Doce
Cuando despertó, todo estaba oscuro.
Las luces se veían a través de la puerta, pero de las ventanas se percibía una oscuridad abrumadora y tenebrosa. Yuri se removió sobre la cama, para descubrir que estaba hecha de paja y recubierta de unas mantas tejidas a mano.
El sudor caía por su cuerpo y sentía como las puntas del cabello, más corto que en los otros universos, le picaban en la base de la nuca. No podía distinguir absolutamente nada en lo que parecía ser su habitación, más que las paredes y el suelo estaban hechos de madera mientras que la puerta parecían ser un montón de juncos sujetados entre sí.
Arrojó las calurosas sábanas y decidió salir a ver su entorno. No pudo encontrar un par de zapatos, así que fue descalzo, pisando pequeñas ramitas o insectos que buscaban esconderse. Tenía el cuerpo adolorido y no lo sentía del todo, estaba seguro que por culpa de Otabek Altin que lo había intentado noquear para llevarlo a rastras hasta casa.
De afuera se sentían alegres cánticos que vociferaban en ruso algo que Yuri no podía entender. El sonido de las balalaikas acompañaba a las voces, que mientras más se acercaba más sonaba como alguna vieja historia contada por un trovador.
Abrió la puerta con un leve crujido y espió. En lo que parecía ser la gran sala, ardía una pequeña hoguera controlada, que soltaba su humo hacia el inexistente techo. Yuri entonces vio lo que había afuera: ramas de árboles cubiertos de hojas. Parecía ser una casa del árbol de tamaño magistral. Alrededor del fuego se amontaban personas, especialmente niños y mujeres adolescentes o adultas, que narraban ansiosas viejas historias de la mitología eslava. Un par de hombres tocaban los instrumentos animadamente. En medio de las mujeres narradores había dos figuras con las caras llenas de pintura y dramatizando el viejo mito de Perún y Veles, los grandes dioses enemigos, el cielo y el mar, luchando eternamente.
Se llevó una pequeña sorpresa al ver que Perún, señor de los rayos y el gran creador, era una mujer: Mila Babicheva, su compañera y amiga en La Tríada. Mientras tanto, Veles, el padre de los dragones y señor del mundo subterráneo, lo representaba una persona que había conocido hacía muy poco: Georgi, el malnacido de la tienda de cristales de Venecia. Ella llevaba una especie de corona que simulaban ser rayos de sol, él cargaba con unos enormes cuernos llenos de algas y pequeños animales marinos.
Tragó saliva. Los niños miraban con sonrisas congeladas las danzas de aquella extraña pareja, moviéndose al son de la música y las voces de las ancianas. Ellas se habían estado turnando para contar la historia, hasta que dieron el habla a una de ella. Yuri la conocía muy bien.
Lilia Baranovskaya, pilar de La Tríada, matriarca de esta extraña tribu. La mujer más fría que había conocido.
La mujer alzó las manos y todo se detuvo. Mila y Georgi quedaron uno abajo del otro, con la mano del chico alrededor de la suave garganta de ella. Los niños jadearon.
- Veles usó su música sobre Perún -dijo Lilia, con la voz potente, al tiempo que la balalaika sonaba otra vez-. Pudo usarla para engañar al gran dios y atraerlo a sus garras. Tomó su forma de serpiente y planeó estrangular a su enemigo.
Georgi se contorneó como si fuera una mismísima serpiente y tomó a Mila, que yacía flácida, en un abrazo de hierro. Algunos de los chicos miraban todo asombrados, mientras otros gritaban "Davai Perún!"
- Perún se había cansado de Veles, que lo único que hacía era robarle su ganado y su esposa constantemente ¡Y lo desafió! Pero Veles había logrado ser más inteligente ¿Qué podía hacer un dios atrapado como él ahora?
- ¡Cortarlo en dos con su hacha!
- ¡Lanzar un rayo!
- ¡Robarle su esposa en venganza!
