CAPÍTULO 2

Los espiritus malignos aprovechan la baja autoestima, el estado de tristeza o depresión para manipular al huesped a su antojo.
"El mayor logro del diablo es hacer creer que no existe".

Fase 1 de la posesión demoniaca:
Infestación:
La entidad puede presentarse como el espíritu de un ser querido o incluso de un ángel. Se gana la confianza de su víctima, por lo que la entidad puede influir en la persona. Sombras o figuras extrañas que se mueven sin ninguna explicación, sonidos de pisadas, susurros, que los objetos desaparescan y reaparezcan en otro lugar o incluso líquidos que se filtran a través del suelo o las paredes son señales de infestación.

Eren

La tabla ya no estaba y no sabía porque. La había dejado justo en medio de la cama. No pudo haberse caído.

Me acerqué a la cama y revisé debajo de esta. No había absolutamente nada.
Fruncí el ceño y miré alrededor intentando buscar un rastro o una señal que me dijera donde estaba. Busqué por toda la habitación. La maldita tabla no estaba.
Salí al pasillo para buscarla. Seguía sin haber nada. Llegué al la habitación de mis padres, no quería entrar, pero tenía que encontrarla.

Al abrir la puerta lo primero que ví fue ésta.

Estaba sobre la cama de mis padres, justo en el centro, y el puntero se estaba moviendo como loco sobre la tabla. Tragué en seco, cerré la puerta y me acerqué lentamente a la cama.
Cuando estuve frente a la cama el puntero dejó de moverse.

De acuerdo, tenía muchas dudas, pero las principales, ¿cómo había llegado la tabla hasta aquí?, ¿de verdad el puntero se estaba moviendo solo?
Me mordí el labio inferior como muestra de mis nervios.
Acerqué mi mano para tomar el triángulo, pero este se escapó llendo hacía la letra "L". Extrañado intenté tomarlo de nuevo, pero esta vez se escapó a la letra " E". Chasqueé la lengua desesperado y de nueva cuenta intenté tomar el puntero, esta vez se dirigió a la "V".

—"L", "E", "V", "I"— dije deletreando cuando el puntero se detuvo y regresó al centro de la tabla.

Tenía miedo, no podía negarlo, sentía mis piernas temblar, mis manos sudaban y mi respiración se agitaba aunque intentara calmarla, no sabía que estaba pasando.

—¿T-te llamas Levi?— pregunté no muy seguro.

La palabra "Si" fue lo que el puntero señaló.
Un escalofrío recorrió mi espalda, no podía creer que se estuviera moviendo.
Tragué en seco de nuevo y me acerqué para tomar el triángulo.

—B-Bueno Levi, creo que es hora de que te va...— antes de que pudiera tomar el puntero este volvió a escurrirse hasta la "L" después a la "E", a la "V" y por último a la "I".

El puntero se estaba volviendo loco. Lo único que señalaba era la palabra "LEVI" repetidas veces. Cuando terminaba de deletrear el nombre lo hacia de nuevo, una y otra vez y conforme lo repetía la velocidad iba aumentado.
De un momento a otro, el puntero salió volando, dando en la pared, justo donde estaba colgada una cruz, haciendo que esta cayera.

Eren— una voz susurró detrás de mí.
Una voz profunda, gruesa y tenebrosa, una voz que dejaría helado a cualquiera.

Mi respiración se alteró y comenzé a sudar frío. Podía sentir una respiración en mi nuca haciendo que mis vellos se erizaran.
Volví lentamente la cabeza para intentar ver quien estaba detrás de mí. Me volteé completamente al no ver a nadie. Miré toda la habitación buscando alguien o algo, pero no había absolutamente nada.
Tal vez había imaginado el susurró, pero la tabla de verdad se había movido al igual que el puntero.

Miré la cruz en el suelo junto con el puntero.

Respiré profundamente y me acerqué para tomar la cruz y el puntero. Me dirigí a la cama para tomar la tabla.

Salí de la habitación cerrando la puerta y recargando mi espalda en ésta para intentar tranquilizarme.
Suspiré y caminé a mi habitación para dejar las cosas en la cama.
Abrí los ojos recordando lo que mi madre me había dicho cuando era pequeño.

Eren, jamás bajes al sótano tu solo, y si lo haces, cierra la puerta dijo mi madre acariciando mi cabeza.

¿Por qué no mami?pregunté inocentemente. Después de todo aún era pequeño.

