un poco de ropa, ahora vuelvo— me dirigí a las escaleras y las subí en dirección a mi habitación.

Encendí la luz, me dirigí al armario y tomé una maleta pequeña, metí algunas playeras, pantalones, y ropa interior para unos cuantos días, tomé el cargador de la computadora y el de mi móvil. Cerré la maleta y me dirigí hacía la mesita de noche para tomar mi móvil y meterlo en mi bolsillo. Iba a volver a la puerta pero noté la brillante llave del sótano junto con el collar favorito de mi padre, ese collar que tanto me gustaba y que un día terminó regalándome. Tomé la llave y el collar y por el pequeño agujero que la llave tenía, metí la cadena del collar. Suspiré y me lo coloqué. Tomé la maleta de nuevo y me dirigí hacía la puerta.
Cuando estuve a punto de salir, esta se cerró de golpe. Asustado tomé el picaporte y comenzé a girarlo para abrir la puerta, volví a hacerlo nuevamente, esta vez con más fuerza y brusquedad. La puerta no abría. La desesperación y el miedo me invadió de un momento a otro mientras ejercía presión buscando que la puerta se abriera.

La luz de la habitación comenzó a prenderse y apagarse rápidamente, la temperatura disminuyó y de nueva cuenta el olor a putrefacto inundó la habitación.

—Annie— llamé elevando la voz mientras miraba detrás de mí.

El sonido de las paredes siendo rasguñadas hizo que mis vellos se pusieran de punta. El ruido se escuchaba cada vez más claro y cercano a mí.

—Annie— llamé de nuevo subiendo un poco más el tono regresando la mirada a la puerta sin dejar de forcejear con ella.

La luz comenzó a parpadear más rápidamente, aumentando a cada segundo la velocidad, hasta que la habitación quedó completamente a oscuras de no ser por la mínima luz que atravesaba las persianas. Me maldije mentalmente por no haberlas abierto.
Intenté abrir la puerta de nuevo, pero como era de esperarse, el picaporte no cedió. Suspiré e intenté tranquilizarme. Después de algunos segundos, respiré profundamente y comencé a darme la vuelta lentamente sin levantar la mirada.
Cerré los ojos fuertemente rezando a quien sea que me escuchara.

—Por favor— susurré extremadamente bajo, tanto que ni yo lo alcanzé a escuchar bien.

Abrí los ojos lentamente y alcé la mirada poco a poco, preparándome mentalmente con lo que me iba a encontrar.
Lo primero que mis ojos captaron fue a un hombre parado frente a la ventana dándome la espalda.
Era más bajo que yo y con la poca luz que pasaba a través de las persianas podía notar que su cabello era de un tono azabache.

Ni siquiera quería hablar, tenía demasiado miedo.

—¿Quién eres?— dije con voz titubeante.

Escuché como el hombre respiró profundamente y levantó un poco la cabeza.

Creo que eso ya deberías saberlo— dijo con una voz tan grave y profunda que me hizo estremecer. Reconocía esa voz, era la voz de cada sueño.

—Levi— murmuré. Estaba aterrado, quería escapar y jamás volver pero no lo haría sin ver su rostros.

Que listo— dijo sarcásticamente.

—Abre la puerta— ordené.

Una risa grave resonó en la habitación, era profunda, muy profunda pero con un toque de elegancia, tanto que llegaba a sonar macabra.

No estás en posición para ordenarme cosas.

—¡Abre la maldita puerta!—grité, tal vez Annie me escucharía y vendría.

Noté como soltaba otra pequeña risa burlona. Suspiró y comenzó a girar su cuerpo. El miedo creció y las ganas de salir corriendo se volvieron más fuertes. Tragué en seco y giré mi cuerpo un poco preparado para tirar la puerta.