Lilia solo sonrió a las ocurrencias que chillaban los niños. Entonces posó sus ojos en Yuri, que miraba todo embelesado.
- Estoy segura que el Tigre de Hielo nos contará como sigue la historia.
Yuri entonces se ahogó con su propia saliva. Todos los mocosos me están mirando. Incluso Mila y Georgi, sin salir de sus posiciones, clavaban sus ojos en él.
Carraspeó y tomó una buena bocanada de aire.
- Perún chantajeó a Veles con un secreto. Le dijo que si no lo soltaba entonces le contaría a los otros dioses que se tiraba pedos y culpaba a Svarog.
Los niños soltaron un "aw" abatido. Georgi incluso dejó caer a Mila, que se estampó contra el suelo. Lilia lo miraba decepcionada, pero claramente se esperaba esa respuesta.
- El Tigre de Hielo siempre nos arruina las historias -masculló una niña.
- ¿Para qué lo invitan? -preguntó un niñito. Yuri rodó los ojos.
- Para que ustedes, demonios enanos, no se hagan ilusiones con tontos cuentos de hadas.
Todo se comenzó a disolver. Los niños se escurrían para volver a los dormitorios con sus familias, los instrumentos eran guardados, el fuego apagado. Mila se le acercó y le dio un puñetazo en el hombro.
- Gran trabajo, Tigre -murmuró, entre enojada y risueña. Georgi no se les acercó, pero igual abrió la boca-. Al menos ya despertaste ¡Luego de casi cinco días! Si no hubiese sido por Georgi que andaba por la zona en que te encontraron ya serías comida de vigilante.
- Ya sabes como de amargado es él, Princesa de Fuego. No espero que me lo agradezca.
- Calla tú -dijo Mila, defendiendo a Yuri de todas formas.
No entendía muy bien cómo funcionaban aquellos títulos. Parecía ser una especie de nombres tribales. Tigre de Hielo, le gustaba el timbre de cómo sonaba.
Lilia le hizo un asentimiento de cabeza. Yuri, con el corazón desbocado, se acercó.
- Creo que ya hemos confirmado que tu tarea claramente no será de narrador de historias -dijo sombría-. Tus amigos ya tienen sus tareas asignadas desde hace muchísimo tiempo, como por ejemplo, Princesa de Fuego será la próxima Bogoroditsa cuando yo no esté.
Bogoroditsa significa Sagrada Madre, pensó mirando a Mila de reojo.
- A ti no puedo encontrarte un lugar. Y lo único que pareces hacer es encontrar problemas en todas partes.
- Funcionaré en cualquier tarea, ya verás -respondió, intentando sonar sumiso y abatido. Lilia entrecerró los ojos.
- Eso espero yo. Irás al gran lago a recolectar algas junto con el grupo que salga a primera hora. Una tarea fácil. Quizás esa termine siendo tu verdadera vocación.
Yuri resopló. Dudaba mucho que recolectar mohosas algas en un algo fuese la vocación de su vida. Pero debía callarse. Todavía no tenía noticias del Príncipe de Hielo luego de su tarea. Las manos le temblaban al recordarlo ¿Habría muerto al joven que disparó? Yuri se aseguró de enviar el veneno a una pierna o a un brazo. Como mucho deberían cortárselo pero quizás se salvara. Esperaba que sí.
Otra duda que lo carcomía era la de los Pájaros de Fuego que cargaban el chico y su hermana. Si Yuri lo había matado... eso significaba que había destrozado la vida de dos personas. Cuando mueres en el cuerpo de otra versión tuya del multiverso simplemente desaparecías, y tu cuerpo jamás era encontrado en casa.
- No nos decepciones -dijo Lilia interrumpiendo su monólogo interno-. Ni a mí, ni a la tribu ni a tu hermano el Lobo Plateado.
Viktor, pensó emocionado. No podía haber otro.
* * * *
Cuando despertó para salir a cumplir su tarea, descubrió que el sol no había salido aún. Sabía que estaban en invierno, pero la oscuridad era tan vasta que parecía que ni la misma luna brillaba.