Porque hay algo muy malo ahí. Por eso tu padre y yo jamás dejamos la puerta abierta, porque la cosa malvada podría salir dijo—. Prométeme que jamás entraras, y mucho menos dejarás la puerta abierta.

Lo juro mami dije alzando mi pequeña mano en forma de juramento.

—¡Maldición!— dije corriendo fuera de la habitación y bajando las escaleras sin importarme si me tropezaba o alguna otra cosa.
Y ahí estaba. La puerta estaba abierta de par en par.

—Joder, ¿qué hice?— dije golpeándo mi cabeza levemente contra la pared.

Unos golpes en la puerta principal hicieron que dejara de insultarme a mi mismo y entrara en razón.
Caminé hasta la puerta para abrirla, encontrándome con mi tía Annie.

—¡Tía!— dije sorprendido.

—Te he dicho cientos de veces que me digas Annie— dijo apartándome de la puerta para pasar—. Además, ¿qué es todo esto?— comentó pasando un dedo por la pequeña mesita que estaba en la entrada para después enseñármelo lleno de polvo.

—Estaba limpiando. Annie, de verdad lamento hacer esto, pero tienes que irte, estoy tratando de-

—Abriste la puerta— me interrumpió caminando hacía la puerta del sótano—. ¿qué haz hecho, Eren?— dijo encendiendo la luz.

El sonido de como algo se caía y el de unos pasos resonaron en el segundo piso. Mi tía y yo nos miramos antes de salir corriendo escaleras arriba para mirar mi habitación.

—Eren, si no creías en Dios antes, es momento de que lo empieces a hacerlo ahora— dijo sin dejar de mirar la enorme cruz invertida que estaba dibujada en el suelo con algo que parecia ser pintura negra— Hay algo muy malo aquí—.

Ya estaba anocheciendo, y eso me daba más miedo aún. Si todo esto había suscedido a plena luz del día, ¿qué pasaría durante la noche?

Después de ayudarme a limpiar el desastre, mi tía dijo que tenía que irse.

—¿De verdad tienes que irte?— pregunté con miedo.

—Dejé solos a tus primos— era verdad, mi tía había perdido a su esposo cuando estaba embarazada. El cáncer de pulmón había acabado con él —. Escucha, si necesitas cualquier cosa solo llámame, no importa la hora, si ocurre algo no dudes en llamarme— dijo mirándome.

Sus ojos se desviaron levemente para mirar por encima de mi hombro. Sus rostro que demostraba cariño cambió a uno que mostraba en absoluto terror.
Cuando intenté voltear para mirar que era lo que había visto, ella tomó mi mentó y me obligó a mirarla.

—Antes de dormir, pon un crucifijo bajo tu almohada— dijo sin dejar de mirar detrás de mí—. Y por favor no lo olvides— regresó su mirada a mí, para asegurarse de que escuchara atentamente—. cierra la puerta dijo dándose la vuelta lentamente—. Ah, por cierto—. dijo volteandose de nuevo—. Ten— se llevó las manos a la nuca y desabrochó algo que parecía un collar con un cruz—. Era de tu madre, pero creo que en este momento lo necesitas más que yo— pasó el collar por mi cuello y lo abrochó—. Te quiero, Eren— dijo acariciando mi mejilla.

Salió de la casa y me quedé mirando el collar mientras escuchaba el sonido de un auto alejarse. Eran la 9:57 de la noche y a pesar de que había dormido un poco durante el día, el sueño estaba haciendo de la suyas. Tenía sueño, pero era mayor el miedo.

Cuando recordaba todo lo que había sucedido, un escalofrío recorría mi espalda. Todo eso había sucedido a la luz del día, ¿qué pasaría durante la noche? Annie me lo había dicho, había algo blasfemo en la casa, eso solo había hecho que mi miedo aumentará.

Suspiré y me dirigí a la puerta del sótano para cerrarla. Miré dentro de este, todo estaba completamente oscuro. Tomé el pomo de la puerta y la cerré con llave. Sin mucho ánimo, subí al segundo piso. El pasillo estaba oscuro por completo, pero al final de este podía notar la puerta de la habitación de mis padres abierta.
Sin despegar mi vista de la puerta, busqué con la mano el apagador para encender la luz. Al escuchar el "clik" y ver como las luces se encendían, me encaminé hasta la habitación de mis padres.
Cuando iba a tomar el picaporte para cerrar la puerta, esta se cerró abruptamente y dí un salto hacía atrás para evitar que me golpeara.

Suspiré asustado y me dí la vuelta para entrar a mi habitación. Cerré la puerta detrás de mí y recargué mi espalda esta. El miedo había aumentado.

Me acerqué al armario para sacar mi pijama. Me quité la ropa y me coloqué la ropa de dormir. Me dirigí al baño, hice lo que tuve que hacer y me cepillé los dientes. El sueño se hacía más fuerte cada vez, tanto que me era inevitable cabecear un par de veces.
Sin más que hacer, me senté en la orilla de la cama, listo para ponerme cómodo y dormir, pero mi mirada se desvió al centro de la habitación. La tabla y la cruz aún estaban ahí. Fue un milagro que mi tía no hubiera notado que tenía la tabla. Hubiera recibido un regaño extra.
Encendí la lámpara de noche, me levanté, tomé la tabla junto al puntero y la metí en el armario. Recordando lo que Annie me había dicho, me acerqué a la puerta y le puse el pestillo, apagué la luz, me acerqué a la cama de nuevo, de igual manera tomé el crucifijo y lo coloqué debajo de la almohada sin mucha fé.
Un bostezo salió por si solo de mí y me metí debajo de las sábanas.
No muy seguro, me persigne sin muchas ganas y me acosté apagando la lámpara. Tenía miedo, podía escuchar algunos pasos y golpes en la habitación de mis padres, pero no quería ir a revisar, porque sabía que aunque hubiera alguien en la habitación no lo podría ver.

Me cubrí completamente cuando oí la puerta de la habitación de mis padres abrirse y cerrarse, acompañados de unos pasos en el corredor. Cerré los ojos con fuerza al notar que alguien estaba intentando abrir la puerta. Escuchaba como giraba el picaporte, para abrir la puerta, cada vez con más agresividad. Fue hasta que todo paró cuando pude sentirme más tranquilo y finalmente, cuando ya no sucedió nada pude dormir.

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—¿Qué es lo que quieres?— fue la pregunta que le hice en medio de la oscuridad. Sabía que esto era un sueño, pero también sabía que de alguna u otra forma era real, ¿Irónico, no?


Necesito un cuerpo— dijo una voz profunda que provocó un eco.

¿Y tiene que ser el mío?

Una risa silenciosa resonó por todo el lugar.

Eres lindo, podría hacer muchas cosas con ese cuerpo— susurró en mi oido. No podía ver nada, todo estaba completamente oscuro, pero si podía sentir sus manos recorriendo mi cuerpo. Sentía algo cálido recorriendo mi cuello. Solté un gritillo al sentir como me mordía levemente el hombro.
No me podía mover, intentaba separarme, pero no podía mover tan siquera un dedo. Me quejé. Estaba mordisqueando mi cuello y mi hombro y estaba tocando en lugares en los que reaccionaba rápidamente.
Vaya, después de todo te está gustando, ¿no?

Detente— dije con la voz entrecortada.

¿Por qué habría de hacerlo?, parece que te estás divirtiendo.

No... Por favor, detente— supliqué a punto de llorar.

Tsk— escuché que chasqueó la lengua y dejé de sentir sus manos sobre mi cuerpo—. maldito mocoso.

T-tú... Tú eres Levi, ¿no?— dije intentando calmarme.

Que listo eres— dijo con sarcasmo.

¿Qué es lo que eres?— pregunté.

Otra leve pero profunda risa inundó el lugar, haciendo que un escalofrío recorriera mi espalda. Ni siquiera sabía de que se estaba riendo. Fue una pregunta completamente sería, jamás había comentado algo gracioso, ¿o si?

Soy un fiel servidor de mi señor dijo. Eso no me daba buena espina.

¿Q-quién es tu señor?pregunté no muy seguro.

"El maligno", "Lucifer", " Satanás", en realidad ustedes los humanos lo llaman de muchas maneras dijo para después soltar una risita.—. y mi señor me concedió tu cuerpo volvió a susurrar en mi oído—. así que podré hacer lo que quiera con él, solo espera un par de días y verás habló contra mi cuello—. serás mío murmuró.

Desperté gritando y completamente sudado. Me senté en la cama y cubrí mi cara con mis mano para intentar calmarme. Miré mi habitación, encontrándome con la puerta abierta. Fruncí el ceño y entrecerré los ojos. Había cerrado la puerta con pestillo, no tenía porque estar abierta.

Una figura blanca pasó por el pasillo.
Conocía esa figura.

—Mamá— susurré.

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