Cuando estuvo completamente girado hacía mí, la pequeña lámpara que estaba sobre la mesita de noche se encendió, mostrándome su rostro.
El aire casi abandona por completo mis pulmones cuando noté lo atractivo que era, parecía una persona normal. Hermosos e inexpresivos ojos grises, nariz pequeña y fina y labios rosados y delgados, sus piel era la más palida que había visto en mi vida, una piel lechosa y nivea, notablemente suave.
Era el hombre más atractivo que había visto jamás y por un momento dejé de temerle por la distracción que su físico causó en mí, pero todo eso cambió cuando su cabello comenzó a teñirse de blanco, unos enormes cuernos salieron de los costados de su cabeza y unos grandes y afilados colmillos sobresalieron de entre sus demás dientes, sus ojos se tiñeron de un rojo carmesí que ocasionó que un terrible miedo me azotar a nuevamente

—Annie— dije otra vez cuando la lámpara se apagó. Me dí la vuelta y comenzé a golpear la puerta—. Annie— dije un poco más fuerte, podía escuchar como esa cosa se acercaba a mí—. ¡¡Annie!!— grité suplicante—. Por favor— sollocé.

Shh, vamos a divertirnos susurró en mi oido.

Grité cuando el dolor de cabeza volvió. Me llevé las manos a la cabeza intentando calmar el dolor pero era inútil. De nuevo, sentí la sangre subir por mi garganta. Sentí como sus manos comenzaban a subir por mis espalda baja hasta llegar a mi cintura, pasó sus brazos y me pegó a su pecho. Cada parte que tocaba, cada centímetro de mi cuerpo que había recorrido ardía, ardía horriblemente, y sabía que lo había hecho a propósito. Me quería ver suplicar, me quería ver rogándole que se detuviera .

—Eren— la voz de Annie hizo que un me sintiera un poco aliviado—. ¡Eren, abre la puerta!

—A-Annie— dije jadeando.

No te irás—dijo una horripilante voz detrás de mí—. Ya te lo dije, no puedes escapar de , vayas a donde vayas yo estaré ahí fue lo último que escuché antes de que me desplomara en el piso.


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—Eren.

Me removí un poco e intenté hablar.

—Annie— susurré con dificultad.

—Eren— murmuró una voz—. Despierta.

Abrí mis ojos lentamente, encontrándome con los ojos celestes de la rubia. Una sensación de alerta recorrió mi cuerpo cuando recordé lo que había sucedido momentos atrás. Abrí mis ojos y me senté de golpe mirando rápidamente a mi alrededor.

—Hey, tranquilo— susurró—. Que bueno que estás bien.

Me tranquilizé cuando noté que no era mi habitación, pero la curiosidad llegó a mí. ¿Dónde estaba?
Toda la habitación era blanca. Una máquina llamó mi atención, era la típica máquina de los hospitales. La máquina que marcaba tu ritmo cardiaco. Miré mis brazos, estaban llenos de moretones y rasguños, y justo en una vena de mi antebrazo estaba encajada una pequeña aguja.

—¿Qué sucedió?— pregunté confundido, no recordaba el haber llegado al hospital. Intenté recargarme en el respaldo de la cama, pero mi espalda ardió.

—Subiste por tus cosas, pero tardaste en bajar. Cuando estaba subiendo las escaleras para mirar si estabas bien escuché que estabas gritando y golpeando la puerta. Intenté abrirla, pero no podía y terminé rompiendo la cerradura. Cuando entré estabas tirado en el suelo, no dejabas de secretar sangre por la boca, no parabas de compulsionarte y tu espalda estaba sangrando, no sabía que hacer, así que te traje aquí— suspiró demostrando un  poco de alivio—. Estoy tan feliz de que estés bien.

Un escocer golpeó mi espalda haciendo que gruñera, ¿qué demonios me había pasado en la espalda?
Tres golpes resonaron en la puerta, Annie dió un amable "Pase" y un hombre con bata blanca ingresó a la habitación. Era Pixis, el médico que me atendía desde que tenía memoria.

—Hola— sonrió amablemente-. ¿Cómo te sientes, Eren?— se dirigió a mí.

—Un poco cansado— murmuré.

—Si, lo entiendo...Debe ser duro, llegaste muy mal herido... disculpa Eren, pero quiero hacerte algunas preguntas... ¿Puedo?

Lo miré un poco confundido, claro que podía, no sabía porque estaba preguntando.

—Adelante.