Espió a los hombres y mujeres que se preparaban en la vacía sala, allí donde quedaban los restos de la hoguera de la noche anterior. Se había puesto una especie de traje al cuerpo y un par de botas que parecían hechas de las mismas algas que iban a recolectar.
Yuri sabía de antemano que lo arruinaría todo. Pero ya había arruinado demasiados universos como para darse por vencido. Podía fingir enfermedad para saltearse la tarea, pero los escrutadores ojos de Lilia lo estarían vigilando a cada minuto. Tenía que ir, averiguar sobre Viktor y sobre el Príncipe de Hielo. Una parte de él temía que ya no le prestase su ayuda.
Se abofeteó mentalmente. Odiaba cuan dependiente se había hecho de las cartas del Príncipe. Su idea principal durante el viaje había sido rescatar a Viktor él sólo, sin alguien que le soplase todas las respuestas. Quizás era hora de ser fiel a sus ideas originales.
Pudo ver la magnificencia del lugar una vez partió con el grupo. En los inmensos robles se escondían cientos de casitas empotradas en las copas de los árboles. Algunas tan pequeñas para albergar una familia, u otras más grandes, como en la que vivía, que podía albergar a más de treinta personas.
Las casas se unían entre sí por medio de largos puentes. Por debajo había más niveles de casas, a los cuales se accedía por unas escalerillas o por un artefacto con un sistema de poleas que bien podría haber dado origen a lo que comúnmente se conoce como ascensor.
El sol aun no salía. Yuri no tenía ni idea de que hora era, solo que ya llevaba varias horas sin ver un poco de luz natural.
- ¡¿Cuándo va a salir el condenado sol?! -berreó para sí mismo. Uno de los chicos a su lado solo suspiró.
- Eso me pregunto yo todos los días.
Raro, pensó. Quizás aquel chico sólo era muy depresivo. Pero había algo en su respuesta que le hacía pensar que allí se escondía el misterio del sol que no salía.
El Gran Lago era un gigantesco cuerpo de agua oscura. Algunos se lanzaron rápidamente a su trabajo, hundiéndose hasta las rodillas o la cintura, arrancando unas algas de color azulado.
Yuri miraba embelesado como eran recogidas y puestas en canastos. El chico a su lado le dio un golpecito en el hombro.
- Te enseñaré cómo hacerlo. Y te diré como saber que una bestia anda cerca.
Aquello no le gustó nada, pero se dijo a sí mismo que no era una gallina. Se zambulló hasta un poco debajo de las caderas, sintiendo el agua fría calarle los huesos. A pesar de que llevaba la piel cubierta podía sentir la viscosidad atravesando la ropa y tocar su piel, que lo hizo estremecer. También podía sentir el toque de los pequeños animalitos, como peces o cangrejos, entre sus piernas.
- Tienes que tirar con fuerza, pero no la suficiente para arrancarla -le dijo su compañero, mostrándole cómo se hacía-. Debe salir desde la raíz.
- Ya.
- Y cuando veas burbujear cerca de ti, huye. No querrás que una de las anguilas te jale a las profundidades.
- Como si una anguila pudiese hacer algo así -respondió intentando parecer valiente, pero con preocupación.
- Tú no has visto estas anguilas.
Yuri de verdad esperó tener una jornada tranquila. Pero la oscuridad que parecía no tener fin y ver a los otros trabajadores huyendo de unas burbujas de vez en cuando, lo tenían paranoico.
Se odió por prestarse a aquello y no buscar a Viktor.
Después de haber arrancado algas como para alimentar a toda una tropa, empezaron a salir del agua uno por uno. Yuri no dudó en seguirlos.
Tenía las manos arrugadas y estaba seguro que cuando las secara empezaría a resquebrajarse. Era un trabajo de mierda.
No podía sacarse de la cabeza muchas cosas. Lo que aquel mundo significaba y si su misión era algo más que una carrera sin sentido.
