CAPÍTULO 4
Fase 2 de la posesión demoníaca:
Opresión:
Cuando un individuo está bajo la opresión demoníaca la entidad comienza a afectar a la persona psicológicamente, físicamente y emocionalmente. El objetivo es hacer que la víctima renuncie a la lucha o a la voluntad de vivir y sobre todo a su alma, pudiendo conseguirla mediante el suicidio.
"El mayor logro del diablo es hacer creer que no existe".
Eren
—Hola— la voz de Reiner hizo que levantara la mirada extrañado.
El y Berthold miraban hacia la puerta abierta del sótano—. Eren, ¿Quién es él?— dijeron señalando la puerta. Miré en esa dirección. No había nadie.
Me giré para mirar a mi tía. Estaba pálida y su labio inferior temblaba descontroladamente. Me levanté y caminé lentamente hacía la puerta, les dije a los pequeños que fueran con su madre y sin dejar de mirar el sótano, tomé la puerta y la cerré.
Suspiré tratando de tranquilizarme y me giré para mirarlos. Un fuerte dolor de cabeza hizo que perdiera el equilibrio y cayera de rodillas. Había llegado de la nada y estaba taladrando mi cabeza sin descanso.
Llevé mis manos a mi cráneo y lo apreté tratando de mitigar el dolor. Grité. Dolía demasiado, era como si un cuchillo atravesara poco a poco la parte trasera de mi cabeza. Aunado a todo eso, escuchaba una voz murmurando cosas extrañas en un idioma que no lograba reconocer.
—¡Eren!, ¿¡qué pasa!?— dijo Annie.
Levanté la mirada encontrándome con la mirada aterrorizada de la rubia y los otros dos pequeños. Reiner lloraba abrazando a Berthold mientras este miraba fijamente algo por encima mío. Un espasmo recorrió mi cuerpo haciendo que me retorciera, gritara y quedara boca arriba. Sentía como si partieran mi espalda y retorcieran todos mis huesos, ni siquiera podía controlar mis movimientos, mis extremidades se movían solas y yo solo podía escuchar voces extranas en mi mente.
—¡Detente!— gritó Berthold.
—¡Sá- sácalos de aquí!— grité entre jadeos. Eran unos niños, no podían ver todo lo que estaba pasando.
Annie tomó a los niños y los llevó fuera de la casa. Escuché el sonido de la puerta de un auto cerrarse y supe que ya no estaban en peligro.
Me retorcí y grité sin contenerme cuando sentí algo caliente en mi espalda baja. Ardía y escocía, sentía como si esa parte de mi cuerpo ardiera en llamas.
Un sabor amargo inundó mi boca y sentí como si mi garganta se estuviera quemando. Un líquido llegó a mi boca, llevé mis manos a mis labios para no dejarlo salir y sin tener mucho éxito me di la vuelta quedando boca abajo y abrí la boca dejando que escapara sin poder retenerlo más. Un líquido carmesí cayó sobre losetas blancas, manchando el hermoso color puro.
Las voces en mi cabeza se detuvieron y el dolor paró, la sensación de quemadura se apaciguó un poco, pero aún así sentía esa zona de mi cuerpo punzando y caliente.
Annie entró al salón corriendo y ayudó a que me pusiera de pie. Mi cuerpo estaba temblando, se sacudía inconscientemente mientras dejaba escapar jadeos y sollozos. Tenía miedo. Mucho miedo.
Comecé a andar hasta llegar al sofá y con ayuda de la rubia me senté.
—Espera un segundo— dijo antes de subir por las escaleras.
Miré la puerta del sótano otra vez, y de nuevo estaba abierta. Escuché susurros y risas desde la oscuridad de este, de verdad me estaba haciendo sufrir. Puse mis manos a cada costados de mis brazos, abrazándome a mi mismo para obtener un poco de calor y consuelo propio.
Recordé a mis padres, me hacían tanta falta, si tan solo no se hubieran ido nada de esto estaría pasando.
Annie bajó por las escaleras con un par de mantas, se acercó a mi y me rodeó con todas envolviendome en una especie de rollo. Justo como lo hacía mi madre.
Se acercó y me rodeó con sus brazos, abrazándome y dando besos en mi cabeza para tranquilizarme.
Se escuchó un grave gruñido antes de que la puerta del sótano se azotara causando un gran estruendo por la casa.
Sin poder contenerme más tiempo me derrumbé en los brazos de Annie y dejé salir todas las lágrimas que había evitado derramar.
—Tranquilo pequeño, yo estoy aquí— dijo sin dejar de abrazarme.
Por primera vez en mucho tiempo sentí lo que era llorar en los brazos de alguien más. Sí, mis padres me consolaban y me apoyaban en mis momentos difíciles, pero hacía tiempo que no me había desmoronado como en ese momento. No estaba comprendiendo muchas cosas y un abrazo tan sincero y cálido me hizo sentir seguro, aunque sea por un poco de tiempo.
—Annie...— dije una vez que logré tranquilizarme un poco—. Encontré algo que tal vez nos de alguna pista sobre lo que esta pasando aquí.
