Treinta y cinco
Todo lo que cualquier viajero interdimensional podía soñar lo tenía Yuuri en aquel momento.
Decidió hacer caso omiso a la camisa con diseños floreados y a la intensa insolación que sufría en la piel. Lo único que importaba era que tenía un daiquiri de banana en su mano, el mar a sus pies y Viktor Nikiforov sin camisa a su lado.
- Cielo, ¿me pones más protector en la espalda? -preguntó dulcemente.
- P-por supuesto -tartamudeó.
Con nervios y dudas tomó la crema olor a coco. La esparció sobre sus manos durante un par de minutos, principalmente para evitar el momento en que sus manos tocarían la suave piel de Viktor y la acariciarían.
No es como si no quisieras.
En otras circunstancias Yuuri tal vez lo hubiera hecho con un poco menos de incomodidad. Acababa de ver a un Viktor chiflado gritando en latín y ser quemado en vivo para ahora estar echándole protector solar cual pareja de novios.
Finalmente se decidió a terminar con esa tarea. Posó suavemente la palma de su mano sobre la espalda de Viktor y se suplicó a sí mismo no ponerse a suspirar.
Agradeció estar ya rojo por culpa de sol.
- Gracias, bebé -dijo Viktor girando para mirarlo- ¿Quieres otro daiquiri?
- E-estoy bien ¡Bien! -masculló. Estaba comportándose como un adolescente hormonal. Viktor le sonrió con dulzura.
- Pues yo estoy necesitando otro. Vuelvo enseguida.
Yuuri cayó en cuenta de repente. No podía dejar que se vaya sin usar el UV38. Por muy precioso que ese mundo fuera tenía que seguir con lo suyo.
- ¡Viktor! ¡Espera! -vociferó.
- Ya vuelvo, Yuuri. No me extrañes.
Besó sus labios, entonces. Fue apenas un rápido roce y más cerca de la comisura que de sus labios en sí pero eso lo dejó totalmente descolocado.
Un beso de Viktor Nikiforov, ¿cuántas veces había fantaseado con ello? Sintió un leve gusto a piñas y mango mezclado con vodka, pero era la suavidad de su boca lo que hizo que se sintiera también. Eso, y que era Viktor Nikiforov.
Se marchó entonces hasta un puesto alejado de tragos. Sabía que debía seguirlo y acabar con la misión en ese universo. Se dispuso a levantarse pero una pierna se estancó en su camino y lo hizo caer de lleno contra la arena.
- ¿A dónde vas, cerdo?
Esa voz. Ese chico.
Observó desde el suelo a su atacante, que al final era quien Yuuri pensó desde un principio: Yuri Plisetsky.
Su piel empezaba a perder capas a causa de la insolación y su cabello estaba ondulado a causa del agua salada, así como también más dorado.
Una figura de tamaño considerable iba detrás suyo, en una camisa igual de ridícula que la que Yuuri llevaba puesta. Era Otabek Altin.
- ¡Yuri! Te agradecería que no me lances a la arena -balbuceó.
- ¿Y dejar que persigas a Viktor como gata en celo? No en mi cara y mucho menos en mi presencia.
Otabek suspiró abatido. Yuuri estaba sintiéndose aterrorizado. El único contacto que tuvo con Plisetsky -el del Triadverso- antes de morir fue ser víctima de un violento gancho que le propició.
Parecía ser que varias de sus versiones eran un poco violentas.
- Yuri, ellos son novios, pueden hacer lo que q-...
El kazajo se vio incapaz de terminar su oración porque un grito, luego otro y otro los sacaron de su conversación.
Yuuri vio que la gente empezaba a correr en círculos enloquecida; dejaban sus pertenencias en la arena y arrojaban los tragos para poder huir despavoridos de la playa.
- ¡Piratas! ¡Piratas! -masculló un turista francés.
Los chillidos de la gente se empezaron a ver opacados entonces por un grito gutural de un grupo de desconocidos que comenzaban a aparecer entre las olas.
Una inmensa se cernió sobre ellos y Yuuri pudo comprobar, estupefacto, que no eran nubes ni tampoco un eclipse.
Era efectivamente un inmenso barco pirata.
Yuuri apenas podía echarle un vistazo a uno de los lados. El barco parecía hecho de madera de ébano, oscura como la noche, y que tenía tallado decenas de escenarios mitológicos que incluían monstruos marinos tales como la hidra o el leviatán.
Sus banderas, negras y raídas, ondeaban en lo más alto del mástil donde también se posicionaba un joven muchacho que observaba todo a través de un largavistas.