Algo llamó su atención. Estaban caminando por una saliente de rocas, cuando Yuri vio algo tallado en una de ellas. No debería haberle dado un segundo vistazo, pero las letras brillaban en naranja y olían extraño. Naranja, como el color del Pájaro de Fuego.
Se escabulló sigilosamente. El camino a las casas de los árboles no era complicado y podría recorrerlo tranquilamente en veinte minutos. Por ahora tenía que echar un vistazo a aquellos grabados.
Tuvo que dar unos saltos muy cuidadosos, procurando no caer al vacío y tampoco hacer demasiado ruido. Cuando llegó a la roca marcada, le tomó unos segundos leer, pero reconoció las palabras al instante:
NO TODOS LOS CAMINOS TE LLEVARÁN A VIKTOR. FALLA UNA VEZ MÁS Y NUNCA LO ENCONTRARÁS.
Y CUANDO NO LO ENCUENTRES, TE PREOCUPARÁ MÁS EL DESTINO DE LA HUMANIDAD QUE EL SER UN POBRE CHICO HUÉRFANO.
Se quedó sin aire. No podía ser obra de nadie más que el Príncipe.
Así que Yuri había fallado. Michele Crispino no había muerto en Venecia, o el Príncipe no habría estado tan enfurecido. Festejó su pequeña victoria. Aquel estúpido lo necesitaba igual que Yuri a él, y no podía deshacerse tan fácil. Sí, al menos podría hacerle la vida imposible o ponerle las cosas más difíciles.
¿Dónde vivía el Príncipe, exactamente? ¿Y por qué no venía a buscar a Viktor él mismo?
Preguntas, preguntas y nada de respuestas.
Una mano le cubrió la boca. Yuri abrió la boca para morderla, instintivamente, pero el extraño se adelantó a sus acciones y se la apretó más fuerte.
Yuri sintió que su espalda chocaba contra un pecho duro, y que le doblaban el brazo para atrás. No necesitó darse vuelta para saber que una vez más se había acorralado.
- No pienso dejarte escapar una vez más -susurró Otabek Altin en su oído.
Rodó los ojos. Aquel bueno para nada no era tan eficiente como solían pintarlo, o ya lo hubiera atrapado en el primer universo que pisaron juntos.
- No podemos quedarnos aquí. Por mucho que quiera dejarte inconsciente ahora para tener que dejar de ver tu mirada furibunda, no puedo. Hay peligros que acechan esta tierra.
Quiso preguntarle de qué se trataba. Sus sentidos le decían que algo muy malo ocurría por allí, y quería saberlo por alguna razón. Otabek caminó en silencio por las piedras, hasta que encontró un camino despejado. Yuri simplemente se dejó llevar: ya pensaría una mejor forma de escapar, una que no lo hiciera ser atrapado otra vez a los cinco minutos.
- ¿Puedes tener más cuidado, patán? -aulló Yuri- Le vas a quebrar el brazo al pobre tonto de este mundo.
- Sabrá perdonarme. O quizás no, puesto que son enemigos.
- ¿Así como tú y yo? -dijo irónico.
Otabek no dijo nada, sólo lo apretó más contra sí. Yuri se contuvo de patearlo en sus partes nobles. Rechinó los dientes, al punto que sentía que se los partiría.
- Al menos déjame hallar al Viktor de este universo -pidió-. Ya estoy muy cerca.
- Buen intento -le dijo, casi bromeando- ¿Para qué persigues a los Viktor de cada mundo, de todas formas?
- Cómo si te fuera a decir.
- Cállate entonces. No necesito oír tus berreos.
Yuri no estaba acostumbrado a ser tratado con violencia. Por lo general, el violento era él. Ni siquiera Yakov le respondía de esa forma. Quiso devolvérselo con todas sus fuerzas.
- Tengo que dejarte cerca de tu clan. No cargaré con más muertes. No luego de lo que tuve que poner sobre mis hombros cuando le disparaste a Michele Crispino en Venecia.