—¿Qué es?
Me separé y dirigí mi mirada al sofá que estaba al otro extremo del salón.
En este yacia el pequeño cuaderno amarillo y azul.
—¿Qué es esto?— Annie se separó y caminó hacía el sofá.
—En la madrugada bajé al sótano y encontré eso— dije omitiendo todo lo que podría causar su histeria.
—No había visto esto cuando venía aquí para visitar a tus padres.
—Creo que ahí puede haber una explicación de todo lo que está pasando... Y creo que le pasó a la persona que escribió eso— dije con melancolía al recordar al pequeño
¯¿A qué te refieres?— dijo mirándome.
Le hice una seña para que leyera lo que estaba escrito en el cuaderno.
Lo tomó y abrió la pasta para mirar la primer hoja. Sin mirar demasiado pasó a la siguiente. Miré como su rostro cambiaba a uno de sorpresa y ternura.
—Es adorable— dijo mirando la imagen del pequeño mientras sonreía.
Igualmente sonreí al recordar al niño.
Pasó la hoja y observé en el reflejo de sus ojos lo que estaba escrito.
—Armin Arlert— dijimos a la vez.
Poco a poco fue cambiando las páginas, y conforme lo hacía su sonrisa se iba borrando poco a poco hasta que quedó en uan expresión de completa tristeza y de miedo. Justo en la última página llevó su mano a su boca y de sus ojos salieron un par de lágrimas. Bajé la mirada con tristeza.
—¿Él lo mató?— dijo sorbiendo las nariz.
—Eso es lo que quiero saber.
—Esta cosa... No quiero que te pase lo mismo
—Tomaré todas las medidas.
—No Eren, no lo entiendes. Esa cosa irá destruyéndote de a poco hasta que doblegues tu voluntad de luchar y hagas lo que él quiera— dijo con la voz cortada.
—¿Qué quieres decir?— dije alzando la mirada.
—Va a poseerte.
El miedo invadió mi cuerpo, los escalofríos se volvieron más fuertes y apreté las mantas entre mis manos.
¿Ser poseído? Solo había visto eso en las películas de terror, y siendo sincero me daba miedo el simple hecho de pensar que algo así podía pasarme, pero para mi desgracia, eso estaba sucediendo realmente.
Cerré los ojos intentando calmarme, respiré profundamente. Necesitaba ayuda profesional, necesitaba a alguien que supiera del tema. Necesitaba a la iglesia, tal ves ellos podrían ayudarme, nunca había sido alguien de fe, pero si alguien sabía de estos temas y que hacer en estas situaciones era la iglesia.
—E-Eren— la voz de Annie hizo que abriera los ojos.
Lo primero que ví fue el suelo, los sofás y la mesa de centro desde arriba. Después miré el rostro aterrado de Annie justo debajo de mí.
Extrañado giré la cabeza encontrandome con el techo blanco justo detrás de mí.
Miré a Annie con terror. Estaba levitando.
Una risa grave sonó justo en mi oído, haciendo que mis vellos se erizaran.
—Boo— escuché antes de caer de golpe al suelo, quedando inconsciente.
***
-Ya no hay forma de escapar-.
-¿De qué estás hablando?- de nuevo ese lugar oscuro y frío. Una brisa fresca recorría el lugar.
-Tú eres mio- susurraron en mi oido.
-No hasta que muera- dije desafiante. Sabía que estaba jugando con fuego, pero estaba dispuesto a quemarme si la llama se apagaba.
-No te preocupes, amor, pronto no quedará nada de tí en este vil y asqueroso mundo. Ya te lo dije, dame un par de días y estarás suplicando que te mate- sentí como algo tocaba mi mejilla y acariciaba mis labios.
-Sigues creyendo que soy débil- sonreí- tú no deberías estar aquí, tú no perteneces aquí, vete-.
-No me iré sin tu deliciosa alma, además, aún tengo que usar esto- algo recorrió lentamente mi cuerpo hasta que la presión se acentuó en mi trasero.
-¿Y cómo planeas usarlo?, ¿homicidios?- me burle.
-No lo se- una sensación húmeda recorrió desde mi lengua hasta mi cuello y ahí sentí como si algo se clavara haciendo que gimiera de dolor.- Me gusta ese sonido, tal vez lo escuche nuevamente más adelante-.
-Oh vamos, ¿vas a abusar de mí o que?- si era sincero me estaba muriendo de miedo, pero tenía que mantenerme firme, tenía que ver lo que haría- Eres un fantasma, los fantasmas solo asustan para sentirse importantes y hacerse notar, pero realmente no hacen nada. Tu sabes, "perro que ladra no muerde"-.
Sentí como tiraban de mi cabello haciendo que levantase el rostro. Respiré agitadamente cuando sentí una presión en mi cuello que me impedia respirar correctamente.
-Te crees muy hobrecito, pero pronto estarás suplicando, lloriqueando y pidiendo perdón. Te ganaste un boleto al infierno- una punzada invadió mi hombro haciendo que gritara. Me había mordido.