Empezó a sentir que le faltaba el aire y que las piernas no le reaccionaban. Ni siquiera notó cuando Yuri se alejó de ellos gritando el nombre de Viktor, buscándolo.
Otabek lo persiguió. Yuuri entonces se sintió sólo y desamparado, además de inútil por ser incapaz de poder moverse.
El terror lo estaba consumiendo. Intentando calmar su respiración, tomó el Pájaro de Fuego y lanzó las coordenadas para que Phichit lo encontrase. Sólo esperaba que estuviese lo suficientemente cerca.
Enfocó su vista lejos del barco y buscó lo que necesitaba encontrar pero lo hizo desesperarse al instante.
Viktor había estado en la barra de tragos pero fue tomado por uno de esos maleantes que si bien no era más alto lo doblaba en ancho. El joven hombre intentó defenderse como pudo pero le terminaron propiciando un golpe tal en la cabeza que lo dejó totalmente flácido.
- V-Viktor -masculló con miedo.
Yuuri, muévete. Muévete ¡AHORA! intentó ordenarse a sí mismo. Quizás fuese el miedo y el ataque de pánico que estaba creciendo pero Yuuri solo podía quedarse allí, tirado en la arena, tratando de tragarse los sollozos.
No ayudaba que también habían tomado a Yuri, que daba patadas al aire y gritaba por Viktor y Otabek, a quien no podía ver por ningún lado.
Los piratas saquearon todas las pertenencias que los turistas dejaron atrás así como todos los puestos de comida que había por la zona.
Uno de ellos reparó en Yuuri. Y miró malicioso cuando localizó la brillante joya que llevaba al cuello.
Ni sueñes, masculló en su cabeza.
Sus piernas reaccionaron o tal vez era por el miedo. Sea lo que fuere, Yuuri se levantó y corrió lejos de la playa adentrándose en la espesa jungla que tenía detrás de él.
Otra vez huyendo por mi vida.
* * * *
Sólo había corrido por unos cuantos minutos. El pirata no parecía andar cerca y Yuuri dudaba de que aquel mastodonte fuese sigiloso. Pero él no podía estar seguro y siguió.
El cansancio comenzó a cobrarle factura haciendo que sus piernas no funcionaran al máximo. Terminó tropezando con una rama que lo hizo volar hasta caer en medio de unos arbustos.
Estoy harto de caer todo el tiempo.
Primero las escaleras de la prisión, luego Yuri poniéndole el pie y ahora esto. Yuuri se sentía el ser más torpe de la galaxia.
Casi deseó que la tierra se lo tragase. De a poco iba perdiendo la energía así como también la esperanza. Lo único que lo mantenía de pie era la promesa a Viktor de que daría todo de sí. Pero es que empezaba a verse todo tan difícil...
Estaba tan cansado y falto de fuerzas, el descargo de adrenalina lo había dejado destruido. Así que no se opuso a dejarse dormir en medio de la jungla.
* * * *
Tuvo un sueño muy extraño. Y perturbador.
Estaba al borde de un oscuro abismo en algún lugar arruinado en medio de Moscú. Podía ver el Kremlin cubierto de cenizas y la catedral de San Basilio ardiendo en llamas.
Miró hacia el abismo: recordó aquella frase de Nietzsche que decía que si miras dentro de un abismo, él te devolvería la mirada.
Ahora podía sentirlo. De una forma literal. La oscuridad parecía mirarlo con deseo y lo llamaba lentamente a que se dejase saltar.
- Yuuri -lo llamó Viktor a sus espaldas-. Salta.
- No puedo -murmuró dolido-. Debo salvarte.
- Se te acaba el tiempo -dijo y lo empujó a la interminable oscuridad.
Mientras caía, escuchó una voz que lo llamaba, pero no era Viktor.
- ¿Yuuri?
Estaba tan cerca.
- ¡Yuuri!
Pero tan lejos.
Un ardor en la mejilla lo hizo abrir los ojos de golpes. Al frente suyo estaba Otabek Altin con una mano alzada, la misma que había usado par abofetearlo. No podía enojarse con él si había conseguido que lo sacase de ese horrible sueño.
- ¿Estás bien? -inquirió. Yuuri podía escuchar la angustia en su voz pero estaba seguro que no era por él. El recuerdo de Yuri siendo arrastrado por los piratas le vino a la mente.
No estoy bien, quiso decirle. Pero ese Otabek no era el del Triadverso y Yuuri no podía decir más de la cuenta. A ver si volvía a arruinarlo todo.
- ¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy? -preguntó fingiendo estar perdido. Quizás así lograba sacar algo de información sobre el universo.