No le dijo acerca de que el chico no estaba muerto. Lo dejaría sufriendo y culpándose a sí mismo, puesto que se lo merecía por apático. Al menos apático a la causa de Yuri.
Unos aullidos sonaron a lo lejos. Yuri aprovechó la distracción para soltarse de Otabek, pero no huyó. El chico estaba demasiado atento a los sonidos del bosque, y eso le daba curiosidad.
- ¿Qué mierda te pas-...?
- ¡Sh! -lo silenció- Hay que irnos de aquí. Ahora.
- Una mierda que me voy contigo.
- No tienes idea lo que hay en el bosque.
Los sonidos de las bestias sonaron más cerca, junto con el olor a sangre y podredumbre. Yuri se prendió de la manga de Otabek. Ya no le importaba nada más que salir con vida.
- Corre -fue todo lo que le dijo Otabek, y Yuri no vaciló.
Aun prendido de su brazo, comenzaron a correr. Por un instante pensó que las criaturas estaban lejos, pero los chillidos empezarían a sonar desde otro lugar de todas formas. Parecía que venían de todos los lugares, y a la vez de ninguno.
Unas antorchas los detuvieron. Yuri chocó con la espalda de Otabek y se detuvo para jadear. El chico parecía tener mejor estado físico que el suyo, ya que no respiraba ni con un ápice de dificultad.
Vio los rostros de sus compañeros recolectores de algas. Todos tenían los rostros bañados en sudor y la mirada furiosa, que se dirigía a las manos de Yuri agarradas de la tela de las ropas del forastero.
- Es uno de esos salvajes -dijo alguien al fondo- ¡Y el Tigre de Hielo está huyendo con él!
- No, no... No es nada de eso -empezó Yuri, sin recuperar el aliento-. Es que las bestias...
- Debíamos saber que serías una deshonra -farfulló otro-. Serás enjuiciado y lanzado a los vigilantes.
- ¡No! -gritó Otabek.
Era muy tarde. Quisieron tomarlos a ambos, pero Otabek le hizo un gancho a su captor que lo dejó atontado. Finalmente arremetió con un puñetazo, y se lanzó a la espesura del bosque.
Yuri se sintió traicionado, mientras la gente de su mismo clan -del otro Yuri-, lo maniataban con unas duras y rasposas lianas resecas. Sabía que aquel material era más duro que una cuerda normal.
No sabía cómo explicarse. No tenía idea de aquel mundo, y no podía alcanzar su Pájaro de Fuego para huir. Aquel Viktor de ese mundo podía irse derecho al infierno, justo al lado del Príncipe. Era por culpa de ambos que estaba en aquella situación. Ya ni siquiera podía culpar a Otabek, que sólo seguía órdenes.
Lo llevaron arrastrado, y la malla de sus ropas se raspó con las ramas y rocas. La espalda le dolía horrores por las patadas. Jamás había tenido tanta tierra metida en el cuerpo.
Se sentía humillado, de cierta forma.
* * * *
El juicio no duró demasiado. Habían asistido todos los mayores, incluso Mila y Georgi. Yuri también vio de reojo una mata de pelo rubio ceniza, que identificó como la de su madre.
Su madre. No podía creer que luego de tantos años lejos de ella, estaba allí. Y ni siquiera podía acercarse a ella. Estaba loco de furia.
Lilia Baranovskaya precedió a la sentencia. Yuri sería arrojado durante tres días, atado, sin comida ni agua a las entradas del bosque. Si sobrevivía a los vigilantes podía regresar.
Nunca regresaría. Nadie lo aceptaría luego de aquella supuesta traición. Odiaba no entender nada. Lo único que sabía era que acababa de joderle la vida a otra persona.
- Desearía que hubieses sido más como tu hermano -fue todo lo que Alina le dijo. Yuri no lloró ni se desmoronó. Le dedicó una mirada de simple indiferencia y ni una sola palabra.