—Eren...¿Perteneces a alguna secta satánica?, ya sabes, ¿adoras al contrario de Dios?, ¿Algo que podría considerarse "prófano"?— preguntó tomándome por sorpresa.

Oh, ahora entendía.

—¿Por qué lo dices?— lo miré confundido.

—No quiero ofenderte, es solo que... hay algunas cosas— dijo metiendo una mano en un bolsillo de su bata, sacando algunas fotografías—. Cuando tu tía ingreso al hospital contigo en brazos, noté que tú espalda estaba sangrando gravemente, pensé que había sido un desgarre o algún corte simple, pero cuando levanté tu playera encontré esto. Me tomé la libertad de sacar algunas fotografías, espero que no te importe— dijo entregándome los pedazos de papel.
En ella se me podía apreciar acostado boca abajo con la espalda descubierta. Tragué en seco. Había una estrella invertida rodeada por un círculo, de cada una de las puntas escurria sangre, mucha sangre, alrededor de la estrella habían muchas cruces invertidas junto con la letra "L".
—¿Es conocido esto para tí?—murmuró.

—Realmente solo se que la cruz invertida es una ofensa hacía Dios y que la estrella invertida es un signo satánico que se usa en rituales de brujería y ese tipo de cosas, pero no se más.

El doctor suspiró confundido.

—Hay otra cosa, llegaste al hospital secretando mucha sangre de la boca, pensé que era por una cuestión natural, ya sabes, una úlcera en el esófago, un corte en el estómago o algo parecido, realmente me preocupé, pero realmente no era ningún problema o daño en tu cuerpo, era como si tu mismo generaras la sangre en exceso, como saliva, con respecto a las convulsiones, aún no logro entenderlo, tú cerebro estaba en un estado de shock por la actividad eléctrica anormal, demasiado anormal diría yo, y sumándole el hecho de que estabas siendo sofocado por la sangre era un poco obvio, pero aún no entiendo la razón, tú no tienes ninguna afección médica, ningún traumatismo craneal, intoxicación accidental y mucho menos una sobredosis farmacológica porque jamás tuviste la necesidad de medicina, siempre fuiste un chico muy sano, lo que me lleva a esto— señaló mis brazos, precisamente mis moretones—, jamás tuviste deficiencia de hierro, y jamás fuiste tan torpe y descuidado como para caerte o tropezarte, ¿Haz tenido accidentes o golpes?

—En realidad sí. Caí de las escaleras del sótano— dije recordando. Eran muchas cosas, mucha información juntandola con las cosas que estaban sucediendo.

—Tú no te tropiezas tan fácilmente, eres muy hábil y bueno con los reflejos y el equilibrio, tus resultados fueron excelentes en el último examen , debiste distraerte con algo, algo llamara demasiado tu atención— sabía a lo que Pixis queria llegar, él no era tonto, se había dado cuenta y más con esas cosas dibujadas en mi espalda. El siempre fue muy religioso y creyente, desde que era niño recuerdo que siempre llevaba un pequeño rosario colgado en su cuello, y hasta la fecha sigue ahí.
Suspiré y agaché la cabeza, tenía que decírselo.

—Algo está pasando en casa— murmuré con pesar—. Algo macabro y maligno en palabras de Annie, se mete en mis sueños, dibuja pentagramas y nos ataca... ya no sé que hacer— dije llevando mis manos a mi cabeza apunto de llorar de nuevo por la desesperación.

—Te ayudaré en todo lo que pueda— dijo— pero tenemos que buscar una ayuda más profesional, tenemos que ir a la iglesia.

Inconscientemente gruñí al escuchar que nombraba a la iglesia, haciendo que Annie y Pixis me niraran sorprendidos, y es que hasta yo me había confundido, realmente jamás creí en ningún dios, pero no era para tanto como para despreciarlos de esa manera.

—Eren, ¿hace cuánto tiempo está pasando esto en tu casa?— preguntó.

—Desde que mis padres murieron.

Pixis abrió sus ojos preocupado y se acercó a la puerta listo para salir.

—Iré a cambiarme, esperen en el aparcamiento, debemos ir a la iglesia lo más pronto posible— dijo antes de salir rápidamente de la habitación.

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