- Seguimos en Madagascar, en Sainte-Marie. Hubo un... ataque. De piratas. Se han llevado a Viktor y Yuri.
Yuuri no estaba fingiendo cuando soltó un sollozo. Pensó que eso ayudaría a que Otabek siguiera creyendo que era el Yuuri de su mundo pero la realidad era que tenía muchas ganas de simplemente sentarse a llorar.
- He avisado a las autoridades. Vamos, hay que ir a... no sé a dónde deberíamos ir -admitió pasándose la mano por el rostro-. Creo que voy a enloquecer.
Otabek, no tienes idea de lo qué es enloquecer.
Un crujido entre los árboles alertó a ambos. Otabek se puso a la defensiva de inmediato, por delante de Yuuri. Pensó que quizás Otabek siempre necesitaba proteger a alguien, que su naturaleza era esa. Y ahora que habían secuestrado a su Yuri...
Quiso no pensar en los otros Yuri y Otabek, y su trágica historia.
Otro crujido de ramas y hojas, junto con susurros.
- Yuuri, tenemos que irnos, rápido.
- ¡No tan rápido! -exclamó el extraño saliendo de entre la selva.
La mandíbula de Yuuri cayó al suelo. Había pedido por ayuda pero de verdad no se esperaba semejante cosa.
Desde el sombrero hasta el parche, pasando por las ropas harapientas y la joyería que colgaba de sus orejas y dedos. Tenía la piel más morena y casi dorada, como si pasara muchas horas al día bajo el sol.
Phichit es un pirata.
Yuuri deseó volver a dormirse.
Otabek quiso huir pero una sombra se arrojó sobre él y en menos de dos segundos ya lo tenía contra el suelo.
Seung-Gil también es un pirata. Y sigue siendo brutal.
- Capitán Phichit y Contramaestre Scar -anunció Phichit-. Hemos oído un pedido de auxilio por ahí.
¿Scar? ¿O sea, "cicatriz"? Yuuri giró su cabeza para ver a Seung-Gil, al tiempo que le devolvía la mirada. Y claro que entendió todo.
Una inmensa y rojiza cicatriz le atravesaba su blanca piel del rostro. Empezaba cerca de la sien y atravesaba su pómulo izquierdo hasta llegar a sus labios.
- ¿Yuuri? -preguntó Otabek retorciéndose en el suelo- ¿Qué está pasando aquí?
Le sorprendía pensar que seguramente Otabek pesaba mucho más que Seung-Gil, pero el coreano lo retenía sin sudar una gota.
- ¡¿Yuuri?! -habló más alterado- ¿Sabes quienes son estas pers-...?
No pudo terminar porque Seung-Gil acababa de presionar un punto en su codo que lo hizo desmayarse.
- Ugh -masculló Phichit-. Tú cargarás con él.
- Ya no podía soportarlo -se excusó-. Y usa a alguno de tus lacayos, que para eso eres el capitán ¿no?
- ¿Phichit? -balbuceó Yuuri- ¿Eres un pirata de verdad?
- En mi tripulación se hacen llamar corsarios. Pero supongo que somos piratas -dijo divertido- ¡Y uso un parche! ¡De verdad! No creo que quieras que te demuestre lo que hay abajo.
Yuuri se estremeció al imaginar a su amigo con un solo ojo.
- ¿Estaban aquí, en Madagascar?
- ¿Es esto Madagascar? -preguntó Phichit- Yo apostaba que era Mauricio o las islas Seychelles, pero me gusta Madagascar. Tienen baobabs (1) muy bonitos.
- ¿Podemos volver al barco? -pidió Seung-Gil- Tenemos cosas que hacer.
- ¡Cierto! Yuuri, ¿tienes alguna idea de dónde pueda estar Viktor? ¿Y qué hacías con Otabek?
- ¿Quieres decir que no se lo han llevado tus piratas?
Sus amigos lo miraron con sorpresa. Yuuri se dedicó a explicarles todo lo que había ocurrido en el último par de horas.
Omitiendo, por supuesto, el pequeño beso que Viktor le había dado.
* * * *
De camino al barco tuvo que escuchar a Seung-Gil quejarse de su ineficiencia. Yuuri no podía evitar sentirse pésimo. No era la primera ni la segunda vez que metía hasta el fondo y no sabía cuánto tiempo más lo soportarían sus compañeros.
El barco de Phichit se llamaba Maldición de Poseidón y estaba atracado en otra playa de la ciudad de Sainte-Marie. A Yuuri no le gustaba el nombre.