Mila lo abrazó en cuanto nadie los veía. Luego huyó como alma que se lleva el diablo.
La estaca en que lo ataron era lo suficientemente ancha como para clavarse entre sus omóplatos y hacerle doler la espina dorsal.
Estaba acabado. No sabía lo que un vigilante era, pero si eran aquellas bestias a las que Otabek les temía...
¿Cómo era posible que la hubiese jodido a menos de un día de llegar? Empezó a creer que su misión estaba condenada al fracaso, y aquí acabaría todo.
Luchó con todas sus fuerzas. Las lianas eran casi indestructibles. Apenas había logrado sacar un brazo y estaba exhausto. Ni aún así podía soltar sus demás extremidades.
Alguien fue a verlo al cabo de unas horas. El sol aún no salía. Yuri se puso a enumerar todas las cosas que estaban mal en aquel mundo.
- Yurachka -le dijo la dulce voz de Viktor-. He vuelto apenas me lo han dicho.
- Viktor... -murmuró alicaído. Viktor le corrió un mechó de la cara y lo miró a los ojos.
- Alejaré a todos los vigilantes que pueda. Ellos no podrán detenerme.
- No quiero que te hagan daño.
El Pájaro de Fuego ardió bajo su mano libre. Yuri no perdía nada con intentarlo una vez más. Quizás tuviera un golpe de suerte. Así que cuando Viktor lo abrazó, Yuri usó el comando UV38 contra la piel descubierta de sus clavículas. Él ni se inmutó, pero Yuri supo que había funcionado.
- Sé fuerte -le dijo por último y lo abandonó.
Si haberse aventurado en un viaje como aquel no era ser fuerte, entonces Yuri pensó que quizás debería entregarse a su destino.
* * * *
Los vigilantes andaban cerca. Podía escuchar sus horrorosos sonidos, y el olor a sangre que cargaban.
Ya había intentado de todo. Incluso probó calentando el Pájaro de Fuego al máximo, con esperanza de que las lianas ardieran quizás. Pero nada.
Vaciló la idea de llorar. Después de todo estaba al borde de la muerte. Pero el terror era tan insoportable que no le permitía usar otro comando de su cerebro.
Una figura encapuchada surgió de entre las sombras. Yuri bufó en cuanto descubrió su rostro.
- ¿Vienes a regodearte? -farfulló- Ya está, ganaste.
Otabek solo lo miró.
- Anda, llévame a La Tríada. O déjame morir aquí. Ya da igual. Tienes que saber algo: si sobrevivo a ésta, nunca dejaré de buscarlo. Nunca. Y mucho menos alguien como tú me detendrá.
- ¿Terminaste? -preguntó aburrido. Yuri enfureció, pero el ruido de los vigilantes se oyó a lo lejos.
- ¿Por qué tienen que detenerme en mi misión? ¿Qué diablos quiere La Tríada?
- No lo sé. Solo sé que esto es mi trabajo, y que si no me dejas hacerlo acabaré en la calle.
- Y si cumples tu trabajo yo acabo en una celda y Viktor atrapado para toda su vida.
Se miraron desafiantes. Al final, fue Otabek quien bajó la mirada. Yuri pensó que quizás la culpa lo estaba carcomiendo.
- Si te llevo a buscar a Viktor, en los universos que faltan... y cuando terminemos vendrás conmigo a La Tríada sin protestar ¿Qué es lo que dirías?
Yuri intentó que aquello no lo sorprendiera.
- ¿Por qué te creería?
- No sé, ¿Por qué habría yo de ofrecerte semejante estupidez?
Lo estudió. Era su boleto de escape. Otabek podría mentir, pero no tenía motivos. Podía llevárselo a La Tríada ahora mismo si quisiera.
Estaba lanzándole al abismo si aceptaba aquella propuesta. Pero ¿qué opciones le quedaban en aquel mismo momento?
- Anda, vamos. Pero no te creas que me caes bien.