-Eren-.
-Hablando de lloriquear, la nariz de tucán está llamándote. Será mejor qje vayas mocoso.-.
-Eren-.
-No veremos pronto, Eren-.
-Eren-.
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—¡Eren, despierta!
Me senté de inmediato en el suelo con la respiración agitada.
—Está bien... Tranquilo, todo está bien—dijo Annie suspirando—. Me espantaste, idiota.
—Estoy bien— le dije, aunque creo que trataba de convencerme más a mí mismo.
—Tu cuello está sangrando— dijo asustada.
Llevé mi mano a mi cuello y la miré notando la sangre en toda mi palma.
Me levanté tambaleante y corrí hasta el baño, abrí un estante y saqué un pequeño botiquín. Limpié toda la sangre notando la marca de unos dientes en la zona. La herida no era profunda así que solo puse unas gasas.
—Tu hombro también— dijo Annie detrás de mí—. Quítate la camiseta, yo haré eso.
Lenta y cuidadosamente me saqué la camiseta. De mi hombro escurra a borbotones un grueso camino de sangre. Definitivamente esa herida era mucho peor que la de el cuello, era mucho más profunda.
—Necesito suturarla— dijo notablemente nerviosa y temblando.
—En el botiquín está todo lo necesario — dije sentándome en el escusado.
La rubia sacó la aguja y el hilo de la caja, se lavó las manos, desinfectó la aguja rápidamente, temblando un poco, insertó el hilo con algo de dificultad y clavó la aguja haciendo que soltara un jadeo. Mordí mi labio para no gritar maldiciones y esperé pacientemente hasta que terminara mientras se disculpaba de vez en cuando. El sangrado se detuvo y limpió mi hombro sacando todo rastro de sangre.
—Debemos investigar sobre la familia que vivió aquí— dije poniéndome la camiseta de nuevo, ignorando las manchas rojizas que la adornaban.
—¿La familia Arlert?— preguntó Annie mientras guardaba todas las cosas en el botiquín.
—Si, iré por la computadora, espera un segundo— subí rápidamente las escaleras, entré a mi habitación y tomé la portátil, miré alrededor buscando alguna cosa extraña y sin notar nada bajé de nuevo.
Annie esperaba sentada en el salón, me senté a su lado y encendí el aparato.
—¿Qué pasó con tus hijos?
—Están durmiendo en el auto— suspiré de alivio al saber que estaban bien— ¿cómo empezaremos a buscar?— me preguntó.
—Creo que primero debemos buscar información sobre la casa, tal vez encontraremos información sobre los habitantes— dije.
—Bien.
Me metí en el buscador y puse la localización de la casa. Los resultados aparecieron enseguida. "La horrible tragedia en la casa Hûks" fue lo primero que apareció.
Miré a Annie preguntándole con la mirada si conocía algo sobre el tema.
—Jamás escuché sobre eso.
Cliqueé el enlace y una página de noticias apareció en pantalla.
Aclaré mi garganta y comenzé a leer;
—"El 26 de Julio de 1997 a las 10:24 a.m se determinó la muerte de una familia entera dentro de la casa Hûks. Los cuerpos sin vida de la familia Arlert fueron encontrados cuando un familiar iba de visita. Se informó de inmediato a la policía y esta abrió de inmediato una caso específico de investigación para el suceso, pero debido a las repentinas muertes y la falta de culpables y pruebas el caso se dejó 3 años después sin ser resuelto.
El padre de la familia se encontró con el cuello degollado con un cuchillo que se encontraba en la mesa donde al parecer todos estaban tomando el desayuno. La madre fue encontrada con marcas de asfixia alrededor del cuello, el hijo mayo fue encontrado con un agujero en el pecho, similar a un tiro de escopeta a quemarropa y el hijo menor fue encontrado debajo de las escaleras del sótano, sin embargo este no tenía heridas o marcas, al parecer su muerte fue más natural que causada, ya que al pequeño se le había diagnosticado un problema cardíaco desde su nacimiento"— miré a Annie, todo coincidía—. "Hasta la fecha de hoy no se han encontrado pruebas de algún culpable, por lo que el caso sigue estando inconcluso"- suspiré. Habían encontrado al pequeño justo debajo de las escaleras del sótano, justo donde me habían tomado de los pies.
—Hay una cosa que no entiendo— dijo Annie— ¿Por qué dicen que el pequeño murió por causas naturales?
—Porque tal vez así fue— murmuré—. En el cuaderno parecía como si esa cosa le hubiera tomado cariño al niño— suspiré y me llevé las manos a la cabeza—. Tal vez él no lo ma-
El radio que se encontraba en el salón se encendió por si solo y comenzó a cambiar de estaciones como loco. Miles de voces se sintonizaban a la vez sin dar oportunidad de dejar algo entendible, pero de un momento a otro las decenas de voces se callaron dejando solo a una hablar a la vez y junto con cada estación dejaba que algunas palabras sonarán, formando una frase-.
—"Todos-van-a-morir".
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