No era tan siniestro como el barco que se había llevado a Viktor pero uno podía decir, desde lejos, que era un buque pirata. Lo decían las velas negras y la imagen del dios Poseidón esculpido en la proa.
Yuuri y Seung-Gil cargaban ambos con Otabek, que aún seguía inconsciente. Pronto debía llegar su versión del Triadverso y lo mejor sería tener a aquel cerca.
- ¿Me recuerdas por qué tú no haces el trabajo sucio? -le preguntó Seung-Gil a Phichit.
- ¿Quizás porque soy el capitán?
- No. Tu versión de aquí es capitán. Tú no eres nada en realidad.
- ¡Eso no es lo que me decías la otra vez! -canturreó Phichit para el sonrojo del coreano.
Yuuri ya no los estaba escuchando. Sintió que alguien los estaba persiguiendo, aunque también estaba la chance de que todo fuera su imaginación.
¿Quién sabe cuántas cosas lo eran últimamente?
- ¡Chicos! ¡Chicos! -gritaba la grave voz de Chris- ¡Al fin los encuentro después de tanto tiempo!
En una milésima de segundo, Seung-Gil había soltado a Otabek -haciendo que Yuuri cayera al piso por culpa del peso del kazajo- y le había puesto un cuchillo en el cuello al suizo. Se veía totalmente asustado, pero Yuuri no debía dejarse fiar.
- ¿Por qué será que en todos los universos tienes un puñal encima? -preguntó Phichit haciendo caso omiso de Chris.
- Porque el mundo está lleno de sinvergüenzas -masculló, apretando el filo-. Explícate. Tienes dos minutos y agradece.
- ¿Explicarme? Bueno, no he podido saltar en los dos últimos universos lo que me da a pensar que he estado muerto...
- ¡Y ojalá lo estuvieras! -exclamó Seung-Gil- ¡Le robaste el Pájaro de Fuego a Yuuri!
Eso dejó a Chris totalmente sorprendido y destrozado. Yuuri quería terminar con aquel tormento ya que se veía que no sabía nada de lo que había ocurrido. Lo más probable es que sí hubiese sido el Príncipe, aunque no descartaba que Chris trabajase para él.
Últimamente se preguntaba mucho si alguno de su equipo podría ser un traidor. Todos eran tan misteriosos y no conocía los motivos de nadie salvo los suyos -que eran de conocimiento público- y los de Phichit.
Chris abrió la boca varias veces como intentando decir algo que no sabía cómo explicar. No ayudaba que el coreano no bajase el cuchillo, y nadie era lo suficientemente ingenuo como para creer que no sería capaz de usarlo.
- Yuuri, te lo juro, te juro por todas las cosas que amo en esta vida que no he robado tu Pájaro. Ni siquiera sé en dónde han estado ¿Cómo es que estás aquí si te lo han robado?
Quizás si Chris fuese el verdadero ladrón sabría que los Pájaros en realidad fueron intercambiados. Por supuesto podía estar fingiendo, pero es un dato que alguien culpable pasaría por alto adrede.
Seung-Gil decidió tener vigilado al joven suizo por lo que Phichit tuvo que ayudar a Yuuri a cargar con Otabek hasta la balsa que los llevaría al Maldición de Poseidón.
En la cubierta del barco, Yuuri reconoció varios rostros: no solo estaban Mila y JJ, sino que también se encontraban los Crispino, Minami, otro chico asiático que no reconocía y el famoso Leo que los estaba ayudando desde el Triadverso. Aunque claro, no era ese Leo si no el de este mundo pirata.
Todos usaban ropas andrajosas así como tatuajes que se dejaban entrever por los escotes o mangas, dientes de oro y también enormes cicatrices como la de Seung-Gil.
- Bienvenido a mi tripulación -dijo Phichit divertido señalando a cada uno.
- Me siento un poco ofendido de que todos eran tus tripulantes excepto yo.
- Bueno, Chris tampoco lo era. Ni Otabek, ni Viktor ni Yuri. Quizás luego de esto el Capitán Phichit tenga un miembro más entre su gente.
- Capitán, ¿de qué está hablando? -inquirió Leo- ¿Ha vuelto a tomar un poco más de Veneno de Pez Globo?
- Teniente, vuelva a su puesto -ordenó, y luego le susurró a Yuuri-. Hay que tener cuidado de hablar en frente de tantos humanos normales.
- Al menos pronto llegará la otra mitad del grupo, espero.
Pero en realidad lo único que Yuuri esperaba era terminar la misión para no sentir que se volvía cada vez más y más loco.
- Muy bien, equipo, ¡Iremos a perseguir ese barco negro de allá! -hablaba el capitán señalando el punto oscuro que se perdía a lo lejos en el mar.
