Treinta y nueve
Todo estaba demasiado tranquilo para su gusto. Si de verdad el Príncipe estaba allí -en el cuerpo de Yuri, no menos- entonces tenía que suponer que en realidad era una trampa. El Príncipe no sería tan descuidado como para aparecerse en el cuerpo de un chico muerto, sabiendo que al menos alguien en el Triadverso tenía que saber la verdad.
Eso era otra que lo inquietaba. Si Yuri estaba muerto ¿cómo su cuerpo estaba aún allí? Sabía que los cuerpos dejaban de ser visibles una vez que saltabas de universo, pero eso no quitaba que otro viajero podría robártelo. Pero si te morías... lo lógico sería creer que tu cuerpo desaparecía para siempre.
Decidió que era una pérdida de tiempo pensar en esas cosas; le daban ilusiones infundadas.
No se atrevió a sacar su motocicleta ni a tomar un taxi hasta el edificio de La Tríada. Quizás estuvieran rastreándolos, así que sin dudarlo se dirigió a la estación más cercana del metro de Londres, a menos de una calle de su apartamento.
Una bufanda y una sudadera con capucha debían ayudarlo a pasar un poco inadvertido. Sus rasgos no eran demasiado llamativos en la gran urbe cosmopolita de Londres, siempre llena de extranjeros. Tenía que llegar a los otros antes de que las cosas se salieran de control.
Ni siquiera podía lanzar las coordenadas, no en un mundo donde miles de personas tenían un Pájaro de Fuego para rastrearlo. Esperaba que nadie del grupo fuera lo suficientemente idiota como para usarlo.
Tampoco se atrevió a usar su celular, que de seguro estaba pinchado y La Tríada podría leer u oír toda su información personal.
¿Cuándo se había convertido él en la presa? Un mes atrás era Otabek el cazador que iba detrás de una escurridiza liebre, solo para terminar escondiéndose como un animal indefenso.
No estaba muy seguro a dónde ir así que se dirigió a la casa de los Babichev. Recordaba haber llevado varias veces a Sara en su motocicleta hasta la casa de Mila, su novia, y lo más lógico sería pensar que la chica andaba por el perímetro.
Pequeña sorpresa se llevó cuando descubrió que la calle estaba cortada por un montón de policías, sin ningún rastro de su amiga pelirroja. Supuso que La Tríada ya estaba al tanto del regreso de sus fugitivos, pero nunca esperó que se desplegara un operativo de semejante tamaño.
Una mano lo tomó del hombro, haciéndolo atacar por reflejo. De las partes más oscuras del callejón en que se estaba escondiendo, salieron tres figuras muy conocidas para él: Mila, JJ y Seung-Gil. Por poco y le encajaba un puñetazo perfecto en la mejilla de su amiga.
Suspiró con alivio, pero eso no quitaba que faltara la mitad del grupo. Todos llevaban capuchas, además de que JJ tenía puestas unas gafas de sol espejadas.
- Hay problemas -fue todo lo que Mila dijo.
- ¿Cómo saldremos de ésta? ¿Y qué ha pasado con los otros?
- Ni idea -intervino JJ-. Cuando llegué estaban invadiendo mi casa, llevándose a rastras a mis maravillosos padres. Yo estaba en el cuarto cuando mi hermana apareció y me dijo que debía irme, pero claro que no tenía a dónde así que me arrojó por la ventana ¡Esa bruja literalmente me empujó! Por suerte era planta baja y pude huir.
- ¿Qué Yuri no había viajado desde tu casa? ¿El Príncipe apareció ahí, entonces?
- Viajó desde la habitación del fondo. Y si llegó allí, yo no tengo idea. Ni siquiera pude hablar con mis padres antes de tener que aterrizar sobre las hortensias de mi madre.
- Hay que ir al Triad Buildings -dijo Seung-Gil, espiando a los policías de la cuadra-. No tengo dudas de que el Príncipe estará allí.
- ¡Gran idea! -exclamó Mila con sarcasmo- ¿Qué te parece si tocamos el timbre y esperamos que nos ofrezcan un poco de té y galletitas?
- No me opondría -respondió el canadiense-. Se me antojan unas scottish shortbread.
- Y con una humeante taza de Earl Grey.
- Dejen de hablar de comida -masculló Seung-. Nuestros cuerpos se sienten famélicos después de estar tanto tiempo lejos.
Otabek no podía negarlo. Le hacía sentirse mal que, en medio de toda esa situación, se sintiera hambriento. Lamentablemente no estaban en posición de parar por algunos bocadillos.
Al fondo del callejón había un alambrado que llevaba a otro callejón, pero que era un muy buen atajo para alejarse sin ser visto. El problema era, claro, que estaba demasiado alto incluso para JJ, y el alambre de púas que lo bordeaba.
Antes de que alguno de ellos pudiera protestar, Seung-Gil sacó de sus bolsillos una pinza con la que empezó a cortar los alambres con gran velocidad.
- A veces eres un hombrecito maravilloso -lo halagó Mila.