- A la primera que quieras huir, el trato se termina. Y te juro que no tendré piedad.
- Tiemblo de miedo.
Tembló de miedo en ese instante, en realidad. Una bestia que parecía un murciélago humanoide surgió de entre los árboles. Yuri chilló.
Así que eso era un vigilante. Una parte de él quería luchar contra esa cosa, pero otra parte quería salir pitando de allí.
Otabek cortó las lianas con un cuchillo curvo que poseía. Yuri se desplomó sobre sus brazos, pero se soltó inmediatamente.
Huyeron de allí. Ya estaban condenados por andar juntos de todas formas.
Yuri programó los Pájaros de Fuego. Los vigilantes sonaban cerca, pero en cuanto se fueran, los Yuri y Otabek de ese mundo tendrían más idea de cómo escapar.
De repente, el mundo oscuro y los vigilantes quedaron atrás, mientras eran succionados por otro vórtice del espacio-tiempo.
* * * *
Lo primero que sintió fue salir volando. Había estado bajando por unas largas escaleras forradas en terciopelo rojo, pero el impacto de aterrizar en otro cuerpo lo mareó, haciéndolo caer.
Derribó otro cuerpo, y los dos rodaron hasta el último escalón, con Yuri debajo. Se golpeó tan fuerte que vio estrellas.
Arriba de él, Otabek Altin le devolvió la mirada.
Grandioso, pensó.
- ¡Yuri! -dijo asombrada una vocecita femenina- ¡Y Otabek! ¿Se puede saber qué hacen?
- Tomando una siesta ¿tú que crees? -le masculló a Mila, que se cruzaba de brazos ofendida.
Yuri la observó. Llevaba un precioso vestido con enagua hasta los talones, de color amarillo crema y con un precioso bordado dorado en el pecho. El cabello rojo estaba atado en un perfecto moño y una brillante diadema adornaba su cabeza.
No tardó en descubrir dónde estaba. Hablaban ruso, una alegre música clásica sonaba desde el salón y todo allí se veía elegante. Enorme y elegante. Lleno de ventanales, arañas y techos con pinturas renacentistas que retrataban alguna vieja historia.
- ¡Zarévich! -masculló la enfurecida voz de Lilia Baranovskaya, que se veía tan altiva y perfectamente arreglada como en La Tríada- ¿Podría mantenerse decente al menos por hoy? ¿Se da cuenta que ha arruinado las ropas de Lord Altin?
Yuri gruñó, pero eso no impidió que captase las palabras de la mujer: zarévich. Zarévich, zarévich, zarévich.
Yuri estaba en una Rusia Imperial y él era el hijo del zar.
Pero ¿por qué Mila también llevaba una corona? ¿Acaso era su esposa?
La respuesta lo golpeó en la cara unos segundos después.
- Hoy es el compromiso de tu hermana, la zarevna Milena Fiodorovna de Rusia, heredera de la corona, con Lord Otabek Altin del óblast de Kazajistán y tú te comportas como un príncipe mimado como siempre. A ver si tu padre te pone los pies en su lugar en algún momento, porque una vez que dejes de ser el zarévich cuando tu padre muera no serás nadie y...
Ya no la escuchaba. Las palabras hermana y compromiso, lo dejaron totalmente confundido.
Todo quedó opacado cuando tomó del suelo en sus manos los pedazos destruidos de su Pájaro de Fuego.
Mierda.
* * * *
¡Chan chaaan! Estoy segura que más de una me odiará por ese final. Aquí termina la primera de las cuatro partes en que está dividida esta historia.
¿Qué opinan del nuevo universo que se viene? ¿Qué nuevos problemas encontrarán Yuri y Otabek?
Les cuento que ayer subí un oneshot que se llama DESCAFEINADO Y CON AZÚCAR, es un Coffe Shop Au de Otayuri <3 así que me gustaría mucho que lo lean y me digan que tal :D
¡Hasta mañana! ¡Y gracias por seguir acompañándome!
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