- ¿Te refieres al barco del capitán Georgi? ¿El Maldición de Poseidón? -preguntó el Teniente Leo confuso. El chico asiático a su lado se veía horrorosamente sorprendido.
- ¡Exactamente ese! Tienen algo que es nuestro y lo vamos a recuperar.
* * * *
Empezó a creer que era agradable navegar bajo el sol. De vez en cuando trepaba hasta lo más alto del mástil y observaba el vasto océano a su alrededor. Era tan claro pero tan misterioso que no sabía la cantidad de secretos que se escondían en sus profundidades.
A veces pensaba en arrojarse, ¡y qué fácil hubiera sido hacerlo! Podría dejarse hundir como le había ocurrido en el Lago Ness y quizás todo acabaría allí. No más preocupaciones ni carreras alocadas de universo en universo, solo la paz del océano.
Y muchas otras veces, se preocupaba por su propia salud mental.
Otabek ya había despertado y se puso como loco cuando descubrió dónde estaba en lugar de estar buscando a Yuri. De nada servía que le dijeran que ese era exactamente el plan. La forma más fácil de solucionar aquel pequeño problema era meterlo en los calabozos hasta que el Otabek del Triadverso llegara.
La noche había caído hace rato y Yuuri seguía en su puesto en el mástil. Abajo podía escuchar las risas de los tripulantes así como el tintineo de la vajilla que usaban al cenar. No podía permitirse acompañarlos ya que le desagradaba un poco verlos comer tan salvajemente. En su mundo y en su país los modales era algo que debía respetarse a rajatabla.
El cielo parecía moteado de miles de estrellas; jamás sintió haber visto un espectáculo tan maravilloso. En Tokio rara vez podían verse a causa de la contaminación lumínica.
¿Habría podido conocer tanto del multiverso si no hubiera ocurrido lo de Viktor? No es que le agradaba que estuviera fragmentado, pero... debía ser justo y admitir que gracias a esto, Yuuri era ahora una persona más experimentada y sabia, quizás casi tanto como el mismo Viktor.
Una pequeña sacudida del barco lo sacó de sus pensamientos. No le dio mucha importancia ya que podía tratarse de una simple ola, por muy despejada y calma que la noche estuviera.
Pero luego vino otra, mucho más violenta.
- ¡¿Yuuri?! -le gritaba Phichit desde abajo- ¿Puedes ver alguna cosa que esté provocando las sacudidas?
- No realmente -respondió también en un tono elevado-. No veo ninguna ola.
Yuuri se deslizó por el mástil hasta el suelo. Pudo ver que Leo y Guang Hong, el chico asiático que siempre andaba con él, iban de aquí para allá un poco enloquecidos.
- No me gusta cómo se comporta tu tripulación -le susurró a Phichit- ¿Estamos en peligro?
- Quisiera poder confirmarte que no -dijo Phichit abatido-. No tengo ni idea de cómo ser un capitán, y el Teniente está empezando a dudar de mi estabilidad mental, ¡Y seguimos sin rastros del capitán Georgi! Según Mila, tiene una cueva cerca de las islas Maldivas dónde guarda sus tesoros y es algo así como su lugar base.
Una nueva sacudida pudo sentirse, y ésta vez arrojó al piso de la cubierta a todos aquellos que no tenían el equilibrio suficiente. Yuuri siendo uno de ellos, por supuesto.
- Debería inventar un nuevo juego que se llame "bebe un trago cada vez que Yuuri se cae al piso" -se burlaba su amigo mientras le extendía la mano. Yuuri fingió molestarse.
Un sonido como de agua explotando en un géiser fue lo que siguió. Casi toda la tripulación corrió hacia la popa, de dónde venía el ruido pero nada podía ser visto. El agua solamente se veía enturbiada e intranquila.
- Capitán -llamó Leo-. Creo que ya sé lo que e-...
El agua volvió a estallar pero ésta vez no lo hizo sola: una inmensa criatura de muchos tentáculos y dientes emergió de ella. Su piel se veía viscosa y de un grisáceo del tono en que la piel se ponía al morir.
Yuuri se sorprendió de no haberse desmayado al instante. Casi todos se veían igual de estupefactos que él.
- Es... es... -empezaba a balbucear el Teniente- es... ¡EL KRAKEN! (2) ¡A SUS PUESTOS AHORA!
Nota mental para el futuro Yuuri: las cosas siempre se te van a poner peor.
* * * *
Yuuri nunca había imaginado realmente que, en otros mundos, los monstruos podían ser reales. Quizás existían en todos pero no deseaban mostrarse siempre.