- Vamos -dijo haciendo caso omiso de ella, pero tomándola del brazo y empujándola por el hueco que acababa de cortar- ¡Ahora!
Los cuatro caminaron a paso veloz, intentando no verse como cuatro fugitivos y más como un grupo de adolescentes drogadictos que buscaban un rincón para ponerse.
Decidieron que irían directamente a La Tríada, pero no podían meterse por la puerta principal. Quizás Leo y Guang Hong podrían haberlos ayudado desde adentro si no fuera que no tenían forma de comunicarse con ellos. De Yuuri, Phichit, Chris y Minami no había noticias. Mucho menos de los Crispino, que seguramente estaban haciendo de las suyas en un universo menos peligroso.
- Otabek -dijo JJ acercándose para caminar a su lado-. Otabek, ¿está mal que tenga un poquitín de miedo? Mira, yo se que La Tríada es peligrosa, ¡Ellos humillaron a mi abuelo Keith Leroy cuando decidió representar a los Nikiforov-Plisetsky! Arruinaron otro de sus casos para quitarle validez a su profesionalidad. Bah, no supe hasta ahora que había sido La Tríada porque ¿no es sospechoso que eso le ocurriera justo cuando comenzó la lucha por las acciones del Pájaro del Fuego?
Otabek no respondió al instante. Sí, era sospechoso, y sí, él también hubiese pensado que La Tríada andaba detrás de todo eso. Pero humillar el nombre de un renombrado abogado era una de las cosas menos graves de las que eran capaces.
El edificio espejado de La Tríada apareció pronto en su campo de visión, con todo el perímetro rodeado por más policías de Interpol.
- Entremos a la Torre de Londres -propuso Seung-Gil-. Podremos observar mejor desde alguna de las ventanas.
La Torre de Londres era una inmensa fortaleza histórica, construida por el rey William I, el Conquistador y convirtiéndose en uno de los mayores símbolos de la corrupción de la élite británica durante varios siglos. Durante un tiempo funcionó también como prisión y, actualmente, no era más que una atracción turística.
El grupo cruzó el Tower Bridge -o Puente de la Torre- para cruzar el Támesis. La única vía para cruzar a pie era por el puente metálico azulado de arriba, que conectaba las dos torres del puente por encima de la autovía.
Estuvieron esquivando turistas por un rato, negándose a tomar fotografías o ayudar con indicaciones. No ayudaba que todos ellos habían vivido en Londres por varios años y que se les hubiese pegado el característico acento británico, lo que los hacía ver como un montón de chicos locales amargados.
Otabek sintió que el estómago le rugió cuando pasaron por los cientos de puestos de fish and chips que se conglomeraban a las orillas del río. Recordaba viejas épocas, cuando todavía era menor de edad, y salía a pasar un buen rato con alguno de los otros aspirantes a policías de Interpol.
¿Cuándo había pasado tanto tiempo de aquellos tiempos, de la dulce ignorancia en la que había vivido?
La Torre de Londres no estaba tan llena de turistas, quizás porque no fuese una atracción que le hiciese competencia al Big Ben, al Palacio de Buckingham o al London Eye. Por una vez deseó que comenzase a llenarse de personas que los ayudaran a camuflarse.
JJ consiguió los tickets, balbuceando cosas en un francés mezclado de inglés, como si todos fueran turistas. El tipo de la boletería miró a su amigo como diciéndole que no era un estúpido, que claramente podía ver que no todos ellos eran franceses y que los turistas no usaban traje como lo estaba haciendo JJ. Pero por supuesto no dijo nada de eso y les vendió los boletos a todos.
La fila se movió rápido y en poco tiempo estuvieron dentro del gran castillo, erróneamente llamado "torre" siendo que tenía cuatro de ellos y no solo una.
- Me he estado preguntando -empezó JJ mirando a Seung-Gil- ¿por qué no estás desesperado en encontrar a tu novio?
- ¿En serio te preguntas cosas como esas siendo que estamos huyendo por nuestras vidas?
- ¡Me da curiosidad! Siendo que parece que el amor florece en nuestro grupo. Es muy bonito, si me preguntas. No tan bonito como yo...
- ¡JJ, calla!
Mila entonces les señaló a un grupo de muchachos que a simple vista no tenían nada de especial, pero Otabek conocía muy bien todos sus gestos: las miradas a todos lados, la mano al oído para presionar algún micrófono oculto, el bulto en sus bolsillos que no podía ser otra cosa que un arma.
Eran policías encubiertos.
- Los voy a distraer -empezó a decir Mila-. Nadie se resiste a una mujer sexy.
- Entonces no funcionará -respondió Seung-Gil, pero acto seguido soltó un siseo, culpa de que la pelirroja le tironeaba de la oreja.
- Ustedes vayan a ser machotes y salvar el día.
- Si consigues distraerlos, entonces la heroína serás tú.
Mila se encogió de hombros con una sonrisa.
- No me quejaré si deciden darme ese título.
Otabek la vio partir, primero al puesto de chucherías que se les vendía a los turistas, donde la vio conseguir un pañuelo con la bandera británica para taparse su llamativa cabellera roja.
