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Mi cabeza punzó de una manera tan dolorosa, que prácticamente obligó a mi cuerpo a despertar. Abriendo los ojos con lentitud, observé mi alrededor confundida intentando descifrar el lugar en el que me encontraba.

Las paredes eran de madera y a un lado de la cama se encontraba un pequeño mueble con una gran cantidad de medicinas, y cosas desinfectantes.

Desde la punta de mis pies hasta cada centímetro de mi cabello dolía. Todo lo hacía.

Acomode mi cuerpo en la cama e intenté levantarme sin éxito alguno.

Giré mi rostro aturdida e intenté moverme de nuevo fuera de la cama en la que me encontraba.

—Ho... Hola—hablé aturdida, incluso hablar dolía demasiado.

No recibí respuesta alguna por lo que decidí levantarme.

Suspiré profundamente y levanté mi cuerpo finalmente de la cama, ahora sí que lo había logrado.

Dejé que mis pies descalzos tocarán lo frío del suelo y avancé con lentitud apoyándome con casi todo lo que mis manos tocaban para poder tomar impulso. Lentamente me acerque hasta la puerta y tomé de la perilla girándola con lentitud y abriéndola para salir de la habitación.

Un pasillo solo fue lo único que mis ojos pudieron ver, no había nadie en el, ni siquiera pude escuchar un sólo ruido en el lugar.

Saqué mi cuerpo por completo y observé cada detalle de aquel pasillo tan solitario y frío para que fuese mi hogar.

—Ho... Hola...—llamé de nuevo intentando llamar la atención de quién fuese que viviera aquí.

—¡¿QUÉ HACES AQUÍ?!...—gritó llamando mi atención una voz a mis espaldas.

Di un brinco asustada por aquella voz con tono molesto y giré mi cuerpo para poder encararlo.

Sus facciones eran finas y tenía cierto parecido a alguien que seguramente conocía. Llevaba en sus manos un par de antisépticos y algunas gasas que supongo iban a ser utilizadas en mí.

—NO DEBERÍAS ESTAR AQUÍ...—volvió a gritarme con tono molesto. —Podrías hacerte daño—suavizó su tono de voz mientras dejaba las cosas que llevaba en sus manos sobre el mueble que estaba en una de las esquinas del pasillo.

—¿Qui... Quién eres?...—susurré visiblemente asustada.

—Te diré mi nombre cuando vuelvas a la cama—me miró con seriedad.

_N... No.... No se quien eres y no volveré a la cama hasta que me digas ¡¿Quién mierda eres?!—grité la última pregunta mientras retrocedía de él.

—¡Ya te lo he dicho! ¡Hasta que vuelvas a la cama te diré!—me gritó de nuevo. Tal vez ya había terminado con su paciencia.

Moví mi cuerpo con lentitud y cuando iba a volver a la habitación un dolor punzante en mi pierna me hizo caer al piso llamando aún más su atención.

—¡Mierda!—me maldije internamente llevando mis manos hasta mi cabeza que era la que hasta el momento no dejaba de punzar.

—¡Te lo dije!—me reclamó aquel chico llevando sus manos hasta mi cintura, levantándome en sus brazos en un sólo movimiento. —Deberías sostenerte de mi... Podrías resbalarte de mis brazos en cualquier momento—dijo realmente convencido de ello, así que obedecí su comentario.

A pasos largos me llevo hasta la habitación, me recostó sobre la cama y levanto mi pants observando la gasa roja que cubría alrededor de mi tobillo.

—No debiste de haberlo hecho—me miró concentrado en la herida. —Ya había sanado lo suficiente—me miró fijamente a los ojos y luego volvió a la herida. Sacó los anticépticos que aguardaban en el mueble de mi lado y comenzó a hacerme las curaciones que necesitaba. Salio de la habitación y cuando volvió llevaba en sus manos un par de gasas con las que cubrió mi herida. —Debes tener más cuidado... ¿Está bien?...

Suspire pesadamente y luego le miré. —¿Quién eres?...

La sonrisa fugaz que había asaltado a su rostro desapareció un sólo segundo antes de volver a sonreír con más entusiasmo. —Mi nombre es Ethan. Ethan Morgado—estiró su mano frente a mí. —¿Tú eres?...

Fruncí las cejas y me acerqué a mirarle más de cercas, en mi cabeza rondaron miles de preguntas pero una de las principales era mi nombre... ¿Cuál era mi nombre?.... Lo pensé durante varios minutos hasta que note la reacción de el chico que me acompañaba. Su entrecejo se encontraba fruncido y en su rostro aguardaba una mueca confundida que me decía que no entendía lo que pasaba conmigo.

—¿Te encuentras bien?...—bajó su mano y se acerco a mi cuerpo, inconscientemente cubrí mi vientre.

—N... No—mis ojos se cristalizaron y mi cuerpo tembló. —No... No sé cuál es mi nombre...










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