El kraken era descomunal, peor de lo que hubiese imaginado. La tripulación ya había bajado a la sala de cañones y Yuuri podía ver desde arriba como se preparaban para disparar a la bestia que amenazaba con llevar su barco a las profundidades.
- ¡Yuuri, aléjate de la borda! -le gritó Phichit manejando el timón- ¡No sé que hacer con todo esto! ¿En dónde está mi Teniente?
- Preparando la artillería -respondió Seung-Gil intentando abrir las velas muy cerca de allí- ¡Ya que tanto te gusta alardear con ser el capitán, compórtate como uno!
Phichit giró el timón para cualquier dirección, pero resultó que no estaban alejándose del kraken si no acercándose a él.
Las balas de los cañones explotaron en ese mismo momento y fueron a impactar directo al cuerpo del kraken.
La bestia soltó unos alaridos insoportables. Enrarecida, alzó uno de sus tentáculos y se dispuso a golpear una parte de la nave.
- ¿Qué el maldito kraken no está en las aguas del norte? -gruñó Yuuri sosteniéndose de un barandal interno.
- ¡Eres un tonto si crees que solo hay uno! -le respondió la Mila pirata, preparando unas bombas caseras con botellas- Ayúdame a lanzarlas a la boca del monstruo.
Yuuri tomó una de las botellas cubiertas por un paño empapado en alcohol, con relleno de pólvora. Prendió una con la ayuda de Mila y la arrojó a uno de los ojos del kraken. La bomba explotó en el momento en que impactó contra la bestia, haciéndola gritar de dolor. Esos mismos aullidos provocaron que Yuuri se arrojara al suelo de la cubierta sintiendo como si se le taladrase el cerebro.
En venganza, el kraken agarró a un miembro de la tripulación y lo arrojó con todas sus fuerzas al mar. Phichit y Leo gritaron dando más órdenes que Yuuri no era capaz de comprender del todo. Aquel grito de la bestia se sentía como un grito de ayuda que solo Yuuri podía comprender. Estaba seguro que sólo era su cabeza.
Y de repente todo terminó. Los cañones explotaron al unísono tiñendo la noche del color del fuego y la criatura regresó, despavorida o tal vez muerta, al fondo del mar.
La tripulación empezó a limpiar los desastres y reparar todo aquello que estuviera roto. Algunos lloraban silenciosamente a su compañero caído, un muchacho que Yuuri no podía reconocer.
Yuuri temblaba en el suelo. Una mano se posó sobre su hombro maternalmente pero eso no evitó que se sobresaltara. No era más que Mila, pero terminó descubriendo que llevaba un Pájaro de Fuego colgado al cuello.
- Es bueno volver a verte -dijo ella con una sonrisa-. No sabes todas las que hemos pasado.
- Te apuesto a qué no supera lo mío -le respondió tratando de sonar divertido.
Mila le ofreció una mano para levantarse. Yuuri observó a JJ y los Crispino, que también acababan de aterrizar. Era extraño verlos tan alejados y cautelosos del otro. JJ era una persona bastante sociable y parecía huirle a los gemelos, que tampoco tenían interés de hablar con el canadiense.
Se preguntó si algo habría ocurrido entre todos ellos.
- ¿Dónde estará Otabek? -inquirió éste.
- Está en una celda -respondió Seung-Gil afilando su puñal.
- ¡¿Cómo?! ¿Está preso?
- No, no -se apresuró Phichit-. Está abajo. Lo hemos traído desde dónde lo encontramos y dado que fue contra su voluntad... teníamos que tomar medidas.
Minami tomó las llaves y corrió junto a Mila y JJ para liberar a Otabek, que ya debía ser el del Triadverso.
Apareció tambaleándose y un poco más flaco. Quizás había decidido no comer nada de sus captores.
Ahora que ya estaban todos reunidos una vez más era de poner en marcha un nuevo plan.
* * * *
Yuuri había tenido razón en algo: su aventura se llevaba los honores a la más desastrosa.
El grupo empezó a lanzar ideas sobre qué hacer. JJ proponía ir al universo en ruinas y patearle el culo al Príncipe. Mila quería dejarle la vía libre para que poseyera a uno de ellos en algún otro universo y atraparlo en su propia trampa. Seung-Gil apoyaba a JJ, pero sólo porque quería deshacerse de su enemigo.