No pudo ver lo que le siguió porque Seung-Gil ya tironeaba de él hacia las escaleras.
* * * *
Desde las ventanas de una de las torres pudieron ver absolutamente todo. Con los largavistas conseguidos en la tienda de regalos lograron divisar los dos cordones policiales, tanto uniformados como civiles, y también que desde varias ventanas estaban apostados al menos diez francotiradores.
- ¿No les parece demasiado todo este operativo para cazar a... bueno, nosotros? -preguntó JJ- Entiendo que seamos un grupo que amenaza al poder de La Tríada pero eso no quita que solo seamos unos jóvenes adultos con ansias de morir.
- Esto debería mostrarte entonces lo peligrosos que nos considera La Tríada -respondió Seung-Gil. Se quitó los largavistas y se dirigió a sus compañeros-. Usaremos los túneles.
Otabek frunció el ceño. Los túneles eran un viejo mito londinense, presuntamente construidos para servir como refugio contra los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial.
- ¡Wow! ¿Túneles?
- Así es. Toda esta zona fue un complejo de mansiones en la década del 40 y no dudo de que hay túneles que conectan a La Tríada. Puede que estén sellados... pero Lilia y el resto no desperdiciarían la oportunidad de tener una salida secreta.
- ¿Y cómo entraremos? -preguntó Otabek, borrando la sonrisa de JJ- Y si lo logramos... ¿Cómo sabremos que dirección tomar para llegar a La Tríada?
- Eso déjamelo a mí -respondió el coreano-. Hay una entrada aquí en la Torre. Vamos.
Recorrieron varias de las viejas habitaciones, como la vieja enfermería, el patio de entrada y una sala llena de viejas armaduras y armas.
Quizás fuese que ninguna de ellas estaba lo suficientemente protegidas, o que Seung-Gil era más rápido que un relámpago pero acabó por robarse una espada corta, recientemente afilada.
Otabek y JJ enloquecieron.
- Pero, ¡¿qué haces?! -masculló Otabek, pero el chico ya estaba escondiéndosela entre los pantalones.
- No voy a andar desarmado.
- Si Seung se robó la espada, ¿yo me puedo robar esa corona de allá?
El asunto se dio por terminado y pasaron a otra sala. Por la forma de los bancos y la cruz de madera que colgaba de la pared estaba claro que se trataba de la iglesia de la Torre de Londres.
Había mucha gente tomando fotografías, otros tantos locos rezando. Seung-Gil caminó silenciosamente hasta dar con una puerta negra, justo atrás de los pilares.
- Londres está lleno de estas puertas negras. La más famosa está en el barrio de Balham Hill. Si bajamos los 170 peldaños entonces daremos con los túneles.
Intentaron que no los desanimase la distancia. Una vez que entraron en la oscuridad, Seung-Gil se encargó de trabar la puerta con sus pinzas, pero la verdad era que nadie los había visto y podían relajarse un poco.
El lugar estaba completamente oscuro y para empeorar la escalera era de caracol. Tuvieron que usar uno de los celulares, bloqueado en modo avión para evitar ser rastreado, pero no era de mucha ayuda cuando tenías a alguien como JJ pisándote los talones.
No supo decir en que momento se cansó ya que el aire allí abajo era muy denso, sumado a la insoportable humedad y también el miedo a lo que vendría; los tres estaban respirando pesadamente desde hacía rato.
Para cuando llegaron al primer pasillo de los túneles encontraron todo con instalaciones eléctricas. Otabek agradeció al multiverso que al menos podrían caminar con luz.
- Hay que encontrar la puerta plateada. Una vez escuché a Celestino hablando de eso con algún idiota... pero nos tomará un rato atravesar el río -comunicó Seung-Gil secándose el sudor de la frente.
- ¡¿El río?!
- Leroy, luchaste contra la mafia y con piratas, ¿temes caminar por un túnel por debajo del río? -preguntó el chico con desdén. JJ alzó el mentón.
- ¡Claro que no...! Vamos a la carga de una vez.
Caminaron por lo que a Otabek le pareció horas, pero según el reloj del celular no habían pasado ni cuarenta minutos.
El aire parecía empezar a escasear y la ropa se hacía insoportable. Si bien arriba estaba congelando, allí abajo era muy fácil cocinarse entre tanta lana y algodón.
Seung-Gil parecía tener muy claro hacia dónde dirigirse pero Otabek sabía que no era más que una fachada: estaban completamente perdidos.
- ¿Por qué una puerta plateada, sin embargo?
- El emblema de La Tríada. El triángulo y la T atravesándolo, con todas esas líneas plateadas entrecruzadas simulando ser el multiverso. La cadena del Pájaro de Fuego también es plateada. Supongo que tiene sentido...
Intentaron no seguir hablando, con el fin de no sentir que les faltaba el aire. Otabek se preguntó varias veces si verían su fin en ese túnel, imposibilitados de encontrar una salida. Eran sus cuerpos originales y todo los que les ocurriera allí les ocurriría de verdad. No más juegos a través del multiverso.
Unos pasos resonaron a la distancia. Los tres se escondieron en un cruce de caminos, esperando a que los intrusos -La Tríada- llegaran. Seung-Gil se sacó la espada de los pantalones.
Ninguno de los dos policías lo vio venir cuando los rebanó con el filo, desangrándolos hasta morir. Solo ese coreano endiablado podía asesinar a dos policías entrenados con una espada robada de un museo.
- Phichit, sé que te hice una promesa -susurró para sí mismo-. Pero eran ellos o nosotros.
No tenía idea de lo que hablaba pero supo que era algo importante. Rápidamente les sacó las dos pistolas que llevaban cada uno más los cartuchos de repuesto, las esposas, la pistola eléctrica y también las bombas de humo. Después, despiadadamente, pisó las radios.
Otabek intentó no mirar sus rostros. Estaba seguro que los reconocería si los miraba con detenimiento y, a pesar de que La Tríada e Interpol no fuesen buenas personas, no quitaba que aquellos jóvenes policías tal vez sí lo eran y solo se dedicaban a hacer su trabajo.
Seung-Gil le entró una bomba de humo a Otabek junto con una pistola y algunos cartuchos. Él se quedó con otra bomba y la pistola más grande mientras que a JJ le dio las esposas y la pistola eléctrica.
- ¿Sabes? Si me das una lámpara como arma quizás me veía más letal -bromeó con algo de enojo.
- Hay que seguir su rastro -fue todo lo que dijo.
Así lo hicieron. Otabek no tenía idea de cuál era el "rastro" pero su compañero sí. Tras varios minutos de andar entre los túneles, algunos más oscuros y tétricos que el resto, dieron con un pasillo muy bien cuidado y con iluminación de última generación.
Y allí al fondo, al último, estaba la puerta plateada.
* * * *
No les tomó ni dos minutos abrirla. Afortunadamente era un mecanismo bastante sencillo y que daba directamente al estacionamiento de La Tríada.
- Oigan, no quiero ser aguafiestas ni nada, pero... ¿acaso sabemos dónde empezar a buscar?
- Si el Príncipe está aquí, va a estar con los tres pilares -respondió Otabek.
- O eso quieren que pensemos. Es demasiado obvio -respondió Seung-Gil.
- O ellos creen que nosotros pensaremos que es tan obvio que no iremos a buscarlo ahí.
- ¡Ya basta! -ordenó Otabek-. Hay que ver el modo de subir.
- La ventilación. Cada piso se conecta con escaleras para los de mantenimiento. No garantizo que sea el lugar más limpio...
- No importa. Iremos ahí.
- El problema es que la entrada a la ventilación está en el segundo piso -agregó Seung-Gil.
Otabek suspiró. Más problemas.
Tomaron las escaleras de emergencia que, irónicamente, no estaban vigiladas. Probablemente La Tríada no contaba con que el grupo lograse infiltrarse desde abajo, poniendo toda su atención en los alrededores.
Para cuando estaban llegando al segundo piso las alarmas empezaron a sonar. Un sonido constante que alertaba de algún código rojo que Otabek no tenía idea pero que estaba seguro que significaba intrusos.
Seung-Gil fue quien abrió la puerta de las escaleras de emergencia que daban al primer piso. Había un montón de gente corriendo hacia todos lados.
El chico dio un paso hacia afuera. Otabek no podía creerse lo que estaba haciendo hasta que lo vio murmurarle entre dientes:
- Vayan a la puerta de ventilación del cuarto piso, estará vacía porque correrán todos aquí. Ahora.
Acto seguido lanzó un disparo al aire, captando la atención de todos los policías.
Se está ofreciendo como carnada.
JJ iba a replicar algo pero Otabek lo estiró para que corriesen hasta arriba. No tenían tiempo que perder ahora que el coreano podría distraer a los policías un par de minutos.
Ahora tenía a dos miembros de su equipo en manos enemigas y en todo lo que podía pensar era en que aguantasen lo suficiente para no ser atrapados.
Tal y como Seung-Gil había predicho no había nadie a la vista. Otabek le pidió a JJ que le cubriera las espaldas mientras desatornillaba la placa de metal que cubría la ventilación.
- Ota, no quiero ser ofensivo, pero... ¿vas a caber ahí?
Otabek solo le dedicó una mirada fulminante. El ducto sí se veía pequeño y él sí era ancho de hombros pero estaba seguro que lograría pasar. Le preocupaban más JJ y su bocaza, que seguramente no pararía de parlotear, logrando así que los descubrieran.
Las alarmas no habían dejado de sonar y podía escuchar a más policías corriendo escaleras abajo, lo que le daba la idea de que Seung-Gil no había sido atrapado aún.
Los dos amigos se metieron de lleno en el ducto con Otabek a la cabecera. Se sentía más claustrofóbico que en el túnel, a pesar de que había muchas rendijas que hacían entrar el aire del exterior.
- ¡Que asco! Aquí hay una araña que se ve más grande que Canadá.
- Mírale el lado positivo: podría verse más grande que Rusia.
- Ew.
Otabek se contuvo de dar una patada a JJ.
Agradeció mentalmente cuando llegaron a las escaleras de mantenimiento, porque era un tubo mucho más ancho por el cual subir de nivel.
La escalera se veía oxidada y sucia, pero firme. Rápidamente llegaron al nivel cinco.
Maravilloso. Ahora solo quedan nueve más.
Tuvo que seguir escuchando a JJ quejarse de las arañas, la mugre y el calor. Otabek comenzaba a desear haberlo dejado en la Torre de Londres.
Piso tras piso, comenzaba a sentir que el corazón se le aceleraba. No tenía idea de qué harían si se enfrentaban cara a cara con el Príncipe. Otabek no sabía si podría verlo usando el rostro de Yuri, a quien él había matado sin piedad y a sangre fría.
La oficina de los tres grandes estaba ahora justo por debajo de ellos.
Otabek avanzó un poco más y giró, así él y JJ podían agazaparse y ver que estaba ocurriendo allí abajo.
Lo primero que vio fue la cabellera de Celestino, sentado en su gran silla como si fuera un trono. Y revoloteando por ahí estaba Yuri -no, el Príncipe- con un arma en mano. En la puerta estaban al menos media docena de policías, tanto del Scotland Yard como de Interpol.Y en el medio, arrodillados y maniatados, las familias de todos. Incluida la suya propia.
No, pensó. No, no, no, no, no.
Ayzere y su madre estaban allí atadas también. Otabek no tenía idea de qué estaban haciendo ellas dos en Londres si se suponía que tenían que estar en Kazajistán. La Tríada no habría mandado a buscarlas sólo por él ¿o sí?
Esto cambiaba los planes.
Reconoció también a Fiódor Babichev, ya que recordaba haberlo visto como el Zar de la Rusia Imperial. También estaba su compañera Sara Crispino, la novia de Mila. Claramente los traidores Crispino del mundo del Príncipe no habían saltado con ellos.
- Mamá -balbuceó JJ-. Papá, Florence y Julian, también el pequeño Oliver.
Otabek pudo identificar a quienes JJ se refería. Una mujer bajita, con anteojos y pelirroja; un hombre de ojos azules y mirada furibunda, así como también una chica joven y un adolescente que parecían ser sus hermanos. Un niñito lloraba silenciosamente cerca de la hermana de JJ, dándole a deducir que era tal vez su sobrino.
- Señora Leroy -dijo el Príncipe con la voz de Yuri-. Tengo entendido que su hijo menor ha regresado aquí al Triadverso. Estoy bastante seguro que usted sabe dónde andará ahora.
La madre de JJ temblaba, y es que el Príncipe balanceando una pistola entre sus dedos no era una imagen dar por sentado.
- Juro que no lo sé -respondió ella-. Ni siquiera he visto a mi JJ desde hace...
- ¡Mentira! ¡Las madres siempre protegiendo sus tontos hijos! ¿Lo seguiría protegiendo si eso significa que se van a morir los otros dos?
JJ se tensó a su lado, apretando los dientes.
- Por favor -suplicó la mujer hacia Celestino-. JJ no es más que un estudiante de derecho. Él no tenía idea de lo que hacía.
- Limítate a responder las preguntas, Nathalie.
- Juro que no...
- Me cansé -espetó Yuri. Otabek se horrorizaba cada vez que veía sus hermosos rasgos deformados por el odio del Príncipe-. Si no me das una respuesta concreta, le vas diciendo adiós a tu hijo menor.
Le apuntó entonces al adolescente, el que debía llamarse Julian. El chico se veía como una versión mucho más joven y temerosa de JJ, pero no intentó suplicar ni delatar nada de su hermano.
- ¡Deja en paz a mis hijos, mi nieto y a mi mujer! -ordenó el padre de JJ- Si crees que te vas a salir con la tuya, estás equivocado. No me interesa que vengas de otro mundo y planees plantar el caos haciéndote pasar por Yuri Plisetsky, a quien nuestra familia siempre ha cuidado como un hijo más: no lograrás romper a ninguno de nosotros. Los Leroy tenemos muy en claro donde yacen nuestras lealtades.
El Príncipe lo miró aburrido, soltando un suspiro y rodando los ojos.
- Si te piensas que estás protegido porque no eres de aquí, déjame decirte lo equivocado que estás, porque iré a tu mundo y te...
Un disparo. Un sonido de un cuerpo golpeando el piso.
En menos de un segundo, el padre de JJ, Alain Leroy, yacía muerto entre el cuerpo de su mujer y su nieto.
Nathalie y Florence comenzaron a gritar, mientras Oliver llamaba a su abuelo. Varios de los que estaban cautivos en la sala soltaron lágrimas de terror.
JJ a su lado estaba en pleno estado de shock. Otabek le tomó la mano rápidamente y lo obligó a mirarlo, pero él no podía quitar la vista del cuerpo de su padre.
- Concéntrate -le dijo Otabek-. Si haces una estupidez pondrás en riesgo a toda tu familia.
- Pero papá... -empezó a decir con lágrimas acumulándose en sus ojos.
- Lo sé. Nos vamos a vengar de él también. De todos los que hemos perdido.
Nathalie Leroy seguía llorando a su esposo, gritándole un montón de improperios al Príncipe.
- Muy bien, ¿alguien más jugará a ser el héroe? -preguntó, mirando a todos los que estaban cautivos- Y hablando de héroes...
Lentamente se posicionó delante de Sara. La chica alzó la mirada con fiereza, desafiando a aquel monstruo. Aún llevaba su uniforme de policía y tenía un golpe en la mejilla, producto de haberse intentado defender probablemente.
- Señorita policía Sara Crispino, no tienes idea el placer que me da verte atada como cordero para el matadero.
Sara no dijo nada. Era lo suficientemente inteligente como para saber que debía quedarse callada, y también dura como para no dejarse consumir por las lágrimas.
- Me dirás dónde está tu noviecita Mila Babicheva -pidió con dulzura fingida, acariciando la mejilla de Sara.
- ¿Es necesario que seas tan, no sé... espeluznante? -preguntó Celestino con su teléfono en mano. Ver como el Príncipe torturaba a todos aquellos inocentes le traía sin cuidado.
- Déjame hacer mi trabajo. Necesito encontrar al menos uno de esos idiotas y así me llevará con el resto del grupo. Tengo que reunir a Viktor cuanto antes.
Se volvió hacia Sara. Otabek echó un vistazo a su madre y a Ayzere. Las dos miraban todo con terror, sin entender mucho de lo que todos esos extraños decían en inglés.
- No he visto a Mila desde que se fue -balbuceó intentando mantener la voz-. Pensé que te había ido a buscar a ti, pero...
- ¿Y esperas que me crea que no tenías ni idea de que está aquí?
- Mila jamás me pondría en riesgo, ella es así. No me haría cargar con semejante información sobre mis hombros.
- Si no me equivoco, Mila partió desde tu casa.
- Pero yo he estado todo el día aquí, ¡no la he visto!
- Bla, bla, bla. Entonces no me sirves para nada.
Y con otro disparo limpio se deshizo de Sara Crispino.
Sara, que le había enseñado todo lo que podía saber sobre Interpol. Sara, que siempre estaba sonriendo y siendo dulce con todos sus compañeros, llevando postres italianos a la oficina. Sara, que amaba a su novia más que a nada.
La única Sara que había valido la pena y ahora ya no estaba. En la sala se volvieron a escuchar chillidos, pero el Príncipe lanzó un disparo al techo que los silenció a todos.
- Agradecería que no juegues a la ruleta rusa en mi oficina. Eres sólo un niñato violento.
- Cállese, Señor Cialdini, si no quiere que el próximo sea usted.
Su amenaza no hizo efecto en Celestino, que lo ignoró totalmente. Tal vez se creyera demasiado invencible.
Su mirada captó algo. Debían ser sus rasgos lo que la delató, por lo que se dirigió directamente hasta ella, pisando el charco de sangre que yacía bajo el cuerpo de Sara.
Aléjate de ella, pensaba Otabek. Tenía miedo de no poder controlar su ira si se atrevía a tocarle un solo cabello.
Yuri -el Príncipe- se agachó a su altura.
- Hola linda, ¿cuál es tu nombre? -preguntó en perfecto ruso.
- Ayzere Altin -respondió dudosa. Tenía miedo, sí, pero nunca quitó su vista de los verdosos ojos de Yuri.
- ¿Y sabes en dónde está tu lindo hermano, Otabek Altin? He oído que él también estaba metido en este embrollo.
- Otabek ha estado desaparecido por más de un mes y mamá y yo vinimos a buscarlo.
- Oh, ya veo, ¿así que tampoco has visto a tu her-...?
La puerta se abrió de par en par, y el corazón de Otabek se hundió aún más.
Tres guardias y un hombre en bata de investigador cargaban con un chico todo ensangrentado: Seung-Gil. Tenía un lado de la cabeza totalmente rojo y se balanceaba como si estuviera mareado. Emil lo sostenía fuertemente con un brazo mientras que con el otro sujetaba un arma que estaba apuntando directamente al pulso en su garganta.
- Atrapamos a este rufián llamando la atención de los guardias. Creemos que solo era una distracción -avisó Emil Nekola. A su lado estaba Michele Crispino.
- Perfecto -respondió el Príncipe-. Ya no tendré que cargarme a todos estos perdedores en busca de información.
- ¿Cargarse...? -empezó a decir Michele, pero sus ojos se clavaron en el suelo, allí donde su hermana muerta seguía desangrándose- ¿Sara? ¿Sara?
Empujó a los guardias y no le importó agacharse a su lado para tomarla en brazos. Por el horror en su mirada, ni siquiera sabía que la chica era cautiva del Príncipe. La llamó varias veces sin éxito. Su hermana no respondía. Emil también miraba todo con horror. Su agarre en Seung-Gil se aflojó ligeramente, lo que le dio la oportunidad al coreano de empujarlo y quitarle el arma.
El Príncipe notó de inmediato lo que iba a hacer y apuntó su pistola hacia él, pero desde el suelo, Michele, se veía como un toro enfurecido.
Se arrojó hacia él y le dio un puñetazo que lo tiró al suelo. Después de todo el cuerpo era de Yuri, y Michele le sacaba varios centímetros y fuerza bruta.
El caos estalló, y eso fue el pie para que Otabek y JJ salieran del ducto. El Príncipe se horrorizó cuando los vio, solo para apretar los dientes con furia.Otabek entonces se lanzó contra él. Quiso pegarle varias veces pero o estaba muy débil o su cuerpo le impedía golpear el cuerpo de Yuri.
El verdadero cuerpo de Yuri. Otabek odiaba no poder animarse a hacer más.Seung-Gil ya había derribado a dos policías y estaba arrojando una bomba de humo. Pronto todo estaba cubierto por una densa humareda y nadie se atrevía a disparar por miedo a herir a algún inocente.
JJ estaba desatando a su familia. No se dio tiempo a abrazarlos y fue a soltar a todos los otros cautivos.
Mientras tanto, Otabek y el Príncipe seguían luchando a puñetazos. Como el cuerpo de Yuri era pequeño le era fácil escabullirse y golpearle cuando menos se diera cuenta, pero Otabek daba unos golpes que lo mareaban por milésimas de segundos.
- A que no te atreves a matarme en este cuerpo -se burló.
- Fíjate si no me animo.
- Si me matas aquí, condenarás a Yuri para siempre.
- Yuri está muerto y por tu culpa -masculló entre dientes. El Príncipe rió psicóticamente.
- ¿Estás seguro?
Aprovechó la distracción de Otabek para darle con la culata del arma en la cabeza. No supo en que momento la había recuperado.
Cuando el humo se disipó regresaron los disparos. Uno de ellos alcanzó a Seung-Gil en el hombro derecho, enviándolo contra una pared. Dejó todo un rastro de sangre cuando se deslizó hasta el suelo.
Y Otabek estaba seguro que hubiera muerto acribillado en ese instante de no ser porque Emil Nekola se puso delante de él con un escudo policial, sacando solo la mano con la que disparaba a sus compañeros de Interpol. Quizás la muerte de Sara lo hizo entrar en razón.
El Príncipe estiró la mano al pecho de Otabek buscando quitarle su Pájaro, pero le dio un puñetazo que hizo sangrar la nariz de Yuri. Celestino no se veía por ningún lado, y eso preocupaba a Otabek. Tuvo la respuesta al instante, cuando el cañón de un arma le rozó la nuca.
- Quítate de él, ahora -ordenó.
Los disparos y ataques cesaron. Nadie se atrevía a apretar el gatillo por si herían a uno de los jefes supremos.
Todos miraban expectantes a lo que ocurriría, hasta Michele, que no soltaba a su hermana y seguía llorando pero estaba atento a su alrededor.
Otabek hizo lo que le dijo. Soltó la camisa de Yuri -el Príncipe, volvió a recordarse- y lentamente se puso de pie. Celestino dejaba de apuntarle ni de mirarlo.
- Saca las esposas de mi bolsillo -ordenó Celestino.
Otra vez obedeció. Tomó las esposas hechas de metal negro y ya casi podía sentir que tendría que abrochárselas a sí mismo.
- Ahora agáchate lentamente.
Lo hizo. También quitó el seguro que tenían las esposas y la llave encajada en una de las cerraduras.
- Ahora ponlas en las muñecas de Yuri Plisetsky.
- ¿Qué? -gruñó el Príncipe, pero Otabek no dudó ni medio segundo en inmovilizar al chico a causa de su confianza. Se lanzó sobre él y fácilmente encadenó sus muñecas por detrás de la espalda. Yuri no dejaba de retorcerse. Celestino se agachó junto a ellos, pero ahora el arma se posicionaba entre los ojos de Yuri.
- Que listillo te has pensado que eras, Príncipe.
* * * *
Nadie podía salir de su estupor, especialmente el Príncipe. Miraba furibundo a Celestino, como si quisiera desgarrarle el rostro con sus propias manos.
- Vamos a ver que dicen Lilia y Yakov sobre esto -masculló intentando soltarse.
- No planeo que Lilia y Yakov estén en el poder mucho tiempo más.
Ah, ahí está. Quiere todo el poder para él.
- Estoy harto de lo que La Tríada es. Con la ayuda de estos pequeños rebeldes quizás finalmente pueda derrocarlos.
¿Y se piensa que nos uniremos a él, luego de que su mano también ha sido la que asesinó a cientos de personas?
Dio unas órdenes a algunos policías y ataron las piernas de Yuri. El chico se sacudía con violencia.
- Alto -dijo Otabek con la voz ronca.
Todos quedaron expectantes mientras se acercaba a Yuri. Lo miró un par de segundos, intentando encontrar algún gesto que le recordara al alocado agente que buscaba a su hermano a través del multiverso.
Nada. Se ha ido.
Entonces arrancó la correa del Pájaro de Fuego de su cuello. El Príncipe lo miraba con todo el odio del mundo.
- Si no te mato ahora, es por respeto a la persona que fue dueña de este cuerpo -murmuró-. Pero yo mismo te llevaré a tu propio universo y te voy a despedazar.
- Te quiero ver intentándolo.
- Asegúrenlo por unos minutos -ordenó Celestino-. Aquí hay mucho de que hablar.
Algunos de los familiares que habían estado cautivos se dedicaban a vendar las heridas de los afectados, entre ellos Seung-Gil. Estaba cubierto en sangre pero ya no se veía mortalmente pálido. JJ abrazaba a su madre, que lloraba en brazos de su hijo mayor. Al final, se sumaron su sobrino y hermanos, todos en luto por la dolorosa muerte de Alain Leroy.
Michele ya no lloraba ni cargaba el cuerpo de su hermana. Ahora estaba tapada con una sábana pero una mano se escapaba de la cobertura y que se encontraba acunada entras las manos del mismo Michele, que miraba todo sombrío y la besaba. Emil estaba detrás suyo, refregando su espalda y secándose las lágrimas. Unos pasos y unos gritos se escucharon desde afuera. Otabek pudo ver una ráfaga de pelo rojo luchando por hacerse lugar para entrar.
- ¡Mis amigos y familia están allí! -chillaba Mila- ¡Voy a pasar quieras o no!
Y lo hizo, tras dar un empujón a un guardia. Tenía el pelo revuelto y de su cuello colgaba el pañuelo de la bandera británica que había conseguido horas antes para camuflarse.
- Otabek... -murmuró ella, pero entonces su atención se centró en Michele y Emil arrodillados ante un cuerpo tapado.
No se necesitaron palabras. Mila dio pequeños pasos hasta allí y se arrodilló junto a los otros dos, mirando todo con sorpresa y dolor. Otabek creyó que Michele quizás la sacaría de un plumazo, que le diría que todo era su culpa.
Pero envolvió sus brazos alrededor de ella y rompió a llorar en su hombro. Mila comenzó a llorar desconsoladamente también. Se le rompió el corazón en un millón de pedazos.
- ¿Beka? -preguntó una vocecita a sus espaldas.
Sabiendo de quien se trataba giró rápidamente. Ayzere lo miraba con la cara sucia y la mirada confundida. Los dos eran un extraño para el otro, pero a la vez se querían muchísimo.
Otabek alzó un brazo, invitándola a acercarse. La niña no lo dudó y corrió a refugiarse en el pecho de su hermano mayor, a quien veía en persona por primera vez en su vida. Su madre miraba todo desde un rincón con lágrimas en los ojos.
No muy lejos suyo, ya podía escuchar a Seung-Gil discutiendo con Celestino. No llevaba camisa y tenía el abdomen y un hombro vendado pero eso no le evitaba tener una pistola apuntando al jefe de La Tríada. Ese chico no paraba nunca.
- ¿En dónde están Yakov Feltsman y Lilia Baranovskaya? -masculló- Ellos no están aquí y usted pretende que nos unamos a su pequeña rebelión por el poder. Muy curioso.
- No sé en dónde están. Me dejaron a cargo de ese chiquillo insufrible que es el Príncipe y desaparecieron.
Otabek aún tenía a Ayzere pegada a él y la apretó más fuerte. No había estado pensando en que recuperar el Pájaro de Fuego de Yuuri no era una victoria completa.
Yakov y Lilia estaban desaparecidos provocando que desastres quien sabe dónde.
Y el resto de mi grupo, también.
* * * *
¡Primera parte de la pequeña "batalla" en el Triadverso terminada! Creo que hubo vaaaarias sorpresas, pero no acaban aquí :D mañana veremos la segunda mitad de lo que ocurre en el Triadverso, con Phichit, Yuuri, Chris y Minami como protagonistas.
Además, ¿qué va a pasar con el Príncipe? ¿alguno se cree que va a pasar mucho tiempo atado?
Fue muy triste para mí escribir las muertes del papá de JJ y la Sara del Triadverso u_u ninguno de los dos lo tenía merecido pero ayudaba a seguir con la historia. Pero si creyeron que iban a ser las únicas muertes... ¡Les sugiero no relajarse demasiado!
Algo bueno es que me encantó escribir un poco sobre el Londres del Triadverso :D es una ciudad que me fascina y creo que un fic con diversos escenarios que se respete debe incluir al menos UNA ida a Londres (?) Porque ¿a quién no le gusta Londres? Les cuento que el sistema de túneles es real y también lo de la puerta negra de Balham Hill, pero lamentablemente no hay una puerta en la Torre de Londres y mucho menos una que lleve al edificio de La Tríada. De todas formas estoy segura que nadie hubiese querido ir jeje
Muchas gracias por los comentarios y votos de siempre, las locas teorías que me encantan :) y también por el apoyo que están yendo a darle a mi nuevo fic Thorns and All.
¡Eso es todo! ¡Nos vemos mañana en un nuevo capítulo! Besos y abrazos.
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