Las reuniones se volvían complicadas de sostener mucho tiempo. El Teniente Leo y el otro joven pirata, Guang Hong, sospechaban alguna cosa y revoloteaban alrededor de todos durante el día. Yuuri tenía miedo que alguno de ellos estuviese bajo influencia del Príncipe, pero no parecía ser el caso. Sólo eran dos jóvenes tripulantes que querían saber qué diablos estaba ocurriendo.
- Primero lo primero -dijo Phichit-. Tenemos que encontrar a Georgi y la Isla Errante. Ahí tiene su asentamiento del mal y seguramente se llevó a Viktor y Yuri para esclavizarlos o venderlos.
Otabek cerró los ojos y suspiró. Yuuri comprendía más que nadie su dolor por Plisetsky; habían sido compañeros de viaje y la forma en que lo había perdido era la más brutal y cruel.
- ¿Tienes idea de dónde queda? -preguntó Chris- No tenemos un mapa o un GPS que nos lleve al lugar.
- Sé que queda en algún punto cerca de las Maldivas. Estoy seguro que el Teniente Leo sabrá cómo llegar. Somos marineros, alguno aquí debe conocer el mar lo suficiente.
- ¿Y si ese Georgi es peligroso? -intervino Minami con nerviosismo pero ansiedad por lo desconocido.
- Después de un kraken, la mafia rusa, los juicios de Salem por brujería y las leyendas de Escocia, te aseguro que nada me da miedo -respondió Yuuri con una firmeza que ni él creía capaz de conseguir.
- ¡Sí! -coincidió Mila- He pilotado en una lluvia de meteoros, esto es pan comido.
- Y sin mencionar qué Seung-Gil y yo aparecimos en medio de una secta de asesinos.
- ¿Y qué hay del misil que nos persiguió en el espacio? -agregó JJ animado.
- También estoy segura que Otabek ha pasado por mucho, mucho más -dijo Mila-. Podremos hacerlo.
Sara y Michele habían estado muy silenciosos desde el comienzo de la reunión. Otabek tampoco había dicho ni una sola palabra pero Yuuri podía justificarlo a él.
- Todas estas niñadas no son nada comparado a lo que vivirán cuando hagan frente al Príncipe -habló Michele.
- Hay que ver si están preparados -dijo Sara.
- Qué agradables -masculló JJ rodando los ojos-. Nuestra squad es de primera porque tiene gente de primera. Como yo. Como Otabek. Y todos los demás.
- Excepto ustedes -murmuró Mila cuando JJ se sentó a su lado. Ambos chocaron los puños.
- ¡Basta de peleas! -calmó Phichit a todos- Sara, Michele, a todos nos gustaría mucho que pudiera brindarnos un poco más de información.
- ¿Cómo qué? -se apresuró a preguntar Sara, en un tono defensivo. No le daba buena espina a Yuuri.
- Lo que sea que nos sirva para tener ventaja sobre el Príncipe.
Los gemelos se miraron dudosos entre sí, pero empezaron a hablar.
Contaron un poco acerca de la función con la que había nacido el Príncipe de Hielo, de cómo en el pasado se aseguraba de difundir información que los gobiernos ocultaban a los ciudadanos. Con los años aquella labor se había visto tergiversada hasta llegar a lo que era ahora.
No es como si Yuuri no hubiera sabido eso.
Mila, JJ y Otabek intercambiaron miradas. Y no solo Yuuri, sino también Seung-Gil notó aquello, haciéndolo estrechar los ojos. No se veían cómodos con los Crispino y había algo que querían decir pero no querían decirlo frente a ellos.
- ¿Cómo se elige al siguiente Príncipe? -preguntó Chris- Si sabemos cómo funcionan ellos podríamos tener pistas acerca de su verdadera identidad.
- Bueno... -dijo Michele tras suspirar- cuando un Príncipe es elegido debe seleccionar a tres potenciales sucesores. Todos ellos son entrenados por separado y sin conocer nunca a su maestro, hasta el momento de su muerte o desaparición, y aún así solo lo consigue el que es elegido.
- ¿Qué clase de entrenamiento se tiene? -preguntó Seung-Gil. Yuuri presintió que el chico quería llegar a un punto en particular.
- Informático, principalmente -la que habló fue Sara-. Pero se tiene un poco de entrenamiento mental y psicológico; quien sea elegido debe ser una persona lo suficientemente fuerte de voluntad. También se les enseña todo lo posible acerca de muchos universos diferentes para tener una ventaja siempre.
- ¿Y cómo es que saben tanto, pregunto? -volvió a decir el coreano.
La sala quedó en silencio. El corazón de Yuuri latía con ansiedad por la respuesta que vendría. Michele alzó el mentón, como si fuese superior a todos ellos.
- Porque Sara y yo fuimos potenciales sucesores para ser un Príncipe. Competimos contra el antecesor del Príncipe actual y fallamos. Ya hace diez años de ello.
La mayoría soltó un gritito ahogado. Incluso Phichit se veía incapaz de decir una sola palabra.
Seung-Gil blandió su cuchillo ante ambos.
- ¿Quién me garantiza entonces que no están buscando proteger los intereses del Príncipe y su legado?
- Piensa lo que quieras -le dijo Michele con firmeza-. Pero ten en cuenta que nadie, ni siquiera tú, protegería los intereses de una entidad que decidió que no eran lo suficientemente buenos.
Aquello no convenció al chico. Aún no bajaba el cuchillo, por lo que Phichit se acercó y le susurró algo. Lentamente lo alejó, pero Yuuri veía el brillo de la desconfianza ya instalado en su mirada.
- Doy por terminado este cónclave -anunció Phichit-. Ahora mismo nos enfocaremos en encontrar la Isla Errante.
Aceptaron aquello a regañadientes. El grupo se disolvió, yéndose los Crispino por su lado, y el grupo de Otabek por otro. Chris se excusó para irse a demorar y Seung-Gil desapareció hecho una furia.
Solo quedaron Phichit, Yuuri y Minami, pero ninguno se atrevía a pronunciar palabra.
- Siento que la solidez del grupo se está desmoronando -confesó Phichit con la vista pegada a la lámpara de aceite que iluminaba el pequeño cuarto.
Yo me estoy desmoronando, pensó Yuuri. Minami respondió a Phichit:
- Es que todos tienen miedo. Cuando vean que nos necesitamos los unos a los otros se les pasará.
- Sí, eso creo yo también.
Pero Yuuri no estaba seguro de que Phichit lo dijera en serio.
* * * *
Tras un par de días en altamar las cosas tomaron una rutina. Todos tenían una tarea asignada y se esforzaban en cumplirla. Yuuri había pedido encarecidamente ser el que observaba el panorama desde el mástil.
Los demás tripulantes sospechaban demasiado. Para ellos no podía ser normal que su capitán girase el timón cuando no debía hacerlo o que JJ, el cocinero designado, no supiera como destripar un bacalao.
No les quedaba demasiado tiempo antes de que las cosas se volvieran un desastre una vez más.
Por suerte, al cabo de cinco días, Yuuri empezó a gritarle a la gente en la cubierta que corrieran a la proa para ver lo que él veía. Quizás todavía fuese un punto en la lejanía pero había escuchado que la isla estaba cubierta de verdes montañas y que la rodeaba un pequeño mar donde el agua se volvía más transparentes al llegar a sus costas.
La Isla Errante los estaba esperando.
* * * *
Glosario:
1- Baobab: Árbol tropical de tronco muy ancho (hasta 10 m de diámetro), de madera esponjosa, corteza gruesa y grisácea, copa poco densa, ramas escasas y separadas, hojas palmeadas de tres a siete folíolos que caen en verano, flores grandes y blanquecinas y frutos oblongos y leñosos de gran tamaño; puede alcanzar 12 m de altura.
2- Kraken: El kraken es una criatura marina de la mitología escandinava descrita comúnmente como un tipo de pulpo o calamar gigante que, emergiendo de las profundidades, atacaba barcos y devoraba a los marineros.
* * * *
¡Nuevas revelaciones por parte de los Crispino! De a poco vamos conociendo más del Príncipe y cómo ha llegado dónde está, ahora falta saber ¿quién es?
Por cierto, ¿se han dado cuenta que todos menos Yuuri tienen algún título importante en otro universo? Capitán Phichit, Contramaestre Seung-Gil, Comandante Leo, Zarévich Yuri, Lord Altin, Zarevna Milena, Doctor/Profesor Nikiforov, Emperador Viktor, y bueno Yuuri... sigue siendo Yuuri jaja
Les quería contar tres cosas: 1- ¡Este fic está a solo un capítulo de alcanzar las 100.000 palabras! :'D y no puedo creerlo porque nunca creí que sería capaz de tanto.
2- Hoy he tenido la grata sorpresa de ver que el fic ahora está en el puesto #839 en la categoría fanfic <3 subió casi cuarenta puestos de lugar.
3- Por último y no menos importante... ¡PRIMER CAPÍTULO DE THORNS AND ALL YA DISPONIBLE! Espero les guste.
Eso es todo por ahora. Espero seguir leyendo sus locas y muy geniales teorías c: y gracias por seguir apoyándome en mis proyectos <3
¡Un beso grande y hasta